Por Dr. Homero Johas
SOBRE LA UNIDAD DE LA IGLESIA
- Pio IX -
- Carta apostólica: Jam vos omnes
13.09.1868
1
Nadie puede negar o dudar de que nuestro
Señor Jesucristo, para aplicar a todas las generaciones humanas los frutos de
su redención, edificó aquí en la Tierra, sobre Pedro, su única Iglesia: una, santa, católica y
apostólica.
Y que le confirió todo el poder
necesario para guardar, íntegro e inviolado, el depósito de la fe, para
entregarla a todos los pueblos y naciones, y por medio del Bautismo, todos los hombres
se unan a se Cuerpo Místico.
Y para que esa Iglesia que constituye
su Cuerpo Místico, permaneciera siempre estable y sin cambio de su propia naturaleza
antes de la consumación de los siglos.
2
Quien por otra parte ahora estudie y
medite de modo preciso sobre la condición en que se encuentran varias
sociedades religiosas discrepantes entre si y separadas de la Iglesia Católica
(...), deberá fácilmente persuadirse de que ninguna de esas sociedades si no están
unidas, de ningun modo constituyen la única
Iglesia católica que Cristo edificó.
Y que no puede, de ningún modo, ser miembro
o parte de la misma Iglesia, dado que visiblemente están divididas de la unidad
católica.
Por cuanto carecen estas sociedades
de aquella viva autoridad, también constituida por Cristo que, sobre todas las cosas
pertenecientes a la salvación eterna, sobre fe y costumbres y principalmente
sobre disciplina, enseñanza, dirección y gobierno; y esas mismas sociedades
continuamente varían sus doctrinas y esta movilidad e inestabilidad nunca cesa.
Cualquiera entiende fácilmente que esto
es contrario a la Iglesia instituida por Cristo.
3
Pero todos los que no mantienen la
unidad y la verdad de la Iglesia Católica, aprovechen la ocasión de este
Concilio (Vaticano I), a través de la Iglesia Católica, a la cual sus antepasados
estaban ligados, muestra un nuevo argumento de su íntima unidad y de su fuerza
vital inexpugnable, y, respondiendo a las necesidades de sus corazones, procuren
apartarse de ese estado en el cual no pueden estar seguros de su propia salvación.
Comentarios
Pio IX coloca como secta herética a
los grupos religiosos que: "carecen
de una viva autoridad constituida por Cristo, que enseña, dirige y gobierna a los
fieles, sobre todas las cosas pertinentes a la salvación, fe, moral,
disciplina...".
Tal es la situación de los que hoy no
quieren elegir esa autoridad, con falsos pretextos, los miembros de la secta de
los acéfalos. Ellos no conservan inmutable perpetuamente el sentido del dogma,
como manda el Vaticano I (D.S. 3020). Ellos mudan la doctrina y el precepto "gravísimo" de la Iglesia.
Ahora, Cristo no fundó una Iglesia
acéfala, sin Cabeza viva, visible, docente y regente; con obispos autónomos e independientes
entre si; predicando "doctrina nueva"
(D.S. 3070), sin unidad de fe y de régimen, perpetua, en la misma sentencia, en
la misma verdad, en el mismo sentido, absoluta, trascendente a los tiempos y a
las opiniones individuales humanas.
El desvío de la fe por parte de obispos,
sacerdotes y legos, de esta doctrina, cuyos nombres son pública y notoriamente
conocidos. Convierten a la Iglesia en una realidad invisible, neumática, separada
del Cuerpo uno visible, individual, sin sumisión al Pastor supremo visible.
Traducción:
R.P.
Manuel Martinez Hernández
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