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martes, 11 de febrero de 2014

FIESTA DE LA APARICIÓN DE LA INMACULADA NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

Día 11 de febrero
INTRODUCCIÓN
     Génesis y significación de la fiesta
     Podemos decir de esta festividad que es la obra de la Virgen y de los fieles: de la Virgen prodigando gracias; de los fieles afluyendo a millares a la basílica de Lourdes y multiplicando los vuelos de una perfecta confianza.
     Concedida esta fiesta por León XIII, en 1891, a instancias de muchos obispos, parece que su carácter es mostrarnos, recompensado en los favores de María, el culto de la Inmaculada Concepción.

     Plan de la meditación
     Consideraremos estos favores: la salud corporal, la gracia de la fe, la gracia de la oración y de la vida sobrenatural, que serán los tres puntos de esta meditación.

MEDITACIÓN
     «Fecitque... omne genus humanum quaerere Deum quamvis non longe sit ab unoquoque nostrum.» (Act. Apost. XVII, 26, 27)..

     Ha querido que los hombres le buscasen, aunque no está lejos de cada uno de nosotros.

     1.er Preludio. El 11 de febrero de 1858 una modesta doncella de catorce años, Bernardita Soubirous, contempla en el hueco de una roca la aparición de una Señora santamente hermosa, que tiene en un brazo el rosario. Invitada a volver, obedece, y ve de nuevo a la Señora (Cuéntanse 18 apariciones, de las cuales la última fue el 16 de julio de 1858), y el 25 de marzo conoce su nombre: Soy la Inmaculada Concepción. Invitada a lavarse en un poco de barro, obedece y descubre una fuente límpida; invitada a contar su visión y a procurar a la Virgen una capilla y peregrinos, logra que se construya una espléndida basílica y provoca inauditos concursos de fieles de Francia, de Bélgica, de España, de Europa entera y aun de América. La Inmaculada bendice esta devoción; no se habla en el mundo de otra cosa que de los milagros de Lourdes. He aquí lo que ante nuestra vista está pasando hace cerca de cincuenta años, en nuestro siglo escéptico y materialista.

     2.° Preludio. Imaginemos la basílica en lo alto; más abajo la gruta y la piscina milagrosa; y a lo lejos, les Pirineos.
     3.er Preludio. Pidamos la gracia de vivir santamente seguros, bajo el manto de María Inmaculada.

I. LA SALUD CORPORAL
     I.- 1. Multiplicidad de las curaciones (Ciertamente, no todas las miserias corporales son aliviadas en Lourdes. Podemos añadir que las intervenciones milagrosas son relativamente raras. Pero, ¿no se echa de ver que este carácter excepcional de los prodigios entra en la sabia economía del plan divino? Un solo milagro bien probado, posee un valor plenamente demostrativo. Demasiados milagros se conciliarían mal con el designio providencial que quiere la constancia de las leyes de este mundo. Esta multiplicidad, que haría que cada milagro llamase menos la atención, podría, además, correr el riesgo de disminuir el mérito de nuestra fe y de alterar la pureza de las miras sobrenaturales que deben movernos a la devoción). Recordemos hechos de indiscutible evidencia. Cada año muchedumbres inmensas van a Lourdes, llevando consigo enfermos y achacosos. Cada año registran los anales de la basílica los procesos verbales de admirables curaciones. Tomada cada una de ellas aparte, ¿constituye un verdadero milagro? De ningún modo lo pretendemos. Tal es empero la buena fe, tal el número de personas curadas, tal la variedad de las condiciones exteriores y psicológicas, tantas las precauciones tomadas para comprobar los hechos, que un hombre sincero e imparcial, se ve forzado a concluir : En Lourdes se realizan milagros; allí se toca con el dedo lo verdaderamente sobrenatural.
     Tal vez recordamos especiales gracias de que hemos tenido noticia, o nos ha sido concedido interrogar a testigos oculares o a personas que se han visto favorecidas: este recuerdo será muy útil para aumentar nuestra justa convicción.
     Demos gracias a María por su bondad, gocémonos en su gloria.

     2. Las curaciones y la Inmaculada Concepción. Si nos paramos a reflexionar sobre ello, no será difícil ver una conmovedora relación entre estas curaciones corporales y la Inmaculada Concepción. La enfermedad, la debilidad, que podían ser puros efectos de nuestra naturaleza, están vinculados, en su realidad histórica, al primer pecado transmitido por Adán a sus hijos. Estos males físicos son como la última y la menos cruel de las heridas que el demonio nos ha infligido, y están destinados a desaparecer, cuando la virtud redentora de Cristo acabe sobre la tierra, espléndidamente renovada (Apoc. XXI, 1-5), la obra regeneradora comenzada tan dichosamente en las almas. Por su Inmaculada Concepción, representa María este triunfo completo sobre el demonio y el pecado. ¿Es, pues, de extrañar que manifieste su poder mediante una acción victoriosa contra la enfermedad?
     Pero ¡cuánto más estrecho es el lazo entre la Concepción Inmaculada y la salud moral! ¡Cuánto más urgente la curación espiritual! ¿Podemos, pues, ahora dudar de la particular eficacia que ha de tener para las almas lánguidas y enfermas la invocación ferviente de María Inmaculada?

     3. Las curaciones y la incredulidad. ¡Cuán instructiva es, para el alma cristiana, la actitud de los incrédulos y de los extraviados! Ninguno hay que no haya oído hablar de las curaciones de Lourdes. Un supremo interés de verdad y de salvación está vinculado a su comprobación. Se invita a los incrédulos a que vayan a comprobarlas. ¡Y, sin embargo, cuán pocos se preocupan de ello! ¡Cuántos se contentan con negar a priori (Los libros, aun de los mismos sabios, son a veces sumamente flojos. Tal es el opúsculo de Charcot, La fe que cura. El autor se circunscribe a un solo género de enfermedades curadas, fingiendo ignorar u olvidando las restantes) ¡Triste y deplorable indiferencia! Pero ella, por otra parte, nos da a comprender por qué el Señor, durante su vida mortal, pudo multiplicar los prodigios, sin encontrar en los israelitas otra cosa que una escéptica indiferencia, burlas y hasta una verdadera hostilidad. ¡Oh, qué gracia poseer un corazón dócil!

     II. Pidamos esta gracia por María, y examinemos si hemos prestado a estos hechos toda la atención que merecen.

II. LAS GRACIAS DE LA FE
     1. Preguntad a los peregrinos que vuelven de Lourdes, y os contarán el inolvidable espectáculo de las explosiones de fe de que Lourdes es teatro privilegiado. Si algunos obtienen la salud corporal, todos, por decirlo así, son allí espiritualmente confortados y reciben la gracia preciosa de un aumento de fe.
     Repitámoslo: es éste un beneficio inestimable en nuestra época de dudas y tinieblas.
     Hay tantos espíritus que titubean, que es consolador oír acentos de convicción y de justa convicción. Un solo milagro verdadero derriba todo el andamiaje de la incredulidad. ¿No tenemos por ventura en Lourdes una brillante confirmación de cuanto creemos y esperamos?
     Este beneficio de la fe, recobrada o fortalecida, se eslabona también naturalmente con el privilegio de María. Al fiel que le dice: «Creo en vuestra Concepción Inmaculada», parece que María le contesta: «Y yo obtengo para ti que creas con mayor firmeza todo lo demás, y derramo en ti y a tu alrededor gracias de fe».

     2. ¿Hemos confirmado nosotros por este medio nuestra fe, e invocado a María para creer siempre y firmemente?

III. GRACIA DE ORACIÓN Y DE VIDA SOBRENATURAL
     I. No se aprende en Lourdes, sólo en un grado cualquiera, a orar y a entablar con Dios y con el cielo familiar comunicación. Cuando el Santísimo Sacramento pasa por delante de los enfermos, toda aquella multitud habla al Salvador como si su divina persona se mostrase patente a sus ojos. Se conversa con Él, se vive allí vida de cielo.
     ¡Dichosa derrota la del presente siglo! Como positivista, el hombre moderno pretende no admitir sino lo que ven sus ojos y lo que sus manos pueden palpar. Y he aquí que, atraído por la Virgen Inmaculada, se siente como levantado de la tierra, y recobra la esperanza, la expectación del cielo.

     II. Sería menester que nuestra oración tuviera los acentos que le comunicaría la visión de Jesús. ¿Pero por ventura está Dios lejos de nosotros? La virtud de nuestra fe debería hacernos vivir vida de cielo, inspirarnos un poco de ideal, de suerte que mientras nuestros pies tocan la tierra, se levantaran hacia lo alto nuestros corazones.
     ¡Ojalá que la devoción a María Inmaculada produzca en nosotros semejantes efectos y nos transforme desde ahora en ciudadanos del Paraíso!

COLOQUIO
     Hagamos en este sentido un coloquio de acción de gracias y de ardientes súplicas. Tota pulchra es María, et macula originalis non est in te. Toda hermosa eres, María, y no hay en ti mancha original.
A. Vermeersch, S. J.
MEDITACIONES SOBRE LA SANTÍSIMA VIRGEN

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