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martes, 29 de mayo de 2012

Advertencias para el buen gobierno de la casa

Para el buen gobierno de la casa en todo tiempo y a todas horas conviene mucho la unión perfecta de los dos bien casados, los cuales se han de dividir los empleos económicos; y como el sol y la luna presiden a diversos tiempos para el buen gobierno del mundo, así el marido y la mujer en diversas horas han de componer la luz continua de su casa y de su familia; de tal manera, que rara vez ó nunca falte el uno de los dotes de la casa, para que tengan a quien atender los que viven en ella.
Por esto en aquel misterioso sueño se le manifestaron al patriarca José su padre y su madre, representados en el sol y en la luna; porque no hay símbolos mas expresos para significar la unión perfecta y bien concertada que han de tener los padres de familia para el buen gobierno de su casa.
El marido ha de ser como el sol, que nunca está ocioso, sino andando siempre diligente, para que en su casa no falte lo necesario; y dando luz a todos los de su familia, para que vean y sepan lo que deben hacer. Si el sol se parase, se trastornaría todo el universo; y si el marido se descuida, se revuelve y se pierde toda su casa.
El sol siempre lleva constante su carrera, para el mayor bien del mundo, sin divertirse a otra cosa. Así debe ser el padre de familia, cuyo principal cuidado ha de ser el bien espiritual y temporal de su casa. El hombre que no cuida de sus domésticos es peor que un infiel, dice san Pablo (I Tim., V, 8); y así es que el hombre descuidado de su mujer y de sus criados es peor que un moro, que un turco.
Mientras el marido está fuera de casa buscando lo necesario para su familia, ha de trabajar la mujer cuidadosa en todas las providencias ocurrentes que han de correr por su mano. Y como a la luna se atiende para todas las navegaciones, medicinas y agriculturas, y en todas las plantas influye; así por la mano de la mujer prudente ha de pasar todo el gobierno de los de su casa; ella ha de tener el inmediato cuidado, y todo ha de correr á su custodia, como dice san Pablo (Tit., 11, 5).
El hombre que tiene una mujer buena, dice el Espíritu Santo que ya tiene principio para una grande posesion con que sustente su casa: Qui possidet mulierem bonam, inchoat possessionem (Eccli., XXXVI, 26); porque mientras su marido busca lo que es menester, ella dentro de su casa lo dispone todo con prudencia, y en su mano lo poco es mucho.
La mujer sabia edifica su casa, dice un proverbio de Salomon, y la mujer necia, vana y ociosa, arruinará la casa bien edificada. Toda la sabiduría de una mujer prudente consiste en saber gobernar bien su casa, y conservar lo que su marido la adquiere, gastando con discreción lo que sea necesario, sabiéndole distribuir a su tiempo oportuno, y cuidando de que sus criados y criadas ganen el pan que comen.
No puede una mujer ganar los jornales enteros en el campo, como un gañán; pero serán bien cumplidos sus jornales, cuidando no se pierda lo que su marido adquiere, y no gastando todo el tiempo en sus vanos afeites, sino desvelándose en que todos los de su familia empleen bien los días y los talentos. En este diligente cuidado hay un grande tesoro; y un proverbio del Sabio dice, que la mujer diligente es corona de su marido, llevándole limpio y aseado, de tal modo, que pueda parecer entre personas.
Pero si la mujer fuere gastadora, vana, indiscreta y fatua, ya hemos acabado con toda la buena fortuna de la casa. El pobre marido perecerá corrompidos los huesos, como lo dice el mismo Sabio. Este es un daño irreparable. Cuanto el marido gane, lo desperdiciará presto su fatua mujer; y le sucederá lo que a un pobre fatigoso, que torcía una soga de esparto, y cuanto iba torciendo, se lo iba comiendo su jumento.
En el Espejo de los ejemplos se halla uno muy horroroso; y es de una infeliz mujer condenada, por quien un hijo suyo multiplicaba las oraciones y santos sacrificios; pero su madre se le apareció rodeada de demonios, y le dijo no rogase por ella, porque ya no tenia remedio su perdición eterna, y que el motivo de su condenación había sido el desperdicio de los bienes temporales de la casa de su marido, y los malos ejemplos que había dado a los de su desventurada familia con sus afeites y vanidades, no cuidando de su cristiana educación y buena enseñanza. El Señor ilustre a las madres de familia para su perfecto desengaño. Amen.
R.P. Fray Antonio Arbiol
LA FAMILIA REGULADA

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