APOSTÓLICOS.
Nombre que tomaron dos sectas diferentes con el pretexto de que imitaban las costumbres y práctica de los apóstoles.
Los primeros apostólicos, llamados también apotáctitos, trajeron su origen de los encratitas ó los cataros en el siglo III; profesaban la abstinencia del matrimonio, del vino, de la carne, etc.
La otra secta de los apostólicos hizo mucho ruido el siglo XII: fué su fundador Gerardo Sagarelli ó Segarel, natural de Parma. Exigía que sus discípulos, a imitación de los apóstoles, fuesen de ciudad en ciudad vestidos de blanco, con una barba larga, los cabellos esparcidos y la cabeza desnuda, acompañados de ciertas mujeres que llamaban sus hermanas. Les obligaba a renunciar a toda propiedad y a predicar la penitencia; pero en sus reuniones particulares anunciaban la destrucción próxima de la Iglesia de Roma, el establecimiento de un culto mas puro y de una Iglesia mas gloriosa. Esta iglesia, según él, era su secta que denominaba la congregación espiritual. Publicó que toda la autoridad que Jesucristo habia dado a San Pedro y a sus sucesores, habia concluido, y que él la habia heredado; que así el soberano Pontífice no tenia ninguna autoridad sobre él: añadía que las mujeres podían dejar a sus maridos, y los maridos a sus mujeres para entrar en su congregación; que era el único medio de salvarse; que estando en todas partes Dios, no habia necesidad de iglesia ni de servicio divino; que no era necesario hacer votos, y que la adhesión a su doctrina santificaba las acciones mas criminales. Fácilmente se conoce los desórdenes que podían resultar de esta doctrina fanática. Segarel fué quemado vivo en Parma el año 1300. Por causa suya algunos autores han designado a los apostólicos con el nombre de segarelianos.
Despues de su muerte otro fanático de Novara llamado Dulcino ó Ducino ocupó su lugar; se alababa de haber sido enviado del cielo para anunciar a los hombres el reinado de la caridad; se dice que se entregaba a la impudicicia, y que la permitía a sus sectarios; la moral predicada por Segarel debía necesariamente producir este efecto. Entonces los apostólicos fueron llamados dulcinistas por el nombre de su nuevo jefe que miraban como el fundador del tercer reinado. Seducidos por las pretendidas profecías del abaad Joaquín que corrian por entonces, decía que el reinado del Padre habia durado desde el principio del mundo hasta Jesucristo: que el del Hijo habia concluido el año 1300: que el del Espíritu Santo empezaba bajo la dirección de Ducino. Este publicó que el papa Bonifacio VIII, los sacerdotes y los frailes, perecerían al filo de la espada del emperador Federico III, hijo de Pedro, rey de Aragón, y que un nuevo pontífice mas piadoso seria colocado en la silla de Roma. Levantó también un ejército a fin de empezar a verificar él mismo sus predicciones. Keynier, obispo de Verceil, se opuso vivamente a este sectario, y durante una guerra de mas de dos años se derramó mucha sangre por una y otra parte. Ultimamente, vencido y hecho prisionero Ducino en una batalla, fué muerto en Verceil el año 1307 con una mujer llamada Margarita que habia tomado por hermana espiritual.
Desde aquel momento desapareció su secta en Italia. Se presume que sus restos se reunieron a los valdenses en los valles del Píamonte; pero también se hallaron algunos en Francia y en Alemania. Mosheim asegura que el año 1402, uno de estos fanáticos fué quemado vivo en Lubeck. (Hist. ecles. del siglo trece, 2° part. c. 5, § 14, nota). Cuando los protestantes declaman contra los suplicios que hicieron padecer a estos sectarios, deberían tener presente que no fueron castigados por sus errores, sino porque alteraban la tranquilidad pública y el orden de la sociedad. Un error inocente, que no puede perjudicar a nadie, sin duda es perdonable; pero una doctrina sediciosa que enardece los espíritus, corrompe las costumbres, alarma a los gobiernos, y es seguida de una conmocion del pueblo, es un crimen de estado; hay un derecho para castigar a sus autores y sectarios pertinaces.
No es de extrañar que los historiadores no hayan referido de un modo uniforme los errores y la conducta de los apostólicos. En una secta de fanáticos ignorantes, no puede ser una misma la creencia; cada uno tiene derecho para soñar y publicar sus visiones: algunos pueden tener costumbres puras, al paso que otros se entregan a los mayores desórdenes. Lo mismo ha sucedido en todos tiempos y en toda clase de sectarios.
Los primeros apostólicos, llamados también apotáctitos, trajeron su origen de los encratitas ó los cataros en el siglo III; profesaban la abstinencia del matrimonio, del vino, de la carne, etc.
La otra secta de los apostólicos hizo mucho ruido el siglo XII: fué su fundador Gerardo Sagarelli ó Segarel, natural de Parma. Exigía que sus discípulos, a imitación de los apóstoles, fuesen de ciudad en ciudad vestidos de blanco, con una barba larga, los cabellos esparcidos y la cabeza desnuda, acompañados de ciertas mujeres que llamaban sus hermanas. Les obligaba a renunciar a toda propiedad y a predicar la penitencia; pero en sus reuniones particulares anunciaban la destrucción próxima de la Iglesia de Roma, el establecimiento de un culto mas puro y de una Iglesia mas gloriosa. Esta iglesia, según él, era su secta que denominaba la congregación espiritual. Publicó que toda la autoridad que Jesucristo habia dado a San Pedro y a sus sucesores, habia concluido, y que él la habia heredado; que así el soberano Pontífice no tenia ninguna autoridad sobre él: añadía que las mujeres podían dejar a sus maridos, y los maridos a sus mujeres para entrar en su congregación; que era el único medio de salvarse; que estando en todas partes Dios, no habia necesidad de iglesia ni de servicio divino; que no era necesario hacer votos, y que la adhesión a su doctrina santificaba las acciones mas criminales. Fácilmente se conoce los desórdenes que podían resultar de esta doctrina fanática. Segarel fué quemado vivo en Parma el año 1300. Por causa suya algunos autores han designado a los apostólicos con el nombre de segarelianos.
Despues de su muerte otro fanático de Novara llamado Dulcino ó Ducino ocupó su lugar; se alababa de haber sido enviado del cielo para anunciar a los hombres el reinado de la caridad; se dice que se entregaba a la impudicicia, y que la permitía a sus sectarios; la moral predicada por Segarel debía necesariamente producir este efecto. Entonces los apostólicos fueron llamados dulcinistas por el nombre de su nuevo jefe que miraban como el fundador del tercer reinado. Seducidos por las pretendidas profecías del abaad Joaquín que corrian por entonces, decía que el reinado del Padre habia durado desde el principio del mundo hasta Jesucristo: que el del Hijo habia concluido el año 1300: que el del Espíritu Santo empezaba bajo la dirección de Ducino. Este publicó que el papa Bonifacio VIII, los sacerdotes y los frailes, perecerían al filo de la espada del emperador Federico III, hijo de Pedro, rey de Aragón, y que un nuevo pontífice mas piadoso seria colocado en la silla de Roma. Levantó también un ejército a fin de empezar a verificar él mismo sus predicciones. Keynier, obispo de Verceil, se opuso vivamente a este sectario, y durante una guerra de mas de dos años se derramó mucha sangre por una y otra parte. Ultimamente, vencido y hecho prisionero Ducino en una batalla, fué muerto en Verceil el año 1307 con una mujer llamada Margarita que habia tomado por hermana espiritual.
Desde aquel momento desapareció su secta en Italia. Se presume que sus restos se reunieron a los valdenses en los valles del Píamonte; pero también se hallaron algunos en Francia y en Alemania. Mosheim asegura que el año 1402, uno de estos fanáticos fué quemado vivo en Lubeck. (Hist. ecles. del siglo trece, 2° part. c. 5, § 14, nota). Cuando los protestantes declaman contra los suplicios que hicieron padecer a estos sectarios, deberían tener presente que no fueron castigados por sus errores, sino porque alteraban la tranquilidad pública y el orden de la sociedad. Un error inocente, que no puede perjudicar a nadie, sin duda es perdonable; pero una doctrina sediciosa que enardece los espíritus, corrompe las costumbres, alarma a los gobiernos, y es seguida de una conmocion del pueblo, es un crimen de estado; hay un derecho para castigar a sus autores y sectarios pertinaces.
No es de extrañar que los historiadores no hayan referido de un modo uniforme los errores y la conducta de los apostólicos. En una secta de fanáticos ignorantes, no puede ser una misma la creencia; cada uno tiene derecho para soñar y publicar sus visiones: algunos pueden tener costumbres puras, al paso que otros se entregan a los mayores desórdenes. Lo mismo ha sucedido en todos tiempos y en toda clase de sectarios.
Mosheim nos dice también que entre los mennonitas ó anabaptistas de Holanda existe una rama que se denomina apostólicos, del nombre de Samuel Apostool, uno de sus pastores. Son unos menonitas rígidos, que no admiten en su comunion sino aquellos que hacen profesion de creer todos los puntos de doctrina contenidos en su confesion de fe pública; en vez de que otra rama denominada de los galenistas recibe a todos aquellos que reconocen el origen divino del antiguo y nuevo Testamento, cualesquiera que sean por otra parte sus opiniones particulares. (Hist. ecles. del siglo diez y siete, sect. 2a, 2' part. c. iv, § 7).
Apotáctitos ó Apotácticos
En griego yo renuncio.
Es el nombre de una secta de antiguos herejes, que renunciaban a todos sus bienes, y querian imponer a todos los cristianos la obligación de hacer lo mismo, para seguir los consejos evangélicos, é imitar el ejemplo de los apóstoles y de los primeros fieles.
No parece que hayan incurrido al principio en ningún error. Según algunos autores eclesiásticos tuvieron vírgenes y mártires bajo la persecución de Diocleciano en el siglo IV. Despues cayeron en la herejía de los encratitas; de esto proviene que la sexta ley del código teodosiano incluye a los apotácticos en los eunomianos y arríanos. Según San Epifanio se servían, como los encratitas, de ciertas actas apócrifas de santo Tomás y de San Andrés, de la cuales es probable que sacaran sus opiniones.
No parece que hayan incurrido al principio en ningún error. Según algunos autores eclesiásticos tuvieron vírgenes y mártires bajo la persecución de Diocleciano en el siglo IV. Despues cayeron en la herejía de los encratitas; de esto proviene que la sexta ley del código teodosiano incluye a los apotácticos en los eunomianos y arríanos. Según San Epifanio se servían, como los encratitas, de ciertas actas apócrifas de santo Tomás y de San Andrés, de la cuales es probable que sacaran sus opiniones.
Arábigos
Secta de herejes que aparecieron en Arabia hácia el año de Jesucristo 207. Enseñaban que el alma nacía y moria con el cuerpo, pero que resucitaría al mismo tiempo que este último. Eusebio, lib. C, c. 37, refiere que se celebró en la Arabia misma, en el siglo III, un concilio al que asistió Origenes, que convenció tan claramente a estos herejes de sus errores, que abjuraron de ellos y se reunieron a la Iglesia.
Arcontico
Adj. palabra tomada del griego ARCON, en plural arcontes, príncipados o jerarquías de Ángeles. Se da este nombre a una secta de herejes que aparecieron a fines del siglo II, porque atribuian la creación del mundo, no a Dios, sino a diversas potestades o principados, es decir, a inteligencias subordinadas a Dios, y que llmaban arcontes. Rechazaban el bautismo y los santos misterios de los que hacian autor a Sábahoth, que era, segun ellos, uno de los principados inferiores. Al oirlos, la mujer era la obra de Satanas, y el alma debía de resucitar con el cuerpo. Se le con¿sideraba como una rama de la secta de los valentinianos o de los marcosianos.
Armenios
Considerados con relación a su religión son una secta de cristianos de Oriente llamados así porque habitaban en otro tiempo en la Armenia.
Se cree que el primero que llevó allí la fe fué el apóstol San Bartolomé, pero la tradición común de los armenios es que la mayor parlo de su país fué convertida a principios del siglo IV por San Gregorio, por sobrenombre el Iluminador. Lo que hay de verdad es que a principios del siglo IV, la Iglesia de Armenia era muy floreciente, y que el arrianismo hizo en ella muy pocos estragos. Mas el año 535, la mayor parte de esta Iglesia abrazó los errores y el cisma de los jacobitas o monofisitas. Los armenios pertenecían al patriarca de Constantínopla; se separaron de el antes de la época de Focio, lo mismo que los griegos de ese país, y compusieron una Iglesia nacional, unida en parte a la Iglesia romana, y en parte separada, porque los hay de dos clases, los francos armenios y los cismáticos. Los francos armenios son católicos, y obedecen a la Iglesia romana. Tienen un patriarca en Naksivan ciudad de Armenia bajo la dominación del rey de Persia, y otro en Kaminiek en Polonia. Su liturgia fué impresa en Roma en su antigua lengua, y hay una traduccion latina que el P. Lebrun ha dado con notas. (Explicación de las cerem. de la Misa, t. 5,10" disertación). Los armenios cismáticos tienen también dos patriarcas: el uno residente en el convento de Ecmiacin, es decir, las tres iglesias próximas a Erivan, y el otro en Cis en Cilicia ó Caramania.
Desde la conquista de su país por Scha-Abbas rey de Persia, casi nunca han formado nacion, ó han tenido habitación fija; se han dispersado por algunas partes de Europa, particularmente en Polonia. Su principal ocupacion es el comercio, que entienden muy bien. El cardenal de Richelieu que trataba de restablecerle en Francia, proyectó el atraer a ella gran número de armenios; y el canciller Seguier les concedió una imprenta en Marsella, para que multiplicasen con menos gastos sus libros de religión, que antes de esta época eran muy raros y caros.
Se ha conservado entre ellos el cristianismo, pero con mucha alteración entre los armenios cismáticos. El P. Galano refiere que Juan Hermac, armenio católico, asegura que siguen la herejía de Eutiques, respecto a la unidad de naturaleza en Jesucristo; que creen que el Espíritu Santo no procede mas que del Padre; que las almas de los justos no entran en el paraíso, ni las de los condenados en el infierno antes del juicio final, que niegan el purgatorio; que separan del número de los sacramentos la confirmación y la extremaunción, conceden al pueblo la comunión bajo las dos especies, la dan a los niños antes de que tengan uso de razón, y por ultimo piensan que todo sacerdote puede absolver indiferentemente toda clase de pecados, de manera que no hay casos reservados ni para los obispos, ni para el papa. Miguel Lefevre, en su Teatro de la Turquía dice, que los armenios son monofisitas, es decir, que no admiten en Jesucristo mas que una naturaleza, compuesta de la naturaleza divina y de la humana, sin que por esto se mezclen. El mismo autor añade que los armeníos rechazando el purgatorio, no dejan de orar y celebrar misas por los difuntos, Cuyas almas creen que esperan el día del juicio en un lugar en donde los justos experimentan sentimientos de alegría con la esperanza de la eterna felicidad, y los malos impresiones de dolor, temiendo los suplicios que conocen haber merecido; que otros piensan que no hay infierno desde que Jesucristo lo destruyó bajando a los limbos, y que la privación de Dios será el suplicio de los reprobados; que la extremaunción no la administran hace cerca de doscientos años, porque el pueblo creyendo que este sacramento tenía la virtud de remitir por sí solo todos los pecados había tomado de aquí motivo para descuidar de tal suerte la confesión, que insensiblemente hubiera sido abolida de todo punto; que aunque no reconozcan el primado del papa, le llaman no obstante en sus libros el pastor universal y vicario de Jesucristo; que están de acuerdo con los griegos sobre el artículo de la Eucaristía, excepto que no mezclan el agua con el vino en el sacrificio de la Misa, y que usan en ella pan sin levadura para la consagración como los católicos.
Pero parece que Galano y Lefevre atribuyen a los armenios cismáticos errores de los cuales no son culpables, ó al menos que no son comunes entre ellos. El P. Lebrun, antes de referir su liturgia, prueba que a excepción de la herejía de los monofisitas, no se les puede imputar ninguna opínion absolutamente contraria a la creencia de la Iglesia católica; que están de acuerdo con nosotros sobre el número y naturaleza de los sacramentos, sóbre la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, sobre la transubstancíacion en el sacrificio de la misa, el culto de los santos, el orar por los difuntos, etc. En vano han tratado los protestantes de encontrar entre ellos sus propios errores, no han podido hallar ningún vestigio. Sin embargo los armenios cismáticos se encuentran separados de la Iglesia romana hace mas de mil y doscientos años.
Brerelvood les ha acusado sin fundamento el favorecer las opiniones de los sacraméntarios, y no comer los animales conceptuados inmundos en la ley de Moisés; sin tener en cuenta la costumbre de todas las sociedades cristianas de Oriente, que era no comer sangre ni carnes sofocadas, en lo cual según el espíritu de la primitiva Iglesia no hay supersticion. Hay grandes ayunadores, que, si les oímos, creen que lo esencial de la religión consiste en ayunar.
Se cuentan entre ellos muchos monasterios de la orden de San Basilio, cuya regla observan los cismáticos; pero los que están reunidos a la Iglesia romana abrazaron la de Santo Domingo, desde que los dominicos enviados a la Armenia por Juan XXII, contribuyeron mucho para unirlos a la Santa Sede. Esta unión ha sido rota y renovada muchas veces, sobre todo en el concilio de Florencia bajo el pontificado de Eugenio IV.
Los armenios rezan el oficio eclesiástico en la antigua lengua armenia, diferente de la del día, y que el pueblo no entiende. Tienen en la misma lengua toda la Biblia traducida según la versión de los Setenta. Los que están sujetos al papa rezan también el oficio en esta lengua, y tienen la misma creencia que la Iglesia católica, sin ninguna mezcla de los errores que profesan los cismáticos.
También haremos notar que el título de vertabied ó doctor, es mas respetado por los armenios que el de obispo; le confieren con las mismas ceremonias que se dan las órdenes sagradas, porque, según ellos, esta dignidad representa la de Jesucristo, que se llamaba rabbi o doctor. Estos vertabiedos tienen el derecho de predicar sentados, y de llevar una cruz semejante a la del patriarca, al paso que los obispos tienen una de menos distinción, y predican de pie; la ignorancia de los obispos ha procurado estos honores a los doctores (Galano, Conciliación de la Iglesia armenia con la Iglesia Romana; Simon, Historia de las religiones de Levante)
Desde la conquista de su país por Scha-Abbas rey de Persia, casi nunca han formado nacion, ó han tenido habitación fija; se han dispersado por algunas partes de Europa, particularmente en Polonia. Su principal ocupacion es el comercio, que entienden muy bien. El cardenal de Richelieu que trataba de restablecerle en Francia, proyectó el atraer a ella gran número de armenios; y el canciller Seguier les concedió una imprenta en Marsella, para que multiplicasen con menos gastos sus libros de religión, que antes de esta época eran muy raros y caros.
Se ha conservado entre ellos el cristianismo, pero con mucha alteración entre los armenios cismáticos. El P. Galano refiere que Juan Hermac, armenio católico, asegura que siguen la herejía de Eutiques, respecto a la unidad de naturaleza en Jesucristo; que creen que el Espíritu Santo no procede mas que del Padre; que las almas de los justos no entran en el paraíso, ni las de los condenados en el infierno antes del juicio final, que niegan el purgatorio; que separan del número de los sacramentos la confirmación y la extremaunción, conceden al pueblo la comunión bajo las dos especies, la dan a los niños antes de que tengan uso de razón, y por ultimo piensan que todo sacerdote puede absolver indiferentemente toda clase de pecados, de manera que no hay casos reservados ni para los obispos, ni para el papa. Miguel Lefevre, en su Teatro de la Turquía dice, que los armenios son monofisitas, es decir, que no admiten en Jesucristo mas que una naturaleza, compuesta de la naturaleza divina y de la humana, sin que por esto se mezclen. El mismo autor añade que los armeníos rechazando el purgatorio, no dejan de orar y celebrar misas por los difuntos, Cuyas almas creen que esperan el día del juicio en un lugar en donde los justos experimentan sentimientos de alegría con la esperanza de la eterna felicidad, y los malos impresiones de dolor, temiendo los suplicios que conocen haber merecido; que otros piensan que no hay infierno desde que Jesucristo lo destruyó bajando a los limbos, y que la privación de Dios será el suplicio de los reprobados; que la extremaunción no la administran hace cerca de doscientos años, porque el pueblo creyendo que este sacramento tenía la virtud de remitir por sí solo todos los pecados había tomado de aquí motivo para descuidar de tal suerte la confesión, que insensiblemente hubiera sido abolida de todo punto; que aunque no reconozcan el primado del papa, le llaman no obstante en sus libros el pastor universal y vicario de Jesucristo; que están de acuerdo con los griegos sobre el artículo de la Eucaristía, excepto que no mezclan el agua con el vino en el sacrificio de la Misa, y que usan en ella pan sin levadura para la consagración como los católicos.
Pero parece que Galano y Lefevre atribuyen a los armenios cismáticos errores de los cuales no son culpables, ó al menos que no son comunes entre ellos. El P. Lebrun, antes de referir su liturgia, prueba que a excepción de la herejía de los monofisitas, no se les puede imputar ninguna opínion absolutamente contraria a la creencia de la Iglesia católica; que están de acuerdo con nosotros sobre el número y naturaleza de los sacramentos, sóbre la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, sobre la transubstancíacion en el sacrificio de la misa, el culto de los santos, el orar por los difuntos, etc. En vano han tratado los protestantes de encontrar entre ellos sus propios errores, no han podido hallar ningún vestigio. Sin embargo los armenios cismáticos se encuentran separados de la Iglesia romana hace mas de mil y doscientos años.
Brerelvood les ha acusado sin fundamento el favorecer las opiniones de los sacraméntarios, y no comer los animales conceptuados inmundos en la ley de Moisés; sin tener en cuenta la costumbre de todas las sociedades cristianas de Oriente, que era no comer sangre ni carnes sofocadas, en lo cual según el espíritu de la primitiva Iglesia no hay supersticion. Hay grandes ayunadores, que, si les oímos, creen que lo esencial de la religión consiste en ayunar.
Se cuentan entre ellos muchos monasterios de la orden de San Basilio, cuya regla observan los cismáticos; pero los que están reunidos a la Iglesia romana abrazaron la de Santo Domingo, desde que los dominicos enviados a la Armenia por Juan XXII, contribuyeron mucho para unirlos a la Santa Sede. Esta unión ha sido rota y renovada muchas veces, sobre todo en el concilio de Florencia bajo el pontificado de Eugenio IV.
Los armenios rezan el oficio eclesiástico en la antigua lengua armenia, diferente de la del día, y que el pueblo no entiende. Tienen en la misma lengua toda la Biblia traducida según la versión de los Setenta. Los que están sujetos al papa rezan también el oficio en esta lengua, y tienen la misma creencia que la Iglesia católica, sin ninguna mezcla de los errores que profesan los cismáticos.
También haremos notar que el título de vertabied ó doctor, es mas respetado por los armenios que el de obispo; le confieren con las mismas ceremonias que se dan las órdenes sagradas, porque, según ellos, esta dignidad representa la de Jesucristo, que se llamaba rabbi o doctor. Estos vertabiedos tienen el derecho de predicar sentados, y de llevar una cruz semejante a la del patriarca, al paso que los obispos tienen una de menos distinción, y predican de pie; la ignorancia de los obispos ha procurado estos honores a los doctores (Galano, Conciliación de la Iglesia armenia con la Iglesia Romana; Simon, Historia de las religiones de Levante)
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