Hablando de las clases trabajadoras, León XIII dice, en su celebrada encíclica Humanum Genus: "Aquellos que se mantienen a sí mismos por medio del trabajo de sus propias manos, aparte de ser, por su misma condición, más dignos que los demás de caridad y consuelo, están también especialmente expuestos a la tentación que ofrecen hombres cuya conducta se basa en el fraude y el engaño. Por lo tanto, deberían los trabajadores ser ayudados con la mayor amabilidad posible, e invitados a formar parte de sociedades que sean buenas, no sea que se trate de atraerlos hacia otras que no lo son".
En esto, como en todas las cuestiones de importancia estar advertido es estar doblemente armado, y es especialmente necesario estar advertido cuando tenemos que contender con un adversario que usa del secreto, el fraude y el engaño. Veremos entonces, que todas las organizaciones del ateísmo aparecen al principio, como lo hace su autor, Satán, vestidas con los ropajes de los ángeles de luz, con su malignidad, su infidelidad y sus designios últimos siempre muy cuidadosamente ocultos. Se posan entre todas los fieles, pero más especialmente entre los hombres jóvenes, para seducirlos y arruinarlos, no mostrando jamás, a menos que sean forzados a ello, la pezuña hendida, y empleando un millón dé medios para aparentar lo que no son. Es, por lo tanto, primero de todo, necesario desenmascararlos; y esto es precisamente lo que el Supremo Pontífice pide a los pastores del rebaño universal que lleven a cabo como el mejor medio de destruir su influencia. "Pero", dice él en la ya citada encíclica "como conviene a nuestra dignidad pastoral que nosotros mismos señalemos el adecuado modo de proceder, deseamos que sea vuestra regla, primero de todo, arrancar la máscara de la francmasoneria y dejar que se la vea como realmente es, y por medio de instrucciones y cartas pastorales enseñarle a la gente cuáles son los artificios usados por sociedades de esta clase para seducir a los hombres y enrolarlos en sus filas, y hacerles ver lo depravado de sus opiniones y la maldad de sus actos".
En este extracto el Santo Padre hace mención especial de la francmasonería; pero, recordemos, no sólo de la francmasonería. Habla él de "sociedades secretas". Estas otras sociedades secretas son una con la francmasonería, no importa bajo qué nombre estén; y son frecuentemente las formas más depravadas de la masonería. Y aunque lo que en Gran Bretaña es conocido como francmasonería pueda no ser tan maligno como lo es su igual en el Continente —aunque pueda tener poca o ninguna influencia sobre la masa de católicos en los países de habla inglesa— veremos aun que como todas las sociedades secretas en existencia es un peligro para la nación y para los individuos, y tiene escondida en sí misma el mismo ateísmo y hostilidad hacia la cristiandad que posee la peor francmasonería continental.
Estos, el ateísmo y la hostilidad, la francmasonería los desarrolla en los iniciados, en los más altos grados, y los hace manifiestos, a todo el mundo a su debido momento. La verdad es que cada sociedad secreta está planeada y adaptada para hacer de los hombres los enemigos de Dios y de su iglesia, y para subvertir la fe y no hay ninguna, no importa bajo qué pretexto esté fundada, que no caiga bajo el manejo de un directorio supremo que gobierne todas las sociedades secretas de la tierra. El objetivo de este directorio es desarraigar la cristiandad, y el orden social cristiano, como así también a la iglesia del mundo —es decir, erradicar el nombre de Cristo y la misma idea cristiana de las mentes y de los corazones de los hombres.
El principio de la interpretación privada introducido en aparente resguardo del puro culto y doctrina de Cristo habia terminado por no dejar incólume ninguna de las enseñanzas de Cristo. Habia dado como resultado que se dudara de Su Divinidad y de Su misma existencia, por muchos de los que aún asi se llamaban sus seguidores. Socinus y su sobrino habian tenido exito en reunir a los varios grupos de polacos y alemanes protestantes en una liga donde nada se requeria salvo un odio mortal junto con la oposicion a 1a Iglesia Católica. Bayle arrojó dudas sobre todo, y Spinosa destruyó el poco respeto que quedaba hacia el sistema de Socinus, introduciendo el panteismo en el mundo. En efecto, tanto los deistas como los panteistas de tal periodo eran ateos. Sostuvieron ellos que todo era Dios, o que Dios no era un Dios tal como los cristianos sostenian que era, consiguieron eliminar la creencia en el verdadero Dios, y levantaron en Su lugar un ser imposible producto de su propia imaginación.
En su vida, en su conducta y con respecto a la adoración de Dios, eran prácticamente ateos, y pronto manifestaron ese odio por la verdad que verdaderamente poseen los ateos. Sus teorías pronto abrieron el camino a principios de siglo en Europa Central y en Inglaterra. Bolingbroke, Shaftesbury y la élite entre los hombres de estado y la aristocracia literaria del período de la Reina Ana eran infieles. Tindal, Collins, Wolton, Toland y Chubbs fueron tan avanzados como Tora Payne lo fuera, más tarde en el ateísmo.
Pero no importa cuánto Inglaterra y Alemania hubieran avanzado su protestantismo hacia el llamado libre pensamiento, ambas estaban destinadas a ser pronto eclipsadas en ese triste progreso por la católica y monárquica Francia. Francia le debe esta mala preeminencia a un sólo individuo, quien, aunque en gran medida asistido en su camino a la ruina por Bayle, y posteriormente por su asociación con los infieles ingleses, tenía todavía lo bastante de maldad innata en sí mismo como para sobrepasarlos a todos ellos. Ese individuo era Voltaire.
Desde el principio, el tonto dijo en su corazón "No hay Dios", y en los días de Voltaire el número de esos tontos era infinito, verdaderamente. Nunca antes el vicio estuvo tan extendido en países que se titulaban cristianos. Si la Palabra se predicaba en tal época, por cierto que era sólo a los pobres; porque los ricos, por lo general, (aunque había, gracias a Dios, muchas excepciones) parecían hundirse en el vicio y no creer nada de la Palabra. Las Cortes de Europa, en general, corruptas hasta el tuetano; y la Corte del Rey Más Cristianismo era tal vez la más abandonada, escenario de desvergonzada indecencia. La Corte de Federico de Prusia era tan corrupta, que no puede ser descripta sin violentar a la decencia, y aun a lo humano. El regente de Orleans y Luis XV habian llevado la licencia a tal extremo que convirtieron a la Corte de Versalles en un verdadero pandemonio. Los vicios de la realeza infectaban a los nobles y a todo aquel que fuera tan desafortunado como para que se le permitiera frecuentar las Cortes. El vicio, en efecto, estaba de moda, y grupos de todas las clases, sin exceptuar a los más pobres, se regocijaban en él. Consecuentemente, los libertinos de esta epoca odiaban a la Iglesia, la única en medio de la depravación universal, que alzaba su voz a favor de la pureza. Por lo tanto, ellos abrazaron calurosamente los movimientos que, dentro o fuera de sus fronteras, fueran capaces de hacerle daño. Con un instinto seguro, en Francia se alinearon con el gallicamismo y con el jansenismo; y le dieron la bienvenida a la nueva Infidelidad que venia de Inglaterra y Alemania, con no oculto agrado. Voltaire apareció en in sociedad francesa en este momento tan oportuno para el avance de sus ideas. Ameno, sarcástico, alegre, vivaz, pronto se abrió camino entre los cultores de la voluptosidad que entonces llenaba Paris. Su conducta y su hábito de ridiculizar la religión y la realeza le hizo, sin embargo, caer en desgracia con el gobierno, y a los 27 años lo encontramos en la Bastilla. Liberado de esta prisión en 1727, pero unicamente con el exilio como condición de su libertad, cruzó a Inglaterra, donde finalmente adoptó aquellos infieles y anticristianos principios que hicieron de él, a traves de la media centuria que todavia vivió, lo que Crétineau-Joly, (L'Eglise Romaine en Face de la Révolution; por J. Crétineau-Joly ouvrage composé sur des documents ineditos etorne des portraits de Leurs Santetes Les Papes Pie VII et Pie IX dessinis par Stall. Paris, 1861. (La Iglesia Romana ante la Revolucion, por J. Crétineau-Joly, obra compuesta sobre documentos inéditos y adornada con los retratos de sus santidades los Papas Pio VII y Pio IX dibujados por Stall; Paris, 1861)) justamente llama "la más perfecta encarnación de Satan que el mundo vio jamás". La Sociedad de los Francmasones justamente fue perfeccionada en esa época y Voltaire, a instancias de sus infieles asociados fue miembro de una de sus logias; y dejó Inglaterra, donde habia estado desde 1726 hasta 1728, convertido en un adepto de la infidelidad y de la francmasoneria. Retorno al Continente con amargo resentimiento en su pecho contra el gobierno monárquico que lo habia puesto en prisión y lo habia arrojado al exilio, contra la Bastilla en la que estuvo prisionero y, sobre todo, contra la Iglesia Católica y su Divino Fundador. Cristo y su iglesia condenaron sus excesos, y contra estos y por su fracaso trabajó con un ardor y una malignidad más caracteristicos, ciertamente, de un demonio que de un hombre.
Un maestro de la prosa francesa dificilrnente igualado y jamás tal vez sobrepasado, y un gracioso y correcto versificador, sus escritos contra la moralidad y la religion ganaron el inmenso favor del corrupto publico lector de aquellos dias. Era él un perfecto adicto al uso del ridiculo, y lo einpleaba con fuerza blasfema y sin remordimientos contra todo lo puro y sagrado. Tenia tan poco respeto por el honor y el bienestar de su patria como lo tenia por la santidad de la religion. Su pluma rufianesca atacó el bello nombre de la Doncella de Orleans con tan poco escrúpulo como cuando arrojó vergüenza sobre los consagrados siervos de Cristo. Hacia Cristo tenia sólo un sentimiento: eterno, enojoso odio. Su frase de batalla, las lineas en que terminaban todas sus cartas a sus infieles confederados, fue durante 40 años écrasons L'infame (despedacemos al infame), significando con esto Cristo y su causa. Esto, se vanagloriaba él que era su delenda est Cartago. Y creyó que podia tener exito.
"Estoy cansado", decia, "de escuchar decir que doce hombres fueron suficientes para estalplecer el cristianismo, y quiero demostrar que no se requiere más uno para tirarlo abajo". Un oficial de policia le dijo una vez que a pesar de todo lo que habia escrito, nunca seria capaz de destruir el cristianismo. "Lo veremos", replicó Voltaire. Y jamás se cansó de usar su horrible frase de guerra.
Cuando le llegaron las nuevas de la supresión de los jesuitas, exclamó:
"Vean, una de las cabezas de la hydra ha caído. Yo levanto mis ojos al cielo y digo 'aplastemos al desgraciado'. El nos explica por qué razón usa estas palabras blasfemas. Dice: "Finalizó todas mis cartas diciendo 'Ecrasons l'infame, écrasez l'infame' (Aplastemos al infame, aplastad al infame) como Catón acostumbraba decir Delenda est Cartago, hay que destruir a Cartago". Aún en el momento en que el infeliz hiciera protestas del mas grande respeto por la religión ante la Corte de Roma, le escribía a Damilaville: "Abrazamos a los filósofos y les encarecemos inspirar hacia el infame todo el horror que puedan. Caigamos sobre el infame con habilidad. Que lo que a mi mas me concierne es la propagación de la fe de la verdad, y la caida del vil infame, Delenda est Cartago".
Ciertamente su determinación para así hacerlo era fuerte; y no dejó piedra sin remover para conseguir sus fines. Era un hombre de asombrosa industriosidad; y aunque su vanidad le hacía reñir con muchos de sus confederados, tuvo durante su vida gran cantidad de discípulos, que se hicieron todavía más numerosos después de su muerte. El trazó para ellos las formas de procedimientos contra la Iglesia Su política, como lo revela la correspondencia (Para demostrar cuán desde los comienzos los compinches de Voltaire habian determinado sobre el gradual empobrecimiento de la Iglesia y la supresión de las órdenes religiosas, las siguiente, cartas de Federico II serán útiles) de Federico III y otros, no era comenzar una persecución inmediata, sino primero suprimir a los jesuitas y a todas las órdenes religiosas, y secularizar sus bienes; luego privar al Papa de autoridad temporal, y a la Iglesia de sus propiedades y del reconocimiento por parte del estado.
En la primera, fechada en agosto 15 de 1775, el monarca escribe al por entonces muy anciano "Patriarca de Ferney", que habia solicitado la secularización de los electorados eclesiásticos del Rhin (Rin) y otros beneficios episcopales en Alemania:
"Todo lo que Ud. dice en lo que concierne a nuestros obispos germanos es demasiado cierto: ellos engordan sobre los diezmos de Sión. Pero Ud. sabe, también, que en el Sagrado Imperio Romano la antigua costumbre, el Becerro de Oro, y otras tonterías obsoletas, causan abusos establecidos para ser respetados. Si deseamos disminuir el fanatismo no debemos tocar a los obispos. Pero, si nos las arreglamos pera disminuir a los monjes, especialmente las órdenes mendicantes, el pueblo se volverá frio y menos supersticioso y permitiria a los poderes que sean que dispongan de los obispos de la manera que más convenga al bien de cada estado. Este es el único camino a seguir. Minar silenciosamente y sin ruido el edificio de apasionamiento es obligarlo a caer por si mismo. El Papa, viendo la situación en que se encuentra, se ve obligado a producir informes y bulas como se lo piden sus queridos hijos. El poder fundado sobre la creencia ideal de la fe pierde en proporciones a la disminución de esta ultima. Si se pudieran encontrar actualmente a la cabeza de las naciones algunos ministros que estuvieren por encima de los prejuicios vulgares, el Padre Sagrado entraría en bancarrota. Sin duda la posteridad gozará de la ventaja de poder pensar libremente." La educación primaria y de mayor categoría, de carácter laico e infiel, iba a ser establecida; el principio del divorcio afirmado, y el respeto por los eclesiásticos minimizado y destruido. Por último, cuando todo el cuerpo de la Iglesia estuviera lo suficientemente debilitado y la infidelidad lo suficientemente róbusta, el golpe final iba a ser asestado con la espada de la persecución abierta e incansable. El reino del terror iba a abatirse sobre la tierra entera, y a continuar mientras un cristiano fuera lo suficientemente obstinado como para adherir al cristianismo. Esto, por supuesto, iba a ser seguido por una Hermandad Universal sin casamiento, familia, propiedad, Dios o ley, en la cual todos los hombres alcanzarían aquel nivel de degradación social al que apuntaban los discípulos de Saint Simón y que sería llevado a la práctica toda vez que les fuera posible, como así lo intentara la comuna francesa.
En la puesta en marcha de sus infernales designios contra la religión y la sociedad, Voltaire no tuvo escrúpulos en usar de la mentira y la hipocresía, al igual que Satán. En sus ataques a la religión, falsificó la historia y los hechos. Hizo un principio de 1a mentira y enseñó este mismo vicio a sus seguidores. Al escribirle a: su discípulo Theriot, le dice (Oeuvres, vol. 52, p. 326) «Mentir es un vicio cuando provoca un mal. Es una gran virtud cuando hace un bien. Sed por lo tanto más virtuoso que nunca. Es necesario mentir como un diablo, no tímidamente y durante un lapso, sino audazmente y siempre".
También fue, como la escuela que dejó lo ha sido desde entonces, un hipócrita. Infiel hasta el fondo de su corazón, podía, cuando convenía a sus propósitos, practicar la religión, y aún fingir celo por ella. A la espera de que el rey le otorgara una pension, le escribió a M. Argental, un discipulo suyo, quien le reprochara su hipocresia y las contradicciones de su conducta: "Si yo tuviera cien mil hombres se muy bien lo que haria; pero como no los tengo, ire a la comunión el dia de la Resurrección y Ud. puede llamarme hipócrita todo lo quiera". Y para obtener su pensión fue a comulgar al año siguiente (En 1768 Voltaire escribió lo siguiente al marqués de Villevielle: "No, mi querido Marquis, no, el moderno Socrates no beberá la cicuta. El Socrates de Atenas era, entre nosotros, criticon sin piedad, que se hizo de mil enemigos y que enfrentó a sus jueces tontamente. Nuestros modernos filiosofos son mas hábiles. No tienen la tonta y peligrosa vanidad de prestar su nombre a sus trabajos. Las suyas son manos invisibles que perforan el fanatismo desde un lado al otro de Europa con las flechas de la verdad. Damilaville murió hace poco; fue el autor de Christianism Unveiled (El Cristianismo Develado) y muchos otros escritos. Y nadie lo conoció nunca"). No hay ni qué decir que Voltaire fue en su vida, tanto como en sus escritos, tan inmoral como le es posible ser a un hombre. Vivio desvergonzadamente y aún haciendo ostentación, en abierto adulterio. Se reia de todas las restricciones morales. Predicaba el libertinaje y lo practicaba. Fue invitado y miembro de la corte de Federico de Prusia, en donde el crimen alcanzara proporciones tales que es imposible hablar de ello. Y por último, cobarde, mentiroso, hipócrita y alcahuete de las más bajas pasiones de la humanidad, fue finalmente, como Satán, asesino si tenia el poder para serlo. Escribiendo a Damilaville dice: "La religion cristiana es una religion infame, una hydra abominable que debe ser destruida por cien manos invisibles. Es necesario que los filósofos recorran las calles para destruirla asi como los misioneros recorren el mundo entero para propagarla. Deberian atreverse a todo, arriesgarlo todo, aún la vida en la hoguera, con el objeto de destruirla. ¡Aplastemos a la infame! ¡Aplastad a la infame!".
Su doctrina asi expresada tuvo efecto fatal en la Revolución Francesa, y tendrá efecto siempre que sus discipulos sean fuertes en hombres y medios como para actuar. No tengo dudas de que sus enseñanzas han conducido a todas las revoluciones de este siglo, y conducirán al ataque final del ateismo contra la Iglesia. Pero su odio no se reducia al catolicismo solamente. Los cristianos de cualquier denominacion fueron marcados para la destrucción; y nuestros separados hermanos cristianos, que sienten. agrado al ver a los seguidores de Voltaire triunfar sabre la Iglesia, harian bien en reflexionar en estas sus palabras: "Los cristianos -dice- de cualquier secta, son seres extrernadamente injuriosos, fanáticos, ladrones, dados a caer en el engaño, impostores, que mienten junto con sus sagradas palabras, enemigos de la raza humana". Y del sistema en si mismo escribe: "La religion cristiana es evidentemente falsa, la religión cristiana es una secta por la que todo buen hombre deberia sentir horror. No puede ser aprobada ni aún por aquellos a los cuales otorga poder y honores". En efecto, desde sus días, ha sido un punto cardinal en la politica de sus seguidores sacar ventaja de las desafortunadas diferencias que existen entre las varias sectas de cristianos en el mundo y en la iglesia, con el objeto de arruinar tanto a la Iglesia como al cristianismo. Porque la destrucción de toda forma de cristianismo, tanto como la destrucción del catolicismo, era el objetivo de Voltaire, y es ciertamente el objetivo de sus discipulos.
Colocan ellos, desde luego, a la Iglesia y al Vicario de Cristo en primera linea para ser atacados, sabiendo bien que si la gran unidad catolica pudiera ser destruida, el trabajo de erradicar todas las clases de cristianismo que están separadas resultará fácil. Al ocuparse, por lo tanto, de tal enemigo como el moderno ateismo, tan poderosamente organizado, como veremos que lo está, los protestantes tanto como los católicos deben estar alertas contra sus engaños y estratagemas. Deberian, por lo menos, en lo tocante a cuestiones tales como la educación religiosa de las generaciones jóvenes, el intento de secularizar, el Sabbath (Sabbath, del hebreo shabath, descansar. El séptimo dia de la semana judia, dedicado al descanso y al culto; sábado; domingo para la mayoria de los protestantes. Significa aqui el intento de suprimir el dia dedicado a Dios. N. del T.) y las instituciones cristianas establecidas por el estado, y el reconocimiento de la religión por el Estado, todo lo cual el ateismo intenta ahora destruir, presentar un frente sólido de unión determinada.
Nada menos, ciertamente, puede salvar ni aún al protestantismo ni al carácter nacional cristiano de Gran Bretaña y sus colonias de la amenazadora ruina.
Aunque Voltaire fue el más maligno y pertinaz de los que odian a Cristo y la cristiandad que jamás existió, mostraba aún de tanto en tanto que sus profesados principios de infidelidad no eran muy creídos por él mismo. En la salud y en la fuerza gritaba su blasfemo "¡Aplasten al infame!", pero cuando llegó el momento de que su alma apareciera ante el tribunal de "los infames" su fe se hizo ver y su mentado coraje le falló.
El hereje siempre actuó en contra de sí mismo y de sus mejores convicciones. Su vida nos da muchos ejemplos de este hecho. Relataré uno de ellos: Cuando se le rompió un vaso sanguineo, en una ocasión, rogó a sus asistentes que buscaran rápido a un sacerdote. Confesóse, firmó de su puño y letra una profesión de fe, le pidió perdón a Dios y a la Iglesia por sus ofensas y ordenó que su arrepentimiento fuera publicado en los periódicos; pero, cuando sé recobró comenzó de nuevo su guerra contra Dios, y murió rehusando toda ayuda espiritual y gritando en la furia de la desesperación y la agonía, "estoy abandonado por Dios y por los hombres". El doctor Fruchen, que fue testigo del horrible espectáculo de su muerte, les dijo a sus amigos: "Si todos los que han sido seducidos por los escritos de Voltaire hubieran sido testigos de su muerte, les sería imposible ser sus seguidores, ante la vista de tan horrible espectáculo" (Véase Le secret de la Franc-Maçonnerie, por Monseñor A. J. Fava, obispo de Grenoble, Lille, 1883, p. 38.)
Pero ese espectáculo fue olvidado, y consecuentemente, antes de que pasaran diez años, el mundo vio los efectos de sus trabajos.
Al hablar de la Revolución Francesa, Condorcet, en su "Vida de Voltaire", dice de él: "No llegó a ver todo lo que consiguió, pero hizo todo lo que vemos. Las observaciones inteligentes enseñan a aquellos que saben cómo reflexionar que el principal autor de la Gran Revolución fue sin duda Voltaire".
Nunca fue la intención de este hombre dejar que sus enseñanzas murieran, o produjeran sólo un revuelo de palabras. Se hizo la determinación de que su fatal testamento fuera perpetuado, y rindiera tan pronto como fuera posible sus frutos de muerte. Aún durante su vida, tenemos evidencia de que conspiró constantemente con sus asociados para conseguir, tal fin, y que junto con ellos planeó en secreto no sólo los medios por los cuales sus doctrinas debían llegar a todos en Europa, sino también los métodos por los cuales el orden civil y la cristiandad podián ser destruidos más eficazmente. St. Beuve escribe de él y de su obra, en el Journal des débats del 8 de diciembre de 1852: "Toda la correspondencia de Voltaire y de D'Alembert es horrible. Huele a secta, a conspiración de la Hermandad, a sociedad secreta. Desde el punto de vista que se la mire no honra a hombres que hacen un principio de la imentira, y que consideran al desprecio por sus congéneres la primera condición para iluminarlos. Iluminad y despreciad a la raza humana'. Bonito lema éste, y es de ellos. 'Marchad siempre. despreciando, mis hermanos, en el camino de la verdad'. Tal es su refrán perpetuó". Pero no sólo él y los suyos conspiraron de una manera que pareciera arrancar de idénticos sentimientos y objetivos, sino que, lo cual fue de infinitamente mayores consecuencias, el demonio, en el momento en que su triste Palabra estaba madura para ser propagada, inventó el medio más eficaz posible para su extensión entre los hombres y para la deseada destrucción de la iglesia, de la civilización cristiana y de toda forma existente de cristianismo. Esto fue la extensión, entre aquellos ya desmoralizados por el volterianismo, de la Francmasonería y sus sistemas emparentados de organizaciones secretas ateas.
En esto, como en todas las cuestiones de importancia estar advertido es estar doblemente armado, y es especialmente necesario estar advertido cuando tenemos que contender con un adversario que usa del secreto, el fraude y el engaño. Veremos entonces, que todas las organizaciones del ateísmo aparecen al principio, como lo hace su autor, Satán, vestidas con los ropajes de los ángeles de luz, con su malignidad, su infidelidad y sus designios últimos siempre muy cuidadosamente ocultos. Se posan entre todas los fieles, pero más especialmente entre los hombres jóvenes, para seducirlos y arruinarlos, no mostrando jamás, a menos que sean forzados a ello, la pezuña hendida, y empleando un millón dé medios para aparentar lo que no son. Es, por lo tanto, primero de todo, necesario desenmascararlos; y esto es precisamente lo que el Supremo Pontífice pide a los pastores del rebaño universal que lleven a cabo como el mejor medio de destruir su influencia. "Pero", dice él en la ya citada encíclica "como conviene a nuestra dignidad pastoral que nosotros mismos señalemos el adecuado modo de proceder, deseamos que sea vuestra regla, primero de todo, arrancar la máscara de la francmasoneria y dejar que se la vea como realmente es, y por medio de instrucciones y cartas pastorales enseñarle a la gente cuáles son los artificios usados por sociedades de esta clase para seducir a los hombres y enrolarlos en sus filas, y hacerles ver lo depravado de sus opiniones y la maldad de sus actos".
En este extracto el Santo Padre hace mención especial de la francmasonería; pero, recordemos, no sólo de la francmasonería. Habla él de "sociedades secretas". Estas otras sociedades secretas son una con la francmasonería, no importa bajo qué nombre estén; y son frecuentemente las formas más depravadas de la masonería. Y aunque lo que en Gran Bretaña es conocido como francmasonería pueda no ser tan maligno como lo es su igual en el Continente —aunque pueda tener poca o ninguna influencia sobre la masa de católicos en los países de habla inglesa— veremos aun que como todas las sociedades secretas en existencia es un peligro para la nación y para los individuos, y tiene escondida en sí misma el mismo ateísmo y hostilidad hacia la cristiandad que posee la peor francmasonería continental.
Estos, el ateísmo y la hostilidad, la francmasonería los desarrolla en los iniciados, en los más altos grados, y los hace manifiestos, a todo el mundo a su debido momento. La verdad es que cada sociedad secreta está planeada y adaptada para hacer de los hombres los enemigos de Dios y de su iglesia, y para subvertir la fe y no hay ninguna, no importa bajo qué pretexto esté fundada, que no caiga bajo el manejo de un directorio supremo que gobierne todas las sociedades secretas de la tierra. El objetivo de este directorio es desarraigar la cristiandad, y el orden social cristiano, como así también a la iglesia del mundo —es decir, erradicar el nombre de Cristo y la misma idea cristiana de las mentes y de los corazones de los hombres.
II.- SURGIMIENTO DEL ATEISMO EN EUROPA
Con el objeto, pues, de comprender en su totalidad la naturaleza de la conspiración, seria necesario volvernos hacia los comienzos del siglo pasado y contemplar el surgimiento y avance del ateismo y del anticristianismo que se desparraman rápidamente hoy en dia sobre la tierra. La apertura de dicho siglo mostró un mundo que sufria de una multitud de males. La asi llamada Reforma que surgió y continuó progresando durante los dos siglos previos, habia seguido bien su curso (Se refiere al siglo XVIII. N. del T.). El principio de la interpretación privada introducido en aparente resguardo del puro culto y doctrina de Cristo habia terminado por no dejar incólume ninguna de las enseñanzas de Cristo. Habia dado como resultado que se dudara de Su Divinidad y de Su misma existencia, por muchos de los que aún asi se llamaban sus seguidores. Socinus y su sobrino habian tenido exito en reunir a los varios grupos de polacos y alemanes protestantes en una liga donde nada se requeria salvo un odio mortal junto con la oposicion a 1a Iglesia Católica. Bayle arrojó dudas sobre todo, y Spinosa destruyó el poco respeto que quedaba hacia el sistema de Socinus, introduciendo el panteismo en el mundo. En efecto, tanto los deistas como los panteistas de tal periodo eran ateos. Sostuvieron ellos que todo era Dios, o que Dios no era un Dios tal como los cristianos sostenian que era, consiguieron eliminar la creencia en el verdadero Dios, y levantaron en Su lugar un ser imposible producto de su propia imaginación.
En su vida, en su conducta y con respecto a la adoración de Dios, eran prácticamente ateos, y pronto manifestaron ese odio por la verdad que verdaderamente poseen los ateos. Sus teorías pronto abrieron el camino a principios de siglo en Europa Central y en Inglaterra. Bolingbroke, Shaftesbury y la élite entre los hombres de estado y la aristocracia literaria del período de la Reina Ana eran infieles. Tindal, Collins, Wolton, Toland y Chubbs fueron tan avanzados como Tora Payne lo fuera, más tarde en el ateísmo.
Pero no importa cuánto Inglaterra y Alemania hubieran avanzado su protestantismo hacia el llamado libre pensamiento, ambas estaban destinadas a ser pronto eclipsadas en ese triste progreso por la católica y monárquica Francia. Francia le debe esta mala preeminencia a un sólo individuo, quien, aunque en gran medida asistido en su camino a la ruina por Bayle, y posteriormente por su asociación con los infieles ingleses, tenía todavía lo bastante de maldad innata en sí mismo como para sobrepasarlos a todos ellos. Ese individuo era Voltaire.
III.- VOLTAIRE
La carrera de este hombre abandonado, infeliz pero de lo más extraordinario, es el tema de este capítulo. Fue en su días y por su mérito que el ateísmo fue perfeccionado, generalizado y organizado para la destrucción de la cristiandad, de la civilización cristiana y de toda religión. El fue el primero, y todavía hoy el más grande, de sus apóstoles. No hay ninguno de sus oscuros principios que no enseñara y defendiera. Y por sus escritos, la guerra intelectual y toda otra forma de guerra contra la Iglesia Católica y la causa de Cristo han sido proseguidas hasta este día y lo serán hasta el fin. Su verdadero nombre era Francis Mary Arouet, pero, por alguna razón que nunca ha sido explicada claramente, prefirió llamarse a si mismo Voltaire. Fue hijo de buenos padres, y por su posición y educación debió haber sido un buen católico. Recibió enseñanzas de los mismos Jesuitas que luego odiara y persiguiera tanto. Su destino era la profesión de las leyes, e hizo buenos progresos en sus estudios literarios. Pero la corrupción de la época en que vivió pronto se apoderó de él y lo domina y lo arrastró en una corriente que en su caso no finalizó sólo en el vicio, sino en el vicio que buscaba su propia justificación en la Infidelidad. Desde el principio, el tonto dijo en su corazón "No hay Dios", y en los días de Voltaire el número de esos tontos era infinito, verdaderamente. Nunca antes el vicio estuvo tan extendido en países que se titulaban cristianos. Si la Palabra se predicaba en tal época, por cierto que era sólo a los pobres; porque los ricos, por lo general, (aunque había, gracias a Dios, muchas excepciones) parecían hundirse en el vicio y no creer nada de la Palabra. Las Cortes de Europa, en general, corruptas hasta el tuetano; y la Corte del Rey Más Cristianismo era tal vez la más abandonada, escenario de desvergonzada indecencia. La Corte de Federico de Prusia era tan corrupta, que no puede ser descripta sin violentar a la decencia, y aun a lo humano. El regente de Orleans y Luis XV habian llevado la licencia a tal extremo que convirtieron a la Corte de Versalles en un verdadero pandemonio. Los vicios de la realeza infectaban a los nobles y a todo aquel que fuera tan desafortunado como para que se le permitiera frecuentar las Cortes. El vicio, en efecto, estaba de moda, y grupos de todas las clases, sin exceptuar a los más pobres, se regocijaban en él. Consecuentemente, los libertinos de esta epoca odiaban a la Iglesia, la única en medio de la depravación universal, que alzaba su voz a favor de la pureza. Por lo tanto, ellos abrazaron calurosamente los movimientos que, dentro o fuera de sus fronteras, fueran capaces de hacerle daño. Con un instinto seguro, en Francia se alinearon con el gallicamismo y con el jansenismo; y le dieron la bienvenida a la nueva Infidelidad que venia de Inglaterra y Alemania, con no oculto agrado. Voltaire apareció en in sociedad francesa en este momento tan oportuno para el avance de sus ideas. Ameno, sarcástico, alegre, vivaz, pronto se abrió camino entre los cultores de la voluptosidad que entonces llenaba Paris. Su conducta y su hábito de ridiculizar la religión y la realeza le hizo, sin embargo, caer en desgracia con el gobierno, y a los 27 años lo encontramos en la Bastilla. Liberado de esta prisión en 1727, pero unicamente con el exilio como condición de su libertad, cruzó a Inglaterra, donde finalmente adoptó aquellos infieles y anticristianos principios que hicieron de él, a traves de la media centuria que todavia vivió, lo que Crétineau-Joly, (L'Eglise Romaine en Face de la Révolution; por J. Crétineau-Joly ouvrage composé sur des documents ineditos etorne des portraits de Leurs Santetes Les Papes Pie VII et Pie IX dessinis par Stall. Paris, 1861. (La Iglesia Romana ante la Revolucion, por J. Crétineau-Joly, obra compuesta sobre documentos inéditos y adornada con los retratos de sus santidades los Papas Pio VII y Pio IX dibujados por Stall; Paris, 1861)) justamente llama "la más perfecta encarnación de Satan que el mundo vio jamás". La Sociedad de los Francmasones justamente fue perfeccionada en esa época y Voltaire, a instancias de sus infieles asociados fue miembro de una de sus logias; y dejó Inglaterra, donde habia estado desde 1726 hasta 1728, convertido en un adepto de la infidelidad y de la francmasoneria. Retorno al Continente con amargo resentimiento en su pecho contra el gobierno monárquico que lo habia puesto en prisión y lo habia arrojado al exilio, contra la Bastilla en la que estuvo prisionero y, sobre todo, contra la Iglesia Católica y su Divino Fundador. Cristo y su iglesia condenaron sus excesos, y contra estos y por su fracaso trabajó con un ardor y una malignidad más caracteristicos, ciertamente, de un demonio que de un hombre.
Un maestro de la prosa francesa dificilrnente igualado y jamás tal vez sobrepasado, y un gracioso y correcto versificador, sus escritos contra la moralidad y la religion ganaron el inmenso favor del corrupto publico lector de aquellos dias. Era él un perfecto adicto al uso del ridiculo, y lo einpleaba con fuerza blasfema y sin remordimientos contra todo lo puro y sagrado. Tenia tan poco respeto por el honor y el bienestar de su patria como lo tenia por la santidad de la religion. Su pluma rufianesca atacó el bello nombre de la Doncella de Orleans con tan poco escrúpulo como cuando arrojó vergüenza sobre los consagrados siervos de Cristo. Hacia Cristo tenia sólo un sentimiento: eterno, enojoso odio. Su frase de batalla, las lineas en que terminaban todas sus cartas a sus infieles confederados, fue durante 40 años écrasons L'infame (despedacemos al infame), significando con esto Cristo y su causa. Esto, se vanagloriaba él que era su delenda est Cartago. Y creyó que podia tener exito.
"Estoy cansado", decia, "de escuchar decir que doce hombres fueron suficientes para estalplecer el cristianismo, y quiero demostrar que no se requiere más uno para tirarlo abajo". Un oficial de policia le dijo una vez que a pesar de todo lo que habia escrito, nunca seria capaz de destruir el cristianismo. "Lo veremos", replicó Voltaire. Y jamás se cansó de usar su horrible frase de guerra.
Cuando le llegaron las nuevas de la supresión de los jesuitas, exclamó:
"Vean, una de las cabezas de la hydra ha caído. Yo levanto mis ojos al cielo y digo 'aplastemos al desgraciado'. El nos explica por qué razón usa estas palabras blasfemas. Dice: "Finalizó todas mis cartas diciendo 'Ecrasons l'infame, écrasez l'infame' (Aplastemos al infame, aplastad al infame) como Catón acostumbraba decir Delenda est Cartago, hay que destruir a Cartago". Aún en el momento en que el infeliz hiciera protestas del mas grande respeto por la religión ante la Corte de Roma, le escribía a Damilaville: "Abrazamos a los filósofos y les encarecemos inspirar hacia el infame todo el horror que puedan. Caigamos sobre el infame con habilidad. Que lo que a mi mas me concierne es la propagación de la fe de la verdad, y la caida del vil infame, Delenda est Cartago".
Ciertamente su determinación para así hacerlo era fuerte; y no dejó piedra sin remover para conseguir sus fines. Era un hombre de asombrosa industriosidad; y aunque su vanidad le hacía reñir con muchos de sus confederados, tuvo durante su vida gran cantidad de discípulos, que se hicieron todavía más numerosos después de su muerte. El trazó para ellos las formas de procedimientos contra la Iglesia Su política, como lo revela la correspondencia (Para demostrar cuán desde los comienzos los compinches de Voltaire habian determinado sobre el gradual empobrecimiento de la Iglesia y la supresión de las órdenes religiosas, las siguiente, cartas de Federico II serán útiles) de Federico III y otros, no era comenzar una persecución inmediata, sino primero suprimir a los jesuitas y a todas las órdenes religiosas, y secularizar sus bienes; luego privar al Papa de autoridad temporal, y a la Iglesia de sus propiedades y del reconocimiento por parte del estado.
En la primera, fechada en agosto 15 de 1775, el monarca escribe al por entonces muy anciano "Patriarca de Ferney", que habia solicitado la secularización de los electorados eclesiásticos del Rhin (Rin) y otros beneficios episcopales en Alemania:
"Todo lo que Ud. dice en lo que concierne a nuestros obispos germanos es demasiado cierto: ellos engordan sobre los diezmos de Sión. Pero Ud. sabe, también, que en el Sagrado Imperio Romano la antigua costumbre, el Becerro de Oro, y otras tonterías obsoletas, causan abusos establecidos para ser respetados. Si deseamos disminuir el fanatismo no debemos tocar a los obispos. Pero, si nos las arreglamos pera disminuir a los monjes, especialmente las órdenes mendicantes, el pueblo se volverá frio y menos supersticioso y permitiria a los poderes que sean que dispongan de los obispos de la manera que más convenga al bien de cada estado. Este es el único camino a seguir. Minar silenciosamente y sin ruido el edificio de apasionamiento es obligarlo a caer por si mismo. El Papa, viendo la situación en que se encuentra, se ve obligado a producir informes y bulas como se lo piden sus queridos hijos. El poder fundado sobre la creencia ideal de la fe pierde en proporciones a la disminución de esta ultima. Si se pudieran encontrar actualmente a la cabeza de las naciones algunos ministros que estuvieren por encima de los prejuicios vulgares, el Padre Sagrado entraría en bancarrota. Sin duda la posteridad gozará de la ventaja de poder pensar libremente." La educación primaria y de mayor categoría, de carácter laico e infiel, iba a ser establecida; el principio del divorcio afirmado, y el respeto por los eclesiásticos minimizado y destruido. Por último, cuando todo el cuerpo de la Iglesia estuviera lo suficientemente debilitado y la infidelidad lo suficientemente róbusta, el golpe final iba a ser asestado con la espada de la persecución abierta e incansable. El reino del terror iba a abatirse sobre la tierra entera, y a continuar mientras un cristiano fuera lo suficientemente obstinado como para adherir al cristianismo. Esto, por supuesto, iba a ser seguido por una Hermandad Universal sin casamiento, familia, propiedad, Dios o ley, en la cual todos los hombres alcanzarían aquel nivel de degradación social al que apuntaban los discípulos de Saint Simón y que sería llevado a la práctica toda vez que les fuera posible, como así lo intentara la comuna francesa.
En la puesta en marcha de sus infernales designios contra la religión y la sociedad, Voltaire no tuvo escrúpulos en usar de la mentira y la hipocresía, al igual que Satán. En sus ataques a la religión, falsificó la historia y los hechos. Hizo un principio de 1a mentira y enseñó este mismo vicio a sus seguidores. Al escribirle a: su discípulo Theriot, le dice (Oeuvres, vol. 52, p. 326) «Mentir es un vicio cuando provoca un mal. Es una gran virtud cuando hace un bien. Sed por lo tanto más virtuoso que nunca. Es necesario mentir como un diablo, no tímidamente y durante un lapso, sino audazmente y siempre".
También fue, como la escuela que dejó lo ha sido desde entonces, un hipócrita. Infiel hasta el fondo de su corazón, podía, cuando convenía a sus propósitos, practicar la religión, y aún fingir celo por ella. A la espera de que el rey le otorgara una pension, le escribió a M. Argental, un discipulo suyo, quien le reprochara su hipocresia y las contradicciones de su conducta: "Si yo tuviera cien mil hombres se muy bien lo que haria; pero como no los tengo, ire a la comunión el dia de la Resurrección y Ud. puede llamarme hipócrita todo lo quiera". Y para obtener su pensión fue a comulgar al año siguiente (En 1768 Voltaire escribió lo siguiente al marqués de Villevielle: "No, mi querido Marquis, no, el moderno Socrates no beberá la cicuta. El Socrates de Atenas era, entre nosotros, criticon sin piedad, que se hizo de mil enemigos y que enfrentó a sus jueces tontamente. Nuestros modernos filiosofos son mas hábiles. No tienen la tonta y peligrosa vanidad de prestar su nombre a sus trabajos. Las suyas son manos invisibles que perforan el fanatismo desde un lado al otro de Europa con las flechas de la verdad. Damilaville murió hace poco; fue el autor de Christianism Unveiled (El Cristianismo Develado) y muchos otros escritos. Y nadie lo conoció nunca"). No hay ni qué decir que Voltaire fue en su vida, tanto como en sus escritos, tan inmoral como le es posible ser a un hombre. Vivio desvergonzadamente y aún haciendo ostentación, en abierto adulterio. Se reia de todas las restricciones morales. Predicaba el libertinaje y lo practicaba. Fue invitado y miembro de la corte de Federico de Prusia, en donde el crimen alcanzara proporciones tales que es imposible hablar de ello. Y por último, cobarde, mentiroso, hipócrita y alcahuete de las más bajas pasiones de la humanidad, fue finalmente, como Satán, asesino si tenia el poder para serlo. Escribiendo a Damilaville dice: "La religion cristiana es una religion infame, una hydra abominable que debe ser destruida por cien manos invisibles. Es necesario que los filósofos recorran las calles para destruirla asi como los misioneros recorren el mundo entero para propagarla. Deberian atreverse a todo, arriesgarlo todo, aún la vida en la hoguera, con el objeto de destruirla. ¡Aplastemos a la infame! ¡Aplastad a la infame!".
Su doctrina asi expresada tuvo efecto fatal en la Revolución Francesa, y tendrá efecto siempre que sus discipulos sean fuertes en hombres y medios como para actuar. No tengo dudas de que sus enseñanzas han conducido a todas las revoluciones de este siglo, y conducirán al ataque final del ateismo contra la Iglesia. Pero su odio no se reducia al catolicismo solamente. Los cristianos de cualquier denominacion fueron marcados para la destrucción; y nuestros separados hermanos cristianos, que sienten. agrado al ver a los seguidores de Voltaire triunfar sabre la Iglesia, harian bien en reflexionar en estas sus palabras: "Los cristianos -dice- de cualquier secta, son seres extrernadamente injuriosos, fanáticos, ladrones, dados a caer en el engaño, impostores, que mienten junto con sus sagradas palabras, enemigos de la raza humana". Y del sistema en si mismo escribe: "La religion cristiana es evidentemente falsa, la religión cristiana es una secta por la que todo buen hombre deberia sentir horror. No puede ser aprobada ni aún por aquellos a los cuales otorga poder y honores". En efecto, desde sus días, ha sido un punto cardinal en la politica de sus seguidores sacar ventaja de las desafortunadas diferencias que existen entre las varias sectas de cristianos en el mundo y en la iglesia, con el objeto de arruinar tanto a la Iglesia como al cristianismo. Porque la destrucción de toda forma de cristianismo, tanto como la destrucción del catolicismo, era el objetivo de Voltaire, y es ciertamente el objetivo de sus discipulos.
Colocan ellos, desde luego, a la Iglesia y al Vicario de Cristo en primera linea para ser atacados, sabiendo bien que si la gran unidad catolica pudiera ser destruida, el trabajo de erradicar todas las clases de cristianismo que están separadas resultará fácil. Al ocuparse, por lo tanto, de tal enemigo como el moderno ateismo, tan poderosamente organizado, como veremos que lo está, los protestantes tanto como los católicos deben estar alertas contra sus engaños y estratagemas. Deberian, por lo menos, en lo tocante a cuestiones tales como la educación religiosa de las generaciones jóvenes, el intento de secularizar, el Sabbath (Sabbath, del hebreo shabath, descansar. El séptimo dia de la semana judia, dedicado al descanso y al culto; sábado; domingo para la mayoria de los protestantes. Significa aqui el intento de suprimir el dia dedicado a Dios. N. del T.) y las instituciones cristianas establecidas por el estado, y el reconocimiento de la religión por el Estado, todo lo cual el ateismo intenta ahora destruir, presentar un frente sólido de unión determinada.
Nada menos, ciertamente, puede salvar ni aún al protestantismo ni al carácter nacional cristiano de Gran Bretaña y sus colonias de la amenazadora ruina.
Aunque Voltaire fue el más maligno y pertinaz de los que odian a Cristo y la cristiandad que jamás existió, mostraba aún de tanto en tanto que sus profesados principios de infidelidad no eran muy creídos por él mismo. En la salud y en la fuerza gritaba su blasfemo "¡Aplasten al infame!", pero cuando llegó el momento de que su alma apareciera ante el tribunal de "los infames" su fe se hizo ver y su mentado coraje le falló.
El hereje siempre actuó en contra de sí mismo y de sus mejores convicciones. Su vida nos da muchos ejemplos de este hecho. Relataré uno de ellos: Cuando se le rompió un vaso sanguineo, en una ocasión, rogó a sus asistentes que buscaran rápido a un sacerdote. Confesóse, firmó de su puño y letra una profesión de fe, le pidió perdón a Dios y a la Iglesia por sus ofensas y ordenó que su arrepentimiento fuera publicado en los periódicos; pero, cuando sé recobró comenzó de nuevo su guerra contra Dios, y murió rehusando toda ayuda espiritual y gritando en la furia de la desesperación y la agonía, "estoy abandonado por Dios y por los hombres". El doctor Fruchen, que fue testigo del horrible espectáculo de su muerte, les dijo a sus amigos: "Si todos los que han sido seducidos por los escritos de Voltaire hubieran sido testigos de su muerte, les sería imposible ser sus seguidores, ante la vista de tan horrible espectáculo" (Véase Le secret de la Franc-Maçonnerie, por Monseñor A. J. Fava, obispo de Grenoble, Lille, 1883, p. 38.)
Pero ese espectáculo fue olvidado, y consecuentemente, antes de que pasaran diez años, el mundo vio los efectos de sus trabajos.
Al hablar de la Revolución Francesa, Condorcet, en su "Vida de Voltaire", dice de él: "No llegó a ver todo lo que consiguió, pero hizo todo lo que vemos. Las observaciones inteligentes enseñan a aquellos que saben cómo reflexionar que el principal autor de la Gran Revolución fue sin duda Voltaire".
Nunca fue la intención de este hombre dejar que sus enseñanzas murieran, o produjeran sólo un revuelo de palabras. Se hizo la determinación de que su fatal testamento fuera perpetuado, y rindiera tan pronto como fuera posible sus frutos de muerte. Aún durante su vida, tenemos evidencia de que conspiró constantemente con sus asociados para conseguir, tal fin, y que junto con ellos planeó en secreto no sólo los medios por los cuales sus doctrinas debían llegar a todos en Europa, sino también los métodos por los cuales el orden civil y la cristiandad podián ser destruidos más eficazmente. St. Beuve escribe de él y de su obra, en el Journal des débats del 8 de diciembre de 1852: "Toda la correspondencia de Voltaire y de D'Alembert es horrible. Huele a secta, a conspiración de la Hermandad, a sociedad secreta. Desde el punto de vista que se la mire no honra a hombres que hacen un principio de la imentira, y que consideran al desprecio por sus congéneres la primera condición para iluminarlos. Iluminad y despreciad a la raza humana'. Bonito lema éste, y es de ellos. 'Marchad siempre. despreciando, mis hermanos, en el camino de la verdad'. Tal es su refrán perpetuó". Pero no sólo él y los suyos conspiraron de una manera que pareciera arrancar de idénticos sentimientos y objetivos, sino que, lo cual fue de infinitamente mayores consecuencias, el demonio, en el momento en que su triste Palabra estaba madura para ser propagada, inventó el medio más eficaz posible para su extensión entre los hombres y para la deseada destrucción de la iglesia, de la civilización cristiana y de toda forma existente de cristianismo. Esto fue la extensión, entre aquellos ya desmoralizados por el volterianismo, de la Francmasonería y sus sistemas emparentados de organizaciones secretas ateas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario