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martes, 24 de septiembre de 2013

EL CLANDESTINO VIAJE DE JESUS AL ASIA BUDISTA

CIEN PROBLEMAS SOBRE CUESTIONES DE FE
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EL CLANDESTINO VIAJE DE JESUS AL ASIA BUDISTA
¿Qué hizo Jesús durante treinta años? ¿Es posible que sólo actuase de carpintero? Alguien ha dicho que estuvo en países asiáticos, para aprender las maravillosas doctrinas de los filósofos orientales. ¿Es verdad? De hecho entre el Evangelio y el budismo hay muchas semejanzas. (D. G.—Milán.)

     Aquí me tiene de nuevo, señor D. G., para decirle ante todo que su extrañeza está perfectamente justificada.
     Precisamente se estaría tentado de decir que Jesús había estado perdiendo el tiempo —¡y tenía tanto que hacer!— durante treinta años para dedicar luego sólo tres escasos a la evangelización que había de terminar con la muerte y la resurrección.
     Y sin embargo así es. Ni el Evangelio, ni la tradición hacen sospechar otros viajes de Jesús fuera de Palestina, aparte del viaje a Egipto, de niño. Y así como los lugares en que vivió se relacionan con las profecías sobre la venida del Mesias, difícilmente los omitiría el Evangelio, que en realidad refiere cuidadosamente el de Egipto. Y ello tanto más si se hubiese tratado de una estancia en Oriente, que especialmente habría encajado con las profecías del Mesías, al que se presenta como «luz de las naciones» (Isaías, 49, 6), «sol de justicia» (Malaquías, 3, 20; 4, 3, de la Vulgata), «naciente» (Zacarías, 6, 12; Lucas, 1, 78) del Oriente, etc.
     La siguiente conclusión recopiladora de la vida privada de Jesús, referida por San Lucas, subraya además con bastante claridad que Jesús permaneció en Nazaret hasta aparecer en público: «Se fue con ellos (María y José) y vino a Nazaret, y les estaba sujeto... Jesús entre tanto crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres» (Lucas, 2, 51-52); nada más, hasta «cerca de treinta años» en que el mismo Evangelista vuelve a presentar a Jesús en el comienzo da su vida pública (3, 23).
     Jesús además será llamado «carpintero», esto es, el artesano conocido del lugar (Marcos, 6, 3), y por eso precisamente se maravillarán de su sabiduría, tanto en el mismo Nazaret (Marcos, 6, 2) como en Jerusalén: «¿Cómo sabe éste las letras sin haber estudiado?» (Juan, 7, 15). Pero si se hubiese alejado mucho del país, lo que no podía en absoluto pasar inadvertido en aquel pequeño círculo, fácilmente habría podido atribuírsele esa sabiduría a una enseñanza recibida en otra parte.
     Asi es como Jesús quiso maravillosamente enseñar con el ejemplo la santidad de la vida familiar, de la humilde laboriosidad de obrero y del retiro. Y enseñar asimismo a esperar, para el cumplimiento de toda misión, la hora de Dios, en la oración y en el recogimiento.
     En cuanto a las semejanzas intrínsecas con el budismo, ni hablar de ello.
     O mejor dicho, hay tantas cuantas sirven para subrayar sus diferencias abismales. Hay semejanza en la natural afirmación de la vanidad de las cosas terrenas y en la ley terrena del dolor. Pero esto constituye solamente un elemento negativo. En cambio, lo que caracteriza al cristianismo es el elemento positivo.
     ¿Qué semejanza ve usted —para resolver el problema del dolor y de la vanidad terrena— entre la extinción de la voluntad de vivir y de la vida misma personal en el «Nirvana absoluto» y la inmolación con Cristo, para resucitar a una vida indefectible y bienaventurada con Él; entre quien predicó la aniquilación de la vida, y Jesús, que dijo: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en más abundancia» (Juan, 10, 10); entre quien enseñó la extinción de todo gozo, como condición para anular todo dolor, y Jesús que actuó y predicó para dar a los discípulos «gozo... completo» (Juan, 16, 24); es más: «el gozo cumplido que tengo Yo»? (Juan, 17, 13).
     ¿Qué semejanza ve usted entre el gran «desvelado» —ese es el significado del nombre Buda—, hombre como todos los demás, aunque maestro venerado, del que no queda más que el recuerdo, y el «Hombre-Dios», Jesús, que lanzó al mundo un mensaje de vida condicionada —hecho único en la historia de las religiones— a la permanente inhesión activa a Él, inhesión de adoración y de amor personal sumamente íntimo, que se desborda en el universal vínculo de caridad: «Permaneced en Mí, que Yo permaneceré en vosotros... Yo soy la vid, vosotros los sarmientos»? (Juan, 15, 4-5).
     Los aspectos comunes, por otra parte, fácilmente se explican con la común realidad natural del hombre, que fue la base, aunque deformada, de la enseñanza de Buda, como lo fue del divino mensaje sobrenatural de Cristo, que tiende no a destruir, sino a elevar la misma naturaleza humana.

BIBLIOGRAFIA
N. Turchi: Le religioni nel mondo; cap. VI: II buddhismo, Roma, 1948; 
C. Testore: Buddhismo e cristianesimo, EC., III, págs. 181-2; 
Vari: Le religioni nella storia dell'umanita, Asís, 1954; 
P. Alejandro Gallego: Buda y el budismo, Ediciones «Stvdivm», Madrid, 1954.

*Tomado de:
Pier Carlo Landucci
CIEN PROBLEMAS SOBRE CUESTIONES DE FE

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