Tú estás en la verdad, hijo mío; no hay dos religiones verdaderas; no hay más que una, y esa es la tuya.
Cuídate del desprecio y del odio contra los que no tienen la dicha de participar de tus creencias y que el error retiene en sus filas.
El espíritu de secta es un espíritu maldecido de Dios, y el cristiano debe ser indulgente con los que se equivocan, como lo debe ser para con los pobres; los que no poseen la verdad, ¿no son también pobres?
Hay mucho orgullo en la intolerancia religiosa; no seas de esos defensores feroces que vierten el desprecio y la injuria sobre los que no piensan como ellos.
Detesta los errores; pero sé bueno y generoso con las almas engañadas. El amor de todos los hombres, cualesquiera que ellos sean, es para nosotros un mandamiento.
No te permitas contra ellos ni ataques, ni injurias, ni violencias. Combate sus prejuicios con la dulzura y la persuasión; estas son las únicas armas de las que estamos autorizados a usar contra ellos.
Si te dan lástima —como es justo— no lo demuestres, porque la compasión del espiritu es insultante.
Guárdate de herir las susceptibilidades de los que no piensan como tú; no dudes sin razón de la buena fe de tu adversario; no le reproches con dureza los prejuicios de los que a menudo aquél no es responsable.
Dondequiera que haya lucha y conflicto de ideas, esfuérzate en no herir jamás a las personas.
Es por persuación y por la oración que somos poderosos sobre nuestros hermanos; usa de estos medios, desdeña los otros.
El espíritu de secta es un espíritu maldecido de Dios, y el cristiano debe ser indulgente con los que se equivocan, como lo debe ser para con los pobres; los que no poseen la verdad, ¿no son también pobres?
Hay mucho orgullo en la intolerancia religiosa; no seas de esos defensores feroces que vierten el desprecio y la injuria sobre los que no piensan como ellos.
Detesta los errores; pero sé bueno y generoso con las almas engañadas. El amor de todos los hombres, cualesquiera que ellos sean, es para nosotros un mandamiento.
No te permitas contra ellos ni ataques, ni injurias, ni violencias. Combate sus prejuicios con la dulzura y la persuasión; estas son las únicas armas de las que estamos autorizados a usar contra ellos.
Si te dan lástima —como es justo— no lo demuestres, porque la compasión del espiritu es insultante.
Guárdate de herir las susceptibilidades de los que no piensan como tú; no dudes sin razón de la buena fe de tu adversario; no le reproches con dureza los prejuicios de los que a menudo aquél no es responsable.
Dondequiera que haya lucha y conflicto de ideas, esfuérzate en no herir jamás a las personas.
Es por persuación y por la oración que somos poderosos sobre nuestros hermanos; usa de estos medios, desdeña los otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario