Extensión de la esterilización eugénica.
28 Estados de USA y Puerto Rico y fuera de los Estados Unidos, tales leyes han pasado a las provincias canadienses de Alberta y British Columbia, a Noruega, a Suecia, Dinamarca, Finlandia, Estonia, Alemania y a la ciudad de Danzig, a Méjico, y al cantón de Vaud, en Suiza, a toda Europa, etc.
Argumentos en favor de la esterilización eugénica.
a) Los defensores de la esterilización eugénica afirman que la técnica moderna simplifica la operación y la lleva a cabo sin dolor, de tal manera, que no puede hablarse de una verdadera mutilación.
Los métodos empleados en tiempos anteriores para privar al hombre de su capacidad reproductiva eran imperfectos, sangrientos y muy peligrosos.
En cambio, la esterilización del hombre mediante la vasectomía, puede ejecutarse con anestesia local en quince minutos, y el paciente puede volver a su estado normal al día siguiente, a no ser que esté empleado en un trabajo pesado. Ninguna deformación lleva consigo la operación.
La esterilización de la mujer, mediante la salpingectomía, es ciertamente un asunto más serio, ya que implica la apertura del abdomen. La operación es tan grave como la de apendicitis ordinaria. La paciente tiene que guardar cama durante diez días o dos semanas, pero los accidentes fatales son casi desconocidos.
b) La esterilización moderna produce solamente un efecto: evitar la paternidad. No hace incapaz al individuo para tener el acto matrimonial; no impide el placer que lleva consigo el ejercicio de esos derechos, no afecta en manera alguna a la salud en general del paciente.
c) La esterilización eugénica capacita a muchos y grandes deficientes mentales para volver al seno de sus familias. Así se impide también la separación de las mismas familias. Es, a menudo, el temor de que un hijo ilegítimo le nazca a un deficiente mental, lo que obliga últimamente a los padres a internar a sus hijas. Menos frecuentemente en el caso de los hijos, los padres los confinan por temor al problema social que se originaría, si la concepción resultase de un crimen sexual por ellos cometido.
Cuando desaparecen esos peligros mediante la esterilización, la familia se libra del agobio mental y recibe con alegría al hijo en su seno. También el hijo es más feliz; queda libre de la disciplina de una institución y se ve rodeado del afecto de la familia y de los placeres de la vida social.
Estos deficientes mentales, que retornan a sus casas, pueden, de ordinario, ejecutar algún trabajo manual. Siendo esto así, se soportan a sí mismos y no son una carga para sus familias o para el Estado.
Por estas razones, se nos ha dicho que los pacientes y sus familiares son los mejores amigos de la esterilización. Ellos saben por experiencia lo que su protección significa para ellos.
d) La esterilización eugénica hace capaces a muchas personas para contraer matrimonio, estado que, de otra manera, se verían imposibilitados de abrazar. Según el eugenista, muchos grandes deficientes mentales o aquellos que contraerán más tarde una enfermedad mental son capacitados para vivir en sociedad.
Pueden contraer matrimonio, puesto que la posibilidad de procrear ha sido descartada. De esta manera pueden llevar una vida normal bajo muchos aspectos.
El matrimonio para estas personas, sin la esterilización, no sólo sería imprudente, sino desastroso. Su capacidad mental es tal, que no pueden cuidar adecuadamente de sus hijos ni resolver los problemas de la vida doméstica. Su ulterior ruina mental es, además, una posibilidad; de ahí la falta de garantía de que en el futuro no tengan que ser apartados de la familia e internados.
e) La esterilización eugénica disminuye la carga de tasas del Estado, reduciendo el número de las personas que deben ser atendidas en sus instituciones oficiales. Si el Estado desease invertir la misma cantidad de dinero que gasta anualmente en la asistencia de los deficientes mentales, en un programa de esterilización selectiva, aumentaría la amplitud y eficacia del cuidado hacia esa clase desgraciada, sin aumentar los gastos del contribuyente.
f) La esterilización eugénica es más una protección del deficiente mental que un castigo; por consiguiente, no lleva consigo una afrenta o una humillación. Estas personas deben ser consideradas como enfermos mentales. No hay falta alguna por su parte. Considerar la esterilización protectora como una afrenta de la persona, sería tan brutal y tan cruel como reírse de la deformidad física de un cojo desgraciado.
g) La esterilización eugénica impide el nacimiento de hijos que habían de tener una herencia desgraciada, que no podrían ser atendidos adecuadamente por sus padres y que, muy probablemente, llegarían a ser una carga para el Estado. Es bien sabido que la demencia precoz, la sicosis maniático-depresiva y ciertas circunstancias físicas, acompañadas de deficiencia mental, pueden ser heredadas. Por otra parte, muchos hijos ilegítimos son debidos al gran número de deficientes mentales que viven en la sociedad. Administrada moderadamente y con amable consideración, la esterilización selectiva es una medida práctica, humana y necesaria para evitar el deterioro de la raza.
h) La esterilización eugénica no aumenta la criminalidad sexual. Parecen ser de esta opinión el cuerpo de Sanidad militar, empleados en el trabajo social y oficiales que se han puesto en contacto con los pacientes antes y después de la operación.
Especialmente, en el caso de los deficientes mentales, el hecho de la imposibilidad de la concepción no equivale a un laxismo moral mayor que el existente antes de la esterilización. Naturalmente, no se tiene la intención de esterilizar a los delincuentes sexuales ya conocidos y permitirles volver después a un ambiente malsano y no vigilado. El objetivo es la esterilización del mejor tipo de personas para devolverlas a la unidad de una familia moralmente sana.
i) La esterilización eugénica no se intenta como un procedimiento en masa. No se desea esterilizar a cualquiera que es enviado a las instituciones estatales.
Los métodos empleados en tiempos anteriores para privar al hombre de su capacidad reproductiva eran imperfectos, sangrientos y muy peligrosos.
En cambio, la esterilización del hombre mediante la vasectomía, puede ejecutarse con anestesia local en quince minutos, y el paciente puede volver a su estado normal al día siguiente, a no ser que esté empleado en un trabajo pesado. Ninguna deformación lleva consigo la operación.
La esterilización de la mujer, mediante la salpingectomía, es ciertamente un asunto más serio, ya que implica la apertura del abdomen. La operación es tan grave como la de apendicitis ordinaria. La paciente tiene que guardar cama durante diez días o dos semanas, pero los accidentes fatales son casi desconocidos.
b) La esterilización moderna produce solamente un efecto: evitar la paternidad. No hace incapaz al individuo para tener el acto matrimonial; no impide el placer que lleva consigo el ejercicio de esos derechos, no afecta en manera alguna a la salud en general del paciente.
c) La esterilización eugénica capacita a muchos y grandes deficientes mentales para volver al seno de sus familias. Así se impide también la separación de las mismas familias. Es, a menudo, el temor de que un hijo ilegítimo le nazca a un deficiente mental, lo que obliga últimamente a los padres a internar a sus hijas. Menos frecuentemente en el caso de los hijos, los padres los confinan por temor al problema social que se originaría, si la concepción resultase de un crimen sexual por ellos cometido.
Cuando desaparecen esos peligros mediante la esterilización, la familia se libra del agobio mental y recibe con alegría al hijo en su seno. También el hijo es más feliz; queda libre de la disciplina de una institución y se ve rodeado del afecto de la familia y de los placeres de la vida social.
Estos deficientes mentales, que retornan a sus casas, pueden, de ordinario, ejecutar algún trabajo manual. Siendo esto así, se soportan a sí mismos y no son una carga para sus familias o para el Estado.
Por estas razones, se nos ha dicho que los pacientes y sus familiares son los mejores amigos de la esterilización. Ellos saben por experiencia lo que su protección significa para ellos.
d) La esterilización eugénica hace capaces a muchas personas para contraer matrimonio, estado que, de otra manera, se verían imposibilitados de abrazar. Según el eugenista, muchos grandes deficientes mentales o aquellos que contraerán más tarde una enfermedad mental son capacitados para vivir en sociedad.
Pueden contraer matrimonio, puesto que la posibilidad de procrear ha sido descartada. De esta manera pueden llevar una vida normal bajo muchos aspectos.
El matrimonio para estas personas, sin la esterilización, no sólo sería imprudente, sino desastroso. Su capacidad mental es tal, que no pueden cuidar adecuadamente de sus hijos ni resolver los problemas de la vida doméstica. Su ulterior ruina mental es, además, una posibilidad; de ahí la falta de garantía de que en el futuro no tengan que ser apartados de la familia e internados.
e) La esterilización eugénica disminuye la carga de tasas del Estado, reduciendo el número de las personas que deben ser atendidas en sus instituciones oficiales. Si el Estado desease invertir la misma cantidad de dinero que gasta anualmente en la asistencia de los deficientes mentales, en un programa de esterilización selectiva, aumentaría la amplitud y eficacia del cuidado hacia esa clase desgraciada, sin aumentar los gastos del contribuyente.
f) La esterilización eugénica es más una protección del deficiente mental que un castigo; por consiguiente, no lleva consigo una afrenta o una humillación. Estas personas deben ser consideradas como enfermos mentales. No hay falta alguna por su parte. Considerar la esterilización protectora como una afrenta de la persona, sería tan brutal y tan cruel como reírse de la deformidad física de un cojo desgraciado.
g) La esterilización eugénica impide el nacimiento de hijos que habían de tener una herencia desgraciada, que no podrían ser atendidos adecuadamente por sus padres y que, muy probablemente, llegarían a ser una carga para el Estado. Es bien sabido que la demencia precoz, la sicosis maniático-depresiva y ciertas circunstancias físicas, acompañadas de deficiencia mental, pueden ser heredadas. Por otra parte, muchos hijos ilegítimos son debidos al gran número de deficientes mentales que viven en la sociedad. Administrada moderadamente y con amable consideración, la esterilización selectiva es una medida práctica, humana y necesaria para evitar el deterioro de la raza.
h) La esterilización eugénica no aumenta la criminalidad sexual. Parecen ser de esta opinión el cuerpo de Sanidad militar, empleados en el trabajo social y oficiales que se han puesto en contacto con los pacientes antes y después de la operación.
Especialmente, en el caso de los deficientes mentales, el hecho de la imposibilidad de la concepción no equivale a un laxismo moral mayor que el existente antes de la esterilización. Naturalmente, no se tiene la intención de esterilizar a los delincuentes sexuales ya conocidos y permitirles volver después a un ambiente malsano y no vigilado. El objetivo es la esterilización del mejor tipo de personas para devolverlas a la unidad de una familia moralmente sana.
i) La esterilización eugénica no se intenta como un procedimiento en masa. No se desea esterilizar a cualquiera que es enviado a las instituciones estatales.
Argumentos contra la esterilización eugénica.
a) Ya que el carácter inmoral de la esterilización eugénica ha sido claramente manifestado y con tanta autoridad por la Encíclica sobre el matrimonio cristiano, vendrá muy a propósito la transcripción de unos párrafos de la misma antes de comenzar la critica del programa materialista.
«Finalmente, es necesario que sea reprobada esta práctica perniciosa que se relaciona íntimamente con el deseo natural del hombre de contraer matrimonio, pero que también pertenece, en cierto sentido verdadero, al bien de los hijos. Hay algunos, en efecto, que, demasiado solícitos de los fines eugénicos, no se contentan con dar ciertos consejos saludables para mirar con más seguridad por la salud y vigor de la prole —lo cual, desde luego, no es contrario a la recta razón—, sino que anteponen el fin eugénico a todo otro fin aun de orden más elevado, y quisieran que se prohibiese por la pública autoridad contraer matrimonio a todos los que, según las normas y conjeturas de su ciencia, juzgan que habían de engendrar hijos defectuosos por razón de la transmisión hereditaria, aun cuando sean de suyo aptos para contraer matrimonio. Más aún: quieren privarlos por ley, hasta contra su voluntad, de esa facultad natural que poseen mediante intervención médica; y esto, no para solicitar de la pública autoridad una pena cruenta por delito cometido o para precaver futuros crímenes por parte de los malvados, sino contra todo derecho y licitud, atribuyendo a los gobernantes civiles una facultad que nunca tuvieron ni pueden legítimamente tener.
Cuantos obran de este modo, perversamente, se olvidan de que es más santa la familia que el Estado y de que los hombres no se engendran principalmente para la tierra y el tiempo, sino para el cielo y la eternidad. Y de ninguna manera se puede permitir que a los hombres, de suyo capaces del matrimonio, se les considere gravemente culpables si le contraen, porque se conjetura que, aun empleando el mayor cuidado y diligencia, no han de engendrar más que hijos defectuosos, aunque de ordinario hay que aconsejarles que no lo contraigan.
Los gobernantes no tienen potestad alguna directa en los miembros de sus súbditos; así, pues, jamás pueden dañar, ni aun tocar directamente la integridad corporal, donde no media culpa alguna o causa de pena de muerte, y esto ni por causas eugénicas ni por otras causas cualesquiera. Lo mismo enseña Santo Tomás cuando, al inquirir si los jueces humanos, para precaver males futuros, pueden castigar con penas a los hombres, lo concede en orden a ciertos males; pero con justicia y razón lo niega de la lesión corporal. Jamás, dice, según el juicio humano, se debe castigar a nadie sin culpa con la pena de azote, para privarle de la vida, mutilarle o maltratarle.
Por lo demás, establece la doctrina cristiana, y consta con toda certeza, por la luz natural de la razón, que los mismos hombres privados no tienen otro dominio en los miembros de su cuerpo que el que pertenece a sus fines naturales, y no pueden, por consiguiente, destruirlos, mutilarlos, o por cualquier otro modo, inutilizarlos para dichas funciones naturales, a no ser cuando no se pueda proveer de otra manera al bien de todo el cuerpo.»
«Finalmente, es necesario que sea reprobada esta práctica perniciosa que se relaciona íntimamente con el deseo natural del hombre de contraer matrimonio, pero que también pertenece, en cierto sentido verdadero, al bien de los hijos. Hay algunos, en efecto, que, demasiado solícitos de los fines eugénicos, no se contentan con dar ciertos consejos saludables para mirar con más seguridad por la salud y vigor de la prole —lo cual, desde luego, no es contrario a la recta razón—, sino que anteponen el fin eugénico a todo otro fin aun de orden más elevado, y quisieran que se prohibiese por la pública autoridad contraer matrimonio a todos los que, según las normas y conjeturas de su ciencia, juzgan que habían de engendrar hijos defectuosos por razón de la transmisión hereditaria, aun cuando sean de suyo aptos para contraer matrimonio. Más aún: quieren privarlos por ley, hasta contra su voluntad, de esa facultad natural que poseen mediante intervención médica; y esto, no para solicitar de la pública autoridad una pena cruenta por delito cometido o para precaver futuros crímenes por parte de los malvados, sino contra todo derecho y licitud, atribuyendo a los gobernantes civiles una facultad que nunca tuvieron ni pueden legítimamente tener.
Cuantos obran de este modo, perversamente, se olvidan de que es más santa la familia que el Estado y de que los hombres no se engendran principalmente para la tierra y el tiempo, sino para el cielo y la eternidad. Y de ninguna manera se puede permitir que a los hombres, de suyo capaces del matrimonio, se les considere gravemente culpables si le contraen, porque se conjetura que, aun empleando el mayor cuidado y diligencia, no han de engendrar más que hijos defectuosos, aunque de ordinario hay que aconsejarles que no lo contraigan.
Los gobernantes no tienen potestad alguna directa en los miembros de sus súbditos; así, pues, jamás pueden dañar, ni aun tocar directamente la integridad corporal, donde no media culpa alguna o causa de pena de muerte, y esto ni por causas eugénicas ni por otras causas cualesquiera. Lo mismo enseña Santo Tomás cuando, al inquirir si los jueces humanos, para precaver males futuros, pueden castigar con penas a los hombres, lo concede en orden a ciertos males; pero con justicia y razón lo niega de la lesión corporal. Jamás, dice, según el juicio humano, se debe castigar a nadie sin culpa con la pena de azote, para privarle de la vida, mutilarle o maltratarle.
Por lo demás, establece la doctrina cristiana, y consta con toda certeza, por la luz natural de la razón, que los mismos hombres privados no tienen otro dominio en los miembros de su cuerpo que el que pertenece a sus fines naturales, y no pueden, por consiguiente, destruirlos, mutilarlos, o por cualquier otro modo, inutilizarlos para dichas funciones naturales, a no ser cuando no se pueda proveer de otra manera al bien de todo el cuerpo.»
Estos mismos pensamientos fueron expresados con firmeza por Pío XII en su discurso sobre la moral conyugal, del día 29 de octubre de 1951:
«Sería mucho más que una simple falta de prontitud para el servicio de la vida si el atentado del hombre no fuera sólo contra un acto singular, sino que atacase al organismo mismo, con el fin de privarlo, por medio de la esterilización, de la facultad de procrear una nueva vida. También aquí tenéis para vuestra conducta interna y externa una clara norma en las enseñanzas de la Iglesia. La esterilización directa —esto es, la que tiende, como medio o como fin, a hacer imposible la procreación —es una grave violación de la ley moral y, por tanto, ilícita. Tampoco la pública autoridad tiene aquí derecho alguno, bajo pretexto de ninguna clase de «indicación», para permitirla, y mucho menos para prescribirla o hacerla ejecutar con daño de los inocentes... Por eso, cuando hace un decenio la esterilización comenzó a ser más ampliamente aplicada cada vez, la Santa Sede se vió en la necesidad de declarar expresa y públicamente que la esterilización directa, tanto perpetua como temporal, e igual del hombre que de la mujer, es ilícita en virtud de la ley natural, de la que la Iglesia misma, como bien sabéis, no tiene potestad de dispensar.»
«Sería mucho más que una simple falta de prontitud para el servicio de la vida si el atentado del hombre no fuera sólo contra un acto singular, sino que atacase al organismo mismo, con el fin de privarlo, por medio de la esterilización, de la facultad de procrear una nueva vida. También aquí tenéis para vuestra conducta interna y externa una clara norma en las enseñanzas de la Iglesia. La esterilización directa —esto es, la que tiende, como medio o como fin, a hacer imposible la procreación —es una grave violación de la ley moral y, por tanto, ilícita. Tampoco la pública autoridad tiene aquí derecho alguno, bajo pretexto de ninguna clase de «indicación», para permitirla, y mucho menos para prescribirla o hacerla ejecutar con daño de los inocentes... Por eso, cuando hace un decenio la esterilización comenzó a ser más ampliamente aplicada cada vez, la Santa Sede se vió en la necesidad de declarar expresa y públicamente que la esterilización directa, tanto perpetua como temporal, e igual del hombre que de la mujer, es ilícita en virtud de la ley natural, de la que la Iglesia misma, como bien sabéis, no tiene potestad de dispensar.»
b) La esterilización implica una mutilación grave del ser humano. El argumento del eugenista, que confunde la gravedad de la mutilación con su peligrosidad y que, por consiguiente, admite que la esterilización moderna no es una mutilación grave, debe ser rechazado. No se debe juzgar si un acto es o no una mutilación por la cantidad de sangre derramada, por el dolor experimentado o por el espacio de tiempo durante el cual la persona queda incapacitada. Sería muy sencillo matar un nervio del ojo o clavar una aguja en la parte vital de un órgano. Sin embargo, aun cuando esto fuera un acto deliberado, hecho para producir la ceguera total y perpetua, el eugenista no podría lógicamente considerarlo como una mutilación; no se ha sentido dolor alguno, no se ha derramado sangre ni existen cicatrices manifiestas.
Un acto constituye una mutilación, si destruye un órgano en cuanto a sus funciones vitales. Como se ha expuesto previamente, ese acto es lícito solamente si el órgano está enfermo o si la salvación de todo el cuerpo depende del sacrificio de esa parte.
El programa de la esterilización eugénica ignora por completo el supremo dominio de Dios sobre sus criaturas y la dignidad esencial de la naturaleza humana. Influido por una filosofía materialista, se esfuerza por igualar al hombre con los animales en cuanto a la procreación mediante la selección. Su interés se centra sobre objetivos temporales y materialistas, tales como el mejoramiento de la raza y la existencia de una sociedad con menos problemas que resolver. No observa ningún valor en la persona defectuosa; es incapaz de apreciar que esa persona tiene una excelente oportunidad de conseguir la felicidad eterna, que es el objetivo más importante para la existencia humana. No considera que el fuerte se puede hacer espiritualmente mejor asistiendo al débil. No se da cuenta de que muchas personas sanas, al ser testigos de las desgracias físicas y mentales de los menos afortunados, tienen una ocasión magnífica para volverse hacia Dios en acción de gracias por los beneficios recibidos. La presencia del sufrimiento espiritualiza la vida humana, pero esto no puede ser percibido con ojos materialistas.
Nos complacemos en acentuar que lo restante de nuestra crítica de la esterilización eugénica es de una importancia completamente secundaria.
Demostraremos que se trata de un programa no práctico, que no disminuye notablemente los problemas sociales creados por los deficientes mentales, que fomenta la inmoralidad y concede al Estado un peligroso control sobre el hombre. Pero, aunque toda esta crítica careciese de valor, la esterilización eugénica no podría permitirse. Implica una mutilación del ser humano, ya que se destruyen las funciones vitales de un organo. Es una mutilación innecesaria, desde el punto de vista de que la conservación de todo el cuerpo de la persona defectuosa no depende del sacrificio de una de las partes. Es un acto inmoral, porque es una usurpación grave y deliberada de los derechos supremos del Creador sobre una de sus criaturas. Por estas razones, la esterilización eugénica nunca puede legitimarse, aun cuando, mediante ella, puedan conseguir los objetivos que se proponen los eugenistas.
c) La esterilización de todos los deficientes mentales no llevaría consigo una disminución notable del número de los hijos nacidos con esas deficiencias.
Un cierto porcentaje de deficiencia mental, probablemente de un 20 a un 40%, se debe a factores del medio ambiente.
El programa de la esterilización eugénica ignora por completo el supremo dominio de Dios sobre sus criaturas y la dignidad esencial de la naturaleza humana. Influido por una filosofía materialista, se esfuerza por igualar al hombre con los animales en cuanto a la procreación mediante la selección. Su interés se centra sobre objetivos temporales y materialistas, tales como el mejoramiento de la raza y la existencia de una sociedad con menos problemas que resolver. No observa ningún valor en la persona defectuosa; es incapaz de apreciar que esa persona tiene una excelente oportunidad de conseguir la felicidad eterna, que es el objetivo más importante para la existencia humana. No considera que el fuerte se puede hacer espiritualmente mejor asistiendo al débil. No se da cuenta de que muchas personas sanas, al ser testigos de las desgracias físicas y mentales de los menos afortunados, tienen una ocasión magnífica para volverse hacia Dios en acción de gracias por los beneficios recibidos. La presencia del sufrimiento espiritualiza la vida humana, pero esto no puede ser percibido con ojos materialistas.
Nos complacemos en acentuar que lo restante de nuestra crítica de la esterilización eugénica es de una importancia completamente secundaria.
Demostraremos que se trata de un programa no práctico, que no disminuye notablemente los problemas sociales creados por los deficientes mentales, que fomenta la inmoralidad y concede al Estado un peligroso control sobre el hombre. Pero, aunque toda esta crítica careciese de valor, la esterilización eugénica no podría permitirse. Implica una mutilación del ser humano, ya que se destruyen las funciones vitales de un organo. Es una mutilación innecesaria, desde el punto de vista de que la conservación de todo el cuerpo de la persona defectuosa no depende del sacrificio de una de las partes. Es un acto inmoral, porque es una usurpación grave y deliberada de los derechos supremos del Creador sobre una de sus criaturas. Por estas razones, la esterilización eugénica nunca puede legitimarse, aun cuando, mediante ella, puedan conseguir los objetivos que se proponen los eugenistas.
c) La esterilización de todos los deficientes mentales no llevaría consigo una disminución notable del número de los hijos nacidos con esas deficiencias.
Un cierto porcentaje de deficiencia mental, probablemente de un 20 a un 40%, se debe a factores del medio ambiente.
Antes del nacimiento del niño son numerosas las causas que pueden afectar de tal manera a la madre, que lleguen a perjudicar la salud del hijo. Algunos de estos factores pueden, sin duda alguna, causar la deficiencia mental por el daño que acarrean al cerebro del niño. Es posible que otras influencias den lugar a la misma deficiencia mental. Las causas más señaladas son: la deñciencia dietética, venenos bacteriales (la sífilis, por ejemplo), el alcoholismo excesivo, deficiencias glandulares y los productos abortivos.
En el momento del parto se ocasionan a menudo verdaderos daños que pueden producir la deficiencia mental. Una presión excesiva sobre el cerebro delicado y el uso peligroso de instrumentos son las causas principales. Algunas autoridades en esta materia creen que el 17% de las deficiencias mentales se deben a daños producidos en el cerebro del niño en el momento de nacer.
Después del nacimiento del niño hay factores importantes a los que se debe la deficiencia mental. Tales son esas enfermedades infecciosas que causan la inflamación del cerebro y de sus delicadas membranas (meningitis). La enfermedad del sueño produce una inflamación aguda del cerebro y es frecuentemente seguida —de una manera especial en los niños— por un deterioro mental progresivo.
Igualmente, la epilepsia que comienza en la edad temprana, puede impedir el desarrollo mental. Sin embargo, con frecuencia es difícil saber si la epilepsia es la causa de la deficiencia mental o más bien el efecto de una circunstancia oculta, que ejerza sobre la mente un influjo deteriorante.
Hay que conceder, sin embargo, que un porcentaje muy alto de nuestra deficiencia mental se debe a influencias hereditarias. Como hemos notado anteriormente, gran parte de las investigaciones modernas se ha consagrado al estudio de las leyes mendelianas de la herencia en la transmisión de las enfermedades físicas y mentales. Los resultados han tenido menos éxito de lo que se cree ordinariamente. El hombre presenta poco material de experiencia si se compara con los animales y las plantas. El espacio de tiempo de sus generaciones es corto, sus familias pequeñas y ni su apareamiento, ni su medio ambiente está sujeto a control científico. Debido a esto, una enfermedad corriente o una deficiencia física pueden tener lugar a veces en generaciones sucesivas de una familia y ser debidas, no a la herencia, sino a causas ordinarias.
Excelentes estudios han demostrado que algunas enfermedades físicas, como la hemofilia, ciertas condiciones patológicas de la vista y alguna que otra especie de enfermedades nerviosas, se rigen por leyes mendelianas determinadas y fácilmente demostrables. Sin embargo, estas circunstancias son relativamente escasas y no se demuestra que tiendan a aumentar en frecuencia.
Muchas otras dolencias son probablemente hereditarias, pero son inciertas y esporádicas en cuanto al modo de su transmisión o dependen también de las condiciones del medio ambiente.
Enfermedades que se han considerado definitivamente como hereditarias, el cáncer verbigracia, han dejado de ser tenidas como tales.
A primera vista, los juicios dados sobre el porcentaje de deficiencias mentales a causa de los factores hereditarios, parecen impresionantes. Los cálculos varían entre el 24 y el 80%. Tredgold, una de las principales autoridades en esta materia, es de los que piensan que cerca del 80% de las deficiencias mentales es debido a factores hereditarios. Nos advierte, sin embargo, que la mayor parte de los deficientes son los que descienden, no de padres defectuosos, sino de «portadores» del defecto.
Todo el que está familiarizado con las leyes de Mendel acerca de la herencia, comprende que una persona puede ser «portador» de una característica, sin que personalmente la posea como propia suya. De esta manera, aunque sea verdad que casi el 80% de las deficiencias mentales es causado por los factores hereditarios, Tredgold supone que no más del 10% de nuestros deficientes mentales nace de padres defectuosos. Resumiendo: aunque el 80% de las deficiencias mentales puede ser introducido en la sociedad a través de la familia, excepto el 10%, todos los demás vienen a través de personas que son «portadores» de esas carecterísticas. Estos «portadores» no manifiestan deficiencia mental en sí mismos y no pueden ser identificados. Por consiguiente, un programa de esterilización no afectaría a un 72% de las deficiencias mentales hereditarias, y no influiría sobre la deficiencia mental que es resultado de factores del medio ambiente.
Hechos semejantes a los aducidos obligaron a Tredgold a insistir en que un programa de esterilización eugénica no produciría ninguna diferencia notable en la suma total de tarados mentales.
Otros dos investigadores en esta materia, Huertkrantz y Gunnar, afirman que se necesitarían diez generaciones para que el porcentaje de deficientes mentales fuese reducido en un medio por ciento, y que la proporción en la disminución consiguiente sería aún más baja.
Es interesante advertir que los eugenistas citan a Tredgold con todo respeto cuando sus afirmaciones pueden favorecer sus propósitos, pero nunca hacen mención de su autoridad cuando es contraria a sus opiniones. Así, Whitney, en su volumen titulado The Case for Sterilization, pone en relieve que, según Tredgold, el 80% de las deficiencias mentales se debe a factores hereditarios; pero el mismo autor ni lo menciona siquiera cuando Tredgold afirma que solamente un 10% de ellos procede de padres defectuosos, a los que de ninguna manera afectaría un programa de esterilización.
Aun cuando se pudiera presumir que la esterilización disminuyese la deficiencia mental mucho más rápidamente de lo que estas eminencias piensan, la proporción sería tan pequeña y de tan poca importancia, que no podría considerarse como un método capaz de conseguir los objetivos que se propone.
d) La esterilización de los deficientes mentales no disminuye la carga financiera que suponen para el Estado las instituciones en favor de los débiles mentales.
La esterilización no aumentará en la persona la apreciación de la responsabilidad, y el deficiente mental, de quien no se podía estar seguro gozando de libertad antes de la esterilización, no inspirará mayor confianza después de ella. La esterilización no hace que el imbécil sea menos imbécil, ni que el loco lo sea menos, ni que el criminal sea menos criminal.
Los eugenistas acentúan el hecho de que la esterilización hará posible la vida práctica en sociedad para muchos deficientes mentales, una vez que es evitada la posibilidad de los hijos.
Es cierto que el sexo hace un gran papel en la vida humana; pero argüiría una mentalidad muy estrecha el no percibir los muchos otros aspectos de la vida del hombre en sociedad.
El peligro para la sociedad está en que, una vez realizada la esterilización, se tiende a sustraer al individuo del control de las instituciones sin un especial entrenamiento y preparación para la vida. Así, por ejemplo, consta que en California, donde la esterilización es más llevada a la práctica, las dos terceras partes de los niños y las cuatro quintas partes de las niñas esterilizadas son operados dentro del año de internado, y abandonan casi siempre la institución en el año siguiente.
Los maestros de las escuelas superiores y de los colegios se dan cuenta de cuán difícil es entrenar a los dotados de inteligencia normal para la vida en sociedad. Es, por tanto, casi una ridiculez pretender que un deficiente mental, a quien se le ha impuesto la esterilización, vuelva en el término de dos años a una vida normal.
La educación moderna es tan compleja y tan necesaria, juntamente con una inteligencia normal, que un tarado de esta especie nunca puede adaptarse a ella. A causa del déficit de capacidad algunas de estas personas pueden encontrar un empleo; pero en tiempos normales, para no hablar ya de tiempos de pesimismo, la perspectiva económica para un deficiente mental se presenta muy oscura.
Además, la esterilización no desarraigará en tales personas las tendencias al crimen y a la inmoralidad. Estas tendencias existen en todas las personas, pero en las normales pueden ser controladas por un ejercicio adecuado de la razón. Dejar en libertad a personas, cuya naturaleza está minada por tendencias hacia el mal, y que no poseen una inteligencia apropiada para dirigirlas, es complicar el peligro de los problemas sociales.
De un modo particular, la esterilización no resuelve los problemas sociales que tienen que afrontar las personas mentalmente deficientes si contraen matrimonio. Es cierto que muchos problemas domésticos giran en derredor de los hijos, pero es temerario pensar que, una vez desaparecida la posibilidad de los hijos, los deficientes mentales serán capaces de solucionar inteligentemente los restantes problemas domésticos. El que así piensa, demuestra poco conocimiento de los graves problemas domésticos con que tienen que enfrentarse los esposos que se esfuerzan por ganarse la vida, sostener la casa y cumplir con las innumerables obligaciones sociales.
El deficiente mental será más feliz en una institución, se verá atendido con mayor diligencia y, supuesta una instrucción adecuada, no es necesariamente una carga para el Estado.
Existen muchas instituciones excelentes en las que los enfermos, bajo una vigilancia experta, ejecutan la mayor parte del trabajo. Ellos cuidan de granjas, vaquerías y rebaños, tienen en buen orden los edificios y los campos bien atendidos; son artífices admirables; están contentos y son felices con las consideraciones que reciben, siéndoles muy útiles las facilidades que se les proporcionan para su recreo.
El público es cruel para la persona impedida, de un modo particular si se trata de deficientes mentales. Rehuye al desgraciado, y la familia del paciente se encuentra en un estado de continua y molesta preocupación.
Los defensores de la esterilización hacen hincapié en los millones de dólares que nos cuesta el cuidado de los deficientes mentales. Nuestra respuesta es que esos millones de dólares están bien empleados. Los gobiernos federales y el Gobierno del Estado gastan millones y billones de dolores en proyectos que se extienden desde parques a barcos de guerra, desde investigaciones científicas a grandes líneas aéreas. Todas estas necesidades y lujos de orden material son considerados en nuestra vida como muy lícitos. Pero todo aquel que cree en la naturaleza espiritual del hombre y en su dignidad esencial, no regateará lo relativamente poco que se emplea en la asistencia a estos desgraciados hijos de Dios.
e) La esterilización eugénica tendría como resultado un aumento de la inmoralidad y de las enfermedades sociales. Autoridades eminon tes, como Tredgold, convienen en que la libertad de los deficientes mentales esterilizados en la sociedad ocasionarla un aumento de la sexualidad y de las enfermedades sociales.
Es natural que los defensores de la esterilización se opongan a esta tesis. Insisten en que los estudios científicos demuestran que los deficientes mentales no son más inclinados, física y psíquicamente, a las irregularidades sexuales después de la esterilización que lo fueran antes de operarse. Quieren hacer ver que, eliminándolos de la posibilidad de la fecundación, no se les induce a una actitud más libre en materia sexual.
Las precedentes afirmaciones de los eugenistas pueden ser verdaderas, pero no están en su punto. El aumento de la inmoralidad resultaría de un abuso de estos pobres seres, víctimas de miembros de la sociedad crueles y sin escrúpulos. Desgraciadamente hay muchas personas que se aprovecharían sin vacilación de una joven imbécil conocida como estéril.
Los defensores de la esterilización admiten que estas jóvenes imbéciles pueden ser víctimas, pero no hacen otra cosa que encogerse de hombros y decir: «¿Qué importa? No nacerá un niño.» Esta actitud vil y materialista es adoptada dos veces en la obra de Whitney, The Case for Sterilization.
Según todas las apariencias, para los defensores de la esterilización todo criterio de moralidad se basa únicamente en si se crea o no un problema social. Cuando el eugenista insiste en que la esterilización no aumenta la inmoralidad, nos quiere decir que no hay peligro de incrementar los problemas sociales. Otros, en cambio, son los pensamientos de aquellos que no tienen un concepto materialista de la vida. No necesitamos insistir para estas personas sobre el carácter intrínseco de la moralidad.
La expansión de las enfermedades sociales es también una consecuencia de la promiscuidad con los deficientes mentales. Estos desgraciados no se dan cuenta de los peligros que resultan al exponerse a ciertas enfermedades; no aprecian la gravedad de su condición patológica una vez contraída, ni tienen interés en procurarse el remedio, médico, necesario.
f) La esterilización eugénica llevaría a abusos por parte del poder civil sobre los ciudadanos. No habría medio de evitar que la así llamada esterilización «voluntaria» llegase a ser obligatoria para los pobres. Las agencias estatales recurrirían a innumerables tácticas opresivas, tales como la prohibición de participar en los servicios sociales a todos aquellos que la rehusasen. Las autoridades podrían desisteresarse de aquellas instituciones para enfermos mentales que no consintiesen en la esterilización. Y esto no es una mera hipótesis. Es una realidad.
Existe, además, en los Estados una inclinación a librarse de todo lo que puede significar influencia restrictiva de sus poderes. Así, por ejemplo, en 1945, Alabama se esforzó por independizar sus leyes sobre la esterilización, pretendiendo que el derecho a imponerla quedase en manos del director de los hospitales del Estado, actuando conjuntamente con un comité de médicos. La proposición logró ser aprobada por la Cámara de representantes, pero no progresó más allá.
Las leyes que permiten la esterilización de los deficientes mentales al arbitrio de los empleados del Estado, suministran un ejemplo tajante de usurpación, por parte del Gobierno, de los derechos del individuo y, en cuanto tales, son una aproximación al totalitarismo.
Una de las primeras medidas del régimen nazi en Alemania fué establecer un sistema de leyes sobre la esterilización, aprobado el 14 de julio de 1938. Estas leyes determinaban qué clase de personas podían y debían ser esterilizadas y el procedimiento que había de seguirse. Como es bien sabido, esto hizo posible más tarde la perpetración de asesinatos en gran parte del pueblo y aun de enteros grupos raciales, como el judío, con una crueldad increíble.
En el momento del parto se ocasionan a menudo verdaderos daños que pueden producir la deficiencia mental. Una presión excesiva sobre el cerebro delicado y el uso peligroso de instrumentos son las causas principales. Algunas autoridades en esta materia creen que el 17% de las deficiencias mentales se deben a daños producidos en el cerebro del niño en el momento de nacer.
Después del nacimiento del niño hay factores importantes a los que se debe la deficiencia mental. Tales son esas enfermedades infecciosas que causan la inflamación del cerebro y de sus delicadas membranas (meningitis). La enfermedad del sueño produce una inflamación aguda del cerebro y es frecuentemente seguida —de una manera especial en los niños— por un deterioro mental progresivo.
Igualmente, la epilepsia que comienza en la edad temprana, puede impedir el desarrollo mental. Sin embargo, con frecuencia es difícil saber si la epilepsia es la causa de la deficiencia mental o más bien el efecto de una circunstancia oculta, que ejerza sobre la mente un influjo deteriorante.
Hay que conceder, sin embargo, que un porcentaje muy alto de nuestra deficiencia mental se debe a influencias hereditarias. Como hemos notado anteriormente, gran parte de las investigaciones modernas se ha consagrado al estudio de las leyes mendelianas de la herencia en la transmisión de las enfermedades físicas y mentales. Los resultados han tenido menos éxito de lo que se cree ordinariamente. El hombre presenta poco material de experiencia si se compara con los animales y las plantas. El espacio de tiempo de sus generaciones es corto, sus familias pequeñas y ni su apareamiento, ni su medio ambiente está sujeto a control científico. Debido a esto, una enfermedad corriente o una deficiencia física pueden tener lugar a veces en generaciones sucesivas de una familia y ser debidas, no a la herencia, sino a causas ordinarias.
Excelentes estudios han demostrado que algunas enfermedades físicas, como la hemofilia, ciertas condiciones patológicas de la vista y alguna que otra especie de enfermedades nerviosas, se rigen por leyes mendelianas determinadas y fácilmente demostrables. Sin embargo, estas circunstancias son relativamente escasas y no se demuestra que tiendan a aumentar en frecuencia.
Muchas otras dolencias son probablemente hereditarias, pero son inciertas y esporádicas en cuanto al modo de su transmisión o dependen también de las condiciones del medio ambiente.
Enfermedades que se han considerado definitivamente como hereditarias, el cáncer verbigracia, han dejado de ser tenidas como tales.
A primera vista, los juicios dados sobre el porcentaje de deficiencias mentales a causa de los factores hereditarios, parecen impresionantes. Los cálculos varían entre el 24 y el 80%. Tredgold, una de las principales autoridades en esta materia, es de los que piensan que cerca del 80% de las deficiencias mentales es debido a factores hereditarios. Nos advierte, sin embargo, que la mayor parte de los deficientes son los que descienden, no de padres defectuosos, sino de «portadores» del defecto.
Todo el que está familiarizado con las leyes de Mendel acerca de la herencia, comprende que una persona puede ser «portador» de una característica, sin que personalmente la posea como propia suya. De esta manera, aunque sea verdad que casi el 80% de las deficiencias mentales es causado por los factores hereditarios, Tredgold supone que no más del 10% de nuestros deficientes mentales nace de padres defectuosos. Resumiendo: aunque el 80% de las deficiencias mentales puede ser introducido en la sociedad a través de la familia, excepto el 10%, todos los demás vienen a través de personas que son «portadores» de esas carecterísticas. Estos «portadores» no manifiestan deficiencia mental en sí mismos y no pueden ser identificados. Por consiguiente, un programa de esterilización no afectaría a un 72% de las deficiencias mentales hereditarias, y no influiría sobre la deficiencia mental que es resultado de factores del medio ambiente.
Hechos semejantes a los aducidos obligaron a Tredgold a insistir en que un programa de esterilización eugénica no produciría ninguna diferencia notable en la suma total de tarados mentales.
Otros dos investigadores en esta materia, Huertkrantz y Gunnar, afirman que se necesitarían diez generaciones para que el porcentaje de deficientes mentales fuese reducido en un medio por ciento, y que la proporción en la disminución consiguiente sería aún más baja.
Es interesante advertir que los eugenistas citan a Tredgold con todo respeto cuando sus afirmaciones pueden favorecer sus propósitos, pero nunca hacen mención de su autoridad cuando es contraria a sus opiniones. Así, Whitney, en su volumen titulado The Case for Sterilization, pone en relieve que, según Tredgold, el 80% de las deficiencias mentales se debe a factores hereditarios; pero el mismo autor ni lo menciona siquiera cuando Tredgold afirma que solamente un 10% de ellos procede de padres defectuosos, a los que de ninguna manera afectaría un programa de esterilización.
Aun cuando se pudiera presumir que la esterilización disminuyese la deficiencia mental mucho más rápidamente de lo que estas eminencias piensan, la proporción sería tan pequeña y de tan poca importancia, que no podría considerarse como un método capaz de conseguir los objetivos que se propone.
d) La esterilización de los deficientes mentales no disminuye la carga financiera que suponen para el Estado las instituciones en favor de los débiles mentales.
La esterilización no aumentará en la persona la apreciación de la responsabilidad, y el deficiente mental, de quien no se podía estar seguro gozando de libertad antes de la esterilización, no inspirará mayor confianza después de ella. La esterilización no hace que el imbécil sea menos imbécil, ni que el loco lo sea menos, ni que el criminal sea menos criminal.
Los eugenistas acentúan el hecho de que la esterilización hará posible la vida práctica en sociedad para muchos deficientes mentales, una vez que es evitada la posibilidad de los hijos.
Es cierto que el sexo hace un gran papel en la vida humana; pero argüiría una mentalidad muy estrecha el no percibir los muchos otros aspectos de la vida del hombre en sociedad.
El peligro para la sociedad está en que, una vez realizada la esterilización, se tiende a sustraer al individuo del control de las instituciones sin un especial entrenamiento y preparación para la vida. Así, por ejemplo, consta que en California, donde la esterilización es más llevada a la práctica, las dos terceras partes de los niños y las cuatro quintas partes de las niñas esterilizadas son operados dentro del año de internado, y abandonan casi siempre la institución en el año siguiente.
Los maestros de las escuelas superiores y de los colegios se dan cuenta de cuán difícil es entrenar a los dotados de inteligencia normal para la vida en sociedad. Es, por tanto, casi una ridiculez pretender que un deficiente mental, a quien se le ha impuesto la esterilización, vuelva en el término de dos años a una vida normal.
La educación moderna es tan compleja y tan necesaria, juntamente con una inteligencia normal, que un tarado de esta especie nunca puede adaptarse a ella. A causa del déficit de capacidad algunas de estas personas pueden encontrar un empleo; pero en tiempos normales, para no hablar ya de tiempos de pesimismo, la perspectiva económica para un deficiente mental se presenta muy oscura.
Además, la esterilización no desarraigará en tales personas las tendencias al crimen y a la inmoralidad. Estas tendencias existen en todas las personas, pero en las normales pueden ser controladas por un ejercicio adecuado de la razón. Dejar en libertad a personas, cuya naturaleza está minada por tendencias hacia el mal, y que no poseen una inteligencia apropiada para dirigirlas, es complicar el peligro de los problemas sociales.
De un modo particular, la esterilización no resuelve los problemas sociales que tienen que afrontar las personas mentalmente deficientes si contraen matrimonio. Es cierto que muchos problemas domésticos giran en derredor de los hijos, pero es temerario pensar que, una vez desaparecida la posibilidad de los hijos, los deficientes mentales serán capaces de solucionar inteligentemente los restantes problemas domésticos. El que así piensa, demuestra poco conocimiento de los graves problemas domésticos con que tienen que enfrentarse los esposos que se esfuerzan por ganarse la vida, sostener la casa y cumplir con las innumerables obligaciones sociales.
El deficiente mental será más feliz en una institución, se verá atendido con mayor diligencia y, supuesta una instrucción adecuada, no es necesariamente una carga para el Estado.
Existen muchas instituciones excelentes en las que los enfermos, bajo una vigilancia experta, ejecutan la mayor parte del trabajo. Ellos cuidan de granjas, vaquerías y rebaños, tienen en buen orden los edificios y los campos bien atendidos; son artífices admirables; están contentos y son felices con las consideraciones que reciben, siéndoles muy útiles las facilidades que se les proporcionan para su recreo.
El público es cruel para la persona impedida, de un modo particular si se trata de deficientes mentales. Rehuye al desgraciado, y la familia del paciente se encuentra en un estado de continua y molesta preocupación.
Los defensores de la esterilización hacen hincapié en los millones de dólares que nos cuesta el cuidado de los deficientes mentales. Nuestra respuesta es que esos millones de dólares están bien empleados. Los gobiernos federales y el Gobierno del Estado gastan millones y billones de dolores en proyectos que se extienden desde parques a barcos de guerra, desde investigaciones científicas a grandes líneas aéreas. Todas estas necesidades y lujos de orden material son considerados en nuestra vida como muy lícitos. Pero todo aquel que cree en la naturaleza espiritual del hombre y en su dignidad esencial, no regateará lo relativamente poco que se emplea en la asistencia a estos desgraciados hijos de Dios.
e) La esterilización eugénica tendría como resultado un aumento de la inmoralidad y de las enfermedades sociales. Autoridades eminon tes, como Tredgold, convienen en que la libertad de los deficientes mentales esterilizados en la sociedad ocasionarla un aumento de la sexualidad y de las enfermedades sociales.
Es natural que los defensores de la esterilización se opongan a esta tesis. Insisten en que los estudios científicos demuestran que los deficientes mentales no son más inclinados, física y psíquicamente, a las irregularidades sexuales después de la esterilización que lo fueran antes de operarse. Quieren hacer ver que, eliminándolos de la posibilidad de la fecundación, no se les induce a una actitud más libre en materia sexual.
Las precedentes afirmaciones de los eugenistas pueden ser verdaderas, pero no están en su punto. El aumento de la inmoralidad resultaría de un abuso de estos pobres seres, víctimas de miembros de la sociedad crueles y sin escrúpulos. Desgraciadamente hay muchas personas que se aprovecharían sin vacilación de una joven imbécil conocida como estéril.
Los defensores de la esterilización admiten que estas jóvenes imbéciles pueden ser víctimas, pero no hacen otra cosa que encogerse de hombros y decir: «¿Qué importa? No nacerá un niño.» Esta actitud vil y materialista es adoptada dos veces en la obra de Whitney, The Case for Sterilization.
Según todas las apariencias, para los defensores de la esterilización todo criterio de moralidad se basa únicamente en si se crea o no un problema social. Cuando el eugenista insiste en que la esterilización no aumenta la inmoralidad, nos quiere decir que no hay peligro de incrementar los problemas sociales. Otros, en cambio, son los pensamientos de aquellos que no tienen un concepto materialista de la vida. No necesitamos insistir para estas personas sobre el carácter intrínseco de la moralidad.
La expansión de las enfermedades sociales es también una consecuencia de la promiscuidad con los deficientes mentales. Estos desgraciados no se dan cuenta de los peligros que resultan al exponerse a ciertas enfermedades; no aprecian la gravedad de su condición patológica una vez contraída, ni tienen interés en procurarse el remedio, médico, necesario.
f) La esterilización eugénica llevaría a abusos por parte del poder civil sobre los ciudadanos. No habría medio de evitar que la así llamada esterilización «voluntaria» llegase a ser obligatoria para los pobres. Las agencias estatales recurrirían a innumerables tácticas opresivas, tales como la prohibición de participar en los servicios sociales a todos aquellos que la rehusasen. Las autoridades podrían desisteresarse de aquellas instituciones para enfermos mentales que no consintiesen en la esterilización. Y esto no es una mera hipótesis. Es una realidad.
Existe, además, en los Estados una inclinación a librarse de todo lo que puede significar influencia restrictiva de sus poderes. Así, por ejemplo, en 1945, Alabama se esforzó por independizar sus leyes sobre la esterilización, pretendiendo que el derecho a imponerla quedase en manos del director de los hospitales del Estado, actuando conjuntamente con un comité de médicos. La proposición logró ser aprobada por la Cámara de representantes, pero no progresó más allá.
Las leyes que permiten la esterilización de los deficientes mentales al arbitrio de los empleados del Estado, suministran un ejemplo tajante de usurpación, por parte del Gobierno, de los derechos del individuo y, en cuanto tales, son una aproximación al totalitarismo.
Una de las primeras medidas del régimen nazi en Alemania fué establecer un sistema de leyes sobre la esterilización, aprobado el 14 de julio de 1938. Estas leyes determinaban qué clase de personas podían y debían ser esterilizadas y el procedimiento que había de seguirse. Como es bien sabido, esto hizo posible más tarde la perpetración de asesinatos en gran parte del pueblo y aun de enteros grupos raciales, como el judío, con una crueldad increíble.
Las leyes nazis de esterilización, tal como fueron establecidas, tenían sus límites determinados con la máxima diligencia. A la vuelta de pocos años produjeron efectos tan horripilantes, que sobrepasaban toda imaginación.
El principio en que se basan nuestras leyes sobre la esterilización es el mismo que guiaba al régimen nazi, es decir, que no existen derechos inalienables en cada uno de los ciudadanos; las autoridades civiles podrían tratar de cualquier manera a sus subditos, con tal de aligerar las cargas y responsabilidades del Estado.
Los eugenistas responderán, tal vez, que nuestra esterilización es de ordinario voluntaria; pero no puede uno menos de pensar en una contradicción al oír que un deficiente mental da su consentimiento voluntario, sobre todo cuando su salida de la institución está condicionada a ese consentimiento.
Otras veces los eugenistas dirán que los padres o tutores conceden el consentimiento requerido. Pero, de hecho, muchos pacientes no tienen padres o tutores. Sabemos, además, que un sinnúmero de padres y tutores verían con buenos ojos todo lo que se haga con el paciente, con tal de verse libres de los cuidados, responsabilidades y problemas que para ellos supondría esa situación.
Finalmente, una vez que el Estado consiguiese el consentimiento de las partes interesadas, podría muy bien enmendarse la ley de tal manera, que se les permitiese esterilizar sin el consentimiento del paciente, padres o tutores. Tal enmienda autorizaría simplemente al Estado a imponer la esterilización, siempre y cuando la voluntad, en contrario, de los interesados fuese considerada como irracional. De hecho, existe en Estados Unidos la tendencia a sustraer el asunto de manos del paciente o de los familiares, y a permitir que el director o el comité de la institución del Estado decidan lo que se ha de hacer.
Una vez concedido que el Estado pueda esterilizar a una persona, dejando esta decisión al juicio de las autoridades civiles, ya no es difícil defender lógicamente que muchas personas podrían ser condenadas a muerte por el Estado, si su condición física o mental hiciera de ellas cargas inútiles para la sociedad. Muchas de las razones, aducidas en favor de la esterilización de los enfermos mentales y de los imbéciles, podrían, sin duda, emplearse para extender el poder del Estado hasta la imposición de la pena de muerte a esas personas, supuesto que llegasen a ser considerados como una carga para sí y para la sociedad.
El principio en que se basan nuestras leyes sobre la esterilización es el mismo que guiaba al régimen nazi, es decir, que no existen derechos inalienables en cada uno de los ciudadanos; las autoridades civiles podrían tratar de cualquier manera a sus subditos, con tal de aligerar las cargas y responsabilidades del Estado.
Los eugenistas responderán, tal vez, que nuestra esterilización es de ordinario voluntaria; pero no puede uno menos de pensar en una contradicción al oír que un deficiente mental da su consentimiento voluntario, sobre todo cuando su salida de la institución está condicionada a ese consentimiento.
Otras veces los eugenistas dirán que los padres o tutores conceden el consentimiento requerido. Pero, de hecho, muchos pacientes no tienen padres o tutores. Sabemos, además, que un sinnúmero de padres y tutores verían con buenos ojos todo lo que se haga con el paciente, con tal de verse libres de los cuidados, responsabilidades y problemas que para ellos supondría esa situación.
Finalmente, una vez que el Estado consiguiese el consentimiento de las partes interesadas, podría muy bien enmendarse la ley de tal manera, que se les permitiese esterilizar sin el consentimiento del paciente, padres o tutores. Tal enmienda autorizaría simplemente al Estado a imponer la esterilización, siempre y cuando la voluntad, en contrario, de los interesados fuese considerada como irracional. De hecho, existe en Estados Unidos la tendencia a sustraer el asunto de manos del paciente o de los familiares, y a permitir que el director o el comité de la institución del Estado decidan lo que se ha de hacer.
Una vez concedido que el Estado pueda esterilizar a una persona, dejando esta decisión al juicio de las autoridades civiles, ya no es difícil defender lógicamente que muchas personas podrían ser condenadas a muerte por el Estado, si su condición física o mental hiciera de ellas cargas inútiles para la sociedad. Muchas de las razones, aducidas en favor de la esterilización de los enfermos mentales y de los imbéciles, podrían, sin duda, emplearse para extender el poder del Estado hasta la imposición de la pena de muerte a esas personas, supuesto que llegasen a ser considerados como una carga para sí y para la sociedad.
Conclusión.
Debemos aceptar la deficiencia mental como un hecho dentro de nuestra estructura social. Podemos deplorar su existencia, pero, a pesar de lo que nosotros hagamos, continuará existiendo en las generaciones futuras.
Los problemas creados por la deficiencia mental deben ser resueltos con medidas que estén de acuerdo con la ley natural. La sociedad jamás debe beneficiarse con cualquier intento de solución de sus problemas mediante prácticas inmorales. Algunas medidas más importantes, que pueden contribuir a la solución de los problemas sociales, son, por ejemplo, el saneamiento de los barrios bajos, la actividad sanitaria pública contra la tuberculosis y las enfermedades venéreas, la adecuada asistencia prenatal a las mujeres embarazadas, la conveniente educación sobre los males ocasionados por el alcoholismo inmoderado y las escuelas especiales de entrenamiento para los niños impedidos por deficiencias mentales.
El eugenista podrá redargüir que las condiciones sociales se han ido mejorando invariablemente durante algunos años y, que, sin embargo, la deficiencia mental continúa en aumento. Respondemos diciendo que no es tan fácil probar que la deficiencia mental haya ido en aumento. El aumento puede ser solamente aparente. Además, se ha prestado más atención al problema en nuestros tiempos que en los pasados, y se han inventado nuevos métodos para resolverlo. Se ha de tener también en cuenta que muchos deficientes mentales, niños, son físicamente débiles o enfermos; un alto porcentaje de estos niños morían en la edad temprana, mientras que el aumento de los conocimientos sobre estas materias y el estado de los enfermos conserva hoy la vida de muchas de esas personas.
Si la deficiencia mental va actualmente en aumento, puede atribuirse a las condiciones de la vida moderna. En contraste con la paz y sosiego de los tiempos antiguos, la ciencia, la industria y nuestro alto nivel de educación, acumula demasiadas exigencias sobre la debilidad de nuestra mente.
Estos excesos se resuelven en trastornos que algunas veces perturban el ejercicio del equilibrio mental. Además, la ciencia y la educación han llegado a constituir una parte tan vital de nuestra sociedad, que los que carecen de esas dotes están muy expuestos a ser considerados como deficientes mentales.
Después de todo, nuestra prueba mejor, para demostrar la deficiencia mental, es la inhabilidad para enfrentarse de un modo conveniente con los problemas de la vida. Por esta razón, la deficiencia mental ha sido definida como «un estado de desarrollo incompleto de la mente, que hace al individuo incapaz de encuadrarse en un ambiente social de una manera adecuada, necesitando, por el contrario, del cuidado, vigilancia y control por parte de personas responsables».
Si esto es así, el mero hecho de que muchas personas sean clasificadas hoy como deficientes mentales, que no lo hubieran sido en tiempos pasados, no implica necesariamente que el deterioro mental se haya incrementado. Significaría solamente que existen hoy en día más personas que no pueden hacer frente a las exigencias de nuestra sociedad, pero que fácilmente se encuadrarían en una sociedad antigua más sencilla. Cuanto más completo, atrayente y culto sea el cuidado que proporcionemos a los deficientes mentales, mejor será la recompensa que el Estado conseguirá por el dinero invertido en este asunto. Un sistema adecuado de entrenamiento institucional, como el seguido en el método «colonial», da como resultado de ordinario que los deficientes mentales lleguen a soportarse en más alto grado y a mejorar personalmente.
Es probable que los primeros años del deficiente mental deban pasarse en casa. Después de los seis años, el niño hace mayores progresos, bajo la experta asistencia de una institución. Al cabo de un largo período de entrenamiento, que ordinariamente se continúa hasta pasada la adolescencia, es a veces posible que los deficientes en alto grado vuelvan a vivir, bajo la vigilancia de los parientes interesados, en un ambiente familiar sano. Tal licencia depende en gran parte del grado de control de si mismo que el paciente ha alcanzado, de si puede o no ganarse la vida mediante un oficio aprendido en la institución y de la calidad del ambiente doméstico.
No se ha de pensar que defendemos se deba permitir a los deficientes mentales el ejercicio indiscriminado de la actividad sexual. A aquellos que carecen de la habilidad mental requerida para contraer matrimonio y cumplir sus obligaciones, no se les deben ofrecer oportunidades que los pongan en ocasión de emplear las facultades generativas. La vigilancia, la segregación y la custodia protectora son las medidas que se han de tomar contra tales abusos, pero de ninguna manera una mutilación física que degrada la dignidad de la naturaleza humana y coloca al hombre en el mismo plano de un animal enfermo, a quien no se le permite propagar la especie.
Por consiguiente, nuestra oposición a la esterilización eugénica se basa solamente en las enseñanzas de la Iglesia. Se trata de una verdad moral fundada en la misma ley natural: Todo ser humano posee un derecho inalienable a la integridad corporal, porque está hecho a imagen y semejanza de Dios y pertenece completamente a su Creador. Por esta razón, es una grave injusticia someter a una persona inocente a una grave mutilación corporal por meros motivos de utilidad o para conseguir objetivos, que pueden ser alcanzados con la misma eficacia de una manera humana, decorosa y moral.
Los problemas creados por la deficiencia mental deben ser resueltos con medidas que estén de acuerdo con la ley natural. La sociedad jamás debe beneficiarse con cualquier intento de solución de sus problemas mediante prácticas inmorales. Algunas medidas más importantes, que pueden contribuir a la solución de los problemas sociales, son, por ejemplo, el saneamiento de los barrios bajos, la actividad sanitaria pública contra la tuberculosis y las enfermedades venéreas, la adecuada asistencia prenatal a las mujeres embarazadas, la conveniente educación sobre los males ocasionados por el alcoholismo inmoderado y las escuelas especiales de entrenamiento para los niños impedidos por deficiencias mentales.
El eugenista podrá redargüir que las condiciones sociales se han ido mejorando invariablemente durante algunos años y, que, sin embargo, la deficiencia mental continúa en aumento. Respondemos diciendo que no es tan fácil probar que la deficiencia mental haya ido en aumento. El aumento puede ser solamente aparente. Además, se ha prestado más atención al problema en nuestros tiempos que en los pasados, y se han inventado nuevos métodos para resolverlo. Se ha de tener también en cuenta que muchos deficientes mentales, niños, son físicamente débiles o enfermos; un alto porcentaje de estos niños morían en la edad temprana, mientras que el aumento de los conocimientos sobre estas materias y el estado de los enfermos conserva hoy la vida de muchas de esas personas.
Si la deficiencia mental va actualmente en aumento, puede atribuirse a las condiciones de la vida moderna. En contraste con la paz y sosiego de los tiempos antiguos, la ciencia, la industria y nuestro alto nivel de educación, acumula demasiadas exigencias sobre la debilidad de nuestra mente.
Estos excesos se resuelven en trastornos que algunas veces perturban el ejercicio del equilibrio mental. Además, la ciencia y la educación han llegado a constituir una parte tan vital de nuestra sociedad, que los que carecen de esas dotes están muy expuestos a ser considerados como deficientes mentales.
Después de todo, nuestra prueba mejor, para demostrar la deficiencia mental, es la inhabilidad para enfrentarse de un modo conveniente con los problemas de la vida. Por esta razón, la deficiencia mental ha sido definida como «un estado de desarrollo incompleto de la mente, que hace al individuo incapaz de encuadrarse en un ambiente social de una manera adecuada, necesitando, por el contrario, del cuidado, vigilancia y control por parte de personas responsables».
Si esto es así, el mero hecho de que muchas personas sean clasificadas hoy como deficientes mentales, que no lo hubieran sido en tiempos pasados, no implica necesariamente que el deterioro mental se haya incrementado. Significaría solamente que existen hoy en día más personas que no pueden hacer frente a las exigencias de nuestra sociedad, pero que fácilmente se encuadrarían en una sociedad antigua más sencilla. Cuanto más completo, atrayente y culto sea el cuidado que proporcionemos a los deficientes mentales, mejor será la recompensa que el Estado conseguirá por el dinero invertido en este asunto. Un sistema adecuado de entrenamiento institucional, como el seguido en el método «colonial», da como resultado de ordinario que los deficientes mentales lleguen a soportarse en más alto grado y a mejorar personalmente.
Es probable que los primeros años del deficiente mental deban pasarse en casa. Después de los seis años, el niño hace mayores progresos, bajo la experta asistencia de una institución. Al cabo de un largo período de entrenamiento, que ordinariamente se continúa hasta pasada la adolescencia, es a veces posible que los deficientes en alto grado vuelvan a vivir, bajo la vigilancia de los parientes interesados, en un ambiente familiar sano. Tal licencia depende en gran parte del grado de control de si mismo que el paciente ha alcanzado, de si puede o no ganarse la vida mediante un oficio aprendido en la institución y de la calidad del ambiente doméstico.
No se ha de pensar que defendemos se deba permitir a los deficientes mentales el ejercicio indiscriminado de la actividad sexual. A aquellos que carecen de la habilidad mental requerida para contraer matrimonio y cumplir sus obligaciones, no se les deben ofrecer oportunidades que los pongan en ocasión de emplear las facultades generativas. La vigilancia, la segregación y la custodia protectora son las medidas que se han de tomar contra tales abusos, pero de ninguna manera una mutilación física que degrada la dignidad de la naturaleza humana y coloca al hombre en el mismo plano de un animal enfermo, a quien no se le permite propagar la especie.
Por consiguiente, nuestra oposición a la esterilización eugénica se basa solamente en las enseñanzas de la Iglesia. Se trata de una verdad moral fundada en la misma ley natural: Todo ser humano posee un derecho inalienable a la integridad corporal, porque está hecho a imagen y semejanza de Dios y pertenece completamente a su Creador. Por esta razón, es una grave injusticia someter a una persona inocente a una grave mutilación corporal por meros motivos de utilidad o para conseguir objetivos, que pueden ser alcanzados con la misma eficacia de una manera humana, decorosa y moral.
La esterilización punitiva.
Apenas será necesario que nos ocupemos de la moralidad de la esterilización punitiva. Es indudable que, cuando se ha cometido un crimen, el Estado tiene ciertos derechos sobre la vida del hombre y sobre algo menor que su vida, como, por ejemplo, sobre su libertad o sobre la integridad de su cuerpo. Sin embargo, el poder del Estado es solamente un poder cualitativo, es decir, tiene sus límites y no puede hacer uso del hombre a su antojo, como si se tratase de una cosa material. Su control sobre el hombre está supeditado a los derechos principales del mismo. Estos derechos se originan de la naturaleza misma, que Dios le ha otorgado independientemente del Estado. Ni estos derechos son inventados por el hombre simplemente porque vive con otros hombres en sociedad, para que el Estado pueda protegerle y ayudarle directa o indirectamente en la consecución de los objetivos espirituales y temporales de la existencia humana. Es cierto que el Estado existe, según el plan divino, para procurar el bienestar temporal de la comunidad.
Para cumplir con esta obligación debe dictar leyes e imponer sanciones adecuadas por su violación.
Por esto, el Estado puede privar al hombre de su libertad, de la integridad de su cuerpo y aun de la misma vida por crímenes cometidos contra la sociedad. Pero toda sanción, impuesta por un crimen, debe estar conforme con los principios morales.
El castigo debe ser proporcionado a la ofensa; debe ser racional. Será «racional» si sirve para un fin, y hay solamente cuatro fines a los que puede tender el castigo.
a) Un castigo es retributivo cuando impone a una persona una privación por la ofensa que ha sido hecha a un tercero. Esta es la idea del Viejo Testamento o en aquella frase «ojo por ojo y diente por diente».
Para ser verdaderamente retributivo, la privación no debe ser solamente objetiva, sino también subjetiva; es decir, el delincuente debe en la realidad sufrir o sentir esa privación. La esterilización por crímenes sexuales no es un castigo retributivo. De hecho, en vez de considerar la esterilización como una pérdida, los criminales sexuales la consideran como algo apetecible. Con ella no se hace otra cosa que contribuir a que los crímenes sexuales sean más fáciles, evitando la posibilidad de la concepción. El temor de la concepción y las siguientes complicaciones sociales, constituyen uno de los mayores frenos contra los actos sexuales en aquellos que sienten el atractivo de la inmoralidad. Es esto tan cierto que, aproximadamente, unos setecientos criminales de la prisión de San Quitín, en California, han sido esterilizados por el Estado a petición propia, completamente voluntaria.
b) Un castigo es medicinal, correctivo o reformatorio cuando tiende a desarraigar del carácter del delincuente el motivo que le ha conducido al crimen. Como se ha expuesto con toda evidencia, la esterilización de los criminales sexuales los harán peores, haciendo desaparecer la mejor barrera contra la comisión de esa clase de crímenes. Por tanto, la esterilización de estos delincuentes no es un castigo medicinal. c) Un castigo es ejemplar cuando sirve de amonestación y freno para otros, que pueden sentirse inclinados a cometer la misma falta. Pero la amenaza de la esterilización de ninguna manera aterrará a los interesados en cometer crímenes sexuales. La esterilización, lejos de infundirles miedo, será por ellos considerada como algo apetecible.
d) Un castigo es reparador cuando restituye a la víctima un valor equivalente a la pérdida sufrida. Es claro que la víctima de un crimen sexual ha sufrido una pérdida que la esterilización del ofensor nunca puede reparar.
Por esto, el Estado puede privar al hombre de su libertad, de la integridad de su cuerpo y aun de la misma vida por crímenes cometidos contra la sociedad. Pero toda sanción, impuesta por un crimen, debe estar conforme con los principios morales.
El castigo debe ser proporcionado a la ofensa; debe ser racional. Será «racional» si sirve para un fin, y hay solamente cuatro fines a los que puede tender el castigo.
a) Un castigo es retributivo cuando impone a una persona una privación por la ofensa que ha sido hecha a un tercero. Esta es la idea del Viejo Testamento o en aquella frase «ojo por ojo y diente por diente».
Para ser verdaderamente retributivo, la privación no debe ser solamente objetiva, sino también subjetiva; es decir, el delincuente debe en la realidad sufrir o sentir esa privación. La esterilización por crímenes sexuales no es un castigo retributivo. De hecho, en vez de considerar la esterilización como una pérdida, los criminales sexuales la consideran como algo apetecible. Con ella no se hace otra cosa que contribuir a que los crímenes sexuales sean más fáciles, evitando la posibilidad de la concepción. El temor de la concepción y las siguientes complicaciones sociales, constituyen uno de los mayores frenos contra los actos sexuales en aquellos que sienten el atractivo de la inmoralidad. Es esto tan cierto que, aproximadamente, unos setecientos criminales de la prisión de San Quitín, en California, han sido esterilizados por el Estado a petición propia, completamente voluntaria.
b) Un castigo es medicinal, correctivo o reformatorio cuando tiende a desarraigar del carácter del delincuente el motivo que le ha conducido al crimen. Como se ha expuesto con toda evidencia, la esterilización de los criminales sexuales los harán peores, haciendo desaparecer la mejor barrera contra la comisión de esa clase de crímenes. Por tanto, la esterilización de estos delincuentes no es un castigo medicinal. c) Un castigo es ejemplar cuando sirve de amonestación y freno para otros, que pueden sentirse inclinados a cometer la misma falta. Pero la amenaza de la esterilización de ninguna manera aterrará a los interesados en cometer crímenes sexuales. La esterilización, lejos de infundirles miedo, será por ellos considerada como algo apetecible.
d) Un castigo es reparador cuando restituye a la víctima un valor equivalente a la pérdida sufrida. Es claro que la víctima de un crimen sexual ha sufrido una pérdida que la esterilización del ofensor nunca puede reparar.
Por estas razones, los moralistas están de acuedo, en la práctica, acerca de la inmoralidad de la esterilización cuando es impuesta como un castigo del crimen sexual. No consigue su fin, mientras que por otra parte existen innumerables castigos que el Estado puede infligir por los crímenes arriba citados.
Charles J. Mc Fadden, (Agustino)
ETICA Y MEDICINA
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