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LO QUE HAN ENSEÑADO PIO IX, LEON XIII, PIO XI Y PIO XII.
Ya Gregorio XVI, en su Encíclica del 15 de agosto de 1832 "MIRARI VOS", nos escribe con lenguaje aterrador los preludios de la hecatombe presente, que estamos ahora pasando:
"Tristes, en verdad, y con muy apenado ánimo Nos dirigimos a vosotros, a quienes vemos llenos de angustia al considerar los peligros de los tiempos, que corren, para la religión, que tanto amáis. Verdaderamente pudiéramos decir que esta es la hora del poder de las tinieblas, para cribar, como trigo, a los hijos de elección (Luc. XXII, 53). Sí; la tierra está en duelo y parece inficionada por la corrupción de sus habitantes, porque han violado las leyes, han alterado el derecho, han roto la alianza eterna. (Is. XXIV, 5). Nos referimos, Venerables Hermanos, a las cosas que véis con vuestros mismos ojos y que todos lloramos con las mismas lágrimas. Es el triunfo de una malicia sin freno, de una ciencia sin pudor, de una disolución sin límite. Se desprecia la santidad de las cosas sagradas; y la majestad del divino culto, De ahí que se corrompa la santa doctrina y que diseminen con audacia errores de todo género. Ni las leyes sagradas, ni los derechos, ni las instituciones, ni las santas enseñanzas están a salvo de los ataques de las lenguas malvadas.
"Se combate tenazmente a la Sede de Pedro, en la que puso Cristo el fundamento de la Iglesia, y se quebrantan y se rompen por momentos los vínculos de la unidad. Se impugna la autoridad divina de la Iglesia y, conculcados sus derechos, se la somete a razones terrenas, y, con suma injusticia, la hacen objeto del odio de los pueblos reduciéndola a torpe servidumbre. Se niega la obediencia debida a los obispos; se les desconocen en sus derechos Universidades y escuelas resuenan con el clamoroso estruendo de nuevas opiniones, que no ya ocultamente y con subtergugios, sino con cruda y nefaria guerra, impugnan abiertamente la fe católica. Corrompidos los corazones de los jóvenes, por la doctrina y ejemplos de los maestros, crecieron sin medida el daño de la religión y la perversidad de costumbres De aquí que roto el freno de la religión santísima, por la que solamente subsisten los reinos y se confirma el vigor de toda potestad, vemos avanzar progresivamente la ruina del orden público, la caída de los príncipes y la destrucción de todo poder legítimo. DEBEMOS BUSCAR EL ORIGEN DE TANTAS CALAMIDADES EN LA CONSPIRACION DE AQUELLAS SOCIEDADES A LAS QUE, COMO A UNA INMENSA SENTINA, HA VENIDO A PARAR CUANTO DE SACRILEGIO, SUBVERSIVO Y BLASFEMO HABIAN ACUMULADO LA HEREJIA Y LAS MAS PERVERSAS SECTAS DE TODOS LOS TIEMPOS".
Y, hablando a los Obispos, escribe este egregio Pontífice:
"Y, al reconocer que se ha llegado a tal punto que ya no Nos basta el deplorar tantos males, sino que hemos de esforzarnos por remediarlos con todas nuestras fuerzas, acudimos a la ayuda de vuestra fe e invocamos vuestra solicitud por la salvación de la grey católica, Venerables Hermanos... "Deber Nuestro es alzar la voz y poner todos los medios para que ni el selvático jabalí, ni los rapaces lobos sacrifiquen el rebaño. A Nos pertenece el conducir las ovejas tan sólo a pastos saludables, sin mancha de peligro alguno. No permita Dios, carísimos Hermanos, que en medio de males tan grandes y entre tamaños peligros, falten los pastores a su deber y que, llenos de miedo, abandonen a sus ovejas, o que, despreocupados del cuidado de su grey, se entreguen a un perezoso descanso. Defendamos, pues, con plena unidad del mismo espíritu, la causa que nos es común, o mejor dicho, la causa de Dios, y mancomunemos vigilancia y esfuerzos en la lucha contra el enemigo común, en beneficio del pueblo cristiano"... "Bien cumpliréis vuestro deber si, como lo exige vuestro oficio, vigiláis tanto sobre vosotros como sobre vuestra doctrina, teniendo presente siempre que toda la Iglesia sufre con cualquier novedad (S. Caelest. Papa, ep. 21 ad Episcopos Galliarum) y que, según San Agatón, nada debe quitarse de cuanto ha sido definido; nada debe mudarse; nada añadirse, sino que debe conservarse puro, tanto en la palabra como en el sentido. (Ep. ad Imp., ap. Labb. t. 2 p. 235 ed. Mansi).
"Debáis, pues, trabajar y vigilar asiduamente para guardar el depósito de la fe, precisamente en medio de esa conspiración de impíos, cuyos esfuerzos para saquearlo y arruinarlo contemplamos con dolor..."
"Queremos ahora Nos excitar vuestro gran celo por la religión contra le vergonzosa liga que en daño del celibato clerical, sabéis cómo crece por momentos, porque hacen coro a los falsos filósofos de nuestro siglo algunos eclesiásticos que, olvidando su dignidad y estado y arrastrados por ansias de placer, a tal licencia han llegado que en algunos lugares se atreven a pedir, tanto pública como repetidamente, a los Príncipes que supriman semejante imposición disciplinaria. Rubor causa al hablar tan largamente de intentos tan torpes; y fiados en vuestra piedad, os recomendamos que pongáis todo vuestro empeño en guardar, reivindicar y defender íntegra e inquebrantable, según está mandado en los cánones, esa ley tan importante, contra la que se dirigen de todas partes los dardos de los libertinos"...
"De esta cenagosa fuente del indiferentismo mana aquella absurda y errónea sentencia o, mejor dicho, locura, que afirma y defiende a toda costa y para todos, la libertad de conciencia. Este pestilente error se abre paso, escudado en la inmoderada libertad de opinión, que, para ruina de la sociedad religiosa y de la civil, se extiende cada día más por todas partes, llegando la impudencia de algunos a asegurar que de ella se sigue gran provecho para la causa de la religión. ¡Y qué peor muerte para el alma que la libertad del error!, decía San Agustín. (In ps. contra art. Donat.)." ..." De aquí la inconstancia en los ánimos, la corrupción de la juventud, el desprecio —por parte del pueblo— de las cosas santas y de las leyes e instituciones más respetables; en una palabra, la mayor y más mortífera peste para la sociedad, porque aun la más antigua experiencia enseñé cómo los Estados, que más florecieron por su riqueza, poder y gloria, sucumbieron por el solo mal de una inmoderada libertad de opiniones, libertad en la oratoria y ansia de novedades".
"Tristes, en verdad, y con muy apenado ánimo Nos dirigimos a vosotros, a quienes vemos llenos de angustia al considerar los peligros de los tiempos, que corren, para la religión, que tanto amáis. Verdaderamente pudiéramos decir que esta es la hora del poder de las tinieblas, para cribar, como trigo, a los hijos de elección (Luc. XXII, 53). Sí; la tierra está en duelo y parece inficionada por la corrupción de sus habitantes, porque han violado las leyes, han alterado el derecho, han roto la alianza eterna. (Is. XXIV, 5). Nos referimos, Venerables Hermanos, a las cosas que véis con vuestros mismos ojos y que todos lloramos con las mismas lágrimas. Es el triunfo de una malicia sin freno, de una ciencia sin pudor, de una disolución sin límite. Se desprecia la santidad de las cosas sagradas; y la majestad del divino culto, De ahí que se corrompa la santa doctrina y que diseminen con audacia errores de todo género. Ni las leyes sagradas, ni los derechos, ni las instituciones, ni las santas enseñanzas están a salvo de los ataques de las lenguas malvadas.
"Se combate tenazmente a la Sede de Pedro, en la que puso Cristo el fundamento de la Iglesia, y se quebrantan y se rompen por momentos los vínculos de la unidad. Se impugna la autoridad divina de la Iglesia y, conculcados sus derechos, se la somete a razones terrenas, y, con suma injusticia, la hacen objeto del odio de los pueblos reduciéndola a torpe servidumbre. Se niega la obediencia debida a los obispos; se les desconocen en sus derechos Universidades y escuelas resuenan con el clamoroso estruendo de nuevas opiniones, que no ya ocultamente y con subtergugios, sino con cruda y nefaria guerra, impugnan abiertamente la fe católica. Corrompidos los corazones de los jóvenes, por la doctrina y ejemplos de los maestros, crecieron sin medida el daño de la religión y la perversidad de costumbres De aquí que roto el freno de la religión santísima, por la que solamente subsisten los reinos y se confirma el vigor de toda potestad, vemos avanzar progresivamente la ruina del orden público, la caída de los príncipes y la destrucción de todo poder legítimo. DEBEMOS BUSCAR EL ORIGEN DE TANTAS CALAMIDADES EN LA CONSPIRACION DE AQUELLAS SOCIEDADES A LAS QUE, COMO A UNA INMENSA SENTINA, HA VENIDO A PARAR CUANTO DE SACRILEGIO, SUBVERSIVO Y BLASFEMO HABIAN ACUMULADO LA HEREJIA Y LAS MAS PERVERSAS SECTAS DE TODOS LOS TIEMPOS".
Y, hablando a los Obispos, escribe este egregio Pontífice:
"Y, al reconocer que se ha llegado a tal punto que ya no Nos basta el deplorar tantos males, sino que hemos de esforzarnos por remediarlos con todas nuestras fuerzas, acudimos a la ayuda de vuestra fe e invocamos vuestra solicitud por la salvación de la grey católica, Venerables Hermanos... "Deber Nuestro es alzar la voz y poner todos los medios para que ni el selvático jabalí, ni los rapaces lobos sacrifiquen el rebaño. A Nos pertenece el conducir las ovejas tan sólo a pastos saludables, sin mancha de peligro alguno. No permita Dios, carísimos Hermanos, que en medio de males tan grandes y entre tamaños peligros, falten los pastores a su deber y que, llenos de miedo, abandonen a sus ovejas, o que, despreocupados del cuidado de su grey, se entreguen a un perezoso descanso. Defendamos, pues, con plena unidad del mismo espíritu, la causa que nos es común, o mejor dicho, la causa de Dios, y mancomunemos vigilancia y esfuerzos en la lucha contra el enemigo común, en beneficio del pueblo cristiano"... "Bien cumpliréis vuestro deber si, como lo exige vuestro oficio, vigiláis tanto sobre vosotros como sobre vuestra doctrina, teniendo presente siempre que toda la Iglesia sufre con cualquier novedad (S. Caelest. Papa, ep. 21 ad Episcopos Galliarum) y que, según San Agatón, nada debe quitarse de cuanto ha sido definido; nada debe mudarse; nada añadirse, sino que debe conservarse puro, tanto en la palabra como en el sentido. (Ep. ad Imp., ap. Labb. t. 2 p. 235 ed. Mansi).
"Debáis, pues, trabajar y vigilar asiduamente para guardar el depósito de la fe, precisamente en medio de esa conspiración de impíos, cuyos esfuerzos para saquearlo y arruinarlo contemplamos con dolor..."
"Queremos ahora Nos excitar vuestro gran celo por la religión contra le vergonzosa liga que en daño del celibato clerical, sabéis cómo crece por momentos, porque hacen coro a los falsos filósofos de nuestro siglo algunos eclesiásticos que, olvidando su dignidad y estado y arrastrados por ansias de placer, a tal licencia han llegado que en algunos lugares se atreven a pedir, tanto pública como repetidamente, a los Príncipes que supriman semejante imposición disciplinaria. Rubor causa al hablar tan largamente de intentos tan torpes; y fiados en vuestra piedad, os recomendamos que pongáis todo vuestro empeño en guardar, reivindicar y defender íntegra e inquebrantable, según está mandado en los cánones, esa ley tan importante, contra la que se dirigen de todas partes los dardos de los libertinos"...
"De esta cenagosa fuente del indiferentismo mana aquella absurda y errónea sentencia o, mejor dicho, locura, que afirma y defiende a toda costa y para todos, la libertad de conciencia. Este pestilente error se abre paso, escudado en la inmoderada libertad de opinión, que, para ruina de la sociedad religiosa y de la civil, se extiende cada día más por todas partes, llegando la impudencia de algunos a asegurar que de ella se sigue gran provecho para la causa de la religión. ¡Y qué peor muerte para el alma que la libertad del error!, decía San Agustín. (In ps. contra art. Donat.)." ..." De aquí la inconstancia en los ánimos, la corrupción de la juventud, el desprecio —por parte del pueblo— de las cosas santas y de las leyes e instituciones más respetables; en una palabra, la mayor y más mortífera peste para la sociedad, porque aun la más antigua experiencia enseñé cómo los Estados, que más florecieron por su riqueza, poder y gloria, sucumbieron por el solo mal de una inmoderada libertad de opiniones, libertad en la oratoria y ansia de novedades".
Sería prolijo reproducir aquí las clarísimas condenaciones de Pío IX contra el Socialismo, el comunismo, las sociedades secretas, las sociedades bíblicas, las sociedades o reuniones de clérigos entonces llamados liberales y que ahora llamaríamos progresistas. Citaremos tan sólo las siguientes referencias, que pueden ser consultadas por los eruditos:
La Encíclica "Qui pluribus" del 9 de noviembre de 1846.
La alocución "Quibus quantisque" del 20 de abril de 1849.
La Encíclica "Nostis et Nobiscum" del 8 de diciembre de 1849.
La alocución "Singulari quadam" del 9 de diciembre de 1854.
La Encíclica "Quanto conficiamur moerore", lo. de Agosto 1863.
La Encíclica "Divini Redemptoris" de Pío XI nos dice que el comunismo es "intrínsecamente perverso". Pío IX lo condena en el "Syllabus" y lo llamó "nefanda doctrina tan contraria al mismo derecho natural". León XIII en la Encíclica "Quod Apostolici muneris" lo definía mortal pestilencia que se infiltra por las articulaciones más íntimas de la sociedad humana "y la pone en peligro de muerte". Y Pío XI indica que "las corrientes ateas entre las masas populares, en la época del tecnicismo, traían su origen de aquella filosofía, que de siglos atrás trataba de separar la ciencia y la vida de la fe y de la Iglesia". Del gran Pontífice de la Acción Católica son también las Encíclicas Miserentissimus Redemptor, Quadragessimo Anno, Caritate Christi, Acerva animi y Dilectissima Nobis, que son otras tantas clarinadas de atención, otras tantas terminantes condenaciones, otras precisas definiciones de la postura invariable de la Iglesia ante el peligro inminente del comunismo internacional.
En la "Quadragessimo Anno", Pío XI dice: "Por eso juzgamos superfluo prevenir a los buenos y fieles hijos de la Iglesia contra el carácter impío e injusto del comunismo; pero no podemos menos de contemplar con profundo dolor la incuria de los que parecen despreciar estos inminentes peligros, y con cierta pasiva desidia permiten que se propagen por todas partes doctrinas que destrozarán por la violencia y por la muerte la sociedad". En la "Divini Redemptoris" categóricamente afirma el gran Pontífice: "El comunismo es intrínsecamente perverso y no se puede admitir que colaboren con él en ningún terreno los que quieren salvar la civilización cristiana. Y, si algunos, inducidos por el error, cooperasen a la victoria del comunismo en sus países, serán los primeros en ser víctimas de su error; y cuando las regiones donde el comunismo consigue penetrar, más se distingan por la antigüedad y la grandeza de su civilización cristiana, tanto más devastador se manifestará allí el odio de los 'sin-Dios'." No parece sino que Pío XI estaba contemplando la espantosa tragedia de los tiempos modernos.
A Pío XII no le mencionamos, porque su figura y su actuación, incomparable y grandiosa, es intolerable para los elementos progresistas de la época desquiciadora de los tiempos que estamos viviendo. Recordemos tan sólo el decreto de excomunión de la Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio, (hoy también tan perseguida, calumniada y desprestigiada), sobre el comunismo.
La Encíclica "Qui pluribus" del 9 de noviembre de 1846.
La alocución "Quibus quantisque" del 20 de abril de 1849.
La Encíclica "Nostis et Nobiscum" del 8 de diciembre de 1849.
La alocución "Singulari quadam" del 9 de diciembre de 1854.
La Encíclica "Quanto conficiamur moerore", lo. de Agosto 1863.
La Encíclica "Divini Redemptoris" de Pío XI nos dice que el comunismo es "intrínsecamente perverso". Pío IX lo condena en el "Syllabus" y lo llamó "nefanda doctrina tan contraria al mismo derecho natural". León XIII en la Encíclica "Quod Apostolici muneris" lo definía mortal pestilencia que se infiltra por las articulaciones más íntimas de la sociedad humana "y la pone en peligro de muerte". Y Pío XI indica que "las corrientes ateas entre las masas populares, en la época del tecnicismo, traían su origen de aquella filosofía, que de siglos atrás trataba de separar la ciencia y la vida de la fe y de la Iglesia". Del gran Pontífice de la Acción Católica son también las Encíclicas Miserentissimus Redemptor, Quadragessimo Anno, Caritate Christi, Acerva animi y Dilectissima Nobis, que son otras tantas clarinadas de atención, otras tantas terminantes condenaciones, otras precisas definiciones de la postura invariable de la Iglesia ante el peligro inminente del comunismo internacional.
En la "Quadragessimo Anno", Pío XI dice: "Por eso juzgamos superfluo prevenir a los buenos y fieles hijos de la Iglesia contra el carácter impío e injusto del comunismo; pero no podemos menos de contemplar con profundo dolor la incuria de los que parecen despreciar estos inminentes peligros, y con cierta pasiva desidia permiten que se propagen por todas partes doctrinas que destrozarán por la violencia y por la muerte la sociedad". En la "Divini Redemptoris" categóricamente afirma el gran Pontífice: "El comunismo es intrínsecamente perverso y no se puede admitir que colaboren con él en ningún terreno los que quieren salvar la civilización cristiana. Y, si algunos, inducidos por el error, cooperasen a la victoria del comunismo en sus países, serán los primeros en ser víctimas de su error; y cuando las regiones donde el comunismo consigue penetrar, más se distingan por la antigüedad y la grandeza de su civilización cristiana, tanto más devastador se manifestará allí el odio de los 'sin-Dios'." No parece sino que Pío XI estaba contemplando la espantosa tragedia de los tiempos modernos.
A Pío XII no le mencionamos, porque su figura y su actuación, incomparable y grandiosa, es intolerable para los elementos progresistas de la época desquiciadora de los tiempos que estamos viviendo. Recordemos tan sólo el decreto de excomunión de la Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio, (hoy también tan perseguida, calumniada y desprestigiada), sobre el comunismo.
DECRETO DE EXCOMUNION
de la Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio sobre el
COMUNISMO.
A esta Suprema Sagrada Congregación le ha sido preguntado:
1. ¿Es lícito inscribirse en los partidos comunistas o favorecerlos?
2. ¿Es lícito publicar, propagar o leer libros, periódicos, diarios, folletos, que favorezcan la doctrina o las actividades comunistas o escribir en ellos?
3. ¿Pueden ser admitidos a la recepción de los Santos Sacramentos aquellos fieles que, consciente y deliberadamente hayan realizado aquellos actos de que hablan los números 1 y 2?
4. Los fieles que profesan la doctrina comunista, materialista y anticristiana, y principalmente los que la defienden y propagan ¿incurren por el mismo hecho, en la excomunión, reservada 'modo especial' a la Sede Apostólica como 'apóstatas' de la Fe Católica?
Los Eminentísimos y Reverendísimos Padres, que tienen a su cargo la defensa de la fe y costumbres, habiendo escuchado el voto de los Reverendísimos Consultores, decretaron en la sesión plena ria del martes 28 de junio de 1949, que se debía responder:
2. ¿Es lícito publicar, propagar o leer libros, periódicos, diarios, folletos, que favorezcan la doctrina o las actividades comunistas o escribir en ellos?
3. ¿Pueden ser admitidos a la recepción de los Santos Sacramentos aquellos fieles que, consciente y deliberadamente hayan realizado aquellos actos de que hablan los números 1 y 2?
4. Los fieles que profesan la doctrina comunista, materialista y anticristiana, y principalmente los que la defienden y propagan ¿incurren por el mismo hecho, en la excomunión, reservada 'modo especial' a la Sede Apostólica como 'apóstatas' de la Fe Católica?
Los Eminentísimos y Reverendísimos Padres, que tienen a su cargo la defensa de la fe y costumbres, habiendo escuchado el voto de los Reverendísimos Consultores, decretaron en la sesión plena ria del martes 28 de junio de 1949, que se debía responder:
A lo primero NEGATIVAMENTE.
Porque es materialista y anticristiano y sus jefes, aunque de palabra digán algunas veces que ellos no combaten la religión, sin embargo, de hecho, o con la doctrina o con las obras, se muestran enemigos de Dios, de la verdadera religión y de la Iglesia de Jesucristo.
A lo segundo, NEGATIVAMENTE.
Como cosa que está prohibida por el derecho mismo. (Consúltese canon 1399).
Porque es materialista y anticristiano y sus jefes, aunque de palabra digán algunas veces que ellos no combaten la religión, sin embargo, de hecho, o con la doctrina o con las obras, se muestran enemigos de Dios, de la verdadera religión y de la Iglesia de Jesucristo.
A lo segundo, NEGATIVAMENTE.
Como cosa que está prohibida por el derecho mismo. (Consúltese canon 1399).
A lo tercero, NEGATIVAMENTE.
De acuerdo con los principios ordinarios sobre la negación de los Santos Sacramentos a quienes no tienen las disposiciones necesarias para recibirlos.
De acuerdo con los principios ordinarios sobre la negación de los Santos Sacramentos a quienes no tienen las disposiciones necesarias para recibirlos.
A lo cuarto, AFIRMATIVAMENTE.
El jueves, 30 del mismo mes y año, nuestro Santísimo Señor Pío, por la Divina Providencia Papa Duodécimo, en audiencia ordinaria concedida al Excelentísimo y Reverendísimo Señor Asesor del Santo Oficio, aprobó esta decisión de los Eminentísimos Padres, que se le presentaba, la confirmó y mandó que se publicase en el Comentario Oficial de los Actos de la Santa Sede Apostólica.
Dado en Roma, el primero de julio de 1949.
El jueves, 30 del mismo mes y año, nuestro Santísimo Señor Pío, por la Divina Providencia Papa Duodécimo, en audiencia ordinaria concedida al Excelentísimo y Reverendísimo Señor Asesor del Santo Oficio, aprobó esta decisión de los Eminentísimos Padres, que se le presentaba, la confirmó y mandó que se publicase en el Comentario Oficial de los Actos de la Santa Sede Apostólica.
Dado en Roma, el primero de julio de 1949.
El viraje, pues, de que habla Prezzolini, entre la posición de Gregorio XVI, Pío IX, León XIII, Pío XI y Pío XII y la política conciliatoria de Juan XXIII y Paulo VI es claro, es indiscutible
RACIOCINANDO UN POCO.
"Los de la izquierda dicen, escribe el ya citado Canónigo Rafael Rúa Alvarez: 'La Iglesia Católica se ha declarado socialista. Juan XXIII fue pro-comunista; el Vaticano es amigo de los gobiernos comunistas del mundo'. Y, cambiando su táctica, con la rápida inteligencia que les caracteriza, sin olvidar los consejos de sus progenitores ideológicos, le sonríen hipócritamente al Vaticano, le escriben, le aplauden y se conduelen con él... y hasta se celebra una Misa Pontifical luctuosa en Moscú, y Fidel Castro puso, en Cuba, las banderas oficiales a media hasta en señal de duelo por la muerte de Juan XXIII".
Todas estas, evidentemente opuestas y antagónicas, actuaciones y apreciaciones están demandando con urgencia una concreta, coherente y convincente explicación sobre las siguientes interrogaciones, que la sinceridad de nuestra fe y la lógica de nuestra razón nos están imponiendo:
1) ¿Ha cambiado el comunismo, negación de Dios, ataque a la religión, destrucción de la familia, conspiración permanente contra la autoridad, la ley y las instituciones, intolerable esclavitud y muerte de la dignidad de la persona humana, de la ley natural y de los derechos inalienables que el Creador ha dado a los hombres?
2) ¿O es la Iglesia la que, para sobrevivir, ante lo inevitable, ante el triunfo mundial del socialismo y del comunismo, se doblega y aparenta aceptar lo que antes tan enfática y repetidamente condenó?
Entiendo perfectamente la sutil distinción entre el orden especulativo y el orden práctico, que nos han dado, para explicarnos la nueva postura Vaticana: en las ideas, todo lo mismo; en la práctica, empero, hay que enfrentarnos a la realidad del mundo moderno, en el que ha de dominarnos el socialismo comunizante. Se me ocurre, sin embargo, un paralelismo, que me atrevo a exponer, con ánimo interrogante. Supongamos que el mal moral y la disolución de las costumbres aumenta y se propaga con proporciones akum.inles y tangibles, ¿podríamos por eso, buscando la permanencia de la Iglesia, acomodarnos al desorden, en el orden práctico, aunque siguiéramos inflexibles en el orden intelectual? Pío XI afirmba que en ningún terreno es lícito que colaboren los que quieren salvar la civilización cristiana!!
3) ¿Se pueden mantener o establecer relaciones con los que han sembrado la desolación en la casa del Señor? ¿No es motivo de justo escándalo esta confusión, esta política, que es blandura y cortesía y aparente aceptación de la brutalidad y de la más espantosa tiranía, usurpadora por la fuerza bruta de las funciones y del puesto de una verdadera y legítima autoridad?
4) Se trata de salvar a 60 millones de católicos romanos, que viven en la Iglesia del silencio; pero yo pregunto dos cosas: por salvar a esos 60 millones ¿no estamos en gravísimo peligro de perder el resto del rebaño, dejando que los lobos carniceros, revestidos de pieles ovejas, se metan sin recelo en el redil de Cristo? El mayor error de los pueblos libres fue el haber aceptado en la Liga de las Naciones, hace ya muchos años, a los bolcheviques, convertidos en gobierno tiránico y usurpador. Por otra parte, con esa política la confusión aumenta, y la confusión es el mejor terreno para la conquista rápida y segura del comunismo. Y pregunto, además; ¿No será contraproducente y desconsolador para nuestros hermanos esclavizados el ver que la Santa Sede mantiene relaciones con sus mismos verdugos? ¿Acaso ha ayudado a los católicos de Cuba la presencia inexplicable del Nuncio Papal en la Isla, precisamente cuando los sacerdotes y los obispos eran expulsados, vejados, encarcelados y perseguidos; cuando todos los colegios católicos eran clausurados y confiscados, para entregar la niñez y la juventud en manos de los corruptores implacables de Moscú; cuando la profanaciones más execrables de la casa de Dios eran cometidas por los corifeos de la maldad hecha gobierno? Esa es una política muy de la Democracia Cristiana, muy sutil, muy maquiavélica para nosotros, los de origen español, que somos más sinceros y más realistas.
5) ¿Es posible la coexistencia pacífica entre la Iglesia Católica y el comunismo ateo? ¿Puede haber coexistencia entre la afirmación integral del Evangelio y la negación totalitaria del comunismo; entre la caridad y el odio; entre la luz y las tinieblas? "Quién no está conmigo, está contra Mí", dijo el Divino Maestro, y su palabra eterna tiene la misma autoridad y sentido ahora que hace dos mil años.
¿Qué significa la coexistencia, que se está buscando? En la decantada contienda, que, se dice, ha surgido entre el comunismo ruso y el comunismo chino, los comunistas rusos tienen la razón cuando afirman que para el triunfo universal del comunismo no es necesaria la guerra, con todos sus horrores, peligros y gastos copiosísimos. Hay otros medios eficacísimos y de menos riesgo para do minarnos. Más alcanzará Rusia con sus relaciones diplomáticas y sus actividades, aparente y engañosamente conciliadoras, que con una agresividad todavía prematura, permanentemente violenta.
La aparente aceptación de la tesis y de la política de los Estados Unidos, que proclama, como solución razonable y benéfica de la lucha de Oriente y Occidente, la coexistencia pacífica, al fin ha sido admitida y establecida por Moscú y el Vaticano, formándose el nuevo "eje de la coexistencia", Washington, Roma, Moscú: Kennedy, Juan XXIII y Krushev.
Pero, ¿qué significa, en concreto, la coexistencia para ambos bandos? Para Occidente significa la tolerancia, significa el cumplimiento de sus tratados internacionales, significa el abandono de la lucha y la confianza paralizante de una tregua aparente. Pero, para el comunismo esa coexistencia se traduce en facilidades, insospechadas y copiosas, para seguir haciendo sus conquistas y la labor destructora en la sociedad y, sobre todo, en la conciencia de las juventudes y de los niños. ¡Que sigan rezando los viejos, mientras las nuevas generaciones crecen descristianizadas con la negación militante de Dios! ¡Que siga la iniciativa privada construyendo fábricas, levantando edificios, ensanchando confiada los proyectos de sus negocios, mientras el estatismo insaciable, los conflictos obreros y la desorientación ideológica facilitan su futura ruina y socialización! ¡Que los templos sigan abiertos, mientras se restringen las libertades y se burocratiza insensiblemente a los servidores del altar! ¡La nueva liturgia abrirá las puertas a la democratización, primero, a la socialización después, y a la desaparición, finalmente, de la Iglesia! ¡Que existan relaciones diplomáticas de regateos y de aparentes condescendencias, mientras se infiltra hábilmente "el caballo de Troya", dentro de los mismos centros gubernamentales y aun eclesiásticos!
A la larga, sin embargo, si el comunismo no cambia, si no abandona su ambición de proselitismo y expansión universal, la violencia tiene que venir, las sorpresas terroristas y demoledoras han de repetirse, esporádicamente, progresivamente, inevitablemente; porque no hay nación, ni pueblo alguno que haya clamado, ni esté clamando por la dictadura odiosa del comunismo. Esta dictadura sólo se impone por el engaño, por la fuerza, por la traición, por las revoluciones sangrientas o los golpes militares, como sucedió en los pueblos satélites de Europa y en nuestra hermana República de Cuba. Estos ataques tienen tanto más éxito, cuanto mayor es la confianza y la despreocupación de los gobiernos y pueblos. La coexistencia pacifica es la mejor preparación para las sorpresas destructuras y paralizantes.
Y, mientras nosotros coexistimos, mientras se mantenga este aparente entendimiento diplomático con los dictadores sangrientos y criminales que el comunismo tiene, como gobernantes satélites, ¿dejaremos a nuestros hermanos esclavizados, hambrientos, brutalmente vejados en sus derechos y en la dignidad de su persona humana, esperando sin esperanza su futura redención? Esta política, si no implica una traición, es una entrega cobarde.
Todas estas, evidentemente opuestas y antagónicas, actuaciones y apreciaciones están demandando con urgencia una concreta, coherente y convincente explicación sobre las siguientes interrogaciones, que la sinceridad de nuestra fe y la lógica de nuestra razón nos están imponiendo:
1) ¿Ha cambiado el comunismo, negación de Dios, ataque a la religión, destrucción de la familia, conspiración permanente contra la autoridad, la ley y las instituciones, intolerable esclavitud y muerte de la dignidad de la persona humana, de la ley natural y de los derechos inalienables que el Creador ha dado a los hombres?
2) ¿O es la Iglesia la que, para sobrevivir, ante lo inevitable, ante el triunfo mundial del socialismo y del comunismo, se doblega y aparenta aceptar lo que antes tan enfática y repetidamente condenó?
Entiendo perfectamente la sutil distinción entre el orden especulativo y el orden práctico, que nos han dado, para explicarnos la nueva postura Vaticana: en las ideas, todo lo mismo; en la práctica, empero, hay que enfrentarnos a la realidad del mundo moderno, en el que ha de dominarnos el socialismo comunizante. Se me ocurre, sin embargo, un paralelismo, que me atrevo a exponer, con ánimo interrogante. Supongamos que el mal moral y la disolución de las costumbres aumenta y se propaga con proporciones akum.inles y tangibles, ¿podríamos por eso, buscando la permanencia de la Iglesia, acomodarnos al desorden, en el orden práctico, aunque siguiéramos inflexibles en el orden intelectual? Pío XI afirmba que en ningún terreno es lícito que colaboren los que quieren salvar la civilización cristiana!!
3) ¿Se pueden mantener o establecer relaciones con los que han sembrado la desolación en la casa del Señor? ¿No es motivo de justo escándalo esta confusión, esta política, que es blandura y cortesía y aparente aceptación de la brutalidad y de la más espantosa tiranía, usurpadora por la fuerza bruta de las funciones y del puesto de una verdadera y legítima autoridad?
4) Se trata de salvar a 60 millones de católicos romanos, que viven en la Iglesia del silencio; pero yo pregunto dos cosas: por salvar a esos 60 millones ¿no estamos en gravísimo peligro de perder el resto del rebaño, dejando que los lobos carniceros, revestidos de pieles ovejas, se metan sin recelo en el redil de Cristo? El mayor error de los pueblos libres fue el haber aceptado en la Liga de las Naciones, hace ya muchos años, a los bolcheviques, convertidos en gobierno tiránico y usurpador. Por otra parte, con esa política la confusión aumenta, y la confusión es el mejor terreno para la conquista rápida y segura del comunismo. Y pregunto, además; ¿No será contraproducente y desconsolador para nuestros hermanos esclavizados el ver que la Santa Sede mantiene relaciones con sus mismos verdugos? ¿Acaso ha ayudado a los católicos de Cuba la presencia inexplicable del Nuncio Papal en la Isla, precisamente cuando los sacerdotes y los obispos eran expulsados, vejados, encarcelados y perseguidos; cuando todos los colegios católicos eran clausurados y confiscados, para entregar la niñez y la juventud en manos de los corruptores implacables de Moscú; cuando la profanaciones más execrables de la casa de Dios eran cometidas por los corifeos de la maldad hecha gobierno? Esa es una política muy de la Democracia Cristiana, muy sutil, muy maquiavélica para nosotros, los de origen español, que somos más sinceros y más realistas.
5) ¿Es posible la coexistencia pacífica entre la Iglesia Católica y el comunismo ateo? ¿Puede haber coexistencia entre la afirmación integral del Evangelio y la negación totalitaria del comunismo; entre la caridad y el odio; entre la luz y las tinieblas? "Quién no está conmigo, está contra Mí", dijo el Divino Maestro, y su palabra eterna tiene la misma autoridad y sentido ahora que hace dos mil años.
¿Qué significa la coexistencia, que se está buscando? En la decantada contienda, que, se dice, ha surgido entre el comunismo ruso y el comunismo chino, los comunistas rusos tienen la razón cuando afirman que para el triunfo universal del comunismo no es necesaria la guerra, con todos sus horrores, peligros y gastos copiosísimos. Hay otros medios eficacísimos y de menos riesgo para do minarnos. Más alcanzará Rusia con sus relaciones diplomáticas y sus actividades, aparente y engañosamente conciliadoras, que con una agresividad todavía prematura, permanentemente violenta.
La aparente aceptación de la tesis y de la política de los Estados Unidos, que proclama, como solución razonable y benéfica de la lucha de Oriente y Occidente, la coexistencia pacífica, al fin ha sido admitida y establecida por Moscú y el Vaticano, formándose el nuevo "eje de la coexistencia", Washington, Roma, Moscú: Kennedy, Juan XXIII y Krushev.
Pero, ¿qué significa, en concreto, la coexistencia para ambos bandos? Para Occidente significa la tolerancia, significa el cumplimiento de sus tratados internacionales, significa el abandono de la lucha y la confianza paralizante de una tregua aparente. Pero, para el comunismo esa coexistencia se traduce en facilidades, insospechadas y copiosas, para seguir haciendo sus conquistas y la labor destructora en la sociedad y, sobre todo, en la conciencia de las juventudes y de los niños. ¡Que sigan rezando los viejos, mientras las nuevas generaciones crecen descristianizadas con la negación militante de Dios! ¡Que siga la iniciativa privada construyendo fábricas, levantando edificios, ensanchando confiada los proyectos de sus negocios, mientras el estatismo insaciable, los conflictos obreros y la desorientación ideológica facilitan su futura ruina y socialización! ¡Que los templos sigan abiertos, mientras se restringen las libertades y se burocratiza insensiblemente a los servidores del altar! ¡La nueva liturgia abrirá las puertas a la democratización, primero, a la socialización después, y a la desaparición, finalmente, de la Iglesia! ¡Que existan relaciones diplomáticas de regateos y de aparentes condescendencias, mientras se infiltra hábilmente "el caballo de Troya", dentro de los mismos centros gubernamentales y aun eclesiásticos!
A la larga, sin embargo, si el comunismo no cambia, si no abandona su ambición de proselitismo y expansión universal, la violencia tiene que venir, las sorpresas terroristas y demoledoras han de repetirse, esporádicamente, progresivamente, inevitablemente; porque no hay nación, ni pueblo alguno que haya clamado, ni esté clamando por la dictadura odiosa del comunismo. Esta dictadura sólo se impone por el engaño, por la fuerza, por la traición, por las revoluciones sangrientas o los golpes militares, como sucedió en los pueblos satélites de Europa y en nuestra hermana República de Cuba. Estos ataques tienen tanto más éxito, cuanto mayor es la confianza y la despreocupación de los gobiernos y pueblos. La coexistencia pacifica es la mejor preparación para las sorpresas destructuras y paralizantes.
Y, mientras nosotros coexistimos, mientras se mantenga este aparente entendimiento diplomático con los dictadores sangrientos y criminales que el comunismo tiene, como gobernantes satélites, ¿dejaremos a nuestros hermanos esclavizados, hambrientos, brutalmente vejados en sus derechos y en la dignidad de su persona humana, esperando sin esperanza su futura redención? Esta política, si no implica una traición, es una entrega cobarde.
UNA ACLARACION DE RADIO VATICANA.
Ante estas protestas, la Prensa anunció, hace unos días, que el Vaticano había precisado su actitud ante el comunismo. Del periódico de México, D. F. "ULTIMAS NOTICIAS", viernes 2 de agosto de 1963, tomamos el siguiente reportazgo. "Ninguna conciliación puede haber con él. Es la doctrina que se opone al Catolicismo totalmente, dice Roma.—Ciudad del Vaticano, 2 de agosto (AFP). Radio Vaticana declaró que "el marxismo y su expresión política, el comunismo" eran inadmisibles "tanto para el Cristianismo como para la humanidad libre y consciente".
"Promover, apoyar y estimular las iniciativas" que favorezcan "la paz entre los pueblos", prosiguió la emisora, "constituye un deber, pero lo es también tener una posición vigilante, constante e indomable, frente a la ideología marxista. Ninguna solución internacional, ninguna disminución de la tensión o pretexto histórico puede justificar una indulgencia o actitud conciliadora frente al marxismo comunismo".
"Promover, apoyar y estimular las iniciativas" que favorezcan "la paz entre los pueblos", prosiguió la emisora, "constituye un deber, pero lo es también tener una posición vigilante, constante e indomable, frente a la ideología marxista. Ninguna solución internacional, ninguna disminución de la tensión o pretexto histórico puede justificar una indulgencia o actitud conciliadora frente al marxismo comunismo".
Tras aludir a las "iniciativas" que el comunismo marxista utiliza para "suscitar simpatías y sembrar la duda", la emisora Vaticana afirmó que "el comunismo marxista es la antítesis del cristianismo" y "la negación de la libertad, verdad, la justicia y la paz". "Las actitudes acomodaticias dictadas por la realidad en continua evolución no significan en el comunismo cambio de doctrina o de actividad práctica, sino una adaptación táctica, dialéctica a las distintas circunstancias".
El comentario de Radio Vaticana concluyó refiriéndose a la Encíclica "Pacem in Terris" de Juan XXIII, la que subraya la necesidad de que los católicos permanezcan siempre vigilantes y "lógicos consigo mismos", a fin de no llegar jamás a un compromiso sobre la religión y la moral en la esfera del derecho natural "que ofrece a los católicos un vasto terreno de contactos y acuerdos".
La versión de la Prensa sobre las declaraciones oficiosas de la Radio Vaticano, que acabamos de citar, nos hace pensar mucho y sacar las siguientes conclusiones lógicas, después de estudiar y analizar el reportazgo periodístico:
1. Esta inesperada declaración obedece ciertamente a un fin; sigue una consigna. En las fuentes Vaticanas se han dado cuenta de la desorientación inquietante que las declaraciones y la política pontificias han provocado en el mundo sinceramente creyente y fielmente católico.
Ante los aplausos, aprobaciones, sonrisas y coqueteos repulsivos de los hijos de la mentira y de la iniquidad hacia las personas y las actitudes de los dos últimos Papas, Juan XXIII y Paulo VI; ante el banquete "diplomático" con que el Nuncio Papal celebró en la Habana la coronación del nuevo Pontífice y al cual asistieron amigablemente, cortésmente, diplomáticamente, Fidel Castro y el Embajador Soviético, que vigila, aconseja y dirige su gobierno; ante las palabras "diplomáticas", que se cruzaron entre Juan XXIII y el recientemente enviado Embajador Cubano ante la Santa Sede, —un refugiado español, un asesino de sacerdotes, un miembro de las sectas masónicas—, todos los que en el mundo creemos sentimos un desconcierto inexplicable, que ha provocado en todas las esferas católicas un verdadero oleaje de interrogaciones, de comentarios, de dudas y aún de protestas respetuosas, que, sin duda, han llegado hasta las altas esferas Vaticanas y han exigido esas declaraciones oficiosas de su radio.
2. Radio Vaticana nos dice, una vez más, en perfecta armonía con Pío XI y Pío XII que "el marxismo y su expresión política, el comunismo" son inadmisibles "tanto para el cristianismo como para la humanidad libre y consciente". Pero yo pregunto: ¿qué significa para los locutores de la Radio Vaticana el marxismo y su expresión política, el comunismo? ¿Son las ideas, es la doctrina o es la actuación de los dirigentes del Partido? Una vez más nos hace falta la precisión en los conceptos y en las palabras, para evitar la confusión y los gravísimos peligros que ella encierra.
Si el comunismo es inadmisible "tanto para el cristianismo como para la Humanidad libre y consciente", yo pregunto: ¿Cómo es posible hacer cualquier alianza con él y admitir "posturas diplomáticas" que pueden ser interpretadas por la gente sencilla, impreparada y sincera, como una aceptación implícita, si no de la doctrina, por lo menos de las actuaciones criminales y sangrientas que el Partido ha tenido en todas partes?
3. La Radio Vaticana afirma que "promover, apoyar y estimular las iniciativas y acuerdos, que favorezcan la paz entre los pueblos, constituye un deber". Aquí también hay cierta imprecisión en las palabras y en los conceptos. Desde luego se ve clara la intención de los locutores de la Radio Vaticana, que quieren explicarnos el por qué de las actividades, expresadas anteriormente, de promover relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y los países comunistas: "favorecer la paz entre los pueblos". Pero ¿qué paz es ésta la que buscamos? ¿Es una paz posible? ¿Es una paz deseable? ¿Es una paz digna, lícita, cristiana: la paz, que Cristo vino a traer al mundo o la paz que el mundo dice darnos? ¿Es una paz a cualquier precio? Porque esta lucha supone dos extremos contrarios, irreconciliables, cuyo objetivo abiertamente declarado es el exterminio y la eliminación absoluta de uno de los rivales. El catolicismo, luchando con las armas de la verdad, busca, quiere, apostólicamente persigue la eliminación del comunismo, que es el reino de Satanás sobre la tierra; mientras que, a su vez, el comunismo desea intensamente, prácticamente, eficientemente, criminalmente, el total aniquilamiento no sólo del cristianismo, sino de toda religión, de toda creencia y culto a Dios. En esta lucha no puede haber transacciones, ni posturas equívocas, ni treguas deconcertantes y peligrosas, que solamente pueden favorecer la táctica y perversas intenciones del ejército de los "sin-Dios".
Las iniciativas y acuerdos, que los altos poderes seculares del mundo de Oriente y Occidente puedan tomar; los pactos, que Moscú y Washington han hecho o hagan, tienen alguna explicación, algún sentido, aunque engendran desconfianzas y justas suspicacias en los hombres sinceros, porque somos muchos los que pensamos o tememos que éstos son juegos políticos de una armonía sobreentendida, dirigida por manos secretas y ocultas, que están jugando el mismo juego con los dos bandos. Mas, no puede ser éste el caso en las relaciones, acuerdos o secretos entendimientos, que puedan establecerse entre los que creemos en Dios y en Cristo y los que niegan violentamente a Dios y combaten con descaro, crueldad y malicia intolerable a Cristo y a su Iglesia.
4. La Radio Vaticano admite terminantemente que el comunismo es "la antítesis del cristianismo" y "la negación de la libertad, la verdad, la justicia y la paz". La Radio Vaticana también reconoce que "ninguna situación internacional, ninguna disminución de la tensión o pretexto histórico pueden justificar una indulgencia o actitud conciliadora frente al marxismo y frente al comunismo". Los mismos locutores de la Radio Vaticana reconocen que las actividades acomodaticias, dictadas por la realidad en continua evolución, no significan en el comunismo "cambio de doctrina o de actividad práctica, sino adaptación táctica, dialéctica a las distintas circunstancias".
Luego el comunismo es incompatible con nuestra religión, como también lo es con los derechos fundamentales del hombre, con nuestras libertades básicas, con la dignidad de la persona humana. Luego el comunismo es esencialmente injusto y abiertamente opuesto a la paz del mundo. Luego el comunismo está en pie de lucha y nosotros no podemos hablar de paz ni de convivencias pacíficas, sin traicionarnos a nosotros mismos, favoreciendo peligrosísimamente el triunfo de nuestros enemigos, que para nosotros significaría la esclavitud, la destrucción y la muerte.
El postponer y alargar las actitudes indecisas y peligrosas no es quitar el peligro ni paralizar la beligerancia del enemigo: por el contrario, es disminuir nuestras defensas y dar oportunidad para que la victoria de nuestros enemigos sea más completa y decisiva. El dilema es claro e ineludible: o catolicismo o comunismo; o la libertad de los hijos de Dios o la esclavitud de Satanás y del infierno.
Hay algunos que piensan que el comunismo ruso, después de cincuenta años de amargas experiencias, ha perdido la virulencia, los métodos drásticos y las soluciones radicales del tiempo de Stalin. Los que esto afirman se olvidan ciertamente de la tragedia espantosa de Hungría, de los crímenes de Castro Ruz y su pandilla de asalariados de Moscú. Se olvidan de los gritos y posturas amenazantes que tomó tantas veces Krushev. Y, más recientemente, se olvidan de la tragedia de Checoeslovaquia. Pero, concediendo sin conceder que esto así fuera, la madurez de Rusia no significa, ni puede significar, el abandono de su doctrina, de sus métodos, de sus objetivos, de su,programa intensamente revolucionario y destructor. Hay que tener presente que, sobre los hombres, aun los diligentes, está el Partido y sobre el Partido está el gobierno secreto que lo dirige invisiblemente.
Ni la Iglesia, ni el comunismo pueden desistir de sus programas integralmente aceptados y vividos. Por eso la última lucha, la decisiva, ha de librarse entre el Catolicismo verdad y el comunismo, ent ni Cristo y el Anticristo. Y, en esa lucha, —no lo dudemos— la victoria eterna será la de Jesucristo.
El comentario de Radio Vaticana concluyó refiriéndose a la Encíclica "Pacem in Terris" de Juan XXIII, la que subraya la necesidad de que los católicos permanezcan siempre vigilantes y "lógicos consigo mismos", a fin de no llegar jamás a un compromiso sobre la religión y la moral en la esfera del derecho natural "que ofrece a los católicos un vasto terreno de contactos y acuerdos".
La versión de la Prensa sobre las declaraciones oficiosas de la Radio Vaticano, que acabamos de citar, nos hace pensar mucho y sacar las siguientes conclusiones lógicas, después de estudiar y analizar el reportazgo periodístico:
1. Esta inesperada declaración obedece ciertamente a un fin; sigue una consigna. En las fuentes Vaticanas se han dado cuenta de la desorientación inquietante que las declaraciones y la política pontificias han provocado en el mundo sinceramente creyente y fielmente católico.
Ante los aplausos, aprobaciones, sonrisas y coqueteos repulsivos de los hijos de la mentira y de la iniquidad hacia las personas y las actitudes de los dos últimos Papas, Juan XXIII y Paulo VI; ante el banquete "diplomático" con que el Nuncio Papal celebró en la Habana la coronación del nuevo Pontífice y al cual asistieron amigablemente, cortésmente, diplomáticamente, Fidel Castro y el Embajador Soviético, que vigila, aconseja y dirige su gobierno; ante las palabras "diplomáticas", que se cruzaron entre Juan XXIII y el recientemente enviado Embajador Cubano ante la Santa Sede, —un refugiado español, un asesino de sacerdotes, un miembro de las sectas masónicas—, todos los que en el mundo creemos sentimos un desconcierto inexplicable, que ha provocado en todas las esferas católicas un verdadero oleaje de interrogaciones, de comentarios, de dudas y aún de protestas respetuosas, que, sin duda, han llegado hasta las altas esferas Vaticanas y han exigido esas declaraciones oficiosas de su radio.
2. Radio Vaticana nos dice, una vez más, en perfecta armonía con Pío XI y Pío XII que "el marxismo y su expresión política, el comunismo" son inadmisibles "tanto para el cristianismo como para la humanidad libre y consciente". Pero yo pregunto: ¿qué significa para los locutores de la Radio Vaticana el marxismo y su expresión política, el comunismo? ¿Son las ideas, es la doctrina o es la actuación de los dirigentes del Partido? Una vez más nos hace falta la precisión en los conceptos y en las palabras, para evitar la confusión y los gravísimos peligros que ella encierra.
Si el comunismo es inadmisible "tanto para el cristianismo como para la Humanidad libre y consciente", yo pregunto: ¿Cómo es posible hacer cualquier alianza con él y admitir "posturas diplomáticas" que pueden ser interpretadas por la gente sencilla, impreparada y sincera, como una aceptación implícita, si no de la doctrina, por lo menos de las actuaciones criminales y sangrientas que el Partido ha tenido en todas partes?
3. La Radio Vaticana afirma que "promover, apoyar y estimular las iniciativas y acuerdos, que favorezcan la paz entre los pueblos, constituye un deber". Aquí también hay cierta imprecisión en las palabras y en los conceptos. Desde luego se ve clara la intención de los locutores de la Radio Vaticana, que quieren explicarnos el por qué de las actividades, expresadas anteriormente, de promover relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y los países comunistas: "favorecer la paz entre los pueblos". Pero ¿qué paz es ésta la que buscamos? ¿Es una paz posible? ¿Es una paz deseable? ¿Es una paz digna, lícita, cristiana: la paz, que Cristo vino a traer al mundo o la paz que el mundo dice darnos? ¿Es una paz a cualquier precio? Porque esta lucha supone dos extremos contrarios, irreconciliables, cuyo objetivo abiertamente declarado es el exterminio y la eliminación absoluta de uno de los rivales. El catolicismo, luchando con las armas de la verdad, busca, quiere, apostólicamente persigue la eliminación del comunismo, que es el reino de Satanás sobre la tierra; mientras que, a su vez, el comunismo desea intensamente, prácticamente, eficientemente, criminalmente, el total aniquilamiento no sólo del cristianismo, sino de toda religión, de toda creencia y culto a Dios. En esta lucha no puede haber transacciones, ni posturas equívocas, ni treguas deconcertantes y peligrosas, que solamente pueden favorecer la táctica y perversas intenciones del ejército de los "sin-Dios".
Las iniciativas y acuerdos, que los altos poderes seculares del mundo de Oriente y Occidente puedan tomar; los pactos, que Moscú y Washington han hecho o hagan, tienen alguna explicación, algún sentido, aunque engendran desconfianzas y justas suspicacias en los hombres sinceros, porque somos muchos los que pensamos o tememos que éstos son juegos políticos de una armonía sobreentendida, dirigida por manos secretas y ocultas, que están jugando el mismo juego con los dos bandos. Mas, no puede ser éste el caso en las relaciones, acuerdos o secretos entendimientos, que puedan establecerse entre los que creemos en Dios y en Cristo y los que niegan violentamente a Dios y combaten con descaro, crueldad y malicia intolerable a Cristo y a su Iglesia.
4. La Radio Vaticano admite terminantemente que el comunismo es "la antítesis del cristianismo" y "la negación de la libertad, la verdad, la justicia y la paz". La Radio Vaticana también reconoce que "ninguna situación internacional, ninguna disminución de la tensión o pretexto histórico pueden justificar una indulgencia o actitud conciliadora frente al marxismo y frente al comunismo". Los mismos locutores de la Radio Vaticana reconocen que las actividades acomodaticias, dictadas por la realidad en continua evolución, no significan en el comunismo "cambio de doctrina o de actividad práctica, sino adaptación táctica, dialéctica a las distintas circunstancias".
Luego el comunismo es incompatible con nuestra religión, como también lo es con los derechos fundamentales del hombre, con nuestras libertades básicas, con la dignidad de la persona humana. Luego el comunismo es esencialmente injusto y abiertamente opuesto a la paz del mundo. Luego el comunismo está en pie de lucha y nosotros no podemos hablar de paz ni de convivencias pacíficas, sin traicionarnos a nosotros mismos, favoreciendo peligrosísimamente el triunfo de nuestros enemigos, que para nosotros significaría la esclavitud, la destrucción y la muerte.
El postponer y alargar las actitudes indecisas y peligrosas no es quitar el peligro ni paralizar la beligerancia del enemigo: por el contrario, es disminuir nuestras defensas y dar oportunidad para que la victoria de nuestros enemigos sea más completa y decisiva. El dilema es claro e ineludible: o catolicismo o comunismo; o la libertad de los hijos de Dios o la esclavitud de Satanás y del infierno.
Hay algunos que piensan que el comunismo ruso, después de cincuenta años de amargas experiencias, ha perdido la virulencia, los métodos drásticos y las soluciones radicales del tiempo de Stalin. Los que esto afirman se olvidan ciertamente de la tragedia espantosa de Hungría, de los crímenes de Castro Ruz y su pandilla de asalariados de Moscú. Se olvidan de los gritos y posturas amenazantes que tomó tantas veces Krushev. Y, más recientemente, se olvidan de la tragedia de Checoeslovaquia. Pero, concediendo sin conceder que esto así fuera, la madurez de Rusia no significa, ni puede significar, el abandono de su doctrina, de sus métodos, de sus objetivos, de su,programa intensamente revolucionario y destructor. Hay que tener presente que, sobre los hombres, aun los diligentes, está el Partido y sobre el Partido está el gobierno secreto que lo dirige invisiblemente.
Ni la Iglesia, ni el comunismo pueden desistir de sus programas integralmente aceptados y vividos. Por eso la última lucha, la decisiva, ha de librarse entre el Catolicismo verdad y el comunismo, ent ni Cristo y el Anticristo. Y, en esa lucha, —no lo dudemos— la victoria eterna será la de Jesucristo.
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