A RAIZ de las grandes concentraciones en Morelia y en León, y merced en gran parte a la propaganda gratuita de los enemigos del Sinarquismo, la opinión pública tuvo amplias informaciones acerca de nuestro Movimiento. En los corrillos universitarios, en los políticos, en plena calle, en todas partes, pudo hablarse de esta poderosa fuerza que ha logrado conmover en su entraña a todo un pueblo. Y a preocuparlo como antes nunca. Llegamos a creer que no tendríamos necesidad ya de informar a nadie qué queremos ni a dónde vamos. Pero no falta quien piense todavía que nuestra actitud no es suficientemente clara.
Para esos tales repetimos: vamos a la salvación de México.
Porque llegó a ser para casi veinte millones de mexicanos un axioma la muerte de este hijodalgo, atormentado heredero de la España eterna, —México—, hubo imperioso deber de ir en busca de su sepulcro para revivirlo y llevarlo a su destino imperial. Y fuimos sinarquistas. Corrimos a nosotros mismos, al alma de nuestro pueblo, y nos dimos una fe. Fe en nosotros mismos. Fe en México. Se nos dijo locos. Se nos expulsó de nuestras provincias. Se nos encarceló. Se nos ametralló. Y se nos ayudó —con ello,— a ser fuertes. Numerosos y fuertes. Ahora sabemos, mejor que el primer día, que salvaremos —nosotros,— a México. Sí, lo salvaremos. Que nadie lo dude.
Para esos tales repetimos: vamos a la salvación de México.
Porque llegó a ser para casi veinte millones de mexicanos un axioma la muerte de este hijodalgo, atormentado heredero de la España eterna, —México—, hubo imperioso deber de ir en busca de su sepulcro para revivirlo y llevarlo a su destino imperial. Y fuimos sinarquistas. Corrimos a nosotros mismos, al alma de nuestro pueblo, y nos dimos una fe. Fe en nosotros mismos. Fe en México. Se nos dijo locos. Se nos expulsó de nuestras provincias. Se nos encarceló. Se nos ametralló. Y se nos ayudó —con ello,— a ser fuertes. Numerosos y fuertes. Ahora sabemos, mejor que el primer día, que salvaremos —nosotros,— a México. Sí, lo salvaremos. Que nadie lo dude.
Don Miguel de Unamuno, sabio hombre de letras que falleció durante la última revolución en España, habla de ir en busca de la tumba de Don Quijote, como medio único de que los pueblos tengan fe: fe en el ideal: ideal que "es al espíritu lo que el alimento al cuerpo". A quienes nos piden explicaciones, los remitimos al inolvidable maestro español, en "La Tumba de Don Quijote":
"....En marcha, pues. Y ten cuenta no se te metan en el sagrado escuadrón de los cruzados bachilleres, barberos...., o duques disfrazados de Sanchos. No importa que te pidan ínsulas; lo que debes hacer es expulsarlos en cuanto te pidan el itinerario de la marcha, en cuanto te hablen del programa, en cuanto te pregunten al oído, maliciosamente, que les digas hacia donde cae el sepulcro. Sigue la estrella. Y haz como el Caballero: endereza el entuerto que se te ponga delante. Ahora lo de aquí, y aquí lo de aquí.
"¡Poneos en marcha! ¿Que a dónde vais? La estrella os lo dirá: ¡al sepulcro! ¿Qué vamos a hacer en el camino, mientras marchemos? ¿Qué? ¡Luchar! Y ¿cómo?
"¿Cómo? ¿Tropezáis con uno que miente?, gritarle a la cara: ¡mentira! y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que roba?, gritarle: ¡ladrón! y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que dice tonterías, a quien oye una muchedumbre con la boca abierta?, gritarles: ¡estúpidos! y ¡adelante! ¡Adelante siempre!
"Y si alguno te viniera diciendo que él sabe tender puentes y que acaso llegue la ocasión en que se deba aprovechar sus conocimientos para pasar un río, ¡fuera con él! ¡Fuera el ingeniero! Los ríos se pasan vadeándolos, o a nado, aunque se ahogue la mitad de los cruzados. Que se vaya el ingeniero a hacer puentes a otra parte, donde hacen mucha falta. Para ir en busca del sepulcro basta la fe como puente.
"Tú no perteneces al cotarro, sino al batallón de los libres cruzados. ¿Por qué te asomas a las tapias del cotarro a oir lo que en él se cacarea? ¡No amigo mío, no! Cuando pases junto a un cotarro tápate los oídos, lanza tu palabra y sigue adelante, camino del sepulcro. Y que en esa palabra vibren toda tu sed, toda tu hambre, toda tu morriña, todo tu amor.
"Te silban los que te aplauden, te quieren detener en tu marcha al sepulcro los que te gritan ¡adelante! Tápate los oídos...."
"....En marcha, pues. Y ten cuenta no se te metan en el sagrado escuadrón de los cruzados bachilleres, barberos...., o duques disfrazados de Sanchos. No importa que te pidan ínsulas; lo que debes hacer es expulsarlos en cuanto te pidan el itinerario de la marcha, en cuanto te hablen del programa, en cuanto te pregunten al oído, maliciosamente, que les digas hacia donde cae el sepulcro. Sigue la estrella. Y haz como el Caballero: endereza el entuerto que se te ponga delante. Ahora lo de aquí, y aquí lo de aquí.
"¡Poneos en marcha! ¿Que a dónde vais? La estrella os lo dirá: ¡al sepulcro! ¿Qué vamos a hacer en el camino, mientras marchemos? ¿Qué? ¡Luchar! Y ¿cómo?
"¿Cómo? ¿Tropezáis con uno que miente?, gritarle a la cara: ¡mentira! y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que roba?, gritarle: ¡ladrón! y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que dice tonterías, a quien oye una muchedumbre con la boca abierta?, gritarles: ¡estúpidos! y ¡adelante! ¡Adelante siempre!
"Y si alguno te viniera diciendo que él sabe tender puentes y que acaso llegue la ocasión en que se deba aprovechar sus conocimientos para pasar un río, ¡fuera con él! ¡Fuera el ingeniero! Los ríos se pasan vadeándolos, o a nado, aunque se ahogue la mitad de los cruzados. Que se vaya el ingeniero a hacer puentes a otra parte, donde hacen mucha falta. Para ir en busca del sepulcro basta la fe como puente.
"Tú no perteneces al cotarro, sino al batallón de los libres cruzados. ¿Por qué te asomas a las tapias del cotarro a oir lo que en él se cacarea? ¡No amigo mío, no! Cuando pases junto a un cotarro tápate los oídos, lanza tu palabra y sigue adelante, camino del sepulcro. Y que en esa palabra vibren toda tu sed, toda tu hambre, toda tu morriña, todo tu amor.
"Te silban los que te aplauden, te quieren detener en tu marcha al sepulcro los que te gritan ¡adelante! Tápate los oídos...."
Jose T. Cervantes
LA PATRIA ESCONDIDA
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