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lunes, 28 de octubre de 2013

Cristianos, Cristolitas, Cuákeros.

CRISTIANOS. 
     Secta de la familia baptista, que tuvo origen hacia 1801 en el Portsmouth, en el New-Hampshiro en los Estados Unidos, en consecuencia de las predicaciones del ministro baptista, Elias Smith. Los que la componen abjuran toda apelación de los nombres de secta ú hombre, no quieren tomar ningún otro título mas que el de cristianos propiamente dichos y afectan escribirlo así: christians. No exigen mas prueba de fe que una declaración de ahesion a la religión cristiana. Desechan la mayor parte de los dogmas, principalmente el de la Trinidad, y se les podría colocar entre las sectas casi enteramente racionalistas. No bautizan mas que a los adultos, son independientes salvo la jurisdicción oficiosa de una reunión central.

CRISTOLITAS
     Herejes del siglo que separaban la divinidad de Jesucristo de su humanidad. Sostenían que era Hijo de Dios, que al resucitar había dejado en los infiernos su cuerpo y su alma, y que no había subido al cielo sino con su divinidad; solo San Juan Damasceno es el autor antiguo que ha hablado de ellos. 

CUÁKEROS
     Palabra inglesa que significa temblor; este es el nombre que dan en Inglaterra a una secta de visionarios entusiastas, por el temblor y contorsiones que tienen en sus asambleas, cuando se creen inspirados por el Espíritu Santo.
     En 1647, reinando Carlos I en medio de las revueltas y guerras civiles que conmovían este reino, Jorge Fox, hombre rudo, de oficio zapatero, empezó a predicar contra el clero anglicano, contra la guerra, contra los impuestos, contra el lujo, contra la costumbre de jurar, etc. Fácilmente encontró partidarios en un tiempo en que los ingleses, no teniendo ninguna creencia fija sobre la religion, estaban entregados a una especie de delirio y de fanatismo universal. 
     Tomando en el sentido mas rigoroso todos los preceptos y consejos de la moral evangélica, Fox sentó por primer máxima que todos los hombres son iguales por su naturaleza; y deduce que se debe tutear a todos, a los reyes como a los carboneros; que se deben suprimir todas las señales exteriores de respeto, como quitarse el sombrero, hacer cortesías, etc. Enseñó que Dios da a todos los hombres una luz interior suficiente para encaminarlos a la salvación eterna; que de consiguiente no necesitan sacerdotes, ni pastores, ni ministros de la religión; que todo particular, tanto hombre como mujer, está en estado y con derecho de enseñar y predicar cuando es inspirado por Dios. Que para conseguir la salvación basta evitar el pecado y hacer buenas obras; que no son necesarios ni los sacramentos, ni las ceremonias, ni el culto exterior. Que la principal virtud del cristiano es la templanza y la modestia; que se debe evitar toda superfluidad exterior, los botones en los vestidos, las cintas y los encajes para las mujeres, etc. Que no es lícito jurar, pleitear, hacer la guerra, empuñar las armas, etc.
     Una doctrina que eximia a los hombres de todo deber exterior de religión, que autorizaba a los ignorantes y a las mujeres a pasar por doctores, no podia menos de ganar partidarios: Fox, aunque ignorante y visionario, tuvo prosélitos. Algunos rasgos de moderación que supo afectar, cuando fue castigado por sus extravagancias, acabaron de granjearle popularidad.
     Uno de los primeros apóstoles del cuakerismo fue Guillermo Penn, hijo único del vicealmirante de Inglaterra. Goven, que unia a su bella figura mucho talento y elocuencia natural, se juntó a Jorge Fox y predicó como él: hicieron juntos una mision en Holanda y en Alemania; pero solo pudieron ganar en Holanda algunos discipulos, que han sido conocidos con el nombre de profetas ó profetizadores, y en Alemania aun tuvieron peor éxito.
     Después de la muerte de su padre, Guillermo Penn, heredero de todos sus bienes, obtuvo en indemnización de lo que le debia el gobierno inglés, la propiedad de una provincia entera en América, que de su nombre se llamó Pensilvania. Llevó a ella una colonia de discípulos suyos, fundó la ciudad de Filadelfia y le dió leyes.
     A pesar de la aversión que los cuákeros tienen a la guerra, se han visto sin embargo mas de una vez precisados a tomar las armas contra los salvajes que devastaban sus posesiones, y a perseguirlos como bestias feroces. No se les acusa tampoco de haber rehusado tomar las armas en la última guerra de la independencia de América. Prueba de que los que hoy existen no exageran tanto el fanatismo como sus predecesores, y que se han visto obligados a plegarse a las circunstancias.
     Convienen en Inglaterra que los cuákeros observan una exacta probidad, y que tienen las costumbres mas puras que los ingleses en general. Su número no obstante se disminuye diariamente; porque en calidad de no conformistas están excluidos de los cargos y dignidades, y porque el fanatismo se extingue poco a poco cuando no está sostenido por la contradicción. Los cuákeros, menos ignorantes que sus predecesores y menos preocupados, comprenden por fin que la virtud se hace ridicula por el desprecio de las comodidades.
     El elogio de esta secta, que se ha insertado en la antigua Enciclopedia, fue copiado de las Cartas filosóficas sobre los ingleses, cuyo autor es bien conocido; sabido es que en sus obras jamás se paga de la sinceridad, y que se ha propuesto siempre divertir a sus lectores mas bien que instruirlos. El autor de la historia del establecimiento de los europeos en las Indias no ha hecho mas que repetir y ampliar las mismas fábulas. Mosheim, mejor informado y en mejor posicion para juzgar del cuakerismo que estos frivolos escritores, ha necho su historia, Hist. ecles. del siglo XVII, sec. 2, II parte, c. 3. Su traductor inglés añade muchas notas importantes. Para apoyar lo que dicen, citan estos dos escritores los mismos libros de los cuákeros y los de testigos oculares; y son seguramente mas dignos de fe que nuestros filósofos aventureros. Ahora bien, demuestran:
     Que, a pesar de los elogios pomposos que de Jorge Fox y de Guillermo Penn han hecho sus partidarios, estos dos hombres no eran modelos de sabiduría y de virtud. El primero era un fanático sedicioso que nada respetaba, que ninguna ley obedecía, que turbaba el orden y la tranquilidad pública y de consiguiente digno de castigo. Se ha querido hacer creer que sufrió las penas con una paciencia heroica; esto es falso. Sabido es que muchas veces llenó de ultrajes y de injurias a los magistrados que querían reprimirle. Testigos, que conocieron personalmente a Guillermo Penn, dicen que era vano, hablador, infatuado con su poder y su elocuencia, y muy poco instruido en materias de Religión. Por nuestra parte añadimos que no está probado que fuese el único autor de las leyes de la Pensilvania, puesto que tenia a su lado hombres instruidos capaces de ilustrarlo.
     Que estos cuákeros que pintan como hombres tan pacíficos y humildes, a quienes se atribuye la gloria de haber fijado el primer principio religioso de tolerancia universal, fueron sin embargo desde su origen los fanáticos mas intolerantes y revoltosos que jamás ha habido. «Recorrian, dice Mosheim, como furiosos y basiliscos las ciudades y los pueblos declamando contra el episcopado, contra el presbiterianismo y contra todas las religiones establecidas. Ridiculizaban el culto público, escarnecían a los sacerdotes cuando celebraban, conculcaban las leves y despreciaban a los magistrados bajo pretexto de estar inspirados, y de este modo suscitaban grandes conmociones en la Iglesia y en el Estado. No es pues de admirar que el brazo secular se viese obligado a emplear su rigor contra estos fanáticos turbulentos, y que muchos fuesen severamentecastigados. Cromwel, que toleraba todas las sectas, hubiera exterminado esta, si hubiese ávido conseguirlo. »
     El traductor inglés confirma esta narración con hechos incontestables, cita rasgos de impudencia y de furor de las mujeres cuákeros, que excitan la indignación. Hoy estos sectarios y sus panegiristas pasan por alto estos hechos ó procuran paliarlos, pero nunca llegarán a borrar su recuerdo.
     El ciudadano de Virginie, que acaba de publicar sus Investigaciones sobre los Estados los Estados Unidos de América, apoya a Mosheim y a su traductor. Prueba con memorias auténticas, que Guillermo Penn no se ocupó nunca mas que de sús intereses personales; que se eximió de los impuestos el y toda su descendencia; que empleó todos los recursos de su talento para engañar a sus hermanos antes y después de su emigración; que les prohibió comprar las tierras de los indios, a fin de monopolizarlas; que durante su permanencia en Inglaterra, mantuvo la discordia en la Pensilvaina por las instrucciones que enviaba a sus lugartenientes; que lleno de locas y caprichoas ideas que le ponian en una continua necesidad de dinero, y lleno de deudas iba a vender a Jorge I lapropiedad del establecimiento, cuando murió en Londres de un ataque de apoplejía; que por último se hizo culpable durante su vida de una multitud de injusticias y de extorsiones.
     Hace de los cuakéros en general un retrato que no es mas satisfactorio. A su parecer el Mérito principal de estos consiste en su economia y en su aplicación a los negocios, y en materia de hipocresía nadie les iguala; pero en cuanto al comercio, no son sus virtudes favoritas la delicadeza y la equidad. 
     Es cierto, dice, que se encuentran alguna vez entre ellos hombres de rígida probidad, que desprecian la astucia y la hipocresía, pero son mas raros que en las demás sectas. Es fácil engañarse por su exterior. Muchas veces ha sucedido que su costumbre de contratar reservadamente, apoyada en su religión, los ha dispensado de cumplir su palabra. 
     En esta secta, como en todas las demás, a habido disputas y divisiones respecto de la doctrina. Los de Pensilvania, en absoluta libertad, han exagerado mucho mas sus opiniones que los de Inglaterra, porque estos siempre han estado contenidos por la religión dominante y por el temor al gobierno. Ahora bien; entre estas opiniones, las hay muy impías, y la religión de muchos de estos sectarios ha degenerado en un puro deismo. 
     Mosheim, que ha estudiado a fondo su sistema, lo expone de este modo: La doctrina fundamental de los cuákeros, dice, es que hay en el alma de todos los hombres una porcion de la razón y de la sabiduría divina; que basta consultarla y seguirla para salvarse. Llaman a esta pretendida sabiduría celestial, la palabra interna, el Cristo interior, la operación del Espíritu Santo
Resulta de esto:
     Que la religión consiste en escuchar y seguir las lecciones de esta palabra interior que, en el fondo, no es otra cosa que el fanatismo de cada particular.
     2° Que la Sagrada Escritura, que no es mas que la palabra exterior, no nos indica el verdadero camino de salvación; y solo nos es util en cuanto nos excita a seguir la inspiracion interior, y a escuchar las lecciones inmediatas de Jesucristo, cuando habla dentro de nosotros.
     Que hasta los que no conocen el Evangelio, como los judíos, los mahometanos, los indios y los salvajes, no están por esto fuera el camino de salvación, puesto que les basta escuchar al Maestro ó Cristo interior que habla a su alma.
     Que el reino de Jesucristo se extiende a todos los hombres, porque pueden recibir interiormente sus lecciones y conocer su voluntad; que no hay de consiguiente necesidad de ser cristiano exteriormente para salvarse.
     Que debemos separar nuestra atención de todos los objetos exteriores que pueden afectar nuestros sentidos, para dedicarnos únicamente a escuchar la palabra interior; que en su consecuencia se debe disminuir el dominio que el cuerpo ejerce sobre el alma, a fin de unirnos mas estrechamente a Dios.
     Se sigue que una vez separadas nuestras almas de los cuerpos, no es creíble que Dios quiera volverlas a encerrar en ellos por segunda vez; y que así se debe entender en un sentido figurado todo lo que dice la Escritura sobre la resurrección futura; que si Dios nos vuelve alguna vez un cuerpo, no será carnal, sino espiritual y celestial.
     De consiguiente los cuákeros no se creen absolutamente obligados a entender en un sentido real é histórico todo lo que dice el Evangelio en cuanto al nacimiento, las acciones, los padecimientos, la resurrección de Cristo ó la encarnación del Hijo de Dios; la mayor parte, sobre todo en América, toman todo esto en un sentido místico y figurado; según estos es solo una figura de lo que el Cristo interior hace para salvarnos; nace, vive, obra, padece, muere y resucita espiritualmente con nosotros, etc. En la misma Europa muchos, aunque con mas reserva, hablan el mismo lenguaje, que es el de los antiguos gnósticos.
     Se deduce de todo que no hay necesidad de ningún culto exterior de religión, que basta dar al Cristo interior un culto puramente espiritual. Las ceremonias que afectan nuestros sentidos, como el bautismo, la Eucaristía, la salmodia, las fiestas, etc., solo sirven para distraer nuestra atención ó impedirnos atender a las lecciones intimas de la sabiduría divina. Puesto que habla a todas las almas, no se debe impedir a los hombres ni a las mujeres predicar en las asambleas públicas cuando el espíritu de Dios los inspira.
     La moral severa de los cuákeros nace igualmente del mismo principio. Siendo necesario disminuir el imperio del cuerpo sobre el alma, es preciso privarse de todo lo que solo sirve para halagar los gustos sensuales, reducirse a lo absolutamente indispensable, moderar la afición a los placeres con la razón y la meditación, no incurrir en ninguna especie de lujo ni de exceso: lo cual motiva entre estos sectarios la gravedad de su exterior, la rústica sencillez de sus vestidos, el tono afectado de su voz, la rudeza de su conversación y la frugalidad de su mesa. Persuadidos de que la mayor parte de los usos de la vida civil son una especie de lujo; de que las demostraciones de política son señales falsas, los cuákeros a nadie manifiestan respeto, ni con las fórmulas de la urbanidad ni con los movimientos del cuerpo; a nadie dan título alguno de honor, a todos tutean sin excepción. Rehusan empuñar las armas, jurar en juicio, comparecer ante ningún tribunal; prefieren renunciar a la defensa de sí mismos, de su reputación y de sus bienes a acusar ó atacar a nadie.
     Mas en Inglaterra, enriquecidos los cuákeros con el comercio, y queriendo gozar de su fortuna, se reconcilian fácilmente con las costumbres de la sociedad y con los placeres mundanos. Dicen que han modificado y reformado parte de las opiniones teológicas de sus antepasados, y procurado hacerlas mas razonables. Mosheim nos advierte por último, que para formar juicio sobre esta teología no debemos fiarnos en la exposición que hizo de ella Huberto Barclay en su catecismo y en la apología del cuakerismo que publicó en 1676. Este autor pasó en silencio una gran parte de los errores de la secta, palió y desfiguró otros, y empleó todas las astucias con que un abogado hábil procura hacer triunfar una mala causa.
     Esta historia de los cuákeros da materia para importantes reflexiones.
     A nadie debe engañar la moral austera de que hacen alarde estos sectarios. Lo mismo ha sucedido con corta diferencia a todas las sectas nacientes, que todavía débiles necesitaban compensar lo absurdo de sus dogmas con el rigor de su moral y la regularidad de su conducta; sin este recurso político, no hubieran subsistido largo tiempo. Lo mismo se puede decir de su tolerancia; solo recurrieron a ella despues de hacer todos los esfuerzos para destruir las otras sectas, de consiguiente cambiarían segunda vez de principios y de conducta si su interés cambiase.
      El nacimiento del cuakerismo jamás honrará a los protestantes, puesto que nació del fanatismo con que la pretendida reforma embriagó todos los ánimos. Los apologistas de esta secta fundaron sus opiniones en una explicación arbitraria de la Sagrada Escritura como los protestantes; no hay uno solo de sus errores que no pueda apoyarse en algún pasaje de los libros sagrados; ateniéndose a este solo metodo los protestantes lo mismo pueden refutar a los cuakéros que confundir al los socinianos. ¿En qué se diferencian la palabra interior de los cuákeros y el espiritu privado de los protestantes? Los segundos del mismo modo que los primeros han querido mejor hacer prosélitos con la violencia de sus declamaciones, que con la solidez de sus explicaciones de la Sagrada Escritura.
     Es indudable que los incrédulos de nuestros días solo han defendido esta ridícula secta porque han querido presentarla como una sociedad de deístas: ambicionaban probar con este ejemplo que el deismo es muy compatible con una moral excelente; querian además hacer despreciable al cristianismo demostrando que lo que hay de excesivo en la moral de los cuákeros no es mas que la misma letra del Evangelio; pero la letra y el sentido no son una misma cosa.
     El paralelo que el autor de las cuestiónes sobre la enciclopedia ha querido hacer entre los cuákeros ó pretendidos primitivos y los primeros cristianos es absurda, y solo es apoyada en falsedades. Dice que Jesucristo nadie bautizó, y que los asociados de Penn no quisieron ser bautizados. Pero Jesucristo mandó a sus discípulos bautizar a todas las naciones; si no bautizó a sus apóstoles violó su propio precepto: dijo que el que no fuera bautizado en el agua y en el Espíritu Santo no entrará en el reino de los cielos.
     Dice que los primeros fíeles eran igual como los cuákeros han querido serlo. Esto es falso; los apóstoles tenian autoridad sobre los simples fíeles, y establecieron pastores a los que trasmitieron esta autoridad, y mandaron a los legos obedecerlos. Prescribieron también la sumisión y la obediencia debida los principes, a los magistrados, a los hombres constituidos en dignidad; los cuákeros les han negado toda demostración de respeto y fracuentemente los han insultado en su tribunal.
     Los primeros discípulos, continúa el autor recibieron el Espíritu Santo y hablaban en la asamblea; no tenían templos, altares, ornamentos, incienso, cirios ni ceremonias; Penn y los suyos los han imitado. Mas la inspiración de los primeros cristianos estaba probada por los dones milagrosos y sensibles de que iba acompañada: ¿cómo han probado la suya los pretendidos primitivos? San Pablo cuidó de arreglar el uso de estos dones en las asambleas cristianas; prohibió a las mujeres enseñar y hablar en ellas. Está probado por el Apocalipsis que desde el tiempo de los Apóstoles tenian los cristianos altares, ornamentos, incienso y ceremonias.
     Probamos también contra los protestantes y los incrédulos que desde el origen de la Iglesia cristiana se han reconocido siete sacramentos.
     No basta decirnos que los cuákeros siempre tuvieron una bolsa común para los pobres, y que en esto imitaron a los discípulos del Salvador. Hay otro artículo no menos esencial que los primeros han observado muy mal, a saber, la sumisión al orden público. 
     Los primeros cristianos nunca insultaron cara a cara a los magistrados; no fueron a perturbar las ceremonias de los paganos; no declamaron contra los sacerdotes ni conculcaron los ídolos; Fox y sus secuaces cometieron todos estos desórdenes con la religión anglicana. ¿En qué se parecen pues los unos a los otros? Mas un autor que tan poco respetó la verdad al describir los cuákeros, era incapaz de tener mas consideración hablando de los primeros cristianos. 
* CUÁKEROS FRANCESES. Hay cuákeros en las cercanías de Nimes. Originariamente esta pequeña secta no tenia un sistema de culto bien determinado, sino solo una propensión hácia el cuakerismo, cuyas máximas y usos dió progresivamente adoptando con las visitas que le hicieron los cuákeros ingleses y americanos. Antes que Luis XVI por su edicto de 1787 devolviese los derechos civiles a los protestantes, eran secretas las asambleas de estos separatistas; después dejaron de cerrar las puertas.
     Al principio de la revolución rehusaron muchos tomar las armas, hacían patrullas con los bastones; mas esto duró poco tiempo. Vieron con placer la abolicion del culto exterior, la ofrenda de los vasos sagrados y de los ornámentos de la Iglesia hecha por los clubs las administraciones. Aunque menos rigorosos en sus costumbres que los cuákeros ingleses, su doctrina es la misma. Sus libros son la Biblia y algunas obras de la secta traducídas en francés, especialmente las de R. Borclay y de G. Penn. Sus matrimonios se cerraban en la asamblea general. Los de Inglaterra repugnan casarse fuera de su secta; los cuákeros franceses, al contrario, se unen con los protestantes y mas raramente con los católicos. Estos matrimonios mixtos resultan de su escaso número y de su repugnancia a unirse entre los parientes muy cercanos.

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