Dr. Homero Johas
En la Alocución de Pio XII, del 18 de abril de
1952, a la Federación Mundial de las Juventudes Femeninas Católicas, vemos como
la "Nueva Moral",
individualista, alcanza de modo directo la doctrina universal de la Fe y de la
Moral católica. "Ella está tan fuera
de la Fe y de los principios católicos que, hasta un niño que conoce su
Catecismo lo ve". La Moral depende de la Fe; donde: "los desvíos morales terminaran por
corromper la Fe. Así muere la Fe."
La
cosa central de la "Nueva
Moral" es el rechazar las leyes morales universales, las cuales se
fundan en las normas universales de Moral natural, insertada en la consciencia
de todos, y en las doctrinas de la fe universal cristiana, válidas para
todos los hombres, y para todos los tiempos, y en la Revelación
Cristiana.
El Vaticano II adopta integralmente ese Individualismo ético y, no sólo eso, sino que se
extiende también a la Lógica racional y a los dogmas de la Fe cristiana
procedentes de la autoridad divina. Profesa:
"Cada uno con su verdad", con "su fe", con "normas propias", "sometiendo a Dios a su derecho",
por "criterio propio",
"por sentencia del propio espíritu",
por "juicio propio".
En
esa "Nueva Moral"
coloca cada uno su "yo" personal ante el "yo" personal de su "dios", "sin
intervención de ninguna ley, autoridad o culto. O hace una abstracción de Dios, o niega al único Dios verdadero,
universal, Legislador y Maestro de todos los hombres".
También
el Vaticano II es "eminentemente
individual", no sólo en las "normas
propias" de la Moral, sino también en las verdades lógicas de la
razón y en las verdades cristianas de la Fe. Cada uno ahí tiene su "derecho propio",
individual y libre, "sin distinción
por razones religiosas", entre los que rinden culto al único Dios
verdadero y los que, en la idolatría, rinden culto a todos los falsos dioses.
También el Vaticano II rechaza al "Dios
de la ley", con sus mandamientos divinos inscritos en la razón natural,
en las tablas de la ley mosaica, con los preceptos
dados por Cristo y por los ministros fieles de "su Iglesia". Cambia la Iglesia de Cristo por otra
"nueva", inventada por
los ateos, "sin diferencia"
entre lo verdadero y lo falso; lo bueno y lo malo; los santos y los
réprobos.
Tal
"Nueva Moral" se funda en
una "jerarquía de valores"
en la cumbre de la cual no está la autoridad divina del único Dios verdadero,
sino los "valores mas elevados de
la personalidad humana", colocados encima de Dios. Ella obra no según
las doctrinas y leyes de Dios, sino: "en
favor de los valores de la personalidad", "aunque muchos son contrarios a los preceptos divinos".
"La consciencia individual es ahí mas importante
que el precepto o la ley de Dios". "Es activa y productora de la
ley y no pasiva y receptiva de la ley de Dios". Ahí, como en
el Racionalismo absoluto, el hombre es "su
propia ley", sin atención a Dios (D.S. 2903).
En
el Vaticano II ese "valor
de la personalidad humana" es elevado "encima" de Dios. Su libertad en materia
religiosa se funda en la "dignidad
de la persona humana"; "Dios lleva en contra" el
arbitrio individual de cada uno. La persona es colocada, libre, encima de
Dios y, en un "nuevo
humanismo" se instituye el "culto
del hombre", "transcendente
al orden terrestre y temporal de las cosas".
Esta
"Ética de situaciones" es
eminentemente evolutiva; se muda conforme cada situación concreta. Y el
Vaticano II quiere la doctrina evolucionando con "nuestro tiempo", "con
los hombres de la época presente", con su libre arbitrio
"transcendente al orden terrestre y
temporal de las cosas". Esto es universalizar el Liberalismo, el
Individualismo, el Humanismo, el Relativismo, el Naturalismo, el Agnosticismo.
Así: "cada uno está obligado a
seguir su consciencia" y no los dogmas y leyes divinas. Cada uno
"se auxilia a si mismo"
por el "diálogo" con
los otros hombres y no por el Magisterio dogmático y universal de la Iglesia; no
por la "Fe universal común a
todos" (D. S. 639). Cada
uno tiene "asentimiento personal"
a "su verdad", a "su fe", a su "dios" individual y libre;
a sus "normas propias",
venidas de "su mente".
Tal verdad no viene del Magisterio universal de la Iglesia y de la Revelación
divina; viene de la "libre
inquisición" personal, "conocida por la razón humana",
"por la mente de los hombres",
con un "fermento evangélico
operando en ella durante largo tiempo". Seria "injuria al hombre" negar
ese "orden establecido por un
falso dios para los hombres".
Esta
"Nueva Moral" es regida
por la "consciencia"
individual de cada uno. El Vaticano II predica el "derecho de cada uno a seguir su consciencia", "sin diferenciar por razones
religiosas", si verdadera o falsa, subordinada o no a la autoridad
del verdadero Dios. Cada uno debe "ser
conducido por su propio criterio" y la propia libertad individual
"vincula la consciencia del hombre", sin "coacción"
de la autoridad del verdadero Dios y del ministro de Dios, en la Iglesia
y en el Estado. El hombre vincula al hombre por su libre arbitrio y opinión
individual.
Es
claro y evidente que el Vaticano II está contra la autoridad del único Dios verdadero
y de su Iglesia; "contrario a los
preceptos divinos" y a las leyes de su Iglesia. "Valoriza al hombre y no a Dios, "se
valoriza a si mismo hasta despreciar a Dios; según el "juicio propio",
subvertido, del herético, condenado por Dios (Tit. 3, 10-11). "Esta enteramente fuera de la Fe y de los
principios católicos".
La ley
divina, universal, vale para todos los tiempos, todas las situaciones, para
todos los "casos"
individuales. Ella obliga a obedecer a Dios en "cualquier situación" y, con una "lógica concluyente", genera
"plena certeza" sobre la
decisión a tomar. Los "Mártires
recordaron eso"; en cualquier situación, para salvar a alma,
es necesario sacrificar hasta la vida propia, en las situaciones adversas.
Cristo es el Señor en todas las épocas, para todos los hombres,
de todas las razas, culturas y países. Esta es "responsabilidad personal” del cristiano, sobre cualquier otra
sentencia, de cualquier ser humano. Obedecemos no al hombre, sino a Dios y a los
que son verdaderos ministros del verdadero Dios y no a los que están contra Dios.
No existe y nunca existió mayor peligro
para la Fe, como el de la falsa "nueva
iglesia católica", fundada
en el hombre sin Dios. Ella viene a corromper la Fe, a hacer morir la verdadera
fe universal de todos.
Traducción:
R.P.
Manuel Martínez Hernández.
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