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martes, 16 de noviembre de 2010

DIFICULTADES QUE SE ENCUENTRAN EN LA BIBLIA:

LOS 5 DÍAS DE LA CREACIÓN; LA ESPOSA DE CAÍN;
LA EDAD GÉNERO HUMANO;
EL DILUVIO; EL MILAGRO DE JOSÚE.

La historia de la Creación de que nos habla Génesis en el capítulo primero, ¿es historia científica? ¿Están los católicos obligados a creer que el mundo fue hecho en seis días de veinticuatro horas cada día?.
No, señor; no hay que entender a la letra la narración del Génesis. Desde luego, ningún católico está obligado a ello. Moisés quiso explicar al pueblo en forma popular el hecho de que Dios era el autor de todas la cosas, y que, después de haberlas criado, "descansó", decir, describió la Creación de modo que todos la entendiesen sin dificultad. Para ello describió al Creador obrando a semejanza de como obraba el pueblo, que trabajaba toda la semana y descansaba el sábado.
Se han excogitado varias teorías para ver de explicar este pasaje tan controvertido. La Iglesia no ha dado aún su fallo sobre ninguna de ellas, por lo que ninguno está obligado a aceptar una en particular, aunque todos estamos obligados a admitir el carácter histórico de los tres primeros capítulos del Génesis. Ya dijo Santo Tomás que «es parte sustancial de la fe el hecho de que el mundo empezó a existir por vía de creación, aunque es aún discutible el orden y la manera en que fue creado» (In II Sent 12, 9, art. 11).
Los Padres de la Iglesia creyeron, en general, que la narración del Génesis había que interpretarla a la letra. Este consentimiento no tiene fuerza de definición dogmática, pues en contra militaron San Agustín y Santo Tomás de Aquino.
Otra teoría bastante extendida—la de los concordistas—llama a esos días períodos indefinidos de tiempo. Al pensar así creen satisfacer a las exigencias de la ciencia, que opina de semejante manera. A nosotros no nos acaba de satisfacer, pues vemos en ella la tendencia reprensible de acomodar la interpretación de las narraciones bíblicas a los pareceres tornadizos de la ciencia.
La teoría llamada poética sostiene que el primer capitulo del Génesis no fue, al parecer, más que un himno ritual en el que se consagra cada día de la semana un acto particular de Dios creador.
La teoría de la visión mantiene que Dios mostró a Adán en una serie de visiones cómo todas las cosas penden de su poder creador.
Finalmente, San Agustín sostiene la teoría llamada alegórica, según la cual el Génesis nos describe el origen del mundo y del hombre en forma metafórica, acomodandose a los conceptos que tiene el hombre de trabajo y descanso. Esta teoría es la más racional. No niega el carácter histórico de la narración, sino que, al contrario, le da por supuesto. El santo añade con mucho acierto: «En cosas oscuras y de difícil inteligencia, cuando hallamos escrito algo sobre ellas, aunque sea en la Biblia, pongámonos en guardia y no nos inclinemos precipitadamente a esta o aquella interpretación, no sea que más tarde se descubra el verdadero significado. Obrar en esto con precipitación equivaldría, no a luchar por el verdadero significado de la Biblia, sino a aferrarnos tercamente a nuestro parecer» (De Gen ad Lit 1, 37).

Según el Génesis (IV, 17), Caín se casó con una mujer anterior a Adán. ¿Puede un católico creer que existieron hombres antes de Adán?
—Los católicos creemos como artículo de fe que todos los hombres que ahora vivimos descendemos de Adán y Eva. Lo dice terminantemente el Génesis (I, 26-28), que llama a Eva «madre de todos los vivientes» (III, 20), mientras que en el libro de la Sabiduría (X, 1) Adán es llamado «padre del mundo y el único que fue creado»; el cual, Adán, antes que Dios formase a Eva, «estaba solo» (Gén II, 18). También San Pablo lo dijo predicando a los griegos en Atenas. «Dios hizo nacer de uno (un hombre) solo todo el linaje de los hombres para que habitasen la vasta extensión de la tierra (Hech XVII, 26). Y en otra parte prueba la unidad de la raza humana por la doctrina del pecado original: «Porque así como por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, así también la muerte se transmitió a todos loa hombres por aquel (Adán) en quien todos pecaron». (Rom V, 12).
El hecho de que todos venimos del mismo tronco lo prueban también:
a), la Historia, que nos dice haber sido Asia la cuna del género humano;
b)
, la Filologia, que nos dice que todas las lenguas vienen de una común primitiva;
c),
la Fisiología, que ha descubierto que todas las razas tienen la misma estructura anatómica sin que obsten las diferencias accidentales de color, ángulo facial, etc., y
d)
, la Psicología nacional, que muestra la unidad intelectual de todos los pueblos.

En cuanto al matrimonio de Caín, ¿qué inconveniente hay que se casase con una hermana? Dice San Agustín «Como entonces no había más seres humanos que los nacidos de Adán y Eva, los hermanos se casaban con las hermanas, cosa necesaria entonces para la propagación de la especie, y que más tarde, cuando ya no era necesaria, fue prohibida por la religión» (La Ciudad de Dios, 15, 16).
Hay acciones intrínsecamente malas como la blasfemia, el perjurio y otras que jamás pueden permitirse; pero hay otras que pueden ser buenas o malas, según las circunstancias, como tomar lo ajeno caso de necesidad extrema o matar en defensa propia, que no son malas, como no lo es tampoco casarse con la hermana si no hay más mujeres en el mundo.

¿No están en pugna la Biblia y la ciencia en lo que se refiere a la edad del género humano?
—No hay tal pugna, por la sencilla razón de que la ciencia ni ha adivinado ni, probablemente, adivinará jamás la verdadera edad del hombre. La Biblia, por su parte, tampoco pretende darnos con exactitud el número de años que llevamos en este mundo. Téngase en cuenta que en los principios no había historiadores curiosos que se pasasen el día escribiendo fechas y estadísticas. Los medios de contar y archivar tenían que ser por fuerza sumamente rudimentarios. Es, pues, probable que las fechas asignadas por la Biblia no sean datos históricos, sino ayudas de la memoria. Por ejemplo, el período entre la Creación y el Diluvio fue, según la Biblia hebrea, de mil seiscientos cincuenta y seis años; según los Setenta, fue de dos mil doscientos cuarenta y dos; según la versión samaritana, de mil treinta y siete años. Estas variantes no se deben a error de traductores o copistas -como algunos han opinado—, sino a los diferentes sistemas de cómputo. La Iglesia permite a los sabios que discutan, estudien, excaven y discurran libremente sobre este particular. Lo que exige es que no se den por hechos ciertos lo que no son más que puras hipótesis. Y quede esto bien sentado: hasta ahora, los científicos no han hecho más que adivinar, calcular, opinar, estimar y suponer. Hay entre sus cálculos divergencias asombrosas. Breuil es de parecer que ya llevamos en este mundo veinte mil años; Arthur Keith cree que trescientos cincuenta mil. Según Wright, el período posglacial duró cinco mil años; según Penck, veinte mil. Wright cree que el Niágara tardó siete mil años en hacer las erosiones; Coleman cree que veinte mil. Repetimos, pues, que no hay tal pugna entre la ciencia y la Biblia en lo referente a la edad del hombre.

¿No es la historia del Diluvio pura leyenda? Porque ciencia moderna prueba que no fue universal.
-El Diluvio es un hecho rigurosamente histórico, y en esto están de acuerdo todos los escritores católicos. Jesucristo dijo claramente que su venida a juzgar a los hombres será tan inesperada y les cogerá tan de sorpresa como cogió el Diluvio a los que entonces reían y se holgaban sobre la tierra. San Pablo, en su Epístola a los hebreos (XI, 7), alude a Noé, «que fabricó el arca para salvar a su casa», y San Pedro habla dos veces del Diluvio como de un hecho histórico (1 Pedro III, 20; 2 Pedro II, 5). La tradición del Diluvio es la más universal en la Historia primitiva. La hallamos en los caldeos, fenicios, hindúes, chinos, aztecas, etc. Los católicos creemos que el Diluvio destruyó a todo el linaje humano, excepto a Noé y a su familia (Gén 7, 1), pero ya no creemos que fuese universal, geográficamente hablando.

¿Cómo se explica el milagro de Josúe, que mandó al Sol que se parase? (Josúe X, 12). ¿No es cierto que la Iglesia condenó injustamente a Galileo por negarse éste a interpretar a la letra este pasaje bíblico? ¿Se trata aquí de un verdadero milagro?
—La Biblia no es un tratado de Astronomía. El Papa León XIII, en su Encíclica Provídentissimus Deus, dice así: «Los escritores sagrados no se propusieron investigar los secretos de la Naturaleza, sino que se contentaron en describir los hechos en un lenguaje más o menos figurativo, o usando el lenguaje que estaba en boga en tiempo y que todavía es general entre nosotros, aun entre los sabios y hombres eminentes.»
Los sabios y teólogos del siglo XVIII se olvidaron de esto al querer hacer concordar a toda costa este pasaje bíblico con la teoría de Ptolomeo. La condenación de la teoría de Copérnico no efecta a la infalibilidad de la Iglesia, pues ésta infalible únicamente cuando define ex cathedra verdades referentes a la fe y buenas costumbres. Dicha condenación no pasó de ser un paso que hoy lamenta todos.
El 12 de abril de 1615 escribía así Belarmino al Padre Foscarini: «Si la teoría de Copérnico resultase la verdadera, tendríamos que proceder con más cautela en la explanación de los textos bíblicos, que la contradicen, al parecer. Diríamos entonces que no alcanzamos todo su significado, pero en modo alguno daríamos por falso lo que, en realidad, de verdad no lo fuese.»
Y Caramuel, obispo de Lyon, escribió así en 1951: ¿Qué sucedería si los sabios demostrasen el día de mañana que la teoría de Copérnico es la verdadera?» Y responde: «En tal caso, los cardenales nos permitirían interpretar las palabras de Josué (cap. X) en sentido metafórico (Theol. Moral Fund 1, 273).
Hoy que la teoría de Copérnico ha sido universalmente aceptada, los comentaristas se afanan por atinar con la verdadera interpretación de este pasaje.
El sabio jesuita P. Hummelauer sostiene que mientras los amorreos huían de los israelitas y eran sacrificados en masa por el pedrisco que llovía del cielo (X, 11), las nubes cerraron tanto, que prácticamente oscurecieron el día. Josúe, entonces, lleno de confianza en Dios, mandó al Sol y a la Luna que apareciesen de nuevo; mandato que fue obedecido al punto (X, 13). Así que, cuando se dirigió al Sol y a la Luna y les dijo: «Sol, no te nuevas de encima de Gabaón; ni tú, Luna, de encima del valle de Ayalón», habló metafóricamente, es decir, o poéticamente al Sol y a la Luna que, como si envidiasen sus triunfos bélicos, parecían apresurar la marcha y acortar el día. Según esto, las palabras de Josúe implican únicamente la reaparición del Sol y de la Luna sin la menor referencia a la detención de estos dos cuerpos celestes. En apoyo de su teoría, cita el Padre aquel versículo del Eclesiástico: «... y un día se alargó como fueran dos» (XLVI, 5). Aquella súbita reaparición del Sol después de la oscuridad de las nubes de granizo, pareció a los soldados hebreos el amanecer de un nuevo día.
El P. Beurlier, S. J., sugiere esta interpretación: los ejércitos de los cinco reyes amorreos acababan de ser derrotados en Gabaón (Josúe X, 10) y eran perseguidos de cerca por Josúe. Este caudillo se había propuesto destruirlos completamente (10, 19, 20), pues en aquellos tiempos no se ganaban las batallas hasta que el enemigo era prácticamente aniquilado. Viendo, pues, Josúe el triunfo en perspectiva, exclamó: "No te muevas Sol" etc.; que equivalió a decir: ¿No puedes esperar ¡oh Sol!, y aguardar a que yo acabe con mis enemigos antes de que hundas en el horizonte?» Palabras que expresaban su ardiente deseo de vencer, después de las plegarias que había dirigido a Dios (X,12). Jehová respondió a estas plegarias mandando aquel pedrisco que sembró de muertos el campo enemigo y facilitó a los judíos la victoria aplastante antes de la puesta del sol del mismo día.
En todo caso, Josúe habló aquí como hablamos nosotros y como se seguirá hablando hasta el fin de los siglos. Todos decimos: "Ya salió el sol; el sol está para ponerse; anoche no salió la luna", etc. El escritor sagrado mencionó este milagro porque hirió vivamente la imaginación del pueblo, y durante muchos años siguió siendo un tema muy popular entre los poetas de Israel.

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