La fuerza del ejemplo
Para que un alma adquiera un temple, es necesario que viva en un ambiente propicio. Ese ambiente es la suma de la vida de todos los demás. A purificar ese ambiente estás tú llamado mediante tu ejemplo. Con ello ejercitas tu voluntad, contribuyendo al mismo tiempo a la formación de un clima respirable para tu alma en desarrollo.
«Los ejemplos arrastran.» Porque es la influencia real y palpable que procede de tu persona.
Su fuerza es decisiva porque es una llamada al instinto elemental de imitación.
Es una violencia a las propias fuerzas para ponerlas en movimiento. Son las energías ocultas del alma que salen a flote, ante un impulso exterior, y que de otro modo quedarían inertes.
En la División Azul son hechos prisioneros doscientos españoles e interrogados por la policía rusa. Una gran parte claudica. Cuando llega la vez a unos oficiales, el ejemplo de una confesión escueta y valiente de su religión y credo político, prende entre los soldados. De cuantos después fueron interrogados, ninguno se acobardó; y los acobardados volvieron sobre sus pasos.
El hombre tiene sus fuerzas como comprimidas, y son manejadas por la llave del buen ejemplo. El ejemplo es como el precursor en el fulminante, a su calor se expansionan todas las energías represadas.
La idea hecha estatua en tus acciones, es lo más sugestivo y eficaz, sobre todo, cuando tanto tú como tus compañeros, os estáis despertando a la vida.
Napoleón, cuando quiso que sus tropas le siguieran a la batalla, a través de un puente barrido por el plomo enemigo, se lanzó él el primero, y todos le siguieron después.
Se copia lo que se ve, sin más reflexionar. La imitación tiene mucho de sicología animal y humana; y el hombre es alma y cuerpo.
Se cuenta de un joven pastor, que molestado por uno de sus borregos, le empujó a un precipicio. Las ovejas, acostumbradas a seguir a este borrego como al guía, se lanzaron todas tras él, y se estrellaron.
Se imita todo
Al niño o al adolescente le es casi indiferente copiar lo bueno y lo malo. No conocen la malicia de sus palabras ni de sus acciones. Como el papagayo de aquel marino que aprendió algunas frases durante la travesía. Entre frase y frase, el marino que se las enseñaba, aquejado por el alma, solía toser; y cuando el papagayo repetía algunas frase pidiendo, por ejemplo, el clásico chocolate, inmediatamente tosía.
La gran receptibilidad de los primeros años, no permite meditar sobre la bondad y malicia de lo que se recibe.
Los consejos sin ejemplo, son discursos sin contenido.
Para que tu compañero se arroje al agua, no hay nada mejor que zambullirse uno. No pierdas el tiempo en convencerle.
El ejemplo es una imagen motriz que depositamos en el alma del compañero, para que reaccione en su tiempo oportuno. Es un sillar viviente en el tiempo de su formación.
Es un dictado de amor al prójimo para acercarlo a Dios. «Para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a Dios.»
Dijo Séneca: «La vida debe formarse siguiendo ejemplos ilustres.»
Por eso debes ser cauto en buscar los modelos que vas a imitar, por su influencia avasalladora: No se puede saciar la sed en cualquier fuente. Hay charcas que inoculan el «virus» en la sangre.
Se filmaba una película sobre Napoleón. El protagonista que representaba este personaje, influenciado por las aclamaciones de los «extras» durante los desfiles, llegó a creerse un Napoleón auténtico, y según esta idea procedía en la realidad de su vida, exigiendo la sumisión de los demás.
Sólo para ver al santo Cura de Ars en el altar, muchos iban a la iglesia. Algún artista juzgó su rostro indescriptible, porque era reproducción de un alma llena de una piedad espontánea y sobrenatural.
Es la elocuencia que sin palabras, no sólo convence, sino que persuade.
Formemos un ambiente
«La fórmula es menos que el ejemplo, y el ejemplo menos que el ambiente. En ocasiones el ejemplo dispensa a la fórmula, y el ambiente al ejemplo.»
El joven se llena del buen espíritu por osmosis, para lo cual es necesario un ambiente, y para este ambiente, una multitud de ejemplos. Todo aquello que se admira toma forma en nuestras acciones.
De esta influencia tan decisiva, nace la obligación de todos.
Dice San Pablo: «Procuremos las cosas que contribuyen a la paz, y observemos las que puedan servir a nuestra mutua edificación."
El compañero juzga por lo que hacemos la importancia de lo que decimos. Esto será más o menos razonable, pero es la ley de la gravedad de los hechos, porque no nos movemos como satélites artificiales en zonas sin gravitación. Los amigos no saben discernir conforme al consejo de Cristo, hablando de los fariseos, que decían y no hacían. «Haced lo que os dicen, pero no hagáis conforme a sus obras.» Este consejo y con dificultad, sólo saben practicarlo las personas mayores. Porque mientras los ejemplos arrastran, las palabras mueren apenas salidas de la boca. Su eficacia casi se extingue con el sonido.
Por el ejemplo de unos se corrigen muchos.
Si quieres formar una conciencia recta en tus amigos, es necesario que vean la rectitud de tu proceder.
Para formar un buen corazón, tenemos que dejar ver el nuestro, sano y limpio.
Ramiro de Maeztu atribuye mayor eficacia en la obra de la conversión, a la luz de la verdad religiosa que reverbera en la vida de los hombres creyentes y buenos, que a la sutileza de los discursos.
Si damos ejemplo, aun a pesar de nuestros defectos, iluminaremos el ambiente.«La luna no derrama sino luz por el cielo, sus manchas sólo son suyas» (Tagore).
Demos a los otros la luz del ejemplo, y nuestros defectos quédense para nosotros.
Defiéndete del mal ejemplo
Sé estable para no ser arrastrado por cualquier viento, o encandilado por cualquier brillo.
Mal podrás salvar a los otros si eres víctima de los demás.
Sea tu conducta sencilla, con la sencillez del que está seguro de cumplir con lo que Dios quiere.
El que va por caminos llanos y rectos no se rompe el pie.
No te dejes arrastrar del fingimiento, aunque tu conducta por el mismo hecho de caminar rectamente, cause estridencias con el proceder de la gente.
Elige y sé como la planta que se aprovecha de cuanto le rodea. Asimila todos los elementos: nitrógeno, cloro, oxígeno, y hasta el mismo estiércol, la flor lo convierte en perfume. Sobre terrenos abonados con basura, nacen rosas y azucenas.
Sin ser como ellos, ni someterse a ellos, se aprovecha de todos, y conserva su especie limpia y libre.
Saca lecciones de todo, conserva tu personalidad libre sin someterte al mal.Haciendo se aprende a hacer.
Representando el papel de un personaje, se adquiere insensiblemente su espíritu.
En la película «Judas», en el actor que representa :el papel del Iscariote, la mezquindad real de su corazón, corre pareja con el papel de traidor que desempeña. Cuando por ambición quiso llegar a representar la persona de Jesucristo, el espíritu de las Bienventuranzas se infiltró tan hondamente en su alma, que su vida real cambió por completo, reproduciendo n sí mismo la realidad que representaba.
Haciendo lo que se ve, se aprende el camino.
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