Están gravísimo el pecado del adulterio, que por lo mismo no conviene creerse de ninguna persona cristiana, sabiendo que también se levantan muchos falsos testimonios en este mundo malicioso. Sirva de ejemplar el suceso trágico del casto José, a quien su dueña le acusó de atrevido; y su señor fue tan fácil para creer lo que no debía, que luego le hizo poner en la cárcel pública al santo patriarca, escarmentad, hombres, para no ser tan crédulos en tan grande mal.
Mas porque todo cabe en la malicia y fragilidad humana, conviene se comprenda bien la gravedad excesiva de esta culpa, de tal manera, que tiemblen las criaturas de cometerla. Aun los gentiles alcanzaron este conocimiento; por lo cual se quejaba de Abrahan el príncipe Abimelech; porque le había dado ocasión para un tan grave pecado, en castigo del cual quitaba Dios la sucesión de la misma casa de Abimelech : Induxisti super me peccatum grande. No extrañen los adúlteros si Dios quita la sucesión legítima de sus casas.
Lo mismo conoció por el castigo el gentil rey Faraón, a quien Dios envió grandísimas culpas, porque quiso apropiarse la mujer de Abrahan : Flagellavit Dominus plagis maximis Pharaonem, et domam ejus, propter Sarai uxorem Abram; y conociendo su yerro el bárbaro Faraón, restituyó al punto la mujer que no era suya, para no acabarse de perder (Genes., XII, 17). Aprended, católicos lujuriosos, para que no os hagáis con el adulterio peores que infieles.
Bien conocida tenia esta verdad el santo Job, cuando justificándose de no haber llegado a mujer ajena, dijo, que esta era la iniquidad máxima de las criaturas: hoc enim nefas est, et iniquitas máxima [Job, XXXI, 1 et seq.). Considérese la gravedad del adulterio, pues merece un superlativo de tan grande ponderación.
El santo profeta Jeremías llegó a decir, que se tomaría de los adulterios la maldición, por la estulta necedad de pecar con las mujeres de sus amigos; sin advertir, que esta es una grandísima y máxima iniquidad, que trae muchas tribulaciones y trabajos a los que la cometen.
El profeta Oseas llama camino espinoso el que llevan los adúlteros : Spinosam viam ambulabunt adulteri. Porque apenas dan paso los infelices adúlteros, que no sea con penas y trabajos; como quien anda pisando penetrantes espinas, que le llegan hasta el alma, perdiendo la gloria, y arruinando su casa.
Grave delito es el robar, pero mayor es el adulterio ; porque el ladrón roba para saciar su hambre, y para salir de pobre, como dice el Sabio ; pero el adúltero torpe es mas racional y mas ignominioso, porque deja la esposa que Dios le dio, y se busca la extraña, quitándola a su propio marido.
Este fue el argumento eficaz que hizo el profeta Natán al rey David en tiempo de su adulterio. Proponiéndole el santo profeta la fealdad de su culpa en cabeza ajena, la conoció perfectamente David, y exclamó diciendo no era digno de perdón semejante hombre desatento y desalmado, que habia quitado su mujer propia al hombre ajeno : Vivit Dominus, quoniam filius mortis est vir, qui fecit hoc (II Reij., XII, 5).
No conoce el adúltero ciego el mal que hace para su perdición, para sus conveniencias, para su casa, y para su alma. Y será justo considere lo que dice el santo Job, que el adulterio es un fuego voraz, que consume hasta las raíces de la casa de los adúlteros. Y es tan horroroso delito en los ojos de Dios y de sus santos, que aun parece tiene mas fuerza que la muerte.
Por esto dijo con elegancia san Ambrosio, considerando la cabeza del Bautista en presencia del adúltero Herodes, que aquellos ojos castísimos y virginales del santo profeta estaban cerrados, no tanto por la necesidad de la muerte, cuanto por el horror de la lujuria de aquel rey adúltero, que tenia presente : Clauduntur lumina, non tam mortis necessitate, qnam horrore luxurice.
En el libro del Levitico disponía Dios nuestro Señor, que si algún hombre torpe y desatento usaba de la mujer ajena, luego se le quitase la vida al adúltero y a la adúltera.
Y aunque esta ley antigua tuvo término con la ley de gracia, nos ha quedado la memoria, para que con la gravedad de la pena discurramos la atrocidad de la culpa del adulterio ; y debe temer el adúltero que Dios tomará la mano para su castigo, si de los hombres no lo tiene.
A este fin decía el profeta Ezequiel, que los adúlteros viven en casas ruinosas, porque sin duda se acercan a su perdición y ruina todas las cosas de los torpes adulterantes, y no les faltarán plagas y desventuras, aun en esta vida mortal.
En confirmación de esta doctrina, dice el profeta Daniel, que sobre los torpes adúlteros vendrá la ira de Dios, como una tempestad formidable, y padecerá el adúltero en cuerpo y alma con esta grave tempestad de trabajos.
Á este mismo fin, dice el apóstol san Pablo (I Cor., V, 18), que el hombre torpe y fornicario peca contra su cuerpo y contra su alma, por lo cual de dos modos es nocivo a sí mismo; y aun se añade la perdición de su hacienda, para lograr su torpeza y perder su salud.
Por esto también se dice en el Deuteronomio, que la locura y fatuidad del lujurioso no admite razón, supuesto que confesándose delicado para la penitencia, destruye su cuerpo con lujuria y adulterios, y en esto no hace reparo alguno, haciéndole tan grande para los ayunos moderados de la Iglesia católica.
El Espíritu Santo dice, que el adúltero pierde su alma y sus conveniencias temporales , y no tiene mas que perder.
Y el Sabio les dice a los hombres torpes, que no pongan sus trabajos en las casas ajenas de mujeres malas; no sea que lloren en su muerte amarguísima, cuando vean consumidas sus carnes propias con feísimos pecados, y ya se hallen sin remedio [Prov., V , 10).
Consideren los torpes y deshonestos la desventura que, le sucedió al hijo pródigo, el cual disipó toda su sustancia, y todo su patrimonio, viviendo lujuriosamente, como dice el santo evangelista, y llegó a tanta calamidad, que deseaba llenar su vientre de los manjares de los puercos ; y hubiera llegado a perder la vida, si con dolor y verdadera penitencia no se hubiera vuelto a la casa de su piadoso padre, dejando sus feos vicios (Luc., XV, 13).
El cuerpo de la mujer perdida es como el estiércol corrompido, dice el Espíritu Santo ; por lo cual el ciego deshonesto que se junta con ella, mancha su cuerpo y su alma, y queda como un hombre abominable de todos modos (Eccli., VI, 10).
Esta desventura lloraba compasivo el profeta Jeremías, cuando dijo, que los hombres ingratos y precipitados, dejando sus delicias lícitas, se abrazaron con el estiércol : Qui nutriebantur in croceis, amplexati sunt stercora [Tren., IV, 5). Y llorando otros por ellos, no hallan camino los adúlteros para compadecerse de sí mismos, y buscar su remedio.
Este maldito género de pecadores adúlteros pierde a toda la tierra, como dice el mismo profeta; porque es mal contagioso, (pie. se. participa y comunica de unas personas manchadas, en otras que tienen salud y la pierden. Y así suele contaminarse, todo un pueblo ; y apenas se halla para perfecta curación cumplido remedio.
En el libro tercero de Esdras se llaman locos y dementados los torpes adúlteros : y así es, que parece pierden el juicio, y en ellos no aprovecha ni vale la razón, ni entra en sus corazones el justo temor del castigo de Dios que los espera.
Gastan para su mal las conveniencias temporales que Dios les ha dado : y debiendo servirle con ellas, las emplean en servicio del demonio; y se venden a sí mismos para su perdición, como se dice en el libro primero de los Macabeos.
Incesablemente viven en continuo pecado mortal, y en estado de condenación eterna; porque como dice el príncipe de los apóstoles san Pedro, es incesable su delito :Oculos habentes plenos adultera, et incessabilis delicti. (II, 14 et seq.) La razón es eficaz ; porque sobre que tienen a la mujer desventurada en continua preparación de ánimo para pecar, ellos viven también con la continua depravada voluntad; y así es continuo su pecado ; porque sino hacen mas, no es porque no quieren, sino porque no pueden.
Son continuos enemigos de Dios, porque la amistad torpe que tienen es enemiga del Altísimo, como dice el apóstol Santiago : Nescitis adulteri quod amicitia hujus mundi inimica est Dei? Y de un enemigo fatal de Dios Omnipotente, ¿ qué bien se puede esperar?
El apóstol san Pablo les da a los adúlteros sentencia absoluta de condenación eterna : Adulteri reignum Dei non possidebunt (I Cor., IX, 9). Por un momento de torpe delicia se buscan una eternidad de pena.
A esta desventura sin fin la preceden en este mundo los prenuncios y presagios con que ya comienzan a sentir lo que, después han de padecer. Pierden la honra, y se hacen ignominiosos; como les sucedió a los fatuos ancianos, que tentaron a la santa Susana, los cuales en su empeño loco de su torpeza perdieron la honra y la vida [Dan., XIII, 8).
Con este suceso, dice la sentencia del Sabio, que el adúltero se vuelve ignominioso; y a mas de perder su alma, se busca el oprobio que consigue con sus torpes obras.
En el Eclesiástico se dice, que en las plazas de la ciudad será notado el adúltero, y tal vez como bestia desaforada será tratado ignominiosamente ; porque donde menos piensa le apartarán a palos de su bestial torpeza : Quasi pullus equinvs fugabitur, y como un torpe jumento llevará la corrección que merece [Eccli., XXIII, 30).
En el mismo libro se dice, que el adúltero imagina que nadie le ve, pero está engañado; porque el mal olor de su vicio se percibe de muchos, y el lo ignora ; y en todo caso no puede huir de los ojos del Altísimo Dios, a quien ofende con sus torpezas y pecados, y le castigará severamente, cuando menos piense.
El mismo corazón del adultero le avisa de su peligro, y en él lleva el testimonio de su condenación; porque según dice el Sabio, es tímida la maldad, y siempre presume sus desventuras la conciencia perturbada : Semper proesumit saeva perturbata conscientia, y de esta verdad católica pueden dar constante prueba todos los que andan estos caminos de su perdición eterna.
El santo Job dice, que los adúlteros llenos de miedo, siempre andan cautelosos, observando las horas de oscuridad ; pero llevan su corazón mas oscuro que la noche. Piensan que nadie los mira, y cubren su rostro para no ser conocidos : eligen los puestos y lugares caliginosos, pero trabajan en vano ; porque no se pueden esconder de quien los ha de juzgar.
Considerando ya al infeliz adúltero lleno de miserias y plagas, su salud perdida, hecho un estiércol hediondo, su pobre casa que se pierde por puntos, y a sus desventurados hijos en camino derecho para andar de puerta en puerta, por los pecados gravísimos de su mal cristiano padre, cuyo remedio pasa a ser como imposible, dice por esto el Sabio, que la mujer ajena es un pozo muy profundo (Prov., XXII, 14). Desventurado del hombre adúltero que cae en semejante sima cenagosa y profunda, de que no puede salir, y allí perece rabiando, en castigo digno de sus feas culpas.
El mismo sabio en otro proverbio llama angosto pozo a la mujer ajena : Puteus angustia aliena. De que se infiere la dificultad grande que tiene la conversión del adúltero, pues se compara con el desgraciado incauto que cayó en un pozo profundo y angosto, donde halla su sepulcro funesto antes de morir. Estas comparaciones de Salomón dicen mucho en pocas palabras.
No es menos abominable la mujer adúltera, cuya blanda lengua es una saeta penetrante y envenenada para perder los hombres, como dice el Sabio. Ella endulza sus voces, y el demonio las enciende, para que como balas candentes encienden en torpeza y lujuria a todos cuantos las oyen (Prov., VI, 23).
Algunas veces pasan al extremo disoluto de la gitana que tentó al casto José, y a imitación suya, si se hallan defraudadas de su torpe deseo, pasan al extremo furioso de la injusta venganza, tanto mas formidable, cuanto su descaro explicó mas la precipitación de su ánimo [Gen., XXXIX, 20).
La mujer mala y torpe es todos los males juntos, por lo cual dijo la Samaritana, que Cristo Señor nuestro la había dicho todas sus obras : Dixit mihi omnia quaecumque feci; y es cierto que solo la habló de los pecados de su torpeza, como consta del santo evangelio [Joan., IV, 26 et seq.)
El sapientísimo Salomón llama a la mujer adúltera mal incomprensible; por lo cual dijo : Quartum penitus ignoro. Talis est via mulieris adultera', etc. Y allí pinta la mujer adúltera, disimulada y disoluta, que después del adulterio come, bebe y se regala, y limpiando sus torpes labios, dice que no ha hecho maldad alguna : Non sum opérata malum.
Es la mujer adúltera, dice san Juan evangelista, como una bestia lasciva desenfrenada, que aunque tenga tiempo de penitencia saludable, siempre prosigue con su obstinación diabólica, y no quiere dolerse de su vida abominable [Apoc, I, 22).
Por esto en la ley antigua se ofrecía por la mujer sospechosa de adulterio la harina de cebada, que es comida de bestias, como se puede ver en el sagrado libro de los Números (V, 15).
Atropella la mujer adúltera con su misma reputación, sin mas reparo que una bestia indómita; pero de su infamia dejará perpetua memoria, que jamas se borrará, como dice el Espíritu Santo (Eccli., XXIII, 32 et 36).
Hace muchos males juntos la maldita adúltera; porque de una vez ofende a la ley del Altísimo, a su marido inocente, a sus pobres hijos, y al santo sacramento del matrimonio. Considérese bien cuántos crímenes se juntan en una maldad ; que es lo que admiró dignamente san Ambrosio, cuando sobre la iniquidad de otros adúlteros dijo : Quanta in uno facinora sunt crimina.
Es maldita de Dios la mujer adúltera; por lo cual en la ley antigua dispuso su divina Majestad, que a la mujer acusada de adulterio la echase el sacerdote del Altísimo muchas maldiciones, y una de ellas era, que si había faltado a la ley de su esposo, se la entumeciese el vientre, y se la corrompiesen las entrañas, y así perdiese la vida, para ejemplo y escarmiento de las demás mujeres casadas del pueblo. Y mandaba Dios, que la misma mujer acusada, respondiese en presencia de todos, y dijese dos veces : Amen, amen. (Num.,V, 22; cum ant., 21 et 22)
En los expositores de la sagrada Biblia se dicen horrores espantosos de las mujeres adúlteras, llamándolas enfermedad sin refrigerio, horno encendido, escándalo de su casa, engaño continuo, boca sin freno, víbora venenosa con diversos coloridos, tempestad de su familia, fiera indómita, peligro doméstico, escorpión venenoso, instrumento del diablo, órgano del enemigo, agregado de calamidades, principio de lágrimas sin fin, y muerte prolija. Véanse otros horrores en el Espejo del varón sabio, y en las Disputaciones selectas.
El Espíritu Santo dice, que toda malicia es menor que la malicia de la mala mujer : Brevis est omnis malitia, super malitiam mulieris [Eccli., XXV, 26). Por lo cual los expositores sagrados llaman a la mujer adúltera el mal sumo, insanable veneno, y el peor mal de todos los males humanos. Si la injurian, se desespera de raída. Si la alaban, se ensoberbece ; y es importuna en sus intentos, hasta que consigue sus torpes y diabólicas pretensiones.
No hay bestia fiera que la exceda en sus estragos y crueldades. Considérese la furiosa Herodías, adúltera detestable con su mismo pariente ; la cual encendida en cólera contra el mayor de los santos profetas, que la reprendía sus escandalosas torpezas, quiso mas el vengarse de él, y que le quitasen la cabeza, que el entrar en posesión de la mitad de un reino, que a su maldita hija se la ofrecia. [Marc, VI, 13 et seq.)
En el Eclesiástico se dice, que no hay ira sobre la ira de la mujer : Non est ira super iram mulieris. Y en el mismo texto se prosigue diciendo, que el morar y vivir con un fiero león y con un dragón, es mas tolerable que el estar en una casa con una mujer inquieta, que se enfurece mas horrorosamente que las fieras mas indómitas y feroces.
Es la confusión de su marido la mujer adúltera, dice el Espíritu Santo (Eccli., XXV, 1); porque viendo irremediable su grande trabajo, se le contrista el corazón, se le aflige el alma, se le entristece la cara, y se siente herido de una plaga mortal, considerando que de todos modos halla el camino cerrado para su remedio : mal si la corrige, peor si la tolera ; mal si se explica, peor si disimula; mal si vive con ella, peor si la deja. De todos modos vive con inexplicable tormento.
En el mismo libro se dice, que tres cosas teme con razón el varón sabio; y la cuarta le hace entristecer el rostro, sin poderlo disimular. La primera es la acusación de la ciudad; la segunda el tumulto del pueblo; la tercera la calumnia mentirosa; y la cuarta, que dice intolerable, es la mujer mala, porque quien la tiene, es como si tuviese un escorpión (Eccli., XXVI, 5 ad 12).
Llora y gime con sus amigos el varón afligido, que tiene una mala mujer por esposa; y oyendo las fealdades que de ella se dicen, suspira confuso, le llega la tristeza hasta lo mas íntimo del alma, y le hace pedazos su afligido corazón, sin hallar remedio ni consuelo (Eccli., XXV, 24).
La infame adúltera prosigue en el desprecio de su marido, como dice el profeta Ezequiel, y trae a su casa un tan grande mal, que es un agregado de todos los males, con perdición de sus hijos, desconsuelo de su esposo, perdición de sus bienes temporales, y condenación de su alma.
Anda ciega y disoluta con su torpe amor extraño, como dice Oseas profeta; y se olvida de la ley inmaculada de su Dios, despreciando, no solo a su esposo, sí también a su misma honra, y olvida el temor santo de Dios, que la ha de juzgar.
De tal manera son insensatas las mujeres adúlteras, que no advierten ni consideran los gravísimos daños que ocasionan con su torpe vida. Regularmente viven ociosas y olvidadas de las obligaciones de su casa ; encantadas y absortas con sus amores adúlteros; y embelesadas y ciegas con sus profanos adornos ; y por una vilísima correspondencia venden sus cuerpos y sus almas por bajísimo precio, como dice el Sabio, siendo compradas con el infinito valor de la sangre de nuestro Señor Jesucristo, como lo enseña el apóstol san Pablo.
Los hijos espúreos de la mujer adúltera regularmente son inquietísimos, malísimos y disolutos, como hijos del pecado, dice el Sabio, y nacen irregulares para los sagrados órdenes, y no hay que tener cuidado que echen raices altas ó profundas, como se nota en el sagrado libro de la Sabiduría. Véanse otras malas propiedades de los espúreos y bastardos en el libro, cuyo titulo es: Speculum Viri sapientis et prudentis.
Últimamente las abominables adúlteras, después de llenar de plagas y desventuras a sus casas, tienen sus muertes amarguísimas y fatales, como se las anuncia en un sagrado proverbio (Prov., V, 4). Esta vida breve, que ellas la hacen mas corta con sus vicios abominables, viven con la alegría de sus torpezas ; pero sus novísimos serán amargos como la hiel; y su instantánea risa se las convertirá en llanto sempiterno, que no tendrá fin.
Vendrá el dia terrible de la muerte amarga, cuando la torpe mujer, y los que con ella prevaricaron, se hallarán en la tribulación máxima que dice el misterioso libro del Apocalipsis (II, 12): y los que se juntaron para pecar, se juntarán para arder en los infiernos por toda una eternidad, si cuando tiene oportuno tiempo no hacen verdadera penitencia de sus escandalosas iniquidades. El Señor les ilustre sus corazones. Amén.
P. Fray Antonio Arbiol
LA FAMILIA REGULADA
1866
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