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miércoles, 15 de enero de 2014

EL SACRIFICIO DE LA MISA (29)

TRATADO II
PARTE I: LA ANTEMISA 
SECCIÓN I: EL RITO DE ENTRADA 
4. Las oraciones ante las gradas en su plan de conjunto

Acciones se acompañan de oraciones
     361. Al investigar sobre los orígenes de las oraciones ante las gradas, no encontramos en tiempos anteriores a Carlomagno ninguna oración fija, sino en su lugar, como correspondiendo a las dos partes que hoy tienen las oraciones ante las gradas, vemos primero que se establece un orden concreto para acercarse al altar, y segundo, se manda postrarse en silencio delante del mismo (1). En el culto solemne de las basílicas romanas, el acto de ir al altar se convirtió en la entrada procesional del clero, al que acompañaban los cantores entonando el introito. En la Iglesia del imperio de los francos, la tradición litúrgica no permitía a los participantes en tal procesión quedarse en silencio. Por lo menos el celebrante tenía que rezar alguna oración que fue al principio una apología (2). Encontramos tales apologías para esta ceremonia ya en el siglo IX (3). Hasta el siglo XI se fueron multiplicando, hasta ocupar un espacio considerable el principio de la Misa (4).

El salmo «Iudica» y la oración «aufer»
     362. Pero aun antes de finalizar el siglo X aparece otro orden, a saber: el de los misales del grupo Séez, que se impondrían en la evolución futura. Reza así la rúbrica:
     Postquam ecclesiam intrat episcopus (...), osculetur diáconos et presbyteros dúos. Et incipiat per se 'lntroíbo ad altare Dei', cum psalmo 'Iudica me, Deus'. Cum venerit ad altare dicat has orationes: 'Aufer a nobis...', 'Omnipotens sempiterne Deus, qui me peccatorem..: Deinde. cum evangelium osculatus fuerit, dicat: 'Pax Christi quam...' (5).
     De manera que en el camino hacia el altar se reza en común el salmo 42 (6), y al llegar a él se le añaden, para conclusión, dos oraciones, una de las cuales es nuestra oración Aufer. Además, en las mismas fuentes, combinadas con el salmo se encuentran diversas apologías, precursoras del Confíteor. Algunas de ellas las vemos antepuestas al salmo, intercaladas otras o también añadidas después de las oraciones. Este orden es el que prevaleció sobre otros esquemas parecidos (7).

     363. Alrededor de la mitad del siglo XI, probablemente en territorio de Normandia, que ejerció en aquella época una influencia notable sobre la evolución litúrgica, se dio otro paso más al condensar todas las apologías en el Confíteor, con las oraciones de perdón que les seguían, y al colocar ambas entre el salmo y las oraciones finales (8). Esta nueva constelación de oraciones debió difundirse rápidamente por la reforma cluniacense en Italia (9) y también en Alemania (10). En España coincidió con la abolición de la liturgia mozárabe. Es decir, lo que se impuso a partir del siglo XII en todos los ordinarios de la misa fue el Confíteor, aunque a veces con variantes, rezado al pie del altar con las correspondientes oraciones de perdón (11), mientras que el salmo Iudica no consiguió penetrar en muchos ordinarios de la misa durante toda la Edad Media ni aun después. Basta ver las liturgias monásticas de los cartujos, carmelitas calzados y dominicos, en las que falta el salmo aún hoy día por no haberse adoptado en el siglo XIII, cuando estas liturgias tomaron su forma decisiva. Y la razón fue que entonces no era muy corriente rezar el salmo. Todavía en la primera congregación general de la Compañía de Jesús del año 1558, que quiso fijar un rito uniforme para toda la Orden, optó por prescindir del salmo Iudica (12). El misal de Pío V lo prescribió finalmente, porque se encontraba en la mayor parte de los misales italianos y, por ende, en el misal de la curia romana.

«Introibo ad altare Dei»
     364. No cabe duda de que, de recitar alguna oración camino del altar, el salmo Iudica era el más indicado para este fin. El versículo 4 representaba la expresión adecuada de lo que se estaba haciendo en aquel momento: Introito ad altare Dei, ad Deum qui laetificat iuventutem meam. Este mismo salmo debió de emplearse ya en la liturgia milanesa en tiempos de San Ambrosio, cuando entraban en la iglesia los neófitos (13). Desde luego también en la misa interesaba únicamente este verso, así como para la incensación del altar se había escogido el salmo 140 por el verso Dirigatur, Domine, oratio mea sicut incensum..., y el del lavatorio de manos por la palabra Lavabo. Pero para dar más amplitud al texto se incluyeron también los versículos siguientes, que, por lo demás, admitían alguna aplicación a lo que se estaba haciendo. El motivo general, sin embargo, quedó indicado por este verso, que resaltaba especialmente por usarlo como antífona: «Me llegaré al altar de Dios, a Dios que alegra mi juventud» (14). Este acercamiento a Dios que ansia el salmista ha llegado a ser posible en la Nueva Alianza; pues sólo por Cristo «tenemos la franca seguridad y libre entrada con confianza al Padre» (Ef III, 12; cf. Rm V, 2). El altar de la Nueva Alianza es el lugar donde en este mundo más perfectamente se puede realizar este encuentro de la criatura con su Dios. Gran acierto es el que la misa entre los sirios se llame sencillamente kurobho, acercamiento a Dios.

Confianza
     365. Pero en la misa no es solamente la acción de acercarse a Dios la que recobra su sentido pleno, sino que toda la situación en la que se hallaba el salmista cuando añoraba por la vuelta al santuario viene a ser una figura que ahora se cumple en el sacerdote de la Nueva Alianza. Cada vez que nos acercamos a Dios se nos interpone en el camino el homo iniquus. Y entonces levantamos nuestra voz a Aquel que es nuestra fortaleza para que nos Ilumine con su luz y nos haga experimentar su fidelidad, llevándonos in montem sanctum, a la cumbre sobre la que habrá de renovarse el sacrificio del Calvario. Termina el salmista con acordes de alegría y júbilo que anticipan ya la eucaristía.

Razones para recitar el salmo 42
sólo al pie del altar
     366. Tal como lo determinó la rúbrica del siglo X, citada anteriormente, así quedó establecido durante toda la Edad Media: el salmo 42 se rezaba en el camino al altar, del mismo modo que el cántico Benedictus se rezaba, y se reza aún hoy, en el camino de vuelta a la sacristía. Así lo prescriben en muchas ocasiones expresamente las rúbricas anteriores al misal de Pío V (15). Raras veces se señala con claridad como lugar para su recitación el pie del altar (16). Esto se debió a que en algunos casos el sacerdote se revestía, o a lo menos se ponía la casulla, junto al mismo altar (17), como era costumbre sobre todo en la misa privada. En otros casos las rúbricas no determinaban este detalle (18), consecuencia a veces de las condiciones especiales del lugar, cuando, como ocurría con frecuencia, el camino de la sacristía al altar era muy corto. Por otra parte, comprendemos que no se haya querido poner obstáculo al piadoso deseo de recitar para mayor devoción este salmo tan jugoso con más tranquilidad y atención sólo después de haber llegado al altar. Estos parecen haber sido los motivos que llevaron en el misal de Pío V a la actual práctica.

La antífona como versículo
     367. Como antífona se le antepuso al salmo, ya en el siglo XI, el versículo que había motivado su elección. Nos llama lógicamente la atención el que dicho verso no se le configure en la manera de recitarlo al modo de la antífona, sino de versículo, dividido en dos partes, de las cuales la segunda hace de respuesta. Habría que recurrir, para dar una justificación, al caso especial de cuando, al buscar un compromiso entre la recitación entera del salmo y su supresión absoluta, se convino en rezar solamente este verso, pero no como verso de salmo, sino como versículo, al que podían añadirse otros semejantes (19). Esta solución intermedia la encontramos por el año 1285 en el Líber ordinarius de los benedictinos de Lieja, que en este particular siguieron sencillamente el rito de aquella diócesis. La oración al pie del altar empieza con los tres versos Introibo, Confitemini y Dignare, a los cuales se va respondiendo siempre con la segunda parte del mismo verso. A continuación se reza el Confíteor (20). Es lo mismo que hacemos hoy en la misa romana cuando se suprime el salmo 42 (21); antes del Confíteor se rezan tan sólo los dos versículos Introibo y Adiutorium nostrum. Ahora bien, cuando después, sin variar su recitación, se empezó por la reforma de Pío V a rezar el salmo 42 entero, se impuso el uso actual (22); con todo, no se ha seguido en todas partes la costumbre de rezar como versículo este verso de salmo (23).

«In nomine Patris...»
     368. Antes del versículo Introibo se halla en la misa actual como invocación introductoria la fórmula de bendición, acompañada de la señal de la cruz: In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti. Amen, que se toma del solemne mandato, en el final del Evangelio de San Mateo, de bautizar a todas las gentes. Esta invocación previa la encontramos ya a principios del siglo XIV (24). En época bastante anterior se empleaba a veces como fórmula de bendición (25), y como tal la encontramos también dentro de la misa (26). Con este mismo carácter de bendición se ha introducido para comenzar la misa, lo mismo que al principio de las demás oraciones, carácter que se hace patente por la señal de bendición por antonomasia, el signum crucis que la acompaña (27). Empezamos el acto augusto gracias a la ayuda que nos viene de Dios trino y uno por medio de la cruz de Cristo (28). No es nada arbitrario interpretar el uso de esta fórmula en tal sitio como un puente que se tiende entre el sacramento del bautismo y el de la eucaristía.

Otras añadiduras
     369. Algunos ordinarios de misa de la baja Edad Media convirtieron esta petición de la bendición del cielo en acto de oración especial, y para esto el sacerdote se arrodillaba al pie del altar (29). Por lo demás, era frecuente el uso de arrodillarse al principio (30). También al salmo Indica se añadieron a veces algunas oraciones, que matizaron todavía más su significado (31). En territorio Anglonormando se rezaba el Kyrie eleison y el Pater noster (et ne nos...), para seguir allí con el Confitemini y el Confiteor (32).

NOTAS
(1) Aunque la antemisa del culto estacional no tiene por centro el altar, sino que se desarrolla en torno a la cátedra, lo mismo que en la actual misa pontifical, en el Ordo Rom I. (n. 8) aparece el altar claramente como punto de destino adonde se dirige el papa al entrar en la basílica, y esto en seguida a su llegada al presbiterio (inclinat caput ad altare), en la oración que reza ante altare y, finalmente, en los ósculos de salutación: osculantur evangelia et altare. Por cierto, al decir «oraciones ante las gradas» se supone ya el altar en la forma que tuvo sólo a partir del segundo milenio, puesto que el altar no tenía gradas antes del siglo XI únicamente el presbiterio entero estaba más alto que la nave de la iglesia (Braun, Der christliche Altar, II, 176-179).
(2) En los ordinarios de la misa del siglo XI se encuentra también una oración, que proviene de la liturgia griega de Santiago (Brightman 33) y está destinada para rezarla a la entrada en el santuario (Martene, 1, 4, IVss [I, 494s 519 C 530 Bl): Domine Deus omnipotens qui es magnus. Casi en todas las liturgias orientales se encuentran al principio de la misa apologías. Las reza el sacerdote generalmente en voz baja o durante las preparaciones o incensaciones iniciales.
(3) Ordo missae de Amiéns (ed. Leroquais, en «Eph. Liturg.» [19271 440s) Antequam accedat ad altare dicat: indignium me... Tunc accedat ad altare dicens: Ante conspectum... Deus qui de indignis. Asi en el siglo X también en el sacramentario de Ratoldo (P.L; 78, 24s). Esto corresponde a un aviso de Ordo Rom. VI, n. 3 (PL 78, 990): inclinans se Deum pro peccatis suis deprecetur. El sacramentario de S Thierry (s. x) (Martene, 1, 4, X [I, 5481) contiene como primera oración, dum accedit, la fórmula Aperi, Domine Deus, os meum, que con variantes está en el breviario actual.
(4) Todavía hacia fines de la Edad Media se encuentran apologías aisladamente al principio de la misa (al lado del Confíteor); así en el misal de Wéstminster (hacia 1380) (ed. Legg [HBS 5] 489); en ordinarios de Normandía (Martene, 1, 4, XXVII XXXVIs [I, 640 «72 676]). En España se encuentran apologías todavía en misales impresos de los siglos XV y XVI que se han de rezar ad introitum altaris o ad introitum missae (Ferreres, 78 f; oí 67 72).
(5) Pontifical de Halinardo (s. X) (Martene, 1, 4, XIV [I, 581s]) De este texto, en que hay después de episcopus sólo un inciso señalado por (...), que es posterior (cuatro apologías), debió descender la redacción de los documentos paralelos entre los que Séez y Lieja ofrecen variantes insignificantes, mientras los demás dan el texto ya bastante ampliado. El carácter primitivo de este texto se conoce por la circunstancia de que en él se puede aún reconocer el modelo del Ordo Romanus I, n. 8: dat pacem uni episcopo de hebdomadariis et archipresbytero (substituido ahora por dos sacerdotes) et diaconibus ómnibus... Et surgens pontifex (después de la oración en voz baja) osculatur evangelia et altare..., mientras en los textos paralelos esto ya no es posible.
(6) Para la afirmación de Brinktrine (Die hl. Messe, 55) (y semejantes en otros autores) de que el salmo sirvió, a partir del siglo IX como oración preparatoria en particular, de donde entró primeramente en la misa privada, no se encuentra en las fuentes ninguna prueba.
(7) Según el sacramentario de S. Denis (s. XI) (Martene, 1, 4 V 11, 519s]), el sacerdote al entrar en la iglesia reza, después de una apología, en seguida la oración Aufer a nobis, a la que siguen otros versículos de salmos (85,11, 53,8, 49,14) y el salmo 42.1-4a, con más apologías.
(8) Ordinario cíe la misa del Cód. Chigi (Martene, 1, 4 XII II. 5691). Como parte del ordinario acusa en otros puntos una dependencia manifiesta de Juan de Avranches, que compuso su obra por el año 1065 y, por lo que se refiere a este pasaje, dice lo mismo aunque no muy detalladamente (después de la llegada al altar se hace una confesión mutua), se impone la consecuencia de derivar la colocación del Confíteor, atestiguada por el cód. Chigi, a pesar de su origen italiano (Bona, 1, 12, 4 [147] y app. II [9551), de este obispo normando o sus discípulos.
(9) Cod. Chigi, oriundo de un monasterium S. Vincentii, O. S. B. Las mismas rúbricas se encuentran al pie de la letra, aunque abreviadas, en un manuscrito más reciente de Ñapóles (Archivio di Stato, cód. IV) (Ebner, 311s). El mismo orden de las oraciones se halla en dos misales de conventos del centro de Italia de fines del siglo XI (Bibl. Riccard., 299 y 300) (Erner, 297 300).
(10) Bernoldo de Constanza, Micrologus. c. 23: PL 151. 992.
(11) La única excepción que pude encontrar está en un misal de Toul del año 1400 (Martene, 1, 4, XXXI [I, 6501), en el que únicamente la apología Ante conspectum precede al Aufer a nobis. sin embargo hay que tener en cuenta que este ordinario representa una reedición tardía del grupo Séez, en la que se encuentran intercalados muchos elementos más recientes.
(12) Decreta Congr. gen., I, n. 93 (Institutum S. 1., II [Florencia 1893] 176).
(13) San Ambrosio. De myst., VIII, 43 (Quasten, Mon., 131) • i» De sacr., IV, 2, 7 (1. c., 156).
(14) Verdad es que el texto hebreo dice: «...el Dios de mi alegria y de mi regocijo», pero lo que nos interesa es el sentido de la Vulgata, o sea cómo lo entendieron quienes lo pusieron en este conjunto litúrgico. San Ambrosio por lo menos, que lo emplea para la procesión de los neófitos, entiende con la palabra iuventutem no la juventud biológica, sino la nueva vida de la gracia, que se recrea en Dios: abluta plebs... renovata in aquilae iuventute (De myst., VIII, 43). Deposuisti peccatorum senectutem, sumpsisti gratiae iuveniutem (De sacr., IV, 2. 7).
(15) Así en misales italianos a partir del siglo XI (Ebner, 297 300 332): Dum ingreditur ad altare, o (1. c., 345): Dum prucedunt de secretario. Así, más o menos, también en otros casos (1. c„ 296 313 340 354); y todavía en el misal romano de 1474 (ed. Lippe [HBS 171 198), pero ya no en el de 1530 y 1540 (Lippe [HBS 331 98). También en Francia (Leroquais, I, 131 163 211, etc.). El ordinario de Ratisbona (Beck, 262): Transeundo ad altare. El ordinario de Augsburgo, del año 1555 (Hoeynk, 370): en la sacristía, o dum itur, con la observación de que los ministrantes et qui intersunt han de recitar el salmo alternando con el sacerdote. Un misal camaldulense del siglo XIII (Ebner, 354) contiene esta observación: In inceptione processionis dicitur psalmus... quem ministri cum eo alternando veniant ante altare. Al decir un ordinario de la misa italiano de los siglos XI-XII (Ebner, 336): Quando ingreditur, sub silencio dicat sacerdos, hay que tener en cuenta (contra Batiffol, Legons, 13), que a esta rúbrica sigue una apología, a la que se refieren en primer lugar las dos palabras sub silencio.
(16) Misal de S. Lambrecht (1336) (Kóck, 107): inclinatus ante altare dicat: Introibo. Misal de los ermitaños paulinos, húngaros (s. XV) (Sawicki, 146): ad gradus altaris. Un caso aislado de la época de los primeros tanteos lo tenemos en el misal de Troyes (hacia 1050) (Martene, 1, 4, VI [I, 530 DI), donde el salmo se reza después de besar el altar.
(17) Misal más antiguo de Fécamp (ss. XIII-XIV) (Martene, 1, 4, XXVI [I, 636 Al): stans ante altare induat se dicens... Postea in-cipiat antiphonam: Introibo. De él depende el ordinario de Coutances (Legg, Tracts, 56); el sacerdote reza el salmo 42, asiendo con ambas manos la casulla, que está tendida sobre el altar. Misal de Evreux-Jumiéges (Martene, 1, 4, XXVIII [1, 6431).
(18) Ordinarios de la misa italianos de los siglos XI-XIII: accedat ad altare et dicat (Ebner, 321 327; cf. 306). Bernoldo, Micrologus, c. 23: PL 151, 992: Paratus autem venit ad altare dicens. Incluso Inocencio III (De s. alt. mysterio, II, 13: PL 117, 806), que observa que el salmo 42 precede al Confíteor, no descarta la posibilidad de que se rece el salmo ya durante el camino. La misma observación en Durando (IV, 7, 1). El Alphabetum sacerdotum (después de 1495) advierte expresamente que el sacerdote puede rezar el salmo delante del altar o mientras se reviste (Legg, Tracts, 35s).
(19) Tales versículos se usaban también independientemente del salmo. En la Missa Illyrica (Martene, 1, 4, IV [I, 494]), el obispo, al salir de la sacristía, reza Sal. 85,1 (Deduc). 53,8.
(20) Volk, 89. Lo mismo en el siglo XV en Tongres (De Corswarem, 110). El misal de Klosterneuburg (Schabes, 61), del siglo XV, contiene tres versículos: Ostende nobis, Et introibo, Confitemini; un misal de Seckau, del siglo XV (Kóck. 109): Ostende e Introibo; el misal conventual de Lyón, del año 1531 (Martene, 1, 4, XXXIII [I, 6581): Et introibo. Pone Domine. Confitemini. Así también 1. c., XXXIV (I, 662); falta, sin embargo, el versículo segundo.
(21) La razón por que el misal de Pío V durante el tiempo de Pasión y en las misas de difuntos suprime el salmo 42, seguramente está en que las palabras Quare tristis es anima mea, etc., parecen menos propias de estos días de luto (cf. Lebrun, I, 99). Cf también Kóssing, Liturgische Vorlesungen, 224-228. El empezar a suprimirlos el domingo de Pasión habrá sido debido a su empleo como introito. En las misas de difuntos se supone todavía el salmo con el final Requiem aeternam en París de Grassis (f 1528): De caeremoniis, II, 39 (Lebrun, I, 99, nota a). En el Directorium div. off., de Ciconiolano (Legg, Tracts, 204), se encuentra la observación de que el salmo termina también en las misas de difuntos con el Gloria Patri.
(22) El Introibo en forma de versículo antes del salmo 42 aparece en el ordinario del misal de la capilla papal (hacia 1290) (ed. Brinktrine: «Eph. Liturg.» [1937] 200); las oraciones empiezan con el Introibo y Adiutorium; sigue luego el salmo 42. La rúbrica Et repetatur antiphona Introibo (la misma también en el misal actual) es un resto del orden más antiguo; el versículo siguiente. Comfitemini hace de puente al Confíteor. Así, más o menos, Ordo Rom. XIV, n. 71: PL 78, 1185 A. En ordinarios de la baja Edad Media, el Introibo se encuentra frecuentemente como versículo delante de salmo 42 (cf. Legg, Tracts, 3 134 181 204; Kóck, 107s; Yelverton, 11).
(23) Veánse, p. ej., los misales ingleses del final de la Edad Media en Maskell, 8s; el versículo entero como antífona.
(24) Misal cisterciense (probablemente después del siglo XIV); (Schneider: «Cist.-Chr.» [1926] 253). El sacerdote pronuncia estas palabras inmediatamente después de besar el altar antes de que empiecen las oraciones al pie del altar. Misal de Admont, de los siglos XIV y XV; aqui precede Lc. I, 28 y el Salve Regina, con la oración. Ejemplos de la Edad Media en Martene (1,4, XXXIII- XXXVII). En otros casos, la formula trinitaria está en otro sitio; p. e. en el ordinario de Coutances (1557), al principio de las oraciones para revestirse la casulla. A veces está también al principio del introito, en el sitio de la simple señal de la cruz actual.
(25) Eisenhofer, I, 278,
(26) Con él empieza una fórmula para la bendición del incienso en la Missa Illyrica (Martene, 1, 4, IV [I, 494 C]) y en ordinarios parecidos de los siglos XI y XII (Fíala, 197; Muratori, I, 88; cf. Ebner 333) Entre los primeros testigos de la combinación de estas palabras trinitarias con la fórmula de la confirmación y la de la absolución está Santo Tomás (Summa theol, III, 72, 4; 84. 3 ad 3).
(27) La señal de la cruz como principio de la misa se encuentra también en el Ordo Rom. I, n. 8: PL 78. 941 C; y ya en las Constituciones Apostólicas (VIII, 12, 4 [Quasten. Mon., 212]) traza el obispo al principio de la oración eucarística sobre su frente.
(28) Con esta misma intención combina el ordinario de Ratisbona una señal de la santa cruz con las palabras Sancti Spiritus assit nobis gratia (Beck, 263). Los mismo en misales españoles de la baja Edad Media, janto con la fórmula trinitaria u otras fórmulas (Ferreres, 66 67 71 76); también en el Missale mixtum (PL 85, 525 B). Parece que se trata del principio de un himno antiguo. En otros sitios se encuentra en su lugar el versículo Adiutorium nostrum. Pontifical de Durando (Andrieu, III, 643); cf. el ordinario de Augsburgo, del siglo XV (Franz, 751).
(29) Alphabetum sacerdotum (Legg, Tracts, 35): Veni Creator, con versículo y oración (cf. arriba el Veni Creator durante el acto de revestirse en el rito de Sarum). Un misal estirio del siglo XV (Kock, 112): Veni S. Spiritus. reple, con versículo, oración y las palabras: Sancti spiritus assit nobis gratia (cf. también JAvor, 113; Radó, 24 96 123); los elementos se encuentran ya por el año 1195 en el sacramentario de Boldau (Radó, 42); al principio, Adsit nobis; ante el ósculo del altar, Veni S Spiritus, con oración. Cf. también Schneider: «Cist.-Chr.» (1926) 253 y 222. Según el ordinario de Ratisbona de 1500, el sacerdote, después de recitar el salmo 42 en el camino, de rodillas delante del altar tiene que rezar antiphonam et orationem de B. Virgine vel de S. Spiritu (Beck, 263). Cf. Sawicki, 146s, con la nota 27; el misal de Admont (arriba, nota 24). Augsburgo tiene 1555 el Salve Regina y el Veni S. Spiritus, con sendas oraciones (Hoeynck, 370). El misal de Evreux-Jumiéges (siglo XIV-XV) manda al sacerdote antes de revestirse ponerse de rodillas delante del altar y rezar del mismo modo al Espíritu Santo, a la Virgen y a los santos (Martene, 1, 4, XXVIII [I, 642]).
(30) Según el antiguo rito de los cartujos, el sacerdote tenía que rezar un Pater noster de rodillas delante del altar (Martene. 1, 4, XXV [I, 631 A]), al que más tarde se añadió un Ave (Legg, Tracts, 99); así también en la actualidad (Ordinarium cart. [1932] c. 32, 3). En Holanda se rezaba algunos ratos en silencio o se decía tres veces el Pater noster (Smits van Waesberghe : «Onsgeestelijk Erf"). Hay también textos que se refieren a la Eucaristía. En Alemania rezaban algunos de rodillas el salmo Iudica (Franz, 574). En un sínodo de Brixen de 1318 (c. 4i se prescriben tres genuflexiones ante altare, que se han de acompañar con oraciones (J. Baur, Die Brixener Si ode de 1318). El Misale mixtum manda rezar al sacerdote un Ave María (PL 85, 5 B; cf. 523 A); así también otros misales españoles (Ferreres, En Francia se habían acostumbrado de tal manera al Pater noster que todavía San Vicente de Paúl hacia 1620 vio en algunos esa costumbre (Bremond, Histoire littéraire du sentiment religieux III, 248).
(31) Sacramentario de Brescia (s. xi) (Ebner, 16): Omnipotens sempiterne Deus, misericordiam.
(32) Legg, Tracts, 36 56 219; Maskell, IOss; Simmons, 90: Martene, 1, 4, XXIV XXVIs XXXVss (I, 626 636 639 664 672 67). Fuera de esta región, para la cual el Sarum Ordinary, del siglo XIII (Legg, 219), contiene el testimonio más antiguo, encuentro esta costumbre sólo en fuentes muy tardías: en el ordinario de Ratisbona (Beck, 262) y en dos misales impresos de Chalons y Tours (Martene, 1, 4, 1 [I, 3521; 1, 4, 2, 4 [I, 3611). Exceptúanse el pontifical de la biblioteca casanatense (fin del s. XI) (Ebner, 32 y (sin el Pater noster) el misal de San Vicente del Volturno (Fiala, 198). La escritura beneventana de ambos documentos permite deducir su procedencia normanda. Además, contiene este orden un sacramentario de Fonte Avellana, compuesto antes de 1325 (PL 151, 884 D).
(33) Maskell, 12 14; Legg, The use of Sarum, I, 64. En el proceso ulterior de la independización del salmo, las costumbres de Bec hicieron seguir la oración Aufer al Pater noster; así, más o menos también, con una serie de versículos previos, otros misal normandos (Martene, 1, 4, XXVII, XXXVIs [I, 639 672 6761). Se usaron aun otras oraciones (Maskell, 12) En textos posteriores pone al lado del Pater noster a veces el Ave (Martene, 1, 4, XXX LI, 664 C1; Bona, II, 2, 6 [567] ; Beck, 262).
P. Jungmann S. I.
EL SACRIFICIO DE LA MISA

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