Época es la nuestra de subversión de valores. Alejado el mundo de la luz que es Cristo, ha sucedido el caos en las inteligencias y la borrasca en los corazones. Se ha retrocedido nuevamente al cultivo de la mentira y al cultivo del odio, por sistema.
Campa el error cambiante y multiforme; cunde el odio que envenena y destruye.
Hay que volver a Cristo humildemente, confiadamente.
El es el camino, la verdad y la vida. Es la piedra angular y la antorcha del mundo.
Hay que volver a la fuente.
A la fuente viva, que es el Evangelio.
Al hogar común, que es la Iglesia.
Al banquete de todos, que es la Eucaristía.
A las cosas esenciales, que son las que enderezan y valorizan la vida, las que han de normalizar la convivencia fraternal de los hombres.
Recientemente —escribe Julio Bevilacqua— aplaudió París un drama degradante en que se llama "la mujer tronco" a la Iglesia Católica.
Cuidemos, nosotros los católicos, de no crear un cristianismo tronco, en que todo sea peso inerte y nada sea vuelo, todo cálculo y nada gracia, todo miedos y nada riesgos, todo recibir y nada entregar y entregarse. Procedimiento erróneo y peligroso.
Supuesta claro está, una elemental base humana, antes hay que cristianizar y después vendrá la construcción total y armoniosa del hombre.
Porque Cristo es la piedra angular.
Sin El no se puede hacer nada.
Primero, creer; después, adaptarse.
Primero, vivir en autenticidad; después, el cálculo y el presupuesto.
Primero, confianza absoluta en Dios; después, el arrimo en las criaturas.
Primero, sinceridad en la vida; después, intentar los medios lícitos y honestos.
Se impone la lealtad a Dios, a la Iglesia, a la propia vocación, a las almas que nos esperan...
Cultivemos el realismo sobrenatural para que no nos ahogue el realismo natural.
Volvamos a la primacía de lo esencial:
Primacía de Dios: primero, la adoración, y después, las devociones.
Primero, la palabra de Dios —las Escrituras santas—, y después, la palabra de los hombres, su sabiduría y su elocuencia.
Primero el alma, que es la reina; después el cuerpo, que es fenecedero.
Primero la eternidad; después el tiempo fugaz.
¿Quid hoc ad aeternitatem?"
Primero el pensamiento, que me acerca al angel después el sentimiento, que tantas veces engaña.
Primero la confianza; después el temor. Vivimos en la ley de gracia.
Primero la verdad; sí o no, como Cristo nos enseña; después la diplomacia.
Primero la contemplación; después la acción. Contemplata aliis tradere.
Primero la fe, que es la palanca suprema; después el dinero, que es mejor derrochar para el bien.
Primero Dios providente; después el ánimo previdente.
Primero el deber; después el honesto placer.
Primero el trabajo; después el capital.
Primero la familia; después el Estado.
Primero la ley de Dios y de la Iglesia; después la legislación humana.
Primero la voluntad de Dios; después mi personal iniciativa.
Primero, el reino de Dios y su justicia; después, todo lo demás se nos dará por añadidura.
C. Mesa C.M.F.
CONSIGNAS Y SUGERENCIAS
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