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miércoles, 8 de enero de 2014

EL SACRIFICIO DE LA MISA (28)

TRATADO II
PARTE I: LA ANTEMISA 
SECCIÓN I: EL RITO DE ENTRADA 
3. El acto de revestirse los ornamentos

VESTIDURAS ESTILIZADAS
     341. A la preparación interna sigue la exterior. El sacerdote tiene que revestirse con los ornamentos litúrgicos antes de acercarse al altar. Aun los fieles, por instinto respetuoso, se ponen trajes mejores cuando van a misa (Así fué costumbre de los cristianos ya en tiempos de Clemente de Alejandría, Paed., III. 11: PG 8. 657). Este sentimiento de reverencia llevó hacia fines de la antigüedad cristiana a la costumbre de ponerse el sacerdote vestiduras especiales para celebrar la misa. Al principio se distinguían del traje corriente en días festivos sólo por ser algo más lujosas (Todavía el año 530, el Líber pontificális (Duchesne, I, 154) refiere del papa Esteban que prohibía llevar las vestes sacratae fuera de la iglesia). Cuando empezaron a usarse en la vida ordinaria trajes más cortos, las vestiduras litúrgicas se fueron diferenciando por días del atuendo civil. Así nuestros ornamentos litúrgicos no son más que una forma estilizada de las vestiduras que hacia fines del imperio romano se usaban para 'os días festivos.

CÍNGULO AMITO Y CASULLA
     342. El alba, ceñida por el cíngulo, es una supervivencia de la antigua túnica. Se completa con el amito, la gorguera de aquel tiempo, que tenía varios nombres. Encima del alba se pone la casulla, la prenda litúrgica más típica, que en su mismo nombre recuerda su forma antigua, tal que envolvía el cuerpo por todos los lados. Proviene de la antigua paenula, substitución hacia fines del imperio romano de la toga (La misma vestidura, con el nombre de planeta, se encuentra ya en el Ordo Rom. I). A partir del siglo XVIII, la primitiva casulla en forma de campana, con su rico juego de pliegues empezó a adquirir poco a poco la forma actual, recortada por ambos lados. Por la misma época se introduce la variedad de los diversos colores. Tal evolución, que parece haberse iniciado bajo el influjo del nuevo estilo gótico, tan inclinado a las formas ovaladas, pasó a siglos posteriores al prodigarse los ricos y pesados brocados, hasta el extremo de quitar a la casulla gran parte del carácter de vestidura. Devolverle otra vez este carácter es el fin que se ha propuesto el moderno arte religioso con la creación de los nuevos modelos de casulla.


MANIPULO, ESTOLA
     343. Además de estas prendas, lleva el sacerdote, en señal de distinción, el manípulo y la estola, del mismo color que la casulla. El origen de la estola no se ha esclarecido aún; el manípulo, en cambio, alude al elegante pañuelo de los romanos, llamado mappa o mappula, que se llevaba en la mano (de ahí su nombre posterior de manipulus) y más tarde se sujetó al brazo.

EL PONERSE LOS ORNAMENTOS SE CONVIERTE EN RITO
     344. La simple acción, de ponerse estas vestiduras litúrgicas se convirtió desde la época carolingia en verdadero rito, con sus oraciones correspondientes, y generalmente, aunque no siempre, le precedía un lavatorio de manos (En algunas ocasiones se encuentra el lavatorio de manos Ya antes de la praeparatio ad missam, como p. ej„ en la Missa Illiryrica (Martene, I, 4, IV [I. 4921) y en misales estirios (Kock, 95, 100); también en Italia (Ebner, 321), que iba acompañado por una oración breve, sea el versículo Lavabo inter innocentes manus meas (Sal XXV, 6) (Ordinario de la misa de Amiéns, ed. Leroquais en «Eph. liturg.» (1927) 439), al que en documentos muy antiguos a veces se añade el verso Asperges me (Sal 50, 9) (Por ejemplo, Martene, 1, 4, VIss (I, 528 E 534 E 537 E); sea la oración Largire, muy frecuente a partir del siglo XI (Por vez primera en el ordinario de la misa del grupo de Séez: Largire sensibus postris, omnipotens Pater, ut sicut exterius abluuntur inquinamenta manuum, sic a te munaentur interius pollutiones mentium et crescat in nobis sanctarum augmentum virtutum. Per (PL 78, 245), o, como posteriormente ambas oraciones juntas (En misales estirios a veces de tal forma, que el salmo 25 se reza desde el principio (Kóck, 95 96 98); también en Hungría (Radó, 23 41 y mas veces). Misales de Seckau, del siglo XV, intercalan entre salmo y oración el Kyrie, Pater noster y versículo (Kóck 99 105); con más añadiduras, el Ordo missae de Ratisbona, del 1500 (Beck, 261). La fórmula que rezamos hoy durante esta ceremonia: Da Domine, virtutem maníbus meis ad abstergendam omnem maculam, sólo aparece más tarde combinada con ella. Antes se rezaba mientras se secaban los dedos, o sea después de la oración Largire, y entonces terminaba siempre con el Per Dominum (Misal de San Vicente hacia 1100) (Fíala. 196), cf. Martene, 1. 4, XII (I, 568 B]; Ordo de Gregorienmünster (ss. XIV-XV) (1 c, XXXII [I. 654 A]); misal de Augsburgo, de 1555 (Koeynck, 369); misales húngaros (Radó, 23 41 y más veces). La fórmula aparece, a partir del siglo XI, también para acompañar el ponerse el manipulo) Parece que en la Edad Media se tomaba muy en serio esta preparación eterna, pues desde el siglo X se menciona no pocas veces el peine, con que el sacerdote arreglaba sus cabellos (Sacramentario de Ratoldo (+ 986) (PL 78, 241 A): ministretur ei aqua ad manus et peden ad caput. Posteriormente se menciona el peine siempre antes del lavatorio (Honorio Augustodun Gemina an., 1, 199; PL 172, 604); deinde pectit crines capitis. De un modo parecido también la explicación alemana de la misa, rimada. del siglo XII (ed. Leitzman en «Kleine Texte», 54, p. 16, lin. 26s) Dos misales de Seckau, de los siglos XII y XIV, contienen también una oración especial ad pectinem, que pide a Dios que quite todo lo superfluo y de los siete dones del Espíritu Santo (Kóck, 95 98). Testimonios del siglo XV. 1. c., 103 104; también en el sacramentario húngaro de Boldau (hacia 1195) (Radó, 41). Cf. también los cuadros en Ch Rohault de Tleury, La messe, VIII (París 1889) 167-173. El Liber ordinarius de Lieja. en concordancia con su modelo, el misal dominicano, refiriéndose a la sacristía, observa: Solent etiam ibi haberi pectines et forcipes (Volk, 49. lín. 31). Cf. Durando, RationaleIV 3, 1-3. Según el pontifical de Durando (Andrieu. III. 633; confróntese 631), el diácono o el paje arregla con el peine el pelo del obispo antes de revestirse éste, para lo cual le sujeta un paño blanco al cuello), que entonces se hacía más necesario por las costumbres medievales del peinado.
     Según Simón de Venlo, fue también costumbre lavarse en la sacristía las manos, la boca y la cara; cf. los extractos de su explicación de la misa en Smits van Waesberghe : «Ons geestelilk Erf»

CEREMONIAS PREPARATORIAS
     345. Según las fuentes de aquel tiempo, lo mismo que en el actual rito pontifical, al lavatorio de manos precedía la ceremonia de quitarse una prenda que debía haber sido una especie de capa (Ejemplos del siglo XII hasta el XV, en Kóck. 95-104; Radó, 23 41; Martene, 1, 4, XXXIs (I. 643 654); misal de Augsburgo, del 1555 (Hoeynck, 369 y más veces). No se especifica más la prenda que se quita (vestes). La oración en todos estos casos apenas varia: Exue me Domine veterem Hominem cum actibus suis, et indue me novum hominem, qui secumdum Deum creatus est in iustitia et sanctitate veritatis. Antes se usaba también el versículo del salmo: Conscinde Domine saecum meum et circumda me laetitia salutari (SI 29.12); Missa lllyrica (Martene. 1. 4. IV [I. 492 CD), y en tiempos aún más remotos, la de ponerse un calzado especial (Así en las fuentes de la edad carolingia; p. ej. Amalario (De eccl. off., II. 25: PL 105. 110), según las cuales las sandalias eran diferentes del obispo, sacerdote, diácono y subdiácono, confróntese Braun, Die liturgische Gewandung. 390s. Una oración ad calceandum se menciona sólo raras veces para el sacerdote, pera aparece ya desde el final del siglo XI (Piala, 196; Martene, 1. 4. XII [I. 568]); es la misma que aun hoy se usa para el obispo (Calcea me). Otra fórmula, en Ebner, 332).
     En las misas privadas de la baja Edad Media solía echarse el vino al cáliz, mezclándole las gotas de agua con las oraciones acostumbradas inmediatamente después del lavatorio de las manos y antes de ponerse los ornamentos (Martene. 1. 4, 1 (I. 351 352); 1. c. 1, 4. XXVI XXXVI (I. 635 671); Ordinarium de Coutances (Legg, Tracts, 55).

EL AMITO
     346. El orden en que se ponían los ornamentos no era siempre el actual. El amito —y era natural en una prenda que debe cubrir el cuello (El sentido antiguo del amito como gorguera se recuerda aun hoy en la ordenación del subdiácono por las palabras del obispo de la castigatio vocis. e. e. la disciplina en el hablar. La expresión está tomada de Amalario, De eccl. off. n. 17: PL 105. 1094. No parece necesario buscar la explicación con O. Casel (Castigatio vocis: JL [19271 139-141) en normas sacrifícales precristianas, según las que había que evitar en el sacrificio toda clase de sonidos que pudieran molestar) —se ponía en tiempos más antiguos después del alba, norma que se ha conservado en las liturgias de Milán y Lyón. Tampoco el modo de ponerse dicha prenda coincidía siempre con el nuestro. Según una costumbre que aparece en los países germánicos hacia fines del siglo IX, el amito se ponía encima de la cabeza, de forma que la cubriese como una especie de capucha, y se dejaba así hasta que se hubiesen puesto todos los demás ornamentos. Sobre el origen de semejante costumbre nos puede dar alguna luz la circunstancia de que se halla descrita en los mismos autores que mencionan el peine (Honorio y la explicación rimada alemana de la misa. Según esta explicación, al ponerse el sacerdote el amito, le ampara el Espíritu Santo, porque se lo pone encima de su cabeza de modo que sus ojos no pueden ver ni sus oidos oír ninguna cosa mala (Leitzmann, 16s); es decir, que el amito evitaba el volver a desarreglarse el pelo al vestirse el alba y la casulla. Tal modo de ponerse el amito fue el ordinario en la Edad Media. Las órdenes que se fundaron en aquella época, como franciscanos, dominicos, trinitarios y servitas, lo han conservado hasta hoy. Fue desapareciendo a medida que se fue cambiando el modo de peinarse (Es notable que este modo de ponerse el amito desaparece en el siglo XV, antes que en ningún otro país, en Italia (Braun, 30). Italia fue la cuna del Renacimiento, y, por lo tanto, también de la vuelta al modo romano de llevar el pelo. No es improbable que el cambio en el orden de ponerse las diversas prendas que encontramos en las fuentes francas más antiguas (al contrario de los Ordenes romanos anteriores aún) se deba a la costumbre germana de arreglarse el pelo). El momento en que el amito debía correrse hacia atrás variaba mucho según los distintos países: Inmediatamente después de ponerse la casulla o, como en las iglesias francesas, antes de la secreta, o al empezar el canon (En algunas iglesias, p. ej., de París, Auxerre, Rochelle, se usaba esta costumbre solamente en invierno y sobrevivía todavía en el siglo XVIII (Braun, 31). El amito tenia, por tanto, además de la función de gorguera y protección del peinado, todavía la de una capucha de Invierno). La oración que actualmente se dice al ponerse el amito, aún recuerda esta costumbre, pues le califica de yelmo: Impone, Domine, capiti meo galeam salutis...

EL MANIPULO
     347. El manipulo no se ponía antiguamente después del cíngulo, sino después de todos los demás ornamentos. Era natural, mientras solía llevarse el manípulo en la mano, o sea hasta el siglo XI o XII. Desde que empezaron a ceñirlo al brazo Izquierdo, la costumbre variaba mucho, hasta dar en el uso actual. Sólo el obispo conservó el modo antiguo, pero con la modificación de tomar el manípulo después del Confíteor, costumbre que se fue imponiendo desde el siglo XIII.

COSTUMBRES DE VESTIR EN CONVENTOS MEDIEVALES
     348. A veces se simplificaban las ceremonias de revestirse, por ejemplo en los siglos XI y XII, por correr en diversos conventos benedictinos la costumbre de llevar los monjes el alba y el manipulo puestos durante todo el oficio coral que precedía a la misa (Braun, 522s. En catedrales alemanas del siglo X se presentaban a la tercia los capitulares humeralibus et albis, apud quosdam autem casulis induti. Ordo Rom. VI, n. 1: PL 78, 989). Los sacerdotes vestían además la estola, que durante los siglos IX y X debía llevarse aun fuera del coro e incluso cuando se iba de viaje.
     Braun, 581s 583. En efecto, en las costumbres de Cluny no se habla, entre las preparativos de la misa conventual y privada, más que de la casulla (Udalrici Consuet. Clun., II, 30: PL 147, 715 D 724 B); no así en Guillermo de Hirsau (+ 1091), Const., I, 86: PL 150, 1015ss. Cf. también el ordinario de la misa de Ruán, que es del siglo XIII y pertenece a un convento (Marténe, 1, 4, XXXVII [I, 676]); el sacerdote se prepara para la misa tomando sólo en el altar el manípulo, la estola (y la casulla).

INTERPRETACIÓN ALEGÓRICA DE LAS VESTIDURAS
     349. En estas oraciones que acompañaban la ceremonia de revestirse existía gran variedad desde la época carolingia. No había mucha exageración en el proverbio que corría entonces: Quot missalia, tot sensus (Braun, 706. En el misal de San Lorenzo, de Lieja (primera mitad del siglo XI) CMartene, 1. 4, XV [I, 5831), ad zonam se encuentran ya cuatro fórmulas). A veces se prescindía incluso en absoluto de estas oraciones (Misales de la baja Edad Media de Normandia e Inglaterra hacen rezar al sacerdote, mientras se reviste, las oraciones de la entrada: Veni Creator y salmo 42; así, p. ej„ en Bayeux y Sarum (Martene, 1, 4, XXIV XXXV [I, 626 6641). Cf. también el Alphabetum sacerdotum (Legg, Tracts, 35s). Pero también en Sarum, como en otros sitios, se usaban antes oraciones especiales al revestirse (Legg, Tracts, 3). La razón de tanta variedad hay que buscarla no sólo en su carácter de oraciones más bien privadas, sino también y ante todo en la interpretación alegórica de las vestiduras, que empezó muy pronto y que descubría siempre nuevos aspectos, creando para ello nuevas fórmulas. Ciertamente, algún sentido simbólico se esconde en los ornamentos litúrgicos. El hecho mismo de que no sean solamente vestiduras más ricas, sino también especiales, no usadas en la vida ordinaria, sugiere la idea de que el sacerdote, revestido con ellas, sube al plano de un mundo superior, cuyos resplandores se reflejan en sus vestiduras. Los intérpretes medievales no se contentaban, sin embargo, con esta sugerencia vaga, sino que buscaron para cada prenda relaciones muy concretas con aquel trasmundo. De primera intención se fijaron más bien en ideas de orden moral, en las que debía ambientarse el sacerdote; luego las relacionaron con la persona de Cristo, a quien representa, y finalmente lo redujeron todo a alusiones a la pasión de Nuestro Señor Jesucristo, que se recuerda en la misa. Las ideas de las oraciones que se dicen al revestirse están tomadas generalmente del primer período. En el resumen que presentamos a continuación se han tenido en cuenta solamente aquellas formas típicas, que alcanzaron cierta difusión y sirven de puente a las actuales, pero no las fórmulas particulares de ciertos manuscritos (Tales hay en el sacramentario de Ratoldo (s. X) (PL 78, 240s); a cada prenda, el obispo, invitado para ello con el Iube domine benedicere, dice antes de ponerse una bendición, en hexámetros. Sobresalen por su brevedad las fórmulas del misal más antiguo de Fécamp (ss. XIII o XIV) Martene, 1, 4, XXVI). Tomamos como base, en cuanto es posible, su texto original y aplicación primitiva (Asi, p. ej„ se aplicaron más tarde al alba fórmulas que estaban destinadas para la casulla. La fórmula que se decía al quitarse algunas prendas antes de revestirse, se encuentra, a partir del siglo XI, aplicada al amito; p. ej., Martene, 1, 4, VI XV (I, 529 D 583 A); lo mismo en el Líber ordinarius de Lieja (Volk, 101). También se aplicó al alba: sacramentario de San Denis (Martene. 1, 4, V). Cf. las peripecias de la fórmula Da, Domine, virtutem). En las citas bastará una indicación general de los sitios en que se encuentran tales oraciones.

ORACIONES AL VESTIRSE EL AMITO
     350. El amito, en su calidad de paño de hombros, que se sujeta con una cinta al cuerpo (La costumbre de besar cada prenda antes de ponérsela, por lo que se refiere al amito, estola y casulla, la encuentro anotada por vez primera en el misal de Admont, del siglo XV. Kóck, 102), inspiró en el siglo XI la alegoría del paso que da el sacerdote al empezar la misa para entrar en el mundo del Espíritu: Humeros meos Sancti Spiritus gratia tege, Domine, renesque meos vitiis ómnibus expulsis praecinge ad sacrificandum tibi viventi et regnanti in saecula saeculorum.
     Missa lllyrica (Martene, 1, 4. IV). L. c. XV (I, 583). Kock, 102; cf. 99 103 105. En misales húngaros, unida a la fórmula Obumbra; además determina el misal de Boldau (hacia 1195): Dum humerale imponit dicat: Obumbra... Dum involvit humerale dicat: Humeros... (Radó, 41; cf. 24 60s y más veces; Jávor, 112). En Suecia se encuentra ampliada: Caput meum et humeros meos... (Yelverton, 10). El pensamiento principal vuelve, expresado con palabras de la Biblia, en el ordinario de la misa más antiguo de Gregorienmünster (Martene, 1, 4, XVI): Sub velamento alarum tuartun. Domine, tuae me cooperi pietate... (cf. SI 16,8).
     Por el nuevo modo de ponerse el amito sobre la cabeza, éste, como nube luminosa, se convierte en fiel imagen de la virtud de la fe: Obumbra, Domine, caput meum umbráculo sanctae fidei et expelle a me nubila ignorantiae (Sacramentario de Séez (Martene, 1, 4, XIII); 1. c., XII XXXI; 1. c„ 1, 4, 1 (I, 352); Fíala, 196. Con modificaciones (obumbratione S. Spiritus y otro final), en el ordinario de la misa de Ratisbona (Beck, 262). Las palabras iniciales recuerdan el salmo 139.8b. Cf. Inocencio III (De s. alt. mysterio, I, 35: PL 217 787): sacerdos caput suum obnubit).
      Del siglo XX data la interpretación marcial que ve en el amito ceñido a la cabeza un casco de guerra: Pone, Domine, galeam salutís in capite meo ad expugnandas diabólicas fraudes (Sacramentario de Moissac (s. XI) (Martene 1, 4, VIII [1,5381) lugar citado, 1, 4, 1 (I, 351). La expresión galea salutis según I Tes 5,8 y Eph 6,17: La esperanza de la salvación es el yelmo protector. En el sacramentario de S. Gatien (ss. IX-X) (1. c„ VII), el formulario tiene ya la ampliación: et omnium inimicorum meorum persequentium me saevitiam superandam Así también en textos posteriores: i. c.. II (I, 477). La redacción que presenta esta fórmula en el actual misal, parece que se debe a los humanistas.

     351. Fijándose en su tela, el lino blanco, que recuerda la Justicia y el orden, se decía en el siglo IX, al ponerse juntamente el amito y el alba, la siguiente oración: Indue me, Domine, vestimento salutis et indumento iustitiae circumda me semper (Ordinario de la misa de Amiéns, ed. Leroquais : «Eph. Liturg » (1927). Por lo que se refiere al alba, véase e. o. Martene, 1, 4 II VIss XXVIss; Kóck, 95. A veces también con ampliaciones (túnica laetitiae, etc.); p. ej., en el sacramentario de Módena, Muratori, I. 87). Por su contraste, otra oración bastante frecuente se inspira en la blancura: Omnípotens sempiterne Deus, te suppliciter exoro, ut fraude omnium fuscatorum exutus, alba veste indutus te sequi mererar ad regna, ubi vera sunt gaudia (Missa Illyrica. También en la tardía Edad Media (Kock, 99 102 103 105; Radó 24 y más veces; Jávor, 112)El motivo de la fuerza purificadora de la sangre del Cordero (Apoc VII,14) resalta en la fórmula del pontifical de Cambral del siglo XII: Dealba me, Domine, et a delicio meo munda me, ut cum his, qui stolas suas dealbaverunt in sanguine Agni, gaudiis perfruar caeli. Per esta oración, un poco ampliada, constituye la fórmula actual. En otra oración vuelve la imagen del campeón espiritual, con la coraza de la fe bien puesta: Circumda me, Domine, fidei armis, ut ab iniquitatum sagittis erutus valeam aequitatem et iustitiam custodire (Misal de Lieja (primera mitad del siglo XI) (Martene, 1-, 4. XV; Id., IV (I, 492); Id.. 1, 4, 1; Volk, 101). Para el amito, Martene, 1, 4, V o: Indue me vestimento salutis et circumda me lorica fortitudinis.
     Sacramentario de Séez y fuentes afines (Martene, 1, 4, XIII XII XVs XXXI); Id., 1, 4, 1; Piala, 196. Para el amito: Id., XXXII. Así, con la variante galea en lugar de lorica (Kock, 101 102;).

EL CINGULO
     352. Para el cíngulo, un pensamiento bíblico sugirió el simbolismo profundo de la presteza espiritual (A veces se usan sencillamente palabras de la Sagrada Escritura; así salmo 17,33 y salmo 44,4 (y sigue la oración) en dos fórmulas del misal de Lieja; la primera también y aplicada también al manipulo 1, 4, V; así en un misal de Seckau del siglo XV), idea que resalta aún más en las diversas oraciones que acompañan la acción de ceñirse: Domine, accinge in me custodiam mentís meae, ne ipsa mens infletur spiritu elationis ( Sacramentario de Séez y fuentes afines). Este último pensamiento de la soberbia, que hincha, parece sugerido por el seno que forma el alba después de recogida por el cíngulo. Otra oración interpreta el alba, que lo cubre todo, como símbolo de la caridad, que por el cíngulo ha de quedar bien sujeta: Praecinge me, Domine, zona iustitiae et constringe in me dilectionem Dei et proximi (En un misal de Seckau del año 1170 y repetidas veces en misales estirios más recientes; también los que empiezan: Circumcinge; ordinario de la misa de Ratisbona (Beck, 262). Con esta redacción aislada: constringe in me virtutem caritatis et pudicitae, se encuentra ya en el ordinario de la misa más antiguo de Gregorienmünster (Martene, 1,4, XVI). El ceñirse la cintura (renes) mueve a orar para obtener la gracia de dominar los instintos bajos: Praecinge, Domine, lumbos mentís meae et circumcide vitia coráis et corporis mei (Sacramentario de Tours (ss. IX-X). Con pequeñas variantes; sacramentario de Módena (Muratori, I, 87). Misales húngaros a partir del siglo XII: Radó, 24 41 71 y más veces; Jávor, 112); y la otra oración de origen carolingio, cuyo texto primitivo tal vez encontremos en el sacramentarium de Moissac (siglo XI): Praecinge, Domine, cingulo fidei lumbos mei corporis, et comprime et extingue in eis humorem libidinis, ut iugiter maneat in eis tenor totius castitatis (Martene, 1, 4, VIII). Después de cingulo fidei, en los demás textos se añade regularmente et virtute castitatis; asi ya en el ordinario de la misa de Amiéns, ed. Leroquais: «Eph. Liturg.» 1927) La misma fórmula, algo modificada, se halla en nuestro misal para uso del obispo, mientras que el texto para el sacerdote se ha simplificado.

EL MANIPULO
     353. Recordando que el manípulo originariamente era un pañuelo con finalidad práctica, se le aplicó una fórmula creada en el siglo XI, que se decía también al secarse las manos, y que nosotros rezamos al lavatorio de los dedos: Da, Domine, virtutem maníbus meis ad abstergendum omnem maculam immundam, ut sine pollutione mentís et corporis valeam tíbi servire (Missa Illyrica. Ordinario de la misa de Ratisbona (Beck, 262). En todos los ocho reglamentos de los misales estirios de los siglos XII-XV, en Kóck. 96-105. El texto que dan algunos: Da, Domine, manipulum in manibus meis ad extergendas cordis et corporis mei sordes, ut sine pollutione tibi Domino ministrare merear, es una redacción más reciente). El recuerdo de su carácter de fino pañuelo de adorno que completaba las vestiduras, parece que influyó aún en tiempos posteriores en la creación de la costumbre existente en algunos conventos de que todos los monjes que en los días de fiesta recitaban los salmos en el coro se pusiesen el manípulo además del alba (Ruperto Tuitiense, De off. div., II, 23: PL 170. 54) este uso del manípulo en el coro (Esto se hace aún más claro por la noticia de que todavía hacia 1700, seis niños de coro en Cluny, las domingos y días de fiesta en la misa solemne iban vestidos de alba y manípulo. Este manípulo lo llevaban entonces los niños de coro de Lyón en la mano izquierda cuando el Sábado Santo cantaban las profecías) correspondía la oración que rezaba también el sacerdote: Da mihi, Domine, sensum rectum et vocem puram, ut implere possim laudem tuam (Sacramentario de Séez; Legg, The Sarum missal, 216, nota 1; misal de Fonte Avellana, de los siglos XIII-XIV (PL 151, 932). Hay que tener en cuenta el significado musical de la palabra sensus). En otra oración se interpretaba el manípulo como señal de distinción, con la cual se investía a una persona, confiriéndole un cargo: Investitione (Solamente existen en los manuscritos estas tres versiones: investione (Illyr.) In vestione (Hittorp) e Invectione (los demás) istius mappulae subnixe deprecor, Domine, ut sic operer in temporali conversatione, quatenus exemplo priorum patrum in futuro merear perenniter gaudere (Missa Illyrica; Líber ordinarius de Lieja (Volk, 101). La misma oración se encuentra en el Ordo Rom. antiquus (hacia 950) (Hittorp, 91) para la ordenación del subdiácono. En el sentido parecido de una obligación que ha tomado sobre sí alguien se usa también la palabra de la Sagrada Escritura opus manuum (salmo 89.17) en el misal de Beauvais (Martene). Como distintivo de las órdenes mayores, que obligan a una virtud mayor, se interpreta el manipulo en la fórmula posterior Manipulum innocentiae, que aparece en Estiria y en Hungría (Jávor, 112; Radó); por vez primera en el siglo XIII: Stolam innocentiae). Aludiendo al salmo 125,6 y a su nombre moderno de manipulum hay una oración—se usa hoy día con algún retoque— que pide a Dios se convierta el manojo de miserias y lágrimas de esta vida en gavilla jubilosa de la mies celestial: Merear, precor, Domine, manipulum portare mente flebili cum patientia, ut cuín exsultatione illud deferendo cum iustis portionem accipiam (Sacramentario de Moissac (s. XI); abreviado, en el misal de Narbona. En algunos misales de la baja Edad Media se usan también aisladas palabras de la Sagrada Escritura del salmo 125.6).

LA ESTOLA
     354. A pesar de que la estola ya en los tiempos carolingios se redujo a una tira estrecha que se ponía sobre el cuello su nombre despertó el recuerdo de la vestidura blanca que en el lenguaje figurado de la Biblia como stola juega un papel tan importante (Eccli VI, 32; XV, 5; Lc XV, 22.; Apoc VI,11, etc.). La oración que reza hoy el obispo y, con pocas variantes, el simple sacerdote, aparece en el siglo IX: Redde mihi, Domine, obsecro, stolam immortalitatis, quam perdidi in praevaricatione primi parentis, et quia cum hoc ornamento accessi, quamvis indignus, ad tuum sanctum ministerium, praesta ut cum eo laetari merear in pervetuum (Ordinario de la misa de Amiéns, ed. Leroquais: «Epii. Liturg.»). La misma idea de la vestidura blanca, única apreciada de Dios, ha formado otra oración de la misma época, pero que en tiempos posteriores se usó con mucha más frecuencia: Stola iustitiae circumda, Domine, cervicem meam et ab omni corruptione peccati purifica mentem meam (Sacramentario de S. Gatien; en forma mutilada, también en el ordinario de la misa de Amiéns, ed. Leroquais). Pero después la estola se interpreta como carga que pesa sobre el cuello. En la baja Edad Media le añadieron a la fórmula citada anteriormente las palabras del Señor en San Mateo XI, 30 (Misales estirios del siglo XV (Kock); misal de Sratislava (s. XV) (Jívon. 112); ordinario de la misa de Ratisbona (Beck, 262); misal de Upsala (1484) (Yelverton, 11). Ya desde el principio se recordaba el yugo del Señor y las cadenas de Satanás en la tercera fórmula: Dirumpe, Domine, vincula peccatorum meorum, ut iugo tuae servitutis innexus valeam tibí cum timore et reverentia famulari (Missa Illyrica. Cf. también la fórmula de un misal húngaro de 1394: Stolam innocentiae pone... (Radó. 118). La fórmula que de ésta depende: Dirumpe, Domine, omnes laqueos satanae et confírmalo in me hereditatis tu(ae) funicui(um), aparece en un manuscrito de San Galo, aplicada al manipulo (Braun, 715) y en un manuscrito de Admont (ss. XIV-XV) para el cíngulo (Kock, 102, nota 1). Con el tiempo, y relativamente pronto, se incluyó también en esta fórmula la palabra del Señor en San Mateo XI, 30 (Sacramentario de S. Denis (s. XI) Martene).

LA CASULLA
     355. Hoy se citan estas palabras evangélicas al ponerse la casulla, que en su forma antigua de campana y también en la otra, cuando se recargó excesivamente de motivos ornamentales, no resultaba ciertamente una prenda cómoda. La fórmula es de las más antiguas: Domine, qui dixisti: iugum meum..., praesta ut sic illud deportare in perpetuum valeam, qualiter tuam gratiam consequi merear (Sacramentario de S. Gatien (ss. IX-X); ordinario de la misa de Amiéns, ed. Leroquais: «Eph. Liturg.». La cita de Mt XI, 30 que encentramos ya en la estola se empleó en algunos casos también para el amito; así en el sacramentario de Tours, ss. IX-X). Cubriéndolo todo, lo mismo que la caridad, y circundando al sacerdote por todas partes, la forma antigua de la casulla sugirió esta oración: Indue me, Domine, ornamento caritatis et pacis, ut undique munitus virtutibus, possim resistere vitiis et hostibus mentís et corporis (Sacramentario de Séez. Antes o al lado de caritatis se ponía con frecuencia humilitatis o humilitatis et castitatis; es decir, en lugar del motivo de la caridad se ha desarrollado mas el pensamiento del undique munitus) Existen todavía otra serie de oraciones que empiezan con las mismas palabras, pero en seguida se diferencian por el modo de describir la casulla, interpretándola, según vimos (Se habla también de indumenta iustitiae et laetitiae en una fórmula iniciada con las palabras Creator totius creaturae, que aparece en el misal de Lieja y en Seckau), o como lorica (fidei o iustitiae) o también como vestís nuptialis, y otras veces substituyendo este concepto por el otro de sacerdotalis iustitiae. Todas terminan con su petición correspondiente.
  Alcanzó cierta difusión, no sin variantes, la fórmula del ordinario de la misa antigua de Gregorienmünster (Martene, 1. 4. XVI): Indue me. Domine ornamento caritatis et concede mihi protectionem contra hostem insidiatorem, ut valeam puro corde laudare nomen tuum gloriosum in saecula saeculorum. Cf. ordinario de la misa de Bec y misales húngaros. Aplicada al alba en misales alemanes. Un sacramentario de Ponte Avellana (antes de 1325): ...sacerdotali iustitia, ut induci merear in tabernacula sempiterna (PL. 151, 884 D.). En misales húngaros hay también una fórmula, para la casulla que se refiere a la imagen del Crucificado, tan frecuente en ella: Fac me... concupiscenim crucifigi (Radó, 113 123 155).

LA FORMULA «FAC ME, QUAESO»
     356. La sacerdotalis iustitia es el motivo de la última fórmula: Fac me, quaeso..., que sólo posteriormente se aplicó a la casulla, pues pertenece a una época mucho más antigua, cuando todavía no acompañaba a la Imposición de cada prenda una fórmula especial, sino que se usaba una oración sola para revestirse. Solía adoptar la forma de apología, como se puede ver en la oración mencionada (Por ejemplo, en el pontifical de Halinardo: Fac me, quaeso, omnipotens Deus, ita iustitia indui, ut in sanctorum tuorum merear exultatione laetari, quatenus emundatus ab omnibus sordibus peccatorum, consortium adipiscar tibí placentium sacerdotum, meque tua misericordia a vitiis ómnibus exuat, quem reatus propriae conscientiae gravat. Per. En el sacramentario de S. Denis, con la variante que probablemente representa la redacción primitiva ita iustitiae indui armis (la casulla como armadura). El ordinario de la misa de Amiéns, contiene una fórmula semejante con carácter de apología: Rogo te, con el título: Ad tunicam; aparece generalmente entre las apologías). Esta fórmula, que pertenece al apéndice de Alcuino (La fórmula sirve de colecta en una missa specialis sacerdotis. Esta podría ser su función primitiva), es típica en el ordinario de la misa del grupo Séez del siglo XI y de sus derivados. Cierra generalmente la salmodia para acercarse. Aunque no todos sus salmos tenían una relación con el acto de revestirse, sí la tuvo siempre la mencionada fórmula.(Así p ej„ en el pontifical de Halinardo, donde esta fórmula después de los salmos, que decía el obispo, cum se ad missam parat, es la única formula para revestirse. Posteriormente, la acción de revestirse, acompañada ya por nuevas oraciones, precede a veces a la salmodia. Otras veces se reviste entre la salmodia y la oración Fac me quaeso. A veces se ponen los ornamentos después de la oración).  A veces y bastante pronto lo anunciaba su título (Misal de Troyes (hacia 1050) después de los salmos, el celebrante dice esta fórmula: induens casulam. El sacramentario de S. Denis: Ad casulam. Mas tarde dicen las rubricas: Cum ornatus fuerit). En la baja Edad Media llegó a ser en algunos sitios la oración más común para ponerse la casulla (Así en siete de los ocho órdenes de revestirse en misales estirios; ordinario de la misa de Ratisbona (Beck 262) Como alia se encuentra Para la casulla también en el misal de Upsala (Yelvfton, 11). Una vez lleva el titulo; Ad albam).

EL BONETE
     357. En cambio, no existe ninguna oración al ponerse el bonete, cuyo uso no se conoció antes del siglo XII. Para dirigirse al altar, empezó a emplearse aún más tarde (En la ida al altar, en muchos sitios se cubrían la cabeza con el amito).

BALANCE
     358. Al resumir la impresión general de todas estas oraciones, así actuales como antiguas, conforme las encontramos en las fuentes de la Edad Media, sacamos la conclusión de que en general no se relacionaban con el misterio eucarístico ni las presidía una idea común. Cierta unidad de pensamiento se impuso cuando, siguiendo el lenguaje figurado de San Pablo (1 Tes V, 8; Eph VI, 14-17. Las oraciones de las liturgias orientales se componen casi exclusivamente de citas de la Sagrada Escritura, sobre todo las bizantinas; expresa ésta la idea del circumcingere con palabras de los salmos 17,33 y 44,4s; además de Is 61,10; Ex 15,6s; SL 118,73; SL 132,2), los ornamentos se interpretaron como la armadura de Dios, con la que había que aprestarse a la lucha espiritual (Entre los comentaristas apuntó este simbolismo, pero no lo cultivó, Honorio Augustod. (Gemma an., I, 199: PL 172, 604 B); en cambio, Juan Beleth lo desarrolló en Explicatio, c. 32: PL 202, 43). No busquemos, por lo tanto, una línea constante de evolución en las oraciones que se usaron para revestirse (La construcción de Brinktrine (Die hl. Messe, 50s) parece artificial. Verdad es que, seleccionado y ordenado bien el mucho material de que disponemos, se podría conseguir tal línea ascendente); lo contrario de lo que sucede con la praeparatio ad missam y las oraciones ante las gradas, con las que tenían un mismo origen común y muy probablemente el mismo grado de obligatoriedad (Burcardo de Estrasburgo es el primero que expresamente hace constar que estas oraciones no son obligatorias, diciendo que en su lugar se puede rezar también el Miserere u otro salmo (Legg, Tracts, 132). El Missale Romanum (Ritus serv., I, 2) no dice nada. Sin embargo, como se sabe, rubriquistas modernos a todas las rúbricas anteriores a la llegada al altar (y posteriores a la salida) no les dan más que carácter directivo, no obligatorio). Ni siquiera se tiene en cuenta la función originaria de cada vestidura en particular, sino que se toma al azar cualquier pensamiento ascético o cualquier recuerdo de una palabra de la Sagrada Escritura que despierta la forma o el nombre de la prenda sagrada, para transformarlo en una oración, elevando insensiblemente la acción externa a una esfera más espiritual. Por eso nunca encontraremos en los antiguos misales colecciones fijas de estas oraciones, sino las más variadas combinaciones según el gusto particular del autor de cada misal (También dentro del grupo Séez las oraciones para revestirse del sacramentario de Séez (cf 123), que son las primeras, no se encuentran reproducidas más que en el misal de San Vicente, en el cód. Chigi y, mezcladas con otras, en el misal de Lieja). A partir del siglo XI se nota en algunos misales la tendencia a uniformarlas de algún modo, siquiera poniendo la fórmula final del Per Christum Dominum nostrum.

EL REVESTIRSE Y LA «PRAEPARATIO AD MISSAM»
     359. El acto de revestirse, aun después de tener asignada cada prenda su oración particular, no se combina siempre de la misma manera con las demás preparaciones para la misa. Mientras el ponerse los ornamentos unas veces precede a las oraciones de la praeparatio ad missam, que así forman parte de la antemisa, lo mismo que las oraciones ante las gradas (Cód. Chigi) otras no solamente se hace en el mismo altar (es el caso sobre todo en las misas privadas. En los siglos XI y XII, en las iglesias conventuales se trataba de la estola y la casulla, que eran las que faltaban por ponerse (Udalrici Consuet Clun., II, 30) Más tarde se refiere a todos los ornamentos; Líber ordinarius de Lieja. También Burcardo de Estrasburgo (1 c., 130s) prevé el caso de que se ponen los ornamentos en el altar), sino que se Junta también, al menos por lo que se refiere a los ornamentos que se ponían los últimos, con las mismas ceremonias de la misa. Restos de esta costumbre los tenemos en la ceremonia que manda al obispo poner el manipulo después del Confíteor, como se hacía ya en el siglo XIII (El origen de esta costumbre no se ha esclarecido hasta ahora. La explicación de Brinktrine, que la considera como consecuencia de la prostratio delante del altar, de que habla Juan Archicantor (s. VII), y en la que estorbaba el manípulo, no se puede admitir por razones de cronología, pues esta prostratio (y ni siquiera el estar de rodillas) no se conocía ya en el Confíteor de la misa solemne después de la alta Edad Mediay aun hoy es costumbre (Caeremoniale episc.„ I. 10).

EL PONERSE LOS ORNAMENTOS Y EL SALMO 42
     360. Según el misal de Westminster (Siglo XIV; ed. Lego) el sacerdote tenia que revestirse en el altar hasta el alba, para luego preparar el cáliz y rezar la oración que acompaña la infusión de las gotas de agua en el vino; sólo después de esto se vestía la casulla. En las iglesias francesas era costumbre muy extendida hacia fines de la Edad Media, y aun después, el rezar el salmo Iudica, con las oraciones que le siguen, mientras se revestían los ornamentos, se revestiendo (Misal de Tours (1533) Alphabetum sacerdotum (Legg, Tracts, 35).
     Este orden se concreta más en el misal del monasterio de Bec (probablemente del siglo XIII), que manda al sacerdote rezar, después de ponerse el cíngulo, el salmo 42 y a continuación la oración Aufer, para después ponerse el manípulo, estola y casulla (L. c.. XXXVI (I, 672); cf. también el Ordo missa de Ruán). En otros sitios se ponía, además del alba, el manípulo y la estola (Misal de Chalons (1543); misal de Orleáns, 1504), y se decía luego el salmo, asiendo con ambas manos la casulla, que estaba sobre el altar (Ordinario de Coutances (1557) (Legg, Tracts, 56). La misma rúbrica (sin nombrar el salmo) se supone va en los siglos XIII-XIV. Estas ceremonias las conoció todavía San Vicente de Paúl el 1620. Bremond, Hístoire líttéraíre du sentíment religieux, III, 248). También se recitaba a veces el Confíteor sin la casulla (Así estaba previsto por lo menos para la misa privada en Guillermo de Hirsau (Const., I, 86: PL 150, 1016); después del Confíteor, el sacerdote toma la estola para rezar con ella puesta el Indulgentíam; luego se pone la casulla). Creían así acentuar mejor el carácter medio privado de estas oraciones, de las cuales el salmo ludica se rezaba entonces generalmente, como veremos, camino al altar (Según De Moléon, hacia 1718 se decía en Sens y Reims antes de la misa solemne el Confíteor en la sacristía). Este orden se seguía por cierto en las misas privadas. Entre los cartujos se acostumbraba en el siglo XIII, para la misa conventual, vestirse la casulla en el altar, con excepción de las grandes solemnidades (Statuta antiqua (Martene). El salmo ludica no se decía entre los cartujos. Cf. también el caso de Evreux-Jumiéges). En Orleáns se rezaba aún en tiempos posteriores el salmo ludica en la sacristía, revestido de alba y estola (De Moléon, 186; la adición «en aubé et étole», en los indices).

POR QUE EL OBISPO SE PONE EL MANÍPULO DESPUÉS DEL «CONFITEOR»
     Teniendo esto en cuenta, no parece improbable que parecidas razones influyeran en que se ofreciera en la misa pontifical al obispo el manípulo después del salmo ludica, como prenda sagrada, que se ponía siempre la última. Es muy significativo que, según testimonio del obispo de Mende (Durando (Rationale, IV, 7. 4»: pontificí facturo confessíonem se entrega el manipulo. Así también el pontifical de Durando (Andrieu III 634): cum confessio coram altarí fít), se introdujera en Francia antes que en ningún otro sitio; es decir, en el país de origen del mencionado orden en el revestirse. Más tarde se adoptó también en Roma, pero con la diferencia de que el obispo no se ponía el manípulo después del salmo, sino después del Confíteor (En el Ordo Rom. XIV, n. 53: PL 78. 1159 B, pero aun no con toda claridad).
P. Jungmann S.I.
EL SACRIFICO DE LA MISA

2 comentarios:

Perla dijo...
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Padre Manuel dijo...
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