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miércoles, 20 de octubre de 2010

DEBATE SOBRE LA JUSTICIA EN EL MUNDO

(Pág. 146-170)

Síntesis del Relator Monseñor Teopisto Alberto y Valderrama.


La XXVII Congregación de la Asamblea General del Sínodo de los Obispos se inició esta mañana (25 de octubre 1971), con el canto de la Hora Tercia, en presencia del Santo Padre. La reunión estuvo presidida por el cardenal Wriht el cual concedió inmediatamente la palabra a monseñor Teófilo Alberto y Valderrama, quien hizo une síntesis sobre las intervenciones de los padres sinodales en torno al tema relativo a la justicia en el mundo. He aquí el texto del citado Mons. Teopisto Alberto y Valderrama: "El hecho mismo de haber tratado de la justicia en el mundo demuestra la solidaridad de la Iglesia con la familia humana: hoy, especialmente, ella es más viva, principalmente hacia los pobres y los oprimidos, individuos y países. A la luz de la fe, ella trata de ser fiel a su Señor; no la impulsa un vulgar oportunismo o deseo de proselitismo, sino la íntima coherencia de la justicia con el mensaje evangélico. La fidelidad al Evangelio estimula a nuevos esfuerzos para instaurar la justicia y la paz en el mundo".

Parte Primera: Premisas.
"Es deseo de los padres que el Sínodo elabore algunas conclusiones prácticas; sin embargo, se invocan también algunos principios doctrinales y las motivaciones de la acción de la Iglesia en la promoción de la justicia. Las soluciones técnicas no corresponden a la Iglesia, sino a los Estados y a las organizaciones temporales; en el mensaje evangélico se contienen algunos valores y exigencias de la justicia (dignidad del hombre, amor hacia los hermanos y especialmente hacia los pobres, solidaridad universal, destino universal de los bienes de la creación, etc.). La Iglesia realiza su propio cometido:
a) Proponiendo el mensaje evangélico; de esta misión recibe el derecho y el deber de proclamar y defender la justicia en el mundo y condenar la injusticia.
b) Denunciando las injusticias por la fuerza de su misión profética. Los "expertos" le ayudarán a descubrir tales injusticias.
c) Con la acción educadora, formando las conciencias para la acción en favor de la justicia social.
d) Ofreciendo, en su misma vida, ejemplo de justicia.
e) Con muchas iniciativas a favor de los indigentes, las cuales deben ser como la señal visible de la caridad de la Iglesia y estímulo para los demás.

"En el método de acción para instaurar la justicia, es necesario que la Iglesia se gobierne según el principio de subsidiaridad, valorando los cometidos de las Iglesias locales (confróntese 'Octogésima Adveniens, 4; Lumen Gentium', 36 'Apostolicam Actuositatem, 13,a.)
"Sobre el concepto de la justicia debe observarse que la noción y la realidad de la justicia social están unidas a la influencia dinámica y evolutiva de la historia. Corresponde a la Iglesia promover un Concepto dinámico de la justicia, basado sobre la visión total del hombre y de la humanidad, y que tenga en cuenta los cambios históricos y el desarrollo social (Populorum Progressio, 15-17; Octogésima Adveniens, 40). A tal concepto, se opone otro concepto estático, basado solamente en los textos jurídicos del pasado, el cual presenta el peligro de servir a la utilidad de algunos privilegiados (Octogésima Adveniens, 18, 23).
"Del Sínodo más que especulaciones sobre los problemas de fondo (que solamente un estudio profundo ulterior teológico podrá aclarar), se esperan orientaciones, pastorales y prácticas. De este modo, mediante la revalorización de las Iglesias locales, se estimulará la continuidad de esta acción en toda la Iglesia".

Estas son las premisas, sobre las que se va a edificar la estructuración de la nueva Iglesia Montiniana. El Sínodo no debe especular sobre los problemas de fondo. La Nueva Teología se encargará después, con estudios profundos y ulteriores, de justificar y aclarar las decisiones de los padres sinodales, que son orientaciones pastorales y prácticas. He aquí la pastoral del Vaticano II, que haciendo a un lado la doctrina, sin tener en cuenta los dogmas, trató de reformar las estructuras todas de la Iglesia de Cristo. Una pastoral, que no se funda en el dogma, que no se guía por el dogma, que no se conserva por el dogma es un castillo de naipes, que tarde o temprano tiene que caer; es un edificio fundado sobre la arena movediza.
Esas especulaciones sobre los problemas de fondo eran imprescindibles, para poder sacar de esa doctrina segura, definida, revelada, las consecuencias y orientaciones pastorales y prácticas.
La Iglesia tiene sí la misión de proclamar el Evangelio a toda creatura, de enseñar a todas las gentes "todo aquello que Cristo nos ha enseñado", pero esta misión no implica, a mi modo de ver, el que la Iglesia se convierta en una especie de suprema corte de justicia, que, en concreto, y según los juicios de los "expertos", apruebe o condene la acción y las leyes de los Estados. No encontramos en e! Evangelio ninguna denuncia de Cristo contra los abusos de las autoridades civiles, sino que las condenaciones del Divino Maestro fueron contra la hipocresía, la interpretación odiosa y los abusos intolerables de los fariseos y de los maestros de la ley.
La educación de la Iglesia ha de orientarse a la justicia del Reino de Dios, no a ¡a justicia social, que solamente se dará, cuando cese la demagogia y los elegidos y enviados de Jesucristo nos dediquemos a hacer mejores a los individuos, a las familias y a los pueblos, en las normas eternas de las leyes divinas.

PARTE SEGUNDA: aspecto general de la discusión.
A) Condiciones del análisis actual.
1. La relación ha sido generalmente aprobada, aunque algunos padres habrían deseado una mensión más explícita de las injusticias vinculadas con la guerra moderna, la carrera de armamentos, el tráfico de armas; como también alusiones más explícitas al aspecto económico de la acción eclesial por la justicia.
2. Los padres han subrayado algunos aspectos de la situación actual; no se puede dudar, como dice Paulo VI en la POPULORUM PROGRESSIO, que la cuestión social afecta hoy a toda la humanidad. La Iglesia vislumbra el nacimiento de una sociedad mundial; pero en este fenómeno se advierten desequilibrios (de riqueza, de poder, de responsabilidad, de autonomías culturales) que producen condiciones de evidente injusticia entre las naciones, y en el ámbito de todo Estado, entre región y región".
3. Tal injusticia se concreta en las estructuras y en las instituciones. La tecnología moderna, que tiende a acumular riqueza y poder, favorece a los ricos, que disponen de capital para invertir. Tres cuartas partes de las riquezas están concentradas en una sola parte del mundo. Desigualdades análogas se dan en el ámbito de toda nación, por falta de una distribución equitativa. En el Sínodo muchas veces se ha aludido a este aspecto estructural de la injusticia.
4. Los padres han insistido, incluso fuertemente, sobre la necesidad de considerar la condición de injusticia no bajo el perfil económico solamente. No se puede negar que las privaciones más duras son de carácter material. Pero se ha subrayado también que este es solamente un aspecto de una injusticia global, de la privación de poder, de responsabilidad y de dignidad de la que son víctimas los pobres.
"La contradicción depende del hecho de que la nueva sociedad mundial es portadora de deseos radicales de igualdad y de participación; si las divisiones económicas y sociales entre los hombres y las naciones se agravan por la distribución desigual de las riquezas y del poder, más fuertemente que nunca, se advierte o se manifiesta la exigencia de dignidad, de igualdad y de participación. En esta contradicción profunda consiste el drama del mundo contemporáneo".

Este análisis de la situación actual del mundo no nos viene a decir nada nuevo. Es una repetición, ya demasiado conocida, de los postulados básicos del comunismo, aceptados, cristianizados y propalados por el "progresismo" y adoptados, casi como doctrina dogmática, por el Concilio Pastoral Vaticano II. "Los signos de los Tiempos" han hecho que la Iglesia vislumbre "el nacimiento de una sociedad mundial", de "un nuevo mundo", del "gobierno mundial", de la nueva expresión del cristianismo en "la religión de la fraternidad universal". La cuestión social afecta hoy a toda la humanidad. Y ¿por qué? ¿Existió acaso en la historia algún período en el que no hubiesen esos desequilibrios de riquezas, de poder, de responsabilidades, de autonomías culturales? No; yo crea que esa "utopía" no ha existido nunca en este valle de lágrimas. Pues,
entonces, ¿por qué ese descontento? ¿por qué esa inconformidad? ¿por qué esa preocupación de los hombres de la Iglesia en querer remediar lo que es irremediable? Repito la pregunta que ya hice en mi anterior libro LA NUEVA IGLESIA MONTINIANA, y que tanto escandalizó a Genarito: La desigualdad humana, que siempre se ha dado en el mundo, ¿es algo que proviene de los abusos de la libertad humana; es algo que puede remediarse? o ¿es oigo previsto y dispuesto por Dios, en los designios de su inescrutable Providencia? Y respondo, una vez más, con las palabras de un Papa, San Pío X: "Es conforme al orden establecido por Dios que en la sociedad humana haya gobernantes y gobernados, patronos y proletarios, ricos y pobres, sabios e ignorantes, nobles y plebeyos".
Siguiendo la doctrina de Marx o paralelamente a la doctrina de Marx, los padres sinodales denuncian en concreto "las estructuras y las instituciones", como la verdadera raíz de la desigualdad que hay entre los hombres y que es la causa de los males del mundo. Desigualdades en los individuos, desigualdades entre las diversas regiones de un mismo país, desigualdades entre los diversos países de la tierra. Es indudable que existen esas desigualdades: entre los individuos, hay unos inteligentes y otros tontos; hay sanos y hay enfermos; hay trabajadores y hay flojos; hay equilibrados y morales y hay degenerados y anormales. En un mismo país, hay regiones ricas por sus recursos naturales, por sus yacimientos mineros o petroleros, por su vegetación exuberante y hasta por el carácter emprendedor y de asiduo trabajo que caracteriza a sus moradores, mientras que hay regiones de escasos o de ningunos recursos, en las que a la pobreza de su suelo se junta la indolencia y los vicios de su pueblo. Y lo que pasa en las regiones de un país, pasa en mayor escala, entre los diversos pueblos de la tierra. Con sínodos y decretos concillares no vamos a cambiar las cosas, ni a eliminar esas desigualdades humanas. Lo que está haciendo ese apostolado de la justicia social es facilitar el avance del comunismo, en cuyo régimen habrá desigualdades más odiosas, entre los amos y los esclavos, sin posibilidad, ni esperanza alguna de una emancipación.
Es demagógico el querer establecer una igualdad de Riqueza, de poder, de responsabilidad y de autonomías Culturales entre los indios tarahumaras y los franceses, alemanes o italianos. Como también es demagógico que en México, por ejemplo, nos vinieran a decir que el Evangelio exige que para ser cristianos verdaderos vistamos como los huicholes o hagamos que los huicholes vistan y vivan como nosotros.
Es verdad que "la tecnología moderna favorece a los ricos que disponen de capital para invertir"; pero también, es verdad que esas inversiones, al abrir o amplificar esas fuentes de producción, favorecen también a las clases menos favorecidas o pobres, dando trabajo a sus hijos y haciendo que circule el bienestar social. Toca a las autoridades civiles, no a la Iglesia, impedir los abusos, haden do que el capital, dentro de las normas de la Constitución y de la ley, cumpla su función social y los deberes que en justicia tienen los patronos respecto de los trabajadores. Yo quisiera que los padres sinodales nos hubieran precisado lo que entienden por ese aspecto estructural de la injusticia, que, por lo que José Porfirio Miranda y de la Parra nos dijo, parecen darnos a entender que todas las estructuras sociales o políticas que acepten y defiendan la propiedad privada son una monstruosa injusticia. De donde se sigue que el único régimen justo es el comunismo.
La contradicción, es decir, las luchas, las guerrillas, los secuestros, parecen depender de hecho de que la nueva sociedad mundial es portadora de deseos radicales de igualdad y de participación. "Más fuertemente que nunca, se advierte o se manifiesta la exigencia de dignidad, de igualdad y de participación. En esta contradicción profunda consiste el drama del mundo". Estos son los resultados de esa labor agitadora que han estado haciendo en el mundo los nuevos apóstoles de la justicia social. El comunismo asociado con el Vaticano; los masones exonerados de sus crímenes y de sus condenaciones; el judaismo internacional, con los inmensas recursos económicos de que dispone, puesto casi a un nivel apostólico. ¡EL DRAMA DEL MUNDO ES LA CRISIS DE FE!

B) ACCION DE LA IGLESIA.

6. El Sínodo ha tomado conciencia de que en la situoción presente se desean de la Iglesia hechos y no palabras. Los principios doctrinales, en efecto, se pueden deducir, de forma adecuada a las nuevas exigencias, de las encíclicas de los Papas y del Concilio Vaticano II.
7. Los padres se han formulado un interrogante: ¿Por qué a ochenta años de la proclamación de una moderna doctrina social, y tras dos mil años de predicación ininterrumpida de la caridad cristiana, la Iglesia deba admitir la cortedad de los resultados conseguidos en la formación de la conciencia de los propios miembros?
"Se puede reconocer que las obras de misericordia de los católicos han sido grandiosas. Sin embargo, los padres han testimoniado que el pueblo cristiano no comprende que la justicia estructural es un pecado, ni advierte la responsabilidad personal y la obligación de comprometerse en este campo.
8. El problema afecta especialmente a la educación. Se pide por los padres un cambio radical. En todas las escuelas de la Iglesia, en los catecismos, en los seminarios, en la predicación, en los noviciados de las ordenes religiosas, en los centros para los adultos, es necesario poner en el centro de la acción educativa la doctrina de la Iglesia sobre la participación, la justicia, el derecho al desarrollo y la responsabilidad, la radical incompatibilidad de la discriminación racial con la fe. Los estudiantes deben ser invitados a la acción.
9. La formación de la conciencia debe hacerse también por medio de la vida litúrgica y sacramental. Se ha hablado del defecto de vinculación entre la dimensión social del pecado y el sacramento de la penitencia. Los penitentes no son advertidos sobre este aspecto, y raras veces las penitencias están orientadas hacia la restauración de la justicia. La liturgia debería estar orientada a manifestar mejor la tradición bíblica, que somete al juicio de Dios las riquezas desconocidas de los pobres y el poder irresponsable.
10. La formación de las conciencias debe inducir a la renovación del estilo de vida de la Iglesia: una máxima sencillez, una pobreza en la vida personal, especialmente de los clérigos, son algunos aspectos de este cambio.
11. Se desea una mayor participación de la mujer en los organismos consultivos y ejecutivos de la Iglesia. Algunos padres han propuesto una Comisión para el estudio del cometido de la mujer en la vida eclesial.
12. La formación de la conciencia debe hacerse con contactos fraternales entre las Iglesias católicas de las diversas regiones. Se pide una mayor igualdad en las eventuales discusiones sobre una distribución de recursos entre las diócesis ricas y pobres. Se ha propuesto que 'cor unum', un solo corazón sea el instrumento de un diálogo permanente".

Como se ve por los doce puntos que he citado literalmente, los padres sinodales, esta vez, sí están dispuestos a dar la batalla por la justicia en el mundo, anteponiendo este problema a todos los otros gravísimos problemas, que están comprometiendo la obra de Cristo y la salvación de las almas. El Sínodo quiere HECHOS y NO PALABRAS. Los principios doctrinales se pueden deducir de las encíclicas de los dos últimos pontífices y del Vaticano II. Con la "Mater et Magistra", con la "Pacem in Terris", con la Ecclesiam Suam, la POPULORUM PROGRESSIO y con los documentos del Vaticano II, la nueva teología se ha cimentado inconmoviblemente en toda la dinámica del "pueblo de Dios". Los Católicos, que no acepten y crean este nuevo evangelio, están fuera de la Iglesia. ¿De cuál Iglesia? ¿De la que es Una, Santa, Católica y Apostólica, la que fundó Jesucristo, o de la nueva Iglesia Montiniana?
La pregunta que se hacen los padres sinodales en el número 7 de su cuestionario, es la misma que nos hacemos nosotros, al ver la profanación y la desolación en la casa de Dios. ¿Por qué, después de dos mil años de vida de la Iglesia, fundada por el Hijo de Dios, ha sido necesaria esta reforma total de su doctrina, de su moral, de su liturgia, de su disciplina? ¿Es que el Hijo de Dios no supo prever los cambios inevitables, que la dialéctica marxista había de introducir en su mismo Evangelio?
El pueblo no comprende, dicen los padres sinodales, que la justicia (creo que es un error de imprenta, debemos leer: la injusticia), estructural es un pecado, ni advierte la responsabilidad personal y la obligación de comprometerse en este campo. Ya Miranda y de la Parra nos había dicho que esa injusticia interhumana, estructural es no un pecado, sino el solo pecado ante Dios. Pero, pregunto yo: ¿de quién es ese pecado? ¿Quién tiene la responsabilidad de esa injusticia —si es que existe— estructural? Por lo que añaden los padres sinodales, parece que ellos piensan que de todos nosotros, pues exigen que todos tenemos "la obligación de comprometernos en este campo".
No he podido precisar el sentido de esa palabra, tan frecuentemente usada por los progresistas: "comprometerse", "el compromiso". Yo encuentro dos sentidos distintos: el primero es subjetivo; equivalente a obligarse. Yo me comprometo, es decir, yo me obligo a hacer esto. El segundo sentido es más bien objetivo; equivale a decir, exponerse a las consecuencias que, justa o injustamente, pueda acarrearme mi determinación. Así, por ejemplo, yo sé que, al hacer esta defensa de la Verdad Revelada, conforme a los dictámenes de mi conciencia, me expongo, me comprometo, por las represalias que la "caridad" tan decantada de los "progresistas" puedan tomar en contra mía.
Aquí parece que es el primer sentido el que debemos dar al "compromiso" que los padres conciliares quieren que todos tomemos en este campo. Por lo dicho antes, el compromiso es total, es grave, pues supondría un pecado si nos negásemos a cooperar por ese cambio estructural, de la injusticia, que, a ciencia y conciencia de los eclesiásticos, ha reinado por tantos siglos en el mundo. Y ¿qué medios va a usar el simple fiel, para realizar su compromiso del cambio de estructuras? Yo no veo sino un solo camino: las guerrillas, los secuestros, los actos terroristas, los conflictos estudiantiles. . .
Y así parece que lo insinúan los padres sinodales, pues encuentran en el campo educacional, el terreno más fecundo, más adaptable, para la necesaria preparación, de un cambio radical. En todas las escuelas de la Iglesia; seminarios, noviciados, escolasticados, universidades, colegios y hasta en los catecismos, con los niños, la doctrina central de la Iglesia ha de ser ésta: la justicia, el derecho al desarollo y la responsabilidad, y la incompatibilidad de la discriminación racial con la fe. LOS ESTUDIANTES DEBEN SER INVITADOS A LA ACCION. Nada tiene, pues, de raro que los colegios religiosos se conviertan ahora en centros de subversión, pues, según las nuevas directivas, el cambio de estructuras es la obligación primordial de todos los cristianos.
Es tan importante el problema social, concebido según los dos últimos Pontífices y los documentos del Vaticano II, que aun los sacramentos han de ser utilizados. "Hay un defecto de vinculación entre la dimensión social del pecado y el sacramento de la penitencia", como lo advirtieron algunos padres sinodales. Es necesario orientar a los penitentes hacia la restauración de la justicia. ¿De cual justicia? En el contexto sólo puede entenderse de esa justicia social, que tanto preocupó a los que tomaron parte en ese Sínodo. Y no sólo los sacramentos; también la liturgia debe estar orientada a manifestar la tradición bíblica, que, por lo que escribió Miranda y de la Parra, es la doctrina de Marx.
En esta actitud de conquista, no olvidaron los padres a la mujer y "la participación (que ella pueda o deba tener) en los organismos consultivos y ejecutivos de la Iglesia". Si ahora una mujer es el primer ministro de Israel; y otras son miembros de los parlamentos u ocupan otros puestos en los gobiernos civiles, ¿por qué en la Iglesia no ha de poder ser consultora o ejecutiva? "Algunos padres han propuesto una Comisión para el estudio del cometido de la mujer en la vida eclesial".
Y para que este programa tenga una significación pidieron los padres sinodales una mayor igualdad en las eventuales discusiones sobre una distribución entre las diócesis ricas y pobres.
Aquí es donde me temo que empiecen las dificultades, pues no creo que todos los sacerdotes estén de acuerdo en que, sin voto de pobreza, les obliguen a vivir una vida más comunitaria, que la vida misma de los religiosos. Antiguamente se decía que los religiosos hacían el voto de pobreza y los padres seculares lo cumplían; ahora quieren que todos los seculares, sin voto, vivan la pobreza, que los religiosos, por ser exentos, tal vez no guarden con tanto rigor.

C) ACCION DE LA IGLESIA EN EL MUNDO.
13. El progreso de la historia hacia la actualización de un orden en el mundo, la creciente exigencia de justicia entre los hombres, de dignidad y de participación, presentan nuevas tareas, nuevas posibilidades y responsabilidades para la acción de la Iglesia en la sociedad seglar. En general, ella explica tales tareas mediante la acción de aquellos miembros que son moralmente responsables ante la sociedad y que, en cuanto ciudadanos, se han comprometido en el orden temporal. Y, sobre el plano general ella explica estas tareas cooperando siempre más ampliamente con todos los hombres de buena voluntad.
14. Como jamás en el pasado, hoy la Iglesia puede erigirse en voz y conciencia ante el mundo, en favor de aquellos pueblos y de aquellos grupos, a los que la expansión mundial de nacionalismos conquistadores, el poder económico, el imperialismo cultural e ideológico privan de los derechos más elementales. Ha sido denunciado el empleo de la violencia y de la tortura para limitar la libertad de expresión y de acción. Se ha subrayado la carencia de libertad religiosa o civil en otros países que, incluso, se confiesan cristianos. De forma particular, se ha tratado de los derechos de los prófugos (con especial referencia a los palestinos y al estatuto jurídico de Jerusalén, de suerte que permita equitativamente el acceso a las tres grandes religiones, que la veneran como ciudad santa). Se ha denunciado la estructura social de Africa del Sur, totalmente fundada sobre la violación permanente y legalizada de los derechos de los negros; se ha hablado de la amenaza de genocidio que pesa sobre algunas tribus de aborígenes; se ha subrayado enérgicamente el escaso respeto a los derechos de los emigrantes, cuyo número crece continuamente y que, a pesar de trabajar en países ricos, no encuentran plena justicia en el campo económico, ni respeto, ni asistencia religiosa.
Se ha hablado también de las mujeres, que no gozan todavía de plenos derechos económicos y sociales.
Se ha pedido que la Iglesia, juntamente con las demás Iglesias y comunidades cristianas y las demás grandes religiones y escuelas étnicas proporcionen la creación de una comisión para los derechos del hombre, a la que correspondería el cometido de guardar y defender los derechos de los que sufren graves injusticias, denunciándolas ante la conciencia del mundo.
En el ámbito del orden político local, la Iglesia invita insistentemente a los propios miembros a cooperar con los demás ciudadanos en el reconocimiento de dos prioridades fundamentales: ningún ciudadano debe ser excluido de la plena participación en el orden social por razones de edad, de enfermedad, de pobreza o por discriminación; lo que no significa no solamente satisfacción de las necesidades materiales, sino pleno derecho a la autonomía y a la participación.
Segunda prioridad: concierne al estilo de vida y los cuadros de la sociedad de alto consumo. Las rentas individuales más altas, el estímulo permanente, mediante la publicidad, a desos cada vez nuevos de bienes de consumo no solamente constituyen un escándalo frente a la creciente, pobreza del mundo, sino también —extendiéndose a estratos, cada vez más amplios de la sociedad mundial— podrían poner en peligro o incluso en fatal supertensión lar, fuentes de los bienes y el mismo substracto biológico de la atmósfera y del agua, de las que depende la vida humana. .. En la perspectiva de un mundo limitado es necesario más bien tener presente la realidad de una población que crece con ritmo explosivo, como igualmente la doctrina de la Iglesia sobre la paternidad responsable, según métodos permitidos a la conciencia de los católicos.
16. Con respecto a los pueblos en vías de desarollo, se ha insistido sobre aquellas reformas que crean condi ciones de autoayuda, de participación en la base y el acceso a la propiedad; se ha tratado de reformas fiscales parci una política social, como igualmente de la política para un pleno empleo. Sin embargo, es necesario reconocer que la acción de los pueblos pobres en estos campos se ve frecuentemente limitada a causa de su dependencia de las inversiones y de los mercados extranjeros.
17. En este campo, el problema prioritario es el cambio estructural a nivel internacional: la desproporción de riquezas y de poder entre las naciones más avanzadas y las menos desarrolladas es, en efecto, una de las causas de la actual anarquía internacional. El Sínodo ha empleado el grito del Papa en la ONU: 'NO MAS GUERRA', como también su llamada en favor de una autoridad internacional dotada de suficiente poder —jurídico, de arbitro y político— a fin de que se sustituya el actual sistema de resolver mediante la violencia los conflictos, con un régimen de leyes y de negociaciones. Es necesario que los ciudadanos se hagan conscientes del daño y de la inutilidad de la carrera de armamentos entre las grandes potencias, que derrocha cada año alrededor de doscientos mil millones de dólares, y produce una inseguridad constante y zonas de influencia. En orden a las opciones personales de los ciudadanos se ha defendido la idea, según la cual la Iglesia debe apoyar la objeción de conciencia contra la guerra en general y contra las guerras particulares.
La construcción de la paz es, sin embargo, algo más amplio que la mera prevención de los conflictos. En esto el Sínodo ha seguido a la POPULORUM PROGRESSIO, en la cual se ha puesto de relieve la necesidad de una participación mundial, organizada, institucionalizada, del acceso a los bienes, a los mercados y de la competencia tecnológica. A este propósito, se han puesto de relieve dos puntos. En primer lugar, la necesidad de evitar, con medios institucionales adecuados, la transferencia de capitales, que refuerza sencillamente la dependencia colonial o neocolonial. En segundo lugar, hacer análisis típico de las grandes sociedades anónimas internacionales en relación a su influencia sobre los recursos locales y sobre los criterios de decisión. Esto entra nuevamente en un problema más amplio: dado el creciente poder —económico, tecnológico, político— de los países avanzados, ya sean capitalistas o comunistas, ¿qué se puede hacer para que las naciones en vías de desarollo —frecuentemente pequeñas y materialmente indefensas— se encuentren en disposición de desarrollar las propias estructuras sociales, y no solamente de poseer un cierto progreso concreto, según modalidades y exigencias extrañas, que frecuentemente hacen perder una preciosa herencia cultural, el sentido de la identidad nacional y una verdadera libertad?
18. Por ello, se ha propuesto que la Iglesia apoye la iniciativa ecuménica, que propone construir centros de investigación, de diálogo y de toma de conciencia, en los cuales expertos trabajadores sociales y hombres y mujeres, comprometidos en los procesos de desarrollo estudien los nuevos problemas y las posibilidades de desarrollo radicalmente humano.
Tales centros pueden ser propuestos por la Pontificia Comisión JUSTICIA Y PAZ; a ellas se pueden asociar las Universidades locales; deben ser autónomos y ecuménicos; deben colaborar para satisfacer las crecientes necesidades de todo el mundo y salir al encuentro de los demás urgentes deseos sociales y de los sectores de todo orden que deben avanzar a mayor ritmo".

He aquí todo un programa, una plataforma política, de proyección internacional, que quiere comprometer a todo "el pueblo de Dios" hacia la actualización de un nuevo orden en el mundo, para satisfacer la creciente exigencia de justicia entre los hombres todos, que quieren más, que desean ser más y que pugnan por tomar una participación personal y responsable en todos los asuntos que les conciernen. Este programa naturalmente crea nuevas posibilidades y nuevas responsabilidades sobre todos los miembros de la Iglesia en la sociedad civil. He aquí lo que el documento oficial del relator sinodal nos dice sobre el pensamiento, los proyectos, las decisiones mismas de los padres. Este documento, por lo menos en este apartado, no tiene nada de eclesial, ni de apostólico, ni de pastoral. Es un documento que bien pudiera ser atribuíalo a un partido político o un parlamento que delibera sobre el desarrollo material y humano de un pueblo o de una nación.
El relator sinodal comprende muy bien la obvia objeción, que al documento puede hacerse: ¿Qué tiene que hacer la Iglesia en estas andanzas? ¿Con qué autoridad intentan los padres sinodales estas aventuras, si no es ésta la misión de la Iglesia, si hay otros problemas de orden estrictamente religioso, que con urgencia de tragedia están pidiendo una solución pronta y completa? Por eso, dice: "Ella (la Iglesia) explica tales tareas y (sólo las realiza) "mediante la acción de aquellos miembros (suyos), que son moralmente responsables ante la sociedad y que, en cuanto ciudadanos, se han comprometido en el orden temporal". De esta manera la Iglesia "coopera más ampliamente con todos los hombres de buena voluntad".
Fue Juan XXIII el primero que dirigió sus encíclicas a "todos los hombres de buena voluntad". En la POPULORUM PROGRESSIO el actual pontífice siguió el ejemplo de su predecesor, y ahora los padres sinodales, constituidos en maestros y jueces del mundo, quieren seguir, dentro de un marco manifiesto de "ecumenismo", los pasos de los dos pontífices que han emprendido la reformaron de la Iglesia. Por eso, dice Mons. Teopisto Alberto y Valderrama: "Como jamás en el pasado, hoy la Iglesia uuede erigirse en voz y conciencia ante el mundo" en favor de los grupos oprimidos.
Colocados ya en este tribunal ecuménico e internacional, los padres, que se creían representantes de la Iglesia universal en aquellos momentos, denuncian el empleo de la violencia y de la tortura para limitar la libertad de ixpresión y de acción.
Libertad de expresión y de acción: la frase es ambigua; puede tener diversos y contradictorios sentidos. Es necesario precisar primero de qué libertad se habla, si de libertad física o de la libertad moral; y luego hay que decir también qué entienden los padres por "expresión' "acción". Porque, nadie tiene libertad moral para expresar ideas o doctrinas que signifiquen una amenaza, un foco de infección moral en las conciencias, un ataque subversivo contra las instituciones de un país, contra el orden social o contra el bien común de la sociedad y del pueblo. La libertad moral está y debe estar, como ya vimos, delimitada por los imperativos de la ley de Dios, de la ley de la Iglesia, de la ley de la conciencia y de la ley civil. Nunca se puede hablar de libertad, cuando se busco el libertinaje.
No podía faltar en este programa el problema atractivo, aunque positivamente demogógico de la mujer, a la que la ideología moderna quiere darle todas las atribuciones, que anteriormente eran propias del hombre. Los padres sinodales se quejaron de que ésta no gozase todavía "de plenos derechos económicos y sociales". Con estos "plenos derechos" están relacionados otros muchos y muy graves problemas, no sólo de orden social y familiar, sino principalmente de orden moral y religioso; bien hubiera valido la pena el que los padres sinodales los hubieran siquiera mencionado, para dejarlos a un estudio más realista y más profundo. Las referencias sinodales sobre el problema femenino nos dan la impresión de cierta demagogia, que parece seguir las tendencias modernas, expresadas simbólicamente por la moda reciente del unisexo.
En la política interna, los padres recalcaron la importancia del reconocimiento de dos prioridades fundamentales, es decir, dos principios básicos de toda actividad política: ) Ningún ciudadano debe ser excluido, ni por edad, ni por enfermedad, ni por pobreza o por discriminación, de la participación en el orden social; es decir, de la satisfacción de sus necesidades materiales y de su pleno derecho a la autonomía y a la participación. ) El estilo de vida y los cuadros de la sociedad de alto consumo.
Por lo que toca a la primera prioridad, al primer principio básico de esa política interna, de igualdad, propuesta por los padres en el Sínodo, debemos decir, con santa libertad, que es un principio totalmente demagógico. Estudiemos tan sólo uno de esos casos. Un niño, un adolescente no es sujeto de responsabilidad, no puede ser, como desean los padres, participantes activos en el orden social, en el gobierno de la cosa pública, no puede gozar de esa autonomía, que, por desgracia, suele hoy inculcarse a los jóvenes, por educadores y directores de conciencia de la nueva ola.
También hay mucha demagogia en la segunda prioridad, denunciada por los padres sinodales. Es indudable que, dada la desigualdad que existe, que ha existido y que existirá siempre entre los hombres; dado el derecho natural de la legítima propiedad privada, que necesariamente tiene que ser diferenciante, las rentas individuales no pueden ser iguales, ni puede ser igual la adquisición de los bienes de consumo. Pero, esta misma variedad favorece indirectamente, según los planes mismos de la Providencia del Señor, a las clases menos favorecidas, ya que el consumo de los ricos aumenta la producción de los pobres.
Más pobreza habrá, cuando las clases superiores se vean impedidas para consumir esos artículos de lujo, en cuya producción trabajan las clases laborantes. Al eliminar esa abundancia de los ricos, estamos cerrando las fuentes de producción y estamos dejando sin trabajo a los numerosos individuos, que vivían de ese laborioso trabajo. ¡Cuántas familias quedan en la miseria, en esas crisis económicas que paralizan la libertad de compraventa de esos artículos de consumo, que hoy se han clasificado como artículos de lujo!
Es verdad que nuestra civilización materialista nos está ahogando; es verdad que la explotación irrefrenada de los recursos de la naturaleza y los mismos adelantos prodigiosos de la técnica moderna pueden poner y de hecho están poniendo en peligro los substractos biológicos de la atmósfera y del agua, de los que depende la vida humana. Pero, yo creo que no es a los hombres de la Iglesia a los que les toca estudiar y resolver esos problemas, ya que ni es esa la finaliadd de la Iglesia, ni ellos tienen los conocimientos, ni las posibilidades necesarias para resolver esos gravísimos problemas, que nos afectan a todos, pero que no todos podemos, ni debemos resolver. La autoridad moral —la única que en estos asuntos pueden argüir los dirigentes de la Iglesia— podría tal vez justificar el que, prudentemente y haciendo a un lado toda apariencia de imposición o de demagogia, los padres sinodales y, mejor todavía, el Papa sólo, pública o privadamente, según lo aconsejasen las circunstancias, expusiese a los gobiernos estos peligros y aun sugiriese algunas de las soluciones posibles, para evitar o hacer menores las amenazas para el futuro de la humanidad.
Todavía más impresionante es la alusión hecha por los padres del Sínodo al fenómeno, tendenciosamente exagerado, de la "explosión demográfica", que, como un cataclismo, está poniendo en peligro la paz y la vida misma de las naciones, especialmente las subdesarrolladas y hambrientas naciones del Tercer Mundo. Este es nuevo maltusianismo, que sólo puede sorprender a los ignorantes a los interesados en evitar el verdadero desarrollo y progreso de los pueblos. La doctrina montiniana de la "paternidad responsable" es, cuando menos, una doctrina equívoca, que se presta a interpretaciones del todo opuestas a la doctrina cierta e inmutable de la Iglesia de siempre.
¿Qué autoridad tienen los padres conciliares para hablar de reformas fiscales, de autoayuda económica, de política para un pleno empleo? Hablaron como unos estadistas expertos los que tal vez no han sabido conducir como pastores a la grey que Dios les había encomendado. La economía del mundo moderno es una economía inter-dependiente. Aun los pueblos ricos necesitan, por lo menos, mercados extranjeros; los pueblos, en vías de desarrollo, como ahora se dice, necesitan antes de los mercados extrajeros, la expansión de la producción interna; y para ella, necesitan las inversiones extranjeras, sin las cuales, sus propios recursos no pueden ser explotados.
Comprendieron los padres que el problemita planteado tenía necesariamente una extensión internacional y apelan a la ONU, que, como Paulo VI dijo, en su famoso discurso, es para esta pobre humanidad la última esperanza de salvación. No lo dijo el Papa explícitamente, pero lo dijo implícitamente, cuando abogó por el establecimiento de un "gobierno mundial"; ésta parece que es la consigna, que tuvieron en cuenta los padres en el Sínodo: es necesario predicar a todas las gentes que han llegado los tiempos para el establecimiento del mesianismo materialista del judaismo internacional, por el establecimiento del gobierno mundial y de la religión universal. El Sínodo ha ampliado el grito del Paulo VI en la ONU: "No más guerra", como también su llamada en favor de una autoridad internacional.
Los padres "economistas" (porque los temas que tocaban son más económicos que religiosos), quisieron resolver un problema, que la Populorum Progressio dejó sin solución viable: ¿cómo eliminar la desigualdad entre los pueblos desarrollados y subdesarrollados? ¿entre los pueblos ricos y los pueblos pobres? Porque este problema es mucho más grave que el de la desigualdad reinante entre los individuos y familias de un mismo país. La encíclica montiniana puso de relieve la necesidad "de una participación mundial, organizada, institucionalizada, a los bienes, y a los mercados y de la competencia tecnológica"; pero ese documento no expresó la manera práctica de realizar esa irrealizable igualdad. Dios no nos hizo iguales, ni hizo iguales a los diversos territorios, que ocupan los países de la tierra.
"A este respecto —añadió el relator sinodal— se han puesto de relieve dos puntos: En primer lugar, la necesidad de evitar, con medios institucionales adecuados, la trans ferencia de capitales, que refuerza sencillamente la dependencia colonial o semicolonial. En segundo lugar, hacer un análisis típico de las grandes sociedades anónimas internacionales en relación a su influencia sobre los recursos locales y sobre los criterios de decisión".
Cabe aquí citar, al menos en los pasajes que nos dió la prensa mexicana ("EL DIA", sábado 16 de octubre de 1971, pág. 2), la Crítica de la "Comisión Episcopal de Pastoral Social" sobre la situación mexicana. Ya en Roma oímos de periodistas distinguidos italianos los comentarios que ese documento había provocado en el ámbito internacional. El resumen de AFP es el siguiente:
"Dentro del capítulo denominado "La injusticia en México" se dice sobre su dependencia externa: 'Por su predominio histórico y actual, en lo tecnológico, lo comercial, lo financiero y lo sociopolítico, Estados Unidos ejerce sobre México un dominio hegemónico, que lo convierte en complemento de su propio sistema, como país periférico y dominado".
"En el aspecto financiero, señala que la inversión extranjera directa acumulada, particularmente norteamericana, se calculaba en 1970 en unos tres mil doscientos millones, a la cual se añadía la deuda, a menos de un año, por mil quinientos millones de dólares. En total, se llega a la conclusión de que México debe al resto del mundo unos siete mil setecientos millones de dólares, lo que lo hace uno de los países más endeudados.
En el capítulo de la dependencia comercial, dice que el 65 por ciento del valor de exportaciones e importaciones es con Estados Unidos.
Sobre dependencia tecnológica dice que no consiste solamente en el desangramiento de tres mil doscientos millones de pesos al año, sino de la debilidad de la infraestructura científica nuestra que configura un verdadero 'colonialismo tecnológico'.
Dependencia cultural: 'El proceso de desarrollo económico sin justicia da por resultado la formación de un sector social privilegiado que adopta los patronos de consumo y cultural del país dominante'...
Los nuevos sectores altos y medios presionan el aparato educativo hacia una modernización tecnocrática. Y se crean unas élites aburguesadas y conformistas, que asumen la responsabilidad de operar el sistema sin cuestionar sus bases ni enfrentar críticamente la cultura de la dependencia'.
De la dependencia política expresa: 'Es difícil determinarla en todos sus aspectos, pero son patentes las tendencias gubernamentales a mostrar a toda costa al país como ol paraíso de paz y orden, a sostener la 'buena vecindad',a fomentar el turismo que equilibra la balanza de pagos, a poder obtener créditos necesarios para el crecimiento económico; en una palabra, a mantener el statu quo; que comprende la dependencia estructural, juntamente con aparentes desplantes contra el país hegemónico'.
El capítulo de 'dominación interna', dice que 'se distinguen, por lo menos, tres niveles sociales muy marcados: moilnino, subdesarrollado y primitivo. Se da un verdadero 'colonialismo interno' de los sectores desarrollados hacia los más atrasados políticamente'.
La mentira. Se manifiesta esta lacra en una serie de fenómenos, que van desde el ocultamiento de la verdad hasta la persuación y condicionamiento psicológico, para hacer tragar por la sociedad lo que es objetivamente todo lo contrario'... 'no es necesario usar referencias bibliogáficas para afirmar que en nuestro país la democracia se traduce en tapadismo, manipuleo, acarreo, charrismo, etc. El 'progreso' se traduce en marginación, explotación y desigualdad creciente de regiones y sectores. La 'justicia social' significa puerta abierta al enriquecimiento, abolición práctica del derecho de huelga, charrismo sindical, abandono del campesino, etc.'
La corrupción se encuentra incrustada en procedimientos y políticas sociales que llegan a verse como instituciones. . . "En nuestro país este fenómeno —ya aparente en toda sociedad basada en el abuso de la propiedad privada— toma caracteres pavorosos, pues está encarnado en los procedimientos políticos, que ya hemos descrito, basados en el centralismo presidencial, el monopolio de un partido y el control corporativo de los diversos sectores. De la cúspide de la pirámide política, económica y social de nuestra sociedad, la corrupción se extiende por todo el organismo'. . . "Sus formas son conocidas: influyentismo, complicidad, coyotaje, mordida, soborno, disimulo, charrismo, cabildeo, componenda, acomodo, compadrazgo, venalidad, discotomía, concesiones, nepotismo, favoritismo, especulación, cohecho, engaño, peculado, regalos, autocensura, etc."
La represión, dice "es el intento de ahogar, silenciar o suprimir por la fuerza las protestas, las denuncias contra 'el orden' establecido o la reivindicación de derechos sociales"... "Ante el temor a la pérdida de su hegemonía, el aparato oligárquico (el "establishment") no ha dudado en desatar la represión violenta, incluso sangrienta, contra grupos y personas consideradas 'disidentes, agitadores y comunistas'. La represión contra estudiantes es muy conocida, pero no ha sido menor la desatada contra campesinos y obreros, durante los últimos regímenes".
"Acciones por la justicia". Aunque sea brevemente, pero es de justicia señalar algunos rayos de luz, que comienzan a brillar en la noche de la injusticia en nuestro país. Cita, de los poderes públicos, ante todo sus declaraciones, cierto interés por provocar una economía más competitiva, por croar una mayor demanda interna y por llevar a cabo la reforma de la administración misma. Se muestra cierta asequibilidad al diálogo. Aunque parece faltar todavía una visión integral y políticas definidas. De los movimientos populares, el afloramiento de inquietudes profundas por una verdadera justicia, veracidad y claridad en la vida social. Esto sobre todo en la juventud estudiantil. "En esta labor concientizadora han aparecido lo mismo marxistas y otros izquierdistas clásicos, que cristianos y grupos sin una ideología definida, y grupos que pretenden reformas, aun guardando el sistema sociopolítico, formal y jurídico".
"Finalmente dice de los movimientos reaccionarios: le parecería incongruencia mencionar aquí estos movimientos, pero es indudable que hay jóvenes y adultos de buena fe, que dan sus esfuerzos a esta causa, movidos pot lo que creen que es justo deber salvaguardar".

El documento que acabamos de citar es de tal gravedad que, al ser publicado en México, provocó una ola de indignación en todos los sectores del país, así católicos, como no católicos. La ropa sucia se lava en casa, dice el refrán; y es penoso que sea nuestra jerarquía la que haya presentado ante un tribunal incompetente una acusación tan grave y tan exagerada contra nuestra propia patria y contra sus gobiernos, sin aducir las pruebas que avalaran esos tremendos cargos. Se ha negado después la autenticidad del documento; pero, por una parte, en Europa se habló de él y, por otra, el mismo Don Sergio VII, en su mitin comunistoide, en la así llamada "Parroquia Universitaria", celebrado el miércoles 24 de noviembre de 1971, a las 19.00 horas, se lamentaba de que un documento tan valioso (seguramente que él tomó parte en su redacción) haya sido tan superficialmente estudiado en el Sínodo de Roma, que apenas habían empleado los padres sinodales unos tres cuartos de hora en su lectura y estudio. Además, leyendo la síntesis del relator sinodal, de cuya autenticidad no podemos dudar, encontramos más que improbados los mismos conceptos del documento mexicano.
El contraste, que la síntesis del relator quiere poner de relieve, es, sin duda, el panorama negro, muy negro, cargado de injusticias y de sangre y de llanto, en todos nuestros países subdesarrollados, hambrientos, impotentes, que gimen bajo la tragedia de los imperialismos externos y las tiranías internas, con la actividad, concientizización, solicitud pastoral y decidido empeño de los eclesiásticos de la nueva ola, de los nuevos Hidalgos y Morelos, que, en sus ansias de liberación, están dispuestos a emular las gestas de Camilo Torres Restrepo, en el campo peligroso de las guerrillas. Naturalmente que esto no lo dicen, pero lo dan a entender.

OTROS DOCUMENTOS QUE NO PUEDEN NEGARSE
El Periódico "LA PRENSA" (lunes 18 de octubre de 1971, pág. 3) publicó unas declaraciones del sacerdote mexicano, Jesús García González, hechas en Roma, durante los días inquietos del último Sínodo. He aquí una parte del dicho documento: CIUDAD DEL VATICANO, 17 de octubre. "En México, el cambio será menos democrático que en Chile y menos violento que en Cuba" pronosticó hoy aquí a la AFP el sacerdote y sociólogo mexicano Jesús García González. González; es el responsable de América Latina en la Comisión Pontificia 'JUSTICIA Y PAZ', desde hace más de dos años. Sin embargo, aclaró que hablaba como sociólogo y no como funcionario pontifical. En su país, fue durante ocho años Director del Departamento de Estudios Sociales del Secretariado Social Mexicano, que depende de la Comisión Nacional Mexicana de 'JUSTICIA Y PAZ'. (Es decir, aclaramos nosotros, estuvo conviviendo, bajo la dirección, con el ya finado P. Pedro Velázquez, cuya ideología y activismo son bien conocidos de todo México).
García González advirtió —¡terrible amenaza que todos debemos tomar en cuenta!— que cuanto más rígida sea la represión de algunos países latinoamericanos, más violenta será la búsqueda del cambio social...
En cuanto a su propio país, García González definió a la Revolución de 1913 (Por lo visto la revolución de Madero para él no cuenta) como "envejecida", que no responde al México de hoy. Eso, aseguró, explica toda la oposición que estalló y que exige una nueva revolución". . .
La autenticidad de esta declaración, nunca oficialmente desmentida en Europa, no puede ser negada, ya que fue transmitida al mundo por la AFP, una de las Agencias Internacionales de mayor prestigio en el mundo entero. Pero es lamentable que ese sacerdote, que debe ser muy conocido en las altas esferas políticas de la jerarquía mexicana, por el puesto tan destacado que actualmente tiene, haya hecho esa declaración, en la misma Ciudad Vaticana y durante los días del último Sínodo. Todo es denunciador en este documento: el lugar donde se hizo esa declaración, el contenido de la misma, la ocasión política en que se hizo, la persona que la hizo y el gran público al que estaba dirigido. Se trata de hacer ruido, mucho ruido, sobre el agudo problema latinoamericano, que, desde los días del Congreso Eucarístico Internacional, ha ido agravándose, gracias al activismo de los tercermundistas y a la pasiva acquiescencia de nuestros jerarcas. Todo el mundo debía darse cuenta de que en América Latina la suerte está echada; tienen que cambiar las estructuras; tiene que haber una transformación completa socioeconómica, sociopolítica y socioreligiosa. Hay tres caminos fuera del esquema capitalista, para finalizar esta contienda: la de Cuba, violenta; la de Chile, democrática y la de México, mezcla explosiva de las dos anteriores. El método de Perú, preparado en los "cursillos de Cristiandad", al que asistieron también los militares, aunque incruento y no violento, el gobierno militar hace esfuerzos para que el pueblo participe. Y todo esto se dijo en Roma, en la Ciudad del Vaticano y durante los días propicios del último Sínodo, cuyo segundo objetivo era precimente la implantación en el mundo de la justicia social.
El P. García González, que, a lo mejor, ya es Monseñor, no es muy conocido entre nosotros pero, como quiera que sea, es un sacerdote y es un mexicano. Como sacerdote, aunque en Roma, no podía hablar públicamente de la política interna y externa de su patria; y, como mexicano, debería haber guardado en secreto nuestros verdaderos o supuestos defectos.

R.P. Joaquín Sáenz y Arriaga
¿CISMA O FE?
1972

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