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viernes, 22 de octubre de 2010

La mala crianza de los hijos destruye casas y familias.

El Espíritu Santo dice a todos los hombres, que si tienen hijos procuren enseñarlos desde sus primeros años, no sea que giman y lloren por ellos en la hora de su muerte. Estas lágrimas irremediables pueden tener dos causas principales ; la primera, porque ya faltaron a su obligación en la buena crianza de sus hijos, la segunda, porque estos, estando mal criados, perderán el patrimonio de sus infelices padres.
El santa profeta de Dios Baruc, en el capítulo cuarto anuncia esta mala fortuna a los padres descuidados, y dice: que si crian a sus hijos con regalo y libertad, los dejarán en este mundo con llantos y lágrimas: porque esta es la consecuencia legítima de los hijos mal criados, que el padre los llora cuando no los puede remediar, y ellos obran de modo que viven para su perdición, y pierden los bienes temporales de su padre, para que del todo se acabe la casa.
Enseñan los malos padres a sus hijos el camino cierto de perderse siempre que se descuidan en corregir sus travesuras; de lo cual se siguen muchos pecados, como dice la sagrada Escritura, y por un mismo camino se pierden los padres y los hijos, y también los bienes temporales de la casa; porque la libertad desaforada de los hijos mal criados no repara en perder lo que les costó poco ó nada de ganar.
Por esto dice el sabio Salomon en sus proverbios, que el padre perezoso en castigar al hijo travieso, le aborrece mas que le ama, y aun le aborrece de todos modos; porque ni le ama cuanto a su conciencia, dejándole correr por el camino de los vicios; ni le ama cuanto á su conveniencia, porque siendo vicioso acabará con los bienes temporales con que podia vivir descansado.
El padre que en la verdad ama a su hijo, le azota con frecuencia, dice el Espíritu Santo; y esto lo hace con amor verdadero, para morir alegre y descansado, dejando a su hijo, virtuoso, y no en la desventura de andar por las puertas de sus prójimos, para buscar que comer. Casi todas son palabras del sagrado texto (Eccli., XXX, 1).
De lo cual se infiere, que el padre negligente en corregir a su hijo quiere en buena consecuencia que su hijo vaya por las puertas; y si esta desventura no le sucede al hijo malo miéntras su padre vive , le sucederá por lo ménos despues de la muerte de quien le engendró y le crió tan mal. Por este motivo dice el Espíritu Santo, que el padre descuidado no crea que su hijo mudará de condicion con el tiempo; porque mas fácilmente se hará peor dejándole mal criado , que mejor y mas santo con sus vicios comenzados [Eccli., XXVI, 6).
Lo cierto es lo que nos dejó escrito el sabio Salomon, que el joven seguirá su camino hasta los últimos años de su vida, y cuando sea viejo no se apartará de las malas costumbres que se envejecieron con él desde sus primeros años, por la negligencia culpable de sus malos padres [Prov., XXI, 6).
No quieren la verdadera prosperidad de sus hijos los que los crian con libertades y travesuras, y sin temor de Dios; porque no solo corren la mala fortuna de perder los bienes temporales de su casa, sino que también llevarán mucho peligro de que Dios les quite la vida con muerte desastrada; según se les avisa en el sagrado libro del Éxodo. Por no contristar al hijo le dejan de corregir, y no reparan que es perderle del todo.
Esta calamidad lamentable vió experimentada y cumplida en su casa el santo rey David, de quien dice la sagrada Escritura: que por no contristar a su hijo primogénito Amon, pasó este a los desórdenes fatales que le costaron la vida, con íntimo dolor de su padre.
Lo mismo, con mas culpa, le sucedió al infeliz Helí, el cual crió tan mal a sus hijos, que fueron el escándalo de todo el pueblo; y corriendo los años, el mal padre y los malos hijos acabaron sus vidas con muertes desastradas, y se arruinó la casa (I Reg., II, 24). Este es el fin desventurado de la mala crianza de los hijos.
Y es mucho de notar que el sagrado texto no dice: que Helí no corrigió á sus hijos, sino que los corrigió blandamente, que es lo mismo que no corregirlos; porque si los vicios de los hijos son graves, no cumplen los padres con correcciones blandas, sino que deben corregirlos y castigarlos con aspereza, y entender bien lo que dice el profeta David, que también hay iras sin pecado; y a veces lo que parece mala condicion es virtud, necesaria: Irascimini, et nolite peccare (Psalm,IV, 5).
Y si el corregir blandamente a los hijos traviesos es no cumplir los padres con su obligación, ¿qué diremos de aquellos padres bárbaros que fomentan y aplauden los vicios y travesuras de los hijos? Estos son semejantes a aquella maldita Atalia, de quien dice la sagrada Escritura, que impelió a sil hijo desventurado para que fuese malo.
El padre justo y santo que vive en virtuosa simplicidad, dice el sabio Salomon, que dejará por sucesores en su casa a sus hijos bien criados y santos, los cuales prosperarán en los bienes espirituales y temporales; porque sobre ellos vendrá la bendición de Dios (Prov., XXX, 7).
Por el contrario, los hijos de los malos padres descaecerán en todos sus bienes, y se perderá la herencia, como dice el Espíritu Santo; porque solo se continuará el oprobio yla calamidad de sus vidas (Eccli. XLI, 9).
Con palabras misteriosas dice el Espíritu Santo a los padres, que humillen la cerviz de sus hijos, y los golpeen los lados cuando son infantes, no sea que se endurezcan y no los crean cuando son mayores, y les quede el dolor en su alma de verlos perdidos [Eccli., XXX, 12). En la cerviz se significa la soberbia, y en los lados la desenvoltura y las malas compañías; y uno y otro se ha de castigar en el hijo antes que se endurezca y se haga irremediable.
La casa y las riquezas dan los padres a los hijos, dice Salomon; pero deben advertir, que primero son las cosas espirituales que las temporales; y primero es dejar a su hijo santo que rico; porque si le dejan vicioso, perderá las riquezas y su alma.
Muchas veces sucede que en los hijos malos se congregan también los pecados de los padres, y de unos y de otros se llena el número fatal para la destrucción y ruina de toda la casa. Así le sucedió al infeliz Acab, en cuyo hijo desventurado cayó también el castigo de su ingrato padre; como se dice en el libro tercero de los Reyes.
Así se verifica lo que está escrito en el libro primero del Paralipómenon, que hay hijos infelices que nacieron para la ruina de la casa de sus padres, y para castigo digno de los graves pecados que cometieron los que los engendraron y los criaron mal.
Así también se cumple lo que escribe Salomon en el precioso libro de sus Desengaños, donde dice: que el impío padre perecerá en aflicción pésima, porque engendrará unos malos hijos que todo lo destruyan, y le dejen en suma miseria.
Así también el padre malo abre dilatado camino para los pecados de los hijos; como le sucedió al soberbio Roboan, que perdió la mayor parte de su patrimonio, y de él se originaron innumerables maldades de idolatría, gula, lujuria, y de todo género de vicios; como se escribe en el sagrado libro del Eclesiástico.
Para evitar tantos daños, predicaba un profeta santo del Señor a los padres, que explicasen a sus hijos las grandes plagas que les vendrian si eran ingratos a su Dios, para que asi aprendiesen a vivir en temor divino, y apartarse de los vicios, que no traen á las casas sino desventuras y plagas (Joel, I, 3).
Infiérese de esta constante doctrina, que el único medio para no descaecer las casas y familias, es criar bien a los hijos, y tener mucho cuidado los padres de que no degeneren de las virtudes de sus antecesores, sino que antes las aumenten; porque la verdadera prosperidad espiritual y temporal viene de Dios, a quien importa tener contento, cumpliendo su santísima ley.
Es grande conveniencia de los padres la buena educación de sus hijos, porque asi tendrán su fruición con ellos; como dice Dios en el libro del Deuteronomio; y si los crian viciosos, se perderán, y perderán a sus padres y a toda su casa.
Esta es la desgracia y desventura del hombre impío y malo, dice el santo Job, que si multiplican sus hijos, vendrá la plaga ruinosa sobre todos ellos, y quitándoles Dios los bienes temporales si no se reducen al temor divino, perderán también sus infelices almas.
Desengáñense los padres descuidados, y pongan delante de sus ojos la divina ley, para que la intimen y la enseñen á sus hijos, como se les manda en la sagrada Escritura; y tengan por cierto que haciéndolo así, vivirán sosegados largo tiempo, y prosperarán en sus casas de todos modos; porque así se lo tiene ofrecido el Señor. (Deut., XXXII, 6 et seq.)
Así lo tenia bien comprendido el santo anciano Tobías cuando estando para morir llamó a su hijo, y le dió sagrados documentos de felicidad eterna, diciéndole que el cumplimiento de la santísima ley de Dios le pusiese por fundamento de su casa; porque así la conservaría constante, y no de otra manera (Tob., IV, 2 et XIV, 10).
Así también conviene que los virtuosos padres ofrezcan muchas oraciones por sus hijos, como lo hacia el santo rey David por su hijo Salomon, pidiendo a Dios nuestro Señor que le diese corazon perfecto, y aplicado a la puntual observancia de sus divinos mandamientos; conociendo que la perseverancia de la prosperidad de su casa y la felicidad de su hijo consistían en dejarle bien fundado sobre la verdadera virtud (I Paralip., XXIX, 19).
Esta verdad constante les predicaba a todos los mayores del pueblo de Dios el santo Moisés, diciéndoles conocía que despues de su muerte cometerían muchas maldades, con las cuales se apartarían del camino sagrado del servicio de Dios y de la virtud; por lo cual les sucederían muchas desgracias, y no las podrían remediar si ellos no se apartaban de sus feas ingratitudes; porque toda la felicidad de las criaturas se funda en servir a su Dios y Señor; y de no hacerlo así, les venían todas sus desventuras y desgracias.
Últimamente, para que los malos padres conozcan el gravísimo daño que hacen a sus hijos, no criándolos en temor de Dios, sino dejándolos vivir á su libertad, referiré un caso horrendo que escribe el gran padre y doctor de la Iglesia san Agustín, sucedido en su tiempo. [Serm. 33, ad fratr.)
Dice el santo, que un noble ciudadano tenia un hijo, heredero de su casa, y dos hijas. Descuidóse el padre en criar bien a su hijo, dejándole vivir disolutamente; y el hijo llegó a tan desenfrenada torpeza, que deshonró y perdió la casa de su padre: fué el horror y escándalo del pueblo, y cometió tales maldades, que por decencia las dejo de escribir en lengua vulgar en este libro. El curioso las podrá ver en el lugar que se cita (Apud Gut. sup. 4, Prcec.). Otros ejemplos horrorosos pueden leerse en el catecismo de Belarmino.
Lo que importa es, que los hombres que tienen hijos se desengañen que si no los crian bien, les seria mejor no haberlos tenido, pues los crian para el infierno y para la perdición de su casa. Llegará dia en que los fecundos desengañados digan, que son bienaventurados los que no tuvieron hijos; como Cristo Señor nuestro lo profetizó á las piadosas mujeres que lloraban susagrada pasion(Luc. ,XXIII,29).

R.P. Fray Antonio Arbiol
LA FAMILIA REGULADA
1866

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