Vistas de página en total

jueves, 14 de octubre de 2010

La fantasía me resta poder


MEDIOS PARA FORTALECER EL CARÁCTER
Agentes internos

Un poder activo
La fantasía es la loca de la casa, y sin embargo han existido grandes locos que han realizado grandes cosas en el mundo. Es importante aprovechar esta fuerza motriz, que mueva nuestras actividades. De hecho es uno de los factores más decisivos en el carácter y comportamiento del individuo.
A manera de excitante o estupefaciente actúa sobre la vida, edificando planes y quimeras, tiñendo de un color ficticio las realidades mundanas. Es el agente que más desvía del recto sentido de la vida, hacia pensamientos y sueños irrealizables: esos pensamientos parásitos que extraen la savia vital, impidiendo que los frutos del árbol maduren.
Es uno de los obstáculos de tu progreso, contra el que debes emplear a fondo el envite de tu voluntad, desgarrando a tiempo del árbol de tu vida ese ladrón de energía.
La imaginación influye por su plasticismo en la formación del ideal. Con ella buscamos nuestro paraíso; las cosas aparecen ante ella con sus formas misteriosas, y con sus atractivos, y repele con sus repugnancias.
La primera medida que hay que adoptar para gobernarse a sí mismo, es poner en orden las ideas, y limpiarlas del colorido ficticio.
Por sus atractivos dudamos en las encrucijadas de nuestros caminos, en el seguimiento del objetivo.
En la medida en que nos sobre pongamos a nuestras falsas ideas, habremos conseguido el dominio de nosotros mismos.
Si conseguimos guarecer y controlar el desfiladero de las Termopilas, el ejército de bárbaros no invadirá ni se desparramará por la campiña de nuestra alma.
Las ideas malsanas no bajarán ni se apoderarán del corazón ni de los sentidos.
La guarda del desfiladero es más fácil que la reconquista de la llanura.
Decía Franklin: «Es más fácil resistir al primer deseo, que contentar a los que le siguen.»
Es más fácil sacar la bellota de la tierra, que arrancar la encina.
La fantasía como es un peligro, puede ser también nuestra aliada: imagen contra imagen; unas neutralizan las influencias de las otras.
Durante la primera guerra europea, los alemanes avanzaban por Italia. Sedientos después de una larga marcha, encuentran una gran cantidad de vino donde saciaron su sed. Las mulas también tienen sed, y deben beber, se dijeron. Les ofrecieron el vino y los animales lo tomaron con cierto placer. Una desacostumbrada alegría se apoderó de los cuadrúpedos, que la demostraron con saltos y revolcones. Días después los soldados quisieron repetir la prueba, y los animales reusaron. La primera experiencia se gravó en sus fantasías: aquellas sensaciones del vino no eran naturales, y su instinto rehuyó.
Es saludable asociar un mal mayor, al placer que brinda la tentación.
En Santa Teresa de Jesús, sin otras revelaciones, la visión del infierno fue capaz de hacerla santa, y dominar a la «loca de la casa».

Nos hace soñar.
Las fantasías amojamaron los sesos a Don Quijote. Sus ideas estrafalarias dieron alientos a su singular ambición y locas aventuras.
Sin llegar a los extremos de Don Quijote, iniciamos con demasiada frecuencia llevados de su fantasía el camino de sus disparates.
La fantasía adquiere en ocasiones una plasticidad tan sorprendente, que no pocas veces supera a la realidad en su influencia sobre el alma. Todo aquello que excita la imaginación: sueños, deseos, instintos, se echan en tumulto sobre el entendimiento para subyugarlo, principalmente cuando las facultades espirituales no están aún muy desarrolladas, llegando en ocasiones hasta a anularlas.
Las fantasías actúan sobre el entendimiento, y como éste forma unidad con la persona humana, manipula sobre ella con más intimidad que el ángel al mover las aguas de la piscina de Siloé.
El alma no es un conductor dentro de un coche. La persona humana es una unidad, un amasijo de carne y espíritu, en la que aunque la voluntad tenga la última palabra, no se puede prescindir de la ley de la materia.
El alma se colorea de las cosas que palpa con los sentidos del cuerpo, y reviste el entendimiento y el deseo de los colores de la fantasía.
Bajo el influjo de la sugestión aumentado por nuestras preocupaciones, cualquier influencia externa, por exigua que sea, toma cuerpo y adquiere una eficacia definitiva.
De las sombras creamos realidades. A Don Quijote «las ventas le parecían castillos». Las cosas pequeñas parecen grandes, como los molinos monstruos gigantescos.
La influencia de una fantasía quizá sea exigua, pero si se acumulan y nos dejamos gobernar por ellas, nuestra fama de hombres realistas y cuerdos está comprometida.
Los alemanes en el sitio de Lieja, acumulaban bombas sobre la bóveda de uno de los fuertes. Todas se iban amontonando sin estallar, hasta que en un momento dado explotaron todas a la vez. Una a una no hubieran conseguido el intento, todas juntas lo hicieron con facilidad.
La imaginación déjala para los artistas de la fantasía, no para tu vida cotidiana, que se ha de mover dentro de la lógica de la Creación.
Es necesario que las ideas realistas se adelanten en la toma de posesión del castillo de tus sueños, antes que se presente un Don Quijote en demanda de hospedaje.
Hombres de indudable preponderancia en el mundo, no se han visto libres de esta influencia. Hítler confiaba el éxito de sus gestiones políticas a vestir una vieja chaqueta. Por eso la llevaba en los momentos más transcendentales de su vida. Su fantasía se adhería a ideas sin examinarlas.
Como un cuerpo dormido toma una posición conforme a la ley de la gravedad, así el hombre abandonado a su imaginación, es dominado por la ley de sus pasiones.
Como el que se pasa la vida durmiendo no desarrolla su inteligencia, el que se la pasa fantaseando no desarrolla su voluntad. La voluntad vigorosa es producto de mirar la verdad.

La fantasía impulsa y paraliza
Otras veces son los prejuicios los que anidando en la imaginación, impiden que habiten en la inteligencia ideas revestidas de la verdad.
Un acontecimiento adverso, del que no hay razón para que se repita, priva a un joven de un brillante porvenir.
Nada hay que impida triunfar como el miedo, y el miedo es imaginación, no realidad.
Jugar bien cuando se gana, es más fácil que cuando se pierde, y no obstante, las cualidades que se ponen en juego, o que se podrían poner en caso de éxito inicial, son las mismas, porque los mismos son los jugadores. No son superados por causas mayores, sino que ellos se aminoran ante dificultades que otras veces han superado con las mismas facultades. El miedo de la imaginación las ha encogido, como los años arrugan la piel.
Inteligencias claras no dominan una asignatura impedidos por una dificultad imaginaria: la dificultad de aprender latín es general y clásica. En los primeros años de la vida, cuando por primera vez lo comenzamos a oír en la sagrada Liturgia, nos pareció un terreno vedado para nuestras inteligencias. En lo sucesivo hemos sido incapaces de sobreponernos a esa primera impresión de cima inaccesible.
La moral combativa de un ejército se debe no pocas veces a la presencia o ausencia de supuestos peligros. El derrotismo disminuye las fuerzas, la esperanza optimista las aumenta.
Cuando uno se deja vencer de la idea fatalista, surge la idea de la inferioridad.
Las caídas y derrotas en el orden moral se repiten de una manera ininterrumpida bajo el influjo del apocamiento: «no tengo fuerzas para aguantar». Este espíritu de derrota resta energías aun en orden físico. La tartamudez es un ejemplo, no es raro que sea efecto de la idea de minusvalía. Un defecto no siempre orgánico, sino síquico, porque síquicamente se curaron. Cuando se les arrancó esa idea de impotencia, infundiéndoles confianza en sí mismos, desapareció el defecto.
Existe un paralelismo en el orden moral. Estar imbuido de una idea de impotencia ante la tentación, es el camino más expedito para ser vencido. También en el orden espiritual es verdadero el dicho castellano : «El que da primero da dos veces.» La suerte ayuda al valiente, y al tímido aunque sea más vigoroso que Sansón, lo aplasta cualquiera.

Pensar es sembrar
La fantasía del adolescente o del joven, no es una fantasía creadora como la del hombre formado, sino exaltada que se alimenta de la sensibilidad. Para él soñar y sentir es casi lo mismo.
Tu fantasía en movimiento toma realidad en el corazón. Este trasiego de imágenes distrae tu actividad intelectual, y peregrino fuera de tus obligaciones, haces que tu rendimiento real, sea inferior al posible. En tu interior creas el mundo de la fábula, y tus sentimientos dibujan una región de efectos fantasmagóricos, propios de una película de dibujos. Y como el mundo que te rodea no se acopla al de tus sueños, te refugias en la soledad.
No pienses nada lo que te avergüence contar ante los demás, no sólo por lo inmoral, sino por lo descabellado.
Dijo uno: «pensando en las flores, llegamos a hacerlas nacer.» Terminamos por plantarlas.
El pensamiento que llega a posesionarse del corazón, sin tardar mucho, encarnará en un hecho. Lo fantástico penetra en tu espíritu, y lo transforma como la levadura a la masa. Según ello sea, la hace materialista o espiritual, impeliéndole a la acción bajo este signo, que caracterizará tu posición en el mundo. Si revuelves en tu espíritu injusticias sociales, surgirá en ti la vocación del reformador social; si llegas a sentir las ideas morales, querrás ser un apóstol.
Los ascetas del bien y del mal, han estado poseídos por ideas sugestivas que absorbieron su inteligencia: los comunistas, los racistas y los santos. Una idea movió toda la actividad vital de sus existencias.
En este sentido, podemos llamar a cada uno artífice de su propia alma.
Para cambiar de carácter hay que cambiar el estado habitual del alma, y esto está en nuestras manos.
El que cultiva el buen humor, a la larga será humorista; el que rumia ideas de pesimismo, será pesimista.
Estímate más por lo que te esfuerzas que por lo que consigues, y no te compares con los otros: mira tus progresos en relación con los años que pasaron, y anímate a nuevos adelantos.
Hay muchas fuerzas sin dirigir y que se filtran fuera del conducto que canalizan tus energías hacia esfuerzos vitales.
Hay que taponar esas fugas y enderezarlas al esfuerzo común, fuerzas desparramadas por ideas sugestivas, ajenas al objetivo único que te has de proponer.
Vigila, pues, todas tus ideas, sobre todo aquellas que entran por la puerta de servicio, porque tarde o temprano llegarán a imponerse.
Todo cuanto tocan los sentidos, lo absorbe el pensamiento y lo elabora. Su efecto será para hoy o para mañana, pero se dejará sentir. No todas las semillas tardan lo mismo en romper la costra de la tierra, pero terminan germinando.
Como es verdad que la idea lleva al acto, seremos cual sean nuestras ideas. Recogerás lo que siembres.

Nos puede la sugestión
La sugestión es una mirada hipnótica que plega todas las energías y acobarda para la acción, o una atracción vehemente que oculta los peligros del otro lado.
Su influencia puede ser tan decisiva, que llegue a privarla de la facultad de discurrir, o hacerlo tan dificultosamente que anule casi su libertad. Es el aguafiestas de la voluntad, un verdadero apagavelas, que nos deja a oscuras y plantados antes de llegar a la meta propuesta, desorientados y sin saber por dónde caminar.
Las fuerzas latentes de nuestro organismo se pliegan sobre sí mismas, agostadas por el soplo de la sugestión. Entonces hay que hincharlas como las velas caídas de una nave, con el impulso de una voluntad incontenible.
Si nos encontramos a oscuras en una estancia de muchas puertas, y una sola salida iluminada, instintivamente saldremos por esta última, aunque no sea la más apta para llegar hasta el exterior.
Algo así es el influjo de la sugestión: abrazamos la idea que más nos llama la atención, aunque nos lleve a actividades que no son precisamente las más lógicas y constructivas.
Si estos estados de plegamiento sobre sí mismos son habituales, engendra el carácter del hombre peregrino fuera de la realidad.
«Mis pies no pueden con mi corazón, y estoy aquí quieto a la sombra» (Tagore).
Con tu alma ensombrecida, no pongas tus pies en movimiento. Caerás o te desviarás, y creerás que tus caídas son justificadas y rectos tus caminos torcidos.
La oscuridad es una caja de resonancia sicológica, donde toman cuerpo los motivos más insignificantes, donde cada maceta parece un fantasma.
Cualquier dificultad te hace pequeño. Y es preferible creer «que yo valgo para mucho», aunque esto tenga sus peligros indiscutibles; que «yo no valgo para nada». El primero realizará algo, el segundo será un paralítico.

Una espina en el cerebro
Una de las peores manifestaciones de la idea obsesiva, es la inquietud angustiosa del escrúpulo.
«Sufrimos más por imaginación que por la realidad», dice Séneca.
Es más peligrosa en los primeros años, por la influencia y arraigo que pueda tener en la tierra blanda de vuestra alma, y porque al no encontrar vocablos para expresar el estado atormentado de su interior, se encierra en un callejón sin salida.
Lo menos que puede desear un náufrago es una tabla donde asirse: esta tabla es la confianza en el director. El ha tomado ante Dios la responsabilidad de tus actos, ejecutados con indudable buena voluntad.
Doblega tu parecer ante él, no sea que desesperado por no encontrar solución, hagas trizas tu voluntad como un vaso de vidrio arrojado contra el suelo.
Tu conciencia moral ante Dios debe ser leal, pero también verdadera y recta. Tu conciencia equivocada es leal, y la lealtad te justifica.
Como la regla del bien obrar es la conciencia, y la tuya está torcida y enferma, por causas ajenas a tu voluntad, deja tu norma a un lado, y utiliza como prestada para controlar la rectitud de tus actos, la regla que te brinda tu director: su ciencia y su conciencia. Con ella tus acciones irán trazadas con derechura.
Mientras estés en este estado más o menos transitorio de obsesión, no sacarás nada en limpio. Sólo podrás seguir adelante de la mano de tu guía. Eres buena máquina, pero sin control: marchas continuamente en direcciones distintas y hasta encontradas; cambias de velocidad y te contradices a cada instante, porque falto de control ni sabes ni adivinas lo que por ti pasa. Lo único que ves con claridad, es que todo está nebuloso y oscuro.
Si en este estado te guías a ti mismo, tus acciones serán hasta irracionales.
Como el gatito que juega con el ovillo, cuanto más lo urga con sus patitas, tanto más lo enreda.
La intervención a tiempo del director, que tiene los sentidos en su sitio, puede darte luz y deshacer tu angustia.
Si al menos eres sincero, Dios aceptará esta tu sinceridad, que teme ofenderle, y no permitirá que camines por mucho tiempo en tinieblas.
Llena tu alma de cosas buenas, y verás cómo van desapareciendo bajo su influjo, la obsesión del escrúpulo.
En este estado nunca adoptes una aptitud pasiva, sino reacciona.
Tenemos con la gracia de Dios fuerzas suficientes para ejercer sobre nuestro espíritu un perfecto señorío, que ponga todas las fuerzas latentes a tu servicio, sin desmayos ni decaimientos.

No hay comentarios: