75.- ¿TODOS LOS PASTORES TRADICIONALISTAS SON VIOLADORES DE LA LEY Y REOS DE LAS CONDENAS DEL DERECHO Y DEL SANTO OFICIO?
No todos. Algunos sí quieren la unidad y quieren también elegir al santo padre, pero se han visto completamente impedidos porque todos los demás se niegan a actuar, o porque faltos completamente de recursos no han podido hacer llegar su voz a quienes esperan alguna noticia, alguna iniciativa, estando aislados también, para sumarse e iniciar la lucha.
Es cierto que algunos pueden estar ofuzcados o influidos negativamente. A los laicos les corresponde esta labor. En conciencia ellos tienen esta responsabilidad. Deben acercarse a sus pastores para hacerles ver las cosas. Así han de definir con quiénes están tratando para continuar con ellos colaborando estrecha y sacrificadamente o para dejarlos haciéndoles saber siempre el motivo por el que se alejan. Tal vez esto pudiera mover a algunos. Así tal vez, libren a muchos de la influencia de nuestros enemigos que tenemos metidos en la fortaleza sedevacantista.
Pero tienen los laicos otra responsabilidad muy grave. Deben ayudar a los obispos y a los sacerdotes que quieran la unidad, con toda clase de recursos. Tiempo, esfuerzo, dinero, etc. Deben saber que actualmente, obispos y sacerdotes están pasando por situaciones angustiosas por falta de recursos y algunos tienen que trabajar para comer. Pero también otros cuando se decidan a asumir la grave determinación de luchar por la unidad y por la elección del papa, van a perder sus medios de subsistencia y hay que ayudarlos no solamente en sus necesidades personales, sino en todo lo necesario para que esta lucha sea eficaz. Muchas veces en la historia, el papel de los laicos ha sido decisiva para lograr la derrota de los enemigos de Cristo y creo que esta no va a ser la excepción. Por ahora el Señor no ha pedido a los fieles el precio del martirio, pero lo que está pidiendo indudablemente a todos, a los obispos, a los sacerdotes y a los fieles es el esfuerzo y la acción y ayuda sacrificada que ha de enfrentar al más cruel y sagaz enemigo. Los que se negaran a esto y prefirieran la miserable actitud de sólo espectadores o ruines colaboradores, estarían traicionando el nombre por el cual fueron bautizados.
Tienen los fieles una responsabilidad más. Ellos deben de localizar, invitar, convencer a sacerdotes dignos, para que accediendo al episcopado, recomendados por ellos, sea posible la reconstrucción del Colegio Apostólico con Pedro como el primero de ellos. Si de todos los obispos actuales muy poco se puede sacar, si unos por infiltrados, o por comprometidos con organizaciones adversas a la Iglesia o con sus asuntos personales, o por ofuzcados, esto no debe significar que la Iglesia se ha acabado por determinación episcopal. Sería un gravísimo pecado afirmarlo. Entonces hay que hacerlo todo de nuevo. Hay que hacer a un lado a los que no quieren cumplir con el sagrado deber que la Iglesia impone. Hay que alejarse de los que exponen todas las razones y lógicas posibles para soslayar el cumplimiento del gravísimo precepto. Hay que formar un Colegio de obispos que refleje fielmente al Colegio de los Apóstoles como lo fue en los tiempos de Cristo, porque lo que ahora tenemos ante la vista, ni de lejos representa nada que se le parezca. Porque, ¿puede acaso parecérsele un grupo que se calumnia, que se difama, que se trata con mezquindad como si el otro fuera un enemigo que amenaza con quitarle su hueso, que está comprometido con enemigos de la Iglesia y que en nombre de propias realizaciones místicas, esconde sus recursos a otros?.
¿Es un Colegio Apostólico el que está formado por individuos que desconfían de todos los demás, que observan impávidos que algunos ya comienzan a predicar herejías, o administrar sacrilegamente algunos Sacramentos como por ejemplo el que casa nuevamente a los divorciados que se casaron en primeras nupcias en el Progresismo, pues dice que fueron matrimonios inválidos, y este no es el único caso, o que llevan sus pleitos a los tribunales civiles contra otros obispos o sacerdotes, o que formando parte de organizaciones secretas se atreven a absolver a sus miembros avalando y manteniéndolos en el engaño, o que en franca rebeldía contra los preceptos de la Iglesia manteniéndose en el cisma ofician la santa Misa ilícitamente y administran el Sacramento de la Confesión completamente inválido, o que para ganarse a los miembros de otras comunidades bañan de toda clase de imposturas a sus pastores, o que llaman locos, soberbios y apresurados a quienes se atreven a hablar de la unidad y de la elección del papa?, ¿es esto un reflejo del Colegio Apostólico que fundó Jesucristo?, ¿es posible que la doctrina de la unidad y el gobierno del Sumo Pontífice se haya convertido ya, poco a poco en la doctrina impronunciable?, ¿nadie se ha dado cuenta que esto ya no se puede decir sin recibir como respuesta una sonrisa de conmiseración o una mirada de desconfianza como si esa hubiese sido la señal por la que hay que comenzar a desconfiar?, ¿es posible que los sacerdotes y los obispos digan que esta es una doctrina que "no se le puede decir a los fieles de golpe" porque tienen miedo de "escandalizarlos" y de que se retiren?, ¿en donde estamos parados ya?, ¿es esto la Iglesia Católica maestra de la verdad, fundada sobre Pedro y los Apóstoles?. ¿Es posible que todo lo que se refiera a la unidad de la Iglesia y la elección del papa se tenga que tratar solamente entre los superiores, como un "plato fuerte" que no se les debe dar a los laicos?, ¿qué es esto?, ¿es subversión, es destrucción, es prostitución del alma de los fieles?, ¿qué estamos manejando, frente a qué estamos parados?. ¿Es posible que los pocos que hablan de la unidad no sientan absolutamente ningún progreso ni siquiera hablándole a los eclesiásticos que siempre lo toman con una calma agria que no significa absolutamente nada?, ¿nadie se ha parado nunca junto a las vías de un ferrocarril expreso que pasa a toda velocidad para suplicarle que se haga a un lado?.
Dios quiera que muchos fieles despierten del sueño inducido en el que los han sumido y así suceda con muchos sacerdotes y obispos, que si continuamos por la vía equivocada, vamos a obligar a nuestro Señor a venir para salvar lo poco que queda de Su Iglesia, esto es, a los fieles que han sido abandonados por sus pastores y que no puede permitir que se pierdan. Sobre los otros, ha de descargar Su justa furia y a latigazos los sacará del templo.
Es cierto que algunos pueden estar ofuzcados o influidos negativamente. A los laicos les corresponde esta labor. En conciencia ellos tienen esta responsabilidad. Deben acercarse a sus pastores para hacerles ver las cosas. Así han de definir con quiénes están tratando para continuar con ellos colaborando estrecha y sacrificadamente o para dejarlos haciéndoles saber siempre el motivo por el que se alejan. Tal vez esto pudiera mover a algunos. Así tal vez, libren a muchos de la influencia de nuestros enemigos que tenemos metidos en la fortaleza sedevacantista.
Pero tienen los laicos otra responsabilidad muy grave. Deben ayudar a los obispos y a los sacerdotes que quieran la unidad, con toda clase de recursos. Tiempo, esfuerzo, dinero, etc. Deben saber que actualmente, obispos y sacerdotes están pasando por situaciones angustiosas por falta de recursos y algunos tienen que trabajar para comer. Pero también otros cuando se decidan a asumir la grave determinación de luchar por la unidad y por la elección del papa, van a perder sus medios de subsistencia y hay que ayudarlos no solamente en sus necesidades personales, sino en todo lo necesario para que esta lucha sea eficaz. Muchas veces en la historia, el papel de los laicos ha sido decisiva para lograr la derrota de los enemigos de Cristo y creo que esta no va a ser la excepción. Por ahora el Señor no ha pedido a los fieles el precio del martirio, pero lo que está pidiendo indudablemente a todos, a los obispos, a los sacerdotes y a los fieles es el esfuerzo y la acción y ayuda sacrificada que ha de enfrentar al más cruel y sagaz enemigo. Los que se negaran a esto y prefirieran la miserable actitud de sólo espectadores o ruines colaboradores, estarían traicionando el nombre por el cual fueron bautizados.
Tienen los fieles una responsabilidad más. Ellos deben de localizar, invitar, convencer a sacerdotes dignos, para que accediendo al episcopado, recomendados por ellos, sea posible la reconstrucción del Colegio Apostólico con Pedro como el primero de ellos. Si de todos los obispos actuales muy poco se puede sacar, si unos por infiltrados, o por comprometidos con organizaciones adversas a la Iglesia o con sus asuntos personales, o por ofuzcados, esto no debe significar que la Iglesia se ha acabado por determinación episcopal. Sería un gravísimo pecado afirmarlo. Entonces hay que hacerlo todo de nuevo. Hay que hacer a un lado a los que no quieren cumplir con el sagrado deber que la Iglesia impone. Hay que alejarse de los que exponen todas las razones y lógicas posibles para soslayar el cumplimiento del gravísimo precepto. Hay que formar un Colegio de obispos que refleje fielmente al Colegio de los Apóstoles como lo fue en los tiempos de Cristo, porque lo que ahora tenemos ante la vista, ni de lejos representa nada que se le parezca. Porque, ¿puede acaso parecérsele un grupo que se calumnia, que se difama, que se trata con mezquindad como si el otro fuera un enemigo que amenaza con quitarle su hueso, que está comprometido con enemigos de la Iglesia y que en nombre de propias realizaciones místicas, esconde sus recursos a otros?.
¿Es un Colegio Apostólico el que está formado por individuos que desconfían de todos los demás, que observan impávidos que algunos ya comienzan a predicar herejías, o administrar sacrilegamente algunos Sacramentos como por ejemplo el que casa nuevamente a los divorciados que se casaron en primeras nupcias en el Progresismo, pues dice que fueron matrimonios inválidos, y este no es el único caso, o que llevan sus pleitos a los tribunales civiles contra otros obispos o sacerdotes, o que formando parte de organizaciones secretas se atreven a absolver a sus miembros avalando y manteniéndolos en el engaño, o que en franca rebeldía contra los preceptos de la Iglesia manteniéndose en el cisma ofician la santa Misa ilícitamente y administran el Sacramento de la Confesión completamente inválido, o que para ganarse a los miembros de otras comunidades bañan de toda clase de imposturas a sus pastores, o que llaman locos, soberbios y apresurados a quienes se atreven a hablar de la unidad y de la elección del papa?, ¿es esto un reflejo del Colegio Apostólico que fundó Jesucristo?, ¿es posible que la doctrina de la unidad y el gobierno del Sumo Pontífice se haya convertido ya, poco a poco en la doctrina impronunciable?, ¿nadie se ha dado cuenta que esto ya no se puede decir sin recibir como respuesta una sonrisa de conmiseración o una mirada de desconfianza como si esa hubiese sido la señal por la que hay que comenzar a desconfiar?, ¿es posible que los sacerdotes y los obispos digan que esta es una doctrina que "no se le puede decir a los fieles de golpe" porque tienen miedo de "escandalizarlos" y de que se retiren?, ¿en donde estamos parados ya?, ¿es esto la Iglesia Católica maestra de la verdad, fundada sobre Pedro y los Apóstoles?. ¿Es posible que todo lo que se refiera a la unidad de la Iglesia y la elección del papa se tenga que tratar solamente entre los superiores, como un "plato fuerte" que no se les debe dar a los laicos?, ¿qué es esto?, ¿es subversión, es destrucción, es prostitución del alma de los fieles?, ¿qué estamos manejando, frente a qué estamos parados?. ¿Es posible que los pocos que hablan de la unidad no sientan absolutamente ningún progreso ni siquiera hablándole a los eclesiásticos que siempre lo toman con una calma agria que no significa absolutamente nada?, ¿nadie se ha parado nunca junto a las vías de un ferrocarril expreso que pasa a toda velocidad para suplicarle que se haga a un lado?.
Dios quiera que muchos fieles despierten del sueño inducido en el que los han sumido y así suceda con muchos sacerdotes y obispos, que si continuamos por la vía equivocada, vamos a obligar a nuestro Señor a venir para salvar lo poco que queda de Su Iglesia, esto es, a los fieles que han sido abandonados por sus pastores y que no puede permitir que se pierdan. Sobre los otros, ha de descargar Su justa furia y a latigazos los sacará del templo.
76.- ¿NOS HEMOS DE OLVIDAR DE LOS FIELES QUE SE QUEDARON EN LA IGLESIA HEREJE DEL VATICANO?.
Es cierto que la Iglesia llamada tradicionalista y especialmente la sedevacantista ha conservado la Misa y los Sacramentos, que si bien se administran a veces inválidamente, ha sido por su propia culpa solamente, pues estaba llamada a ser la solución de la crisis actual. No ha sabido responder a la altura de la responsabilidad y preferencia de Dios misericordioso, por cuanto se mantuvo en la división y en la acefalia. Pero todavía es tiempo de corregir el derrotero equivocado, pues aunque el daño ha sido enorme, los pocos que puedan quedar, siempre tendrán la ayuda de Dios que es omnipotente. Este es un deber gravísimo de conciencia y de piedad, y de caridad hacia todos nuestros hermanos que militan equivocadamente en las filas del error. Al decir esto, no podemos olvidar a nuestros hermanos seducidos y engañados que se han quedado con la Iglesia hereje del Vaticano. En esa Iglesia están muchas almas que indudablemente son escogidas de Dios y que ciertamente forman parte del espíritu de la Iglesia, por cuanto quieren continuar siendo católicos, y no quieren cambiar de religión, pero no han tenido la capacidad para descubrir el engaño. Creo que muchísimos de ellos están entre quienes conservan la devoción a la santísima Virgen María, si no es que entre ellos está casi exclusivamente la predilección de Dios. Nuestra inmovilidad, también a ellos los está dañando muy gravemente. Las estadísticas reportan que de la Iglesia progresista, diariamente se hacen protestantes OCHO MIL FIELES, solamente en América Hispana. Luego he leído en los periódicos que la cifra es del 600,000 al año, es decir, que cada día se van con Lutero casi 1650 fieles. Visto de otra manera. La Iglesia del Vaticano, solamente en Hispanoamérica, pierde tres o cuatro comunidades o iglesias, completas, cada día. Sea la primera cifra o la segunda, el hecho es alarmante y nosotros nos debemos sentir profundamente afectados porque si somos las células de un mismo cuerpo, y aquellos están enfermos, ¿cómo será posible no sentirse uno mismo también enfermo y preocupado?. A todos los hermanos que tuvieron que permanecer en la Iglesia de Roma les están arrancando la Fe a pasos agigantados y corren un grave peligro de perderse. Y a todos los que han venido a la tradición, también les están arrancando la fe por cuanto el cisma y las herejías se introducen ya por todas partes y en muchos casos ya no obtienen los verdaderos Sacramentos. ¿Hemos de quedarnos inmóviles cuando el más elemental deber de gratitud nos impone bajar de la Cruz a la Iglesia que ahora ha sido crucificada?, ¿nos hemos de quedar viendo su martirio con mirada estólida, con aquellos ojos con los que un burro ve un portón nuevo?, ¿no hemos de diferenciar nunca, obispos, sacerdotes y fieles, lo que es estricta obligación y lo que solamente es de devoción?.
Es cierto que la Iglesia llamada tradicionalista y especialmente la sedevacantista ha conservado la Misa y los Sacramentos, que si bien se administran a veces inválidamente, ha sido por su propia culpa solamente, pues estaba llamada a ser la solución de la crisis actual. No ha sabido responder a la altura de la responsabilidad y preferencia de Dios misericordioso, por cuanto se mantuvo en la división y en la acefalia. Pero todavía es tiempo de corregir el derrotero equivocado, pues aunque el daño ha sido enorme, los pocos que puedan quedar, siempre tendrán la ayuda de Dios que es omnipotente. Este es un deber gravísimo de conciencia y de piedad, y de caridad hacia todos nuestros hermanos que militan equivocadamente en las filas del error. Al decir esto, no podemos olvidar a nuestros hermanos seducidos y engañados que se han quedado con la Iglesia hereje del Vaticano. En esa Iglesia están muchas almas que indudablemente son escogidas de Dios y que ciertamente forman parte del espíritu de la Iglesia, por cuanto quieren continuar siendo católicos, y no quieren cambiar de religión, pero no han tenido la capacidad para descubrir el engaño. Creo que muchísimos de ellos están entre quienes conservan la devoción a la santísima Virgen María, si no es que entre ellos está casi exclusivamente la predilección de Dios. Nuestra inmovilidad, también a ellos los está dañando muy gravemente. Las estadísticas reportan que de la Iglesia progresista, diariamente se hacen protestantes OCHO MIL FIELES, solamente en América Hispana. Luego he leído en los periódicos que la cifra es del 600,000 al año, es decir, que cada día se van con Lutero casi 1650 fieles. Visto de otra manera. La Iglesia del Vaticano, solamente en Hispanoamérica, pierde tres o cuatro comunidades o iglesias, completas, cada día. Sea la primera cifra o la segunda, el hecho es alarmante y nosotros nos debemos sentir profundamente afectados porque si somos las células de un mismo cuerpo, y aquellos están enfermos, ¿cómo será posible no sentirse uno mismo también enfermo y preocupado?. A todos los hermanos que tuvieron que permanecer en la Iglesia de Roma les están arrancando la Fe a pasos agigantados y corren un grave peligro de perderse. Y a todos los que han venido a la tradición, también les están arrancando la fe por cuanto el cisma y las herejías se introducen ya por todas partes y en muchos casos ya no obtienen los verdaderos Sacramentos. ¿Hemos de quedarnos inmóviles cuando el más elemental deber de gratitud nos impone bajar de la Cruz a la Iglesia que ahora ha sido crucificada?, ¿nos hemos de quedar viendo su martirio con mirada estólida, con aquellos ojos con los que un burro ve un portón nuevo?, ¿no hemos de diferenciar nunca, obispos, sacerdotes y fieles, lo que es estricta obligación y lo que solamente es de devoción?.
77.- ¿RESUMIENDO TODO, QUE DEBEN HACER LOS FIELES?.
1) Jamás entrar a las iglesias progresistas que tiene el Vaticano que le ha robado a la Iglesia de Cristo, ni siquiera cuando no se esté oficiando la Nueva Misa, porque son iglesias que han sido profanadas y en ellas se ofende a Dios.
2) Asegurarse con extremada claridad si sus pastores están pugnando primordialmente por la unidad de la Iglesia y por la elección del papa sin pretextos de ninguna clase ni dilaciones. Esta es una cosa importantísima que los puede poner frente a Misas ilícitas y confesiones inválidas.
3) Si sus pastores no actúan absolutamente en esta dirección o si hablan de la doctrina y la aceptan pero los tiempos se alargan sin que se vea que hagan nada, entonces deben hablar con ellos para que corrijan su postura, y si aun así todo es inútil, deben abandonarlos y buscar a los pastores que están pugnando por la unidad.
4) Si tienen la suerte de tener pastores que están luchando primordialmente por la unidad de la Iglesia sin palabrerías y engaños, entonces deben colaborar con ellos incluso sacrificadamente. Esta es una gran cruzada que tal vez no involucre a muchos, sino exclusivamente a pocos buenos. Pío XII así enseñaba.
5) No deben de sentirse angustiados si llegan a tomar la determinación de retirarse de sus comunidades porque Dios está con ellos y El no está limitado por los Sacramentos, aunque Sus Gracias las da ordinariamente a través de ellos. Tendrán indudablemente las Gracias de Dios y Su ayuda, porque no sería misericordioso si a Sus elegidos los abandona. Aquellos que han decidido al fin, levantarse y comenzar a ponerle un punto final a este espantoso caos. Si se retiran de sus comunidades, deben de avisar a sus pastores el motivo por el cual lo están haciendo, con la esperanza de que si son sinceros, los puedan mover hacia el verdadero camino.
6) Deben también localizar a sacerdotes dignos que recomendarán para el episcopado, pero al mismo tiempo serán para ellos su asistencia y apoyo por cuanto estos pueden perder su medio de subsistencia al ser expulsados de sus comunidades que elijan permanecer en el cisma. Algunos verdaderos obispos, aunque pocos, que hay por el mundo, con seguridad no los abandonarán y reunidos podrán hacerse fuertes para llegar a donde Dios manda.
7) Hablarán con otros fieles para quitarles de los ojos las telarañas que les han puesto de forma que ya comience inmediatamente la obra de la reconstrucción de la Iglesia que ya no puede esperar más tiempo. La Iglesia no se construye fundando o extendiendo comunidades ni teniendo más fieles. El modelo es Jesucristo. El comenzó formando el Colegio Episcopal, luego eligió al papa y después vinieron los fieles y la Iglesia se extendió por todo el mundo. Así debemos de hacer. Si no hay nada ahora que sea aprovechable, entonces habrá que hacerlo TODO NUEVO. Así dice la sagrada Escritura que será en este tiempo final de tribulación increíble (Mat. 17, 11). No hay que destruir o desechar lo que está hecho, pero hay que hacer lo que no está hecho que es lo esencial. Hay que darles cisma a los cismáticos, y unidad a los que quieren unidad, porque ¿que provecho tendré queriendo permanecer unido a los que se separan y así me hacen cismático?. ¿No es el cisma y la contienda terrena, natural y demoníaca? (Ep. Santiago, 3, 14-18).
8) Es esencial para lograr el buen éxito de esta cruzada, elevar constantes súplicas a nuestra Madre del Cielo, la santísima Virgen María, con la seguridad de que ella atenderá los ruegos de la Iglesia doliente. ¿Se hace necesario decir a los católicos que la oración por excelencia que ella atiende es el santo Rosario diario, que suple, con la intención de cumplir el precepto dominical en la imposibilidad absoluta de asistir al santo Sacrificio de la Misa?.
1) Jamás entrar a las iglesias progresistas que tiene el Vaticano que le ha robado a la Iglesia de Cristo, ni siquiera cuando no se esté oficiando la Nueva Misa, porque son iglesias que han sido profanadas y en ellas se ofende a Dios.
2) Asegurarse con extremada claridad si sus pastores están pugnando primordialmente por la unidad de la Iglesia y por la elección del papa sin pretextos de ninguna clase ni dilaciones. Esta es una cosa importantísima que los puede poner frente a Misas ilícitas y confesiones inválidas.
3) Si sus pastores no actúan absolutamente en esta dirección o si hablan de la doctrina y la aceptan pero los tiempos se alargan sin que se vea que hagan nada, entonces deben hablar con ellos para que corrijan su postura, y si aun así todo es inútil, deben abandonarlos y buscar a los pastores que están pugnando por la unidad.
4) Si tienen la suerte de tener pastores que están luchando primordialmente por la unidad de la Iglesia sin palabrerías y engaños, entonces deben colaborar con ellos incluso sacrificadamente. Esta es una gran cruzada que tal vez no involucre a muchos, sino exclusivamente a pocos buenos. Pío XII así enseñaba.
5) No deben de sentirse angustiados si llegan a tomar la determinación de retirarse de sus comunidades porque Dios está con ellos y El no está limitado por los Sacramentos, aunque Sus Gracias las da ordinariamente a través de ellos. Tendrán indudablemente las Gracias de Dios y Su ayuda, porque no sería misericordioso si a Sus elegidos los abandona. Aquellos que han decidido al fin, levantarse y comenzar a ponerle un punto final a este espantoso caos. Si se retiran de sus comunidades, deben de avisar a sus pastores el motivo por el cual lo están haciendo, con la esperanza de que si son sinceros, los puedan mover hacia el verdadero camino.
6) Deben también localizar a sacerdotes dignos que recomendarán para el episcopado, pero al mismo tiempo serán para ellos su asistencia y apoyo por cuanto estos pueden perder su medio de subsistencia al ser expulsados de sus comunidades que elijan permanecer en el cisma. Algunos verdaderos obispos, aunque pocos, que hay por el mundo, con seguridad no los abandonarán y reunidos podrán hacerse fuertes para llegar a donde Dios manda.
7) Hablarán con otros fieles para quitarles de los ojos las telarañas que les han puesto de forma que ya comience inmediatamente la obra de la reconstrucción de la Iglesia que ya no puede esperar más tiempo. La Iglesia no se construye fundando o extendiendo comunidades ni teniendo más fieles. El modelo es Jesucristo. El comenzó formando el Colegio Episcopal, luego eligió al papa y después vinieron los fieles y la Iglesia se extendió por todo el mundo. Así debemos de hacer. Si no hay nada ahora que sea aprovechable, entonces habrá que hacerlo TODO NUEVO. Así dice la sagrada Escritura que será en este tiempo final de tribulación increíble (Mat. 17, 11). No hay que destruir o desechar lo que está hecho, pero hay que hacer lo que no está hecho que es lo esencial. Hay que darles cisma a los cismáticos, y unidad a los que quieren unidad, porque ¿que provecho tendré queriendo permanecer unido a los que se separan y así me hacen cismático?. ¿No es el cisma y la contienda terrena, natural y demoníaca? (Ep. Santiago, 3, 14-18).
8) Es esencial para lograr el buen éxito de esta cruzada, elevar constantes súplicas a nuestra Madre del Cielo, la santísima Virgen María, con la seguridad de que ella atenderá los ruegos de la Iglesia doliente. ¿Se hace necesario decir a los católicos que la oración por excelencia que ella atiende es el santo Rosario diario, que suple, con la intención de cumplir el precepto dominical en la imposibilidad absoluta de asistir al santo Sacrificio de la Misa?.
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No ha de gustarles a muchos el presente catecismo. Ese es problema de ellos. No lo he escrito para halagar a nadie. Santiago en su epístola dice que la amistad con el mundo, es enemistad con Dios y que cualquiera que desee ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios (Cap. 4, v. 4), y San Juan en su primera epístola dice también: "No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien
ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Puesto que todo lo que hay en el mundo -la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas- no viene del Padre, sino del mundo. El mundo y sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios, permanece para siempre. Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir el Anticristo, pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta de que ya es la última hora. Salieron de entre nosotros; pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así, para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros" (Cap. 2, v. 15-19).
¿No dice San Pablo que si él hiciera las cosas para halagar a los hombres, no sería siervo de Cristo?.
Debemos reflexionar y aceptar que lo que está pasando, no es bueno. ¡Si reflexionamos, podríamos tener en las manos un termómetro que nos indicara cuan cercano está el día terrible del Señor!.
Nuestro Señor Jesucristo, no mira las obras de Su Padre para reproducirlas, sino que la obra es la misma. El Hijo opera con la misma sabiduría, con el mismo poder y con la misma operación. La operación del uno y del otro se identifica con la esencia que es común a los dos. El Padre todo le dió al Hijo, y le dió Su misma acción.
En Dios, engendrar y enseñar, es la misma cosa, porque, en Dios, la vida que comunica al engendrar, es la misma inteligencia.
Cuando Cristo pide que seamos uno, va más allá que pedirnos que fuéramos hermanos, o que militáramos en la misma milicia, o que fuéramos miembros de un mismo cuerpo, pues dijo: que sean uno, lo cual implica todo lo demás. Nos pide ser un reflejo fiel de la santísima Trinidad, y así ruega a Su Padre: "...para que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en ellos y tu en mí para que sean consumados en la unidad y conozca el mundo que tu me enviaste" (Juan, Cap. 17, v. 22-23). Bossuet dice que debe haber unidad de naturaleza, unidad de inteligencia, unidad en la Caridad. ¿No es evidente que esto se ha perdido?, ¿no es evidente que no hay ya esa unidad que es reflejo de la unidad de Dios?.
Hagamos una prueba. Vayamos a los pastores y preguntemos por qué motivo no han elegido al papa que es la unidad del Colegio Apostólico, y por qué ni siquiera se han reunido con los demás obispos y sacerdotes que hay en el mundo tradicionalista. Oigamos calmadamente todos sus argumentos y cuando hayan terminado, preguntemos luego: ¿ha fallado la Providencia de Dios?, ¿hemos visto llegar el momento en que ya no quiere asistir a Su Iglesia?, ¿ha cambiado de parecer?, ¿ya no quiere que haya un papa que sea Su representante?, ¿hemos visto llegar el momento en el que no es posible cumplir los preceptos de Cristo y de Su Iglesia?. De esto se desprendería que hemos visto llegar el momento en el que no quiere que se conserve la Fe. ¿Es esto posible?, ¿puede ser que en algún momento no sea posible a los hombres cumplir lo que Dios manda?, ¿es esta Iglesia Católica en la que ha estado la humanidad por dos mil años la Iglesia de Dios?.
Nada de esto puede ser. Tan es verdad que nada de esto puede ser, como es verdad que esos pastores se equivocan y han traicionado miserablemente su misión. El hombre no solamente ha apostatado de Dios, sino que rechaza a Su representante. No quiere oír al papa. No quiere tener al papa. No quiere ver al papa. Es autosuficiente. No necesita nada. Ni al papa ni a Dios.
Entonces, ¿ya no queda nada?. Los fieles que Dios infinitamente misericordioso separó y prefirió, dándoles conservar los verdaderos Sacramentos, el santo Sacrificio de la Misa, la Doctrina, lo han traicionado también. Por eso la pregunta es obligada: ¿ya no queda nada?. Es evidente que de los pocos que quedan depende la respuesta.
Vemos todavía comunidades a las que no ha llegado el desorden general, y la rebeldía general, esa rebeldía que se dice, es amor a la Iglesia y que se justifica. Sus pastores manteniendo la división se creen justificados para prevenir así la demolición. Se niegan a la unidad sin ver que lo que está pasando con otras comunidades más débiles pronto les llegará y entonces ya no podrán tener el apoyo necesario de aquellos a quienes negaron ayuda, y no podrán hacer nada. Ellos ahora se niegan a apuntalar los muros de otros, porque si ellos se mantienen, si ellos lo están haciendo, ¿qué importancia tiene lo demás?, ¿si yo lo hago, qué importancia tiene que no lo hagas tú?, y así esa estabilidad que a otros podría ser muy útil, es negada. Sus recursos podrían salvar a la Iglesia, pero sólo son para ellos. Cuando ellos se vean solos, y no puedan contar con la ayuda de otros, de esas comunidades que vieron destruirse con estólida indiferencia, entonces, ya no habrá nada que hacer. ¿Podemos considerar que los que se han conservado estables y aparentemente prósperos están luchando con buenas intenciones para construir a la Iglesia?, ¿es posible decir esto si ellos saben que su cimiento es arena, porque no construyen sobre roca firme?, ¿se puede edificar sobre la necedad, sobre la terquedad, sobre el particularismo y sobre la soberbia?. Si a ellos no ha llegado la detracción, si sobre ellos no han caído como vampiros los de la ignorancia ilustrada que levantan los pendones de la Fe al mismo tiempo que con fieros mazos rompen las defensas, los muros y la unidad, y roen todos los fundamentos, no significa que se hayan librado, o que Dios hará un particular milagro para conservarlos, habiendo visto con indiferencia la destrucción del vecino o habiéndose negado a construir en firme. Es indudable que Satanás valiéndose de las oportunidades y coyunturas, destruye por un lado y por el otro, sabiendo que socava la estabilidad de los que están tranquilos. ¿Es esto la Iglesia Católica, o estamos frente a un asqueroso cisma que amenaza toda la casa?
Vale la pena recordar lo que dice Santo Tomás sobre el Pecado Original y la soberbia: "...el pecado del primer hombre, tuvo que darse en el apetito de un fin desordenado. Y como en el estado de inocencia no podemos hablar de una primera rebelión de la carne contra el espíritu, es imposible que el primer desorden se produjera por el deseo de un bien finito que arrastrara a la carne contra el orden de la razón. Por consiguiente, ese primer apetito tuvo que ser DE UN BIEN ESPIRITUAL. Y como no habría desorden en el apetito de esos bienes si procediesen conforme a la medida establecida por la ley divina, no hay remedio que concluir en la existencia de UN APETITO DESORDENADO DE BIENES ESPIRITUALES; ESTE ES PRECISAMENTE EL OBJETO DE LA SOBERBIA; luego, EL PRIMER PECADO DEL HOMBRE, FUE LA SOBERBIA" (Sum. Theo. 2-2, q. 163, a. 1).
¿No parece que se llega nuevamente al origen, como si una víbora se mordiese la cola?, ¿no nos invade la soberbia y la crueldad, por aquello que enseña Santo Tomás?: "La disminución de las penas conforme a la recta razón es obra de la Epiqueya; pero esa dulzura de afecto que hace al hombre propenso a esa disminución, es obra de la clemencia. Igualmente, el exceso de imponer penas, considerado como un acto externo, es obra de la injusticia; PERO CONSIDERADO COMO AUSTERIDAD DE ESPIRITU QUE INCLINA AL RIGOR DE IMPONERLAS, ES OBRA DE LA CRUELDAD" (Sum. Theo. 2-2, q. 159, a. 1).
Yo siempre me pregunté, cual sería el motivo esencial por el que vendría el último día. Me costaba creer que la corrupción mundial por cuanto precisamente la Sangre redentora de Cristo ha sido derramada por los pecados. Al pecador se le enseña que sus pecados serán perdonados, si él se arrepiente no importando que sean muy grandes. Entonces, la corrupción mundial, estando la Iglesia para salvar a los hombres no es el motivo del fin del mundo. Hubo ya una corrupción generalizada en tiempo del Imperio Romano, por ejemplo, siendo la Iglesia una célula insignificante y con todo, el hombre prostituído fue objeto de conversión y de salvación. Los hombres de la Iglesia misma fueron en un momento de la historia tan perversos que se pudiera haber pensado que la ira de Dios se desencadenaría. Se puso el mal, donde debía estar el bien. Pero el mundo no se acabó por esto. Hoy, ya tengo la respuesta. No está Pedro, y el hombre lo rechaza. No hay entonces posibilidades de salvación para el pecador. Rechazado Pedro, no hay jurisdicción que solamente por él viene, y no se puede perdonar los pecados aunque se siga levantando la mano frente al pecador en sacrilega parodia. Y no está Pedro, porque el hombre tiene muy graves razones para rechazarlo, contra las razones de Dios. Los hombres así, han roto el Pacto con Dios que solamente el papa podría instaurar válida y jurídicamente, después de la eliminación del Sacrificio.
Interesante resulta leer el apocalipsis de Isaías a este respecto. Allí dice algo que es toral: los hombres llevan sobre sí mismos el peso de sus culpas. Esta doctrina parece que contradice el valor de la Redención pues los pecados de los hombres han sido lavados por la Sangre de Cristo. ¿Qué ha pasado entonces?, que el hombre ha roto el Pacto. Y roto el Pacto, no hay trato. El hombre por voluntad propia rechaza los frutos de la Redención. Roto el Pacto, se salta del Arca de la Alianza al mar enfurecido a una muerte segura. Dios no ha cambiado. El quiere que todos los hombres se salven, pero si esto no se puede lograr porque el hombre se le opone, entonces ya no tiene caso que el mundo continúe existiendo fabricando ciudadanos para el Infierno. Entonces Dios arrasa el mal. Salva a los que no tienen culpa pero destruye el mal. Veremos con seguridad, entonces, lo que Dios hará con un árbol seco. Que no da fruto, que está lleno de gusanos, que no puede encontrar nada sano. Lo anunció a las mujeres de Jerusalén, y lo efectuó en Sodoma, figura del fin.
Los de la piadosa hipocresía, los de la piadosa rebeldía, los de la piadosa soberbia, aquellos que quieren defender la Fe por los caminos que a su omnipotente voluntad le dé la gana, pensaron que de Dios se podrían burlar. Otra Iglesia "fiel" a imagen y semejanza de la propia prudencia y capricho. Otra estructura, otra figura, algo nuevo que viene a ser tan traidor como todo lo nuevo que la Iglesia del Vaticano está imponiendo, y a la verdad no se sabe qué ha sido la cosa peor, si una Iglesia abiertamente hereje y rebelde que va camino a la negación de todo, o una Iglesia que hipócritamente predicandóse fiel, y cuidando con esmero todos los detalles exteriores, fariseicamente, impone el cisma y la acefalia con los ropajes de la ortodoxia. Qué es peor, ¿Satanás manifiesto en toda su inmensa fealdad, o vestido como un ángel de luz?.
Por ese motivo, si ya nadie es capaz de ponerse de pie para defender la causa de Dios y para restaurar los canales de la Gracia, y si el tiempo sigue pasando y no pasa nada, y los pastores tranquilos así como los fieles continúan viendo cómo, los lobos de fuera y de dentro siguen destrozando al rebaño, pongámonos más bien de rodillas entonces, y veamos cómo Dios, que ha comprometido Su Palabra, gana la guerra. Así de rodillas, porque no fuimos capaces de ponernos de pie, tal vez alcancemos un poco de misericordia en el día y a la hora del ya inminente Juicio de Dios.
¿No dice San Pablo que si él hiciera las cosas para halagar a los hombres, no sería siervo de Cristo?.
Debemos reflexionar y aceptar que lo que está pasando, no es bueno. ¡Si reflexionamos, podríamos tener en las manos un termómetro que nos indicara cuan cercano está el día terrible del Señor!.
Nuestro Señor Jesucristo, no mira las obras de Su Padre para reproducirlas, sino que la obra es la misma. El Hijo opera con la misma sabiduría, con el mismo poder y con la misma operación. La operación del uno y del otro se identifica con la esencia que es común a los dos. El Padre todo le dió al Hijo, y le dió Su misma acción.
En Dios, engendrar y enseñar, es la misma cosa, porque, en Dios, la vida que comunica al engendrar, es la misma inteligencia.
Cuando Cristo pide que seamos uno, va más allá que pedirnos que fuéramos hermanos, o que militáramos en la misma milicia, o que fuéramos miembros de un mismo cuerpo, pues dijo: que sean uno, lo cual implica todo lo demás. Nos pide ser un reflejo fiel de la santísima Trinidad, y así ruega a Su Padre: "...para que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en ellos y tu en mí para que sean consumados en la unidad y conozca el mundo que tu me enviaste" (Juan, Cap. 17, v. 22-23). Bossuet dice que debe haber unidad de naturaleza, unidad de inteligencia, unidad en la Caridad. ¿No es evidente que esto se ha perdido?, ¿no es evidente que no hay ya esa unidad que es reflejo de la unidad de Dios?.
Hagamos una prueba. Vayamos a los pastores y preguntemos por qué motivo no han elegido al papa que es la unidad del Colegio Apostólico, y por qué ni siquiera se han reunido con los demás obispos y sacerdotes que hay en el mundo tradicionalista. Oigamos calmadamente todos sus argumentos y cuando hayan terminado, preguntemos luego: ¿ha fallado la Providencia de Dios?, ¿hemos visto llegar el momento en que ya no quiere asistir a Su Iglesia?, ¿ha cambiado de parecer?, ¿ya no quiere que haya un papa que sea Su representante?, ¿hemos visto llegar el momento en el que no es posible cumplir los preceptos de Cristo y de Su Iglesia?. De esto se desprendería que hemos visto llegar el momento en el que no quiere que se conserve la Fe. ¿Es esto posible?, ¿puede ser que en algún momento no sea posible a los hombres cumplir lo que Dios manda?, ¿es esta Iglesia Católica en la que ha estado la humanidad por dos mil años la Iglesia de Dios?.
Nada de esto puede ser. Tan es verdad que nada de esto puede ser, como es verdad que esos pastores se equivocan y han traicionado miserablemente su misión. El hombre no solamente ha apostatado de Dios, sino que rechaza a Su representante. No quiere oír al papa. No quiere tener al papa. No quiere ver al papa. Es autosuficiente. No necesita nada. Ni al papa ni a Dios.
Entonces, ¿ya no queda nada?. Los fieles que Dios infinitamente misericordioso separó y prefirió, dándoles conservar los verdaderos Sacramentos, el santo Sacrificio de la Misa, la Doctrina, lo han traicionado también. Por eso la pregunta es obligada: ¿ya no queda nada?. Es evidente que de los pocos que quedan depende la respuesta.
Vemos todavía comunidades a las que no ha llegado el desorden general, y la rebeldía general, esa rebeldía que se dice, es amor a la Iglesia y que se justifica. Sus pastores manteniendo la división se creen justificados para prevenir así la demolición. Se niegan a la unidad sin ver que lo que está pasando con otras comunidades más débiles pronto les llegará y entonces ya no podrán tener el apoyo necesario de aquellos a quienes negaron ayuda, y no podrán hacer nada. Ellos ahora se niegan a apuntalar los muros de otros, porque si ellos se mantienen, si ellos lo están haciendo, ¿qué importancia tiene lo demás?, ¿si yo lo hago, qué importancia tiene que no lo hagas tú?, y así esa estabilidad que a otros podría ser muy útil, es negada. Sus recursos podrían salvar a la Iglesia, pero sólo son para ellos. Cuando ellos se vean solos, y no puedan contar con la ayuda de otros, de esas comunidades que vieron destruirse con estólida indiferencia, entonces, ya no habrá nada que hacer. ¿Podemos considerar que los que se han conservado estables y aparentemente prósperos están luchando con buenas intenciones para construir a la Iglesia?, ¿es posible decir esto si ellos saben que su cimiento es arena, porque no construyen sobre roca firme?, ¿se puede edificar sobre la necedad, sobre la terquedad, sobre el particularismo y sobre la soberbia?. Si a ellos no ha llegado la detracción, si sobre ellos no han caído como vampiros los de la ignorancia ilustrada que levantan los pendones de la Fe al mismo tiempo que con fieros mazos rompen las defensas, los muros y la unidad, y roen todos los fundamentos, no significa que se hayan librado, o que Dios hará un particular milagro para conservarlos, habiendo visto con indiferencia la destrucción del vecino o habiéndose negado a construir en firme. Es indudable que Satanás valiéndose de las oportunidades y coyunturas, destruye por un lado y por el otro, sabiendo que socava la estabilidad de los que están tranquilos. ¿Es esto la Iglesia Católica, o estamos frente a un asqueroso cisma que amenaza toda la casa?
Vale la pena recordar lo que dice Santo Tomás sobre el Pecado Original y la soberbia: "...el pecado del primer hombre, tuvo que darse en el apetito de un fin desordenado. Y como en el estado de inocencia no podemos hablar de una primera rebelión de la carne contra el espíritu, es imposible que el primer desorden se produjera por el deseo de un bien finito que arrastrara a la carne contra el orden de la razón. Por consiguiente, ese primer apetito tuvo que ser DE UN BIEN ESPIRITUAL. Y como no habría desorden en el apetito de esos bienes si procediesen conforme a la medida establecida por la ley divina, no hay remedio que concluir en la existencia de UN APETITO DESORDENADO DE BIENES ESPIRITUALES; ESTE ES PRECISAMENTE EL OBJETO DE LA SOBERBIA; luego, EL PRIMER PECADO DEL HOMBRE, FUE LA SOBERBIA" (Sum. Theo. 2-2, q. 163, a. 1).
¿No parece que se llega nuevamente al origen, como si una víbora se mordiese la cola?, ¿no nos invade la soberbia y la crueldad, por aquello que enseña Santo Tomás?: "La disminución de las penas conforme a la recta razón es obra de la Epiqueya; pero esa dulzura de afecto que hace al hombre propenso a esa disminución, es obra de la clemencia. Igualmente, el exceso de imponer penas, considerado como un acto externo, es obra de la injusticia; PERO CONSIDERADO COMO AUSTERIDAD DE ESPIRITU QUE INCLINA AL RIGOR DE IMPONERLAS, ES OBRA DE LA CRUELDAD" (Sum. Theo. 2-2, q. 159, a. 1).
Yo siempre me pregunté, cual sería el motivo esencial por el que vendría el último día. Me costaba creer que la corrupción mundial por cuanto precisamente la Sangre redentora de Cristo ha sido derramada por los pecados. Al pecador se le enseña que sus pecados serán perdonados, si él se arrepiente no importando que sean muy grandes. Entonces, la corrupción mundial, estando la Iglesia para salvar a los hombres no es el motivo del fin del mundo. Hubo ya una corrupción generalizada en tiempo del Imperio Romano, por ejemplo, siendo la Iglesia una célula insignificante y con todo, el hombre prostituído fue objeto de conversión y de salvación. Los hombres de la Iglesia misma fueron en un momento de la historia tan perversos que se pudiera haber pensado que la ira de Dios se desencadenaría. Se puso el mal, donde debía estar el bien. Pero el mundo no se acabó por esto. Hoy, ya tengo la respuesta. No está Pedro, y el hombre lo rechaza. No hay entonces posibilidades de salvación para el pecador. Rechazado Pedro, no hay jurisdicción que solamente por él viene, y no se puede perdonar los pecados aunque se siga levantando la mano frente al pecador en sacrilega parodia. Y no está Pedro, porque el hombre tiene muy graves razones para rechazarlo, contra las razones de Dios. Los hombres así, han roto el Pacto con Dios que solamente el papa podría instaurar válida y jurídicamente, después de la eliminación del Sacrificio.
Interesante resulta leer el apocalipsis de Isaías a este respecto. Allí dice algo que es toral: los hombres llevan sobre sí mismos el peso de sus culpas. Esta doctrina parece que contradice el valor de la Redención pues los pecados de los hombres han sido lavados por la Sangre de Cristo. ¿Qué ha pasado entonces?, que el hombre ha roto el Pacto. Y roto el Pacto, no hay trato. El hombre por voluntad propia rechaza los frutos de la Redención. Roto el Pacto, se salta del Arca de la Alianza al mar enfurecido a una muerte segura. Dios no ha cambiado. El quiere que todos los hombres se salven, pero si esto no se puede lograr porque el hombre se le opone, entonces ya no tiene caso que el mundo continúe existiendo fabricando ciudadanos para el Infierno. Entonces Dios arrasa el mal. Salva a los que no tienen culpa pero destruye el mal. Veremos con seguridad, entonces, lo que Dios hará con un árbol seco. Que no da fruto, que está lleno de gusanos, que no puede encontrar nada sano. Lo anunció a las mujeres de Jerusalén, y lo efectuó en Sodoma, figura del fin.
Los de la piadosa hipocresía, los de la piadosa rebeldía, los de la piadosa soberbia, aquellos que quieren defender la Fe por los caminos que a su omnipotente voluntad le dé la gana, pensaron que de Dios se podrían burlar. Otra Iglesia "fiel" a imagen y semejanza de la propia prudencia y capricho. Otra estructura, otra figura, algo nuevo que viene a ser tan traidor como todo lo nuevo que la Iglesia del Vaticano está imponiendo, y a la verdad no se sabe qué ha sido la cosa peor, si una Iglesia abiertamente hereje y rebelde que va camino a la negación de todo, o una Iglesia que hipócritamente predicandóse fiel, y cuidando con esmero todos los detalles exteriores, fariseicamente, impone el cisma y la acefalia con los ropajes de la ortodoxia. Qué es peor, ¿Satanás manifiesto en toda su inmensa fealdad, o vestido como un ángel de luz?.
Por ese motivo, si ya nadie es capaz de ponerse de pie para defender la causa de Dios y para restaurar los canales de la Gracia, y si el tiempo sigue pasando y no pasa nada, y los pastores tranquilos así como los fieles continúan viendo cómo, los lobos de fuera y de dentro siguen destrozando al rebaño, pongámonos más bien de rodillas entonces, y veamos cómo Dios, que ha comprometido Su Palabra, gana la guerra. Así de rodillas, porque no fuimos capaces de ponernos de pie, tal vez alcancemos un poco de misericordia en el día y a la hora del ya inminente Juicio de Dios.
LAUS DEO NOSTRO
MONS. JOSE F. URBINA AZNAR.
Año 2,000.
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