Las gracias que alcanza la persona que oye misa devotamente son estas:
Primera: Quien celebra la misa ora especialmente por quien la oye.
Segunda: Oyendo la misa se goza de maravillosa compañía, porque en la misa está Jesucristo, tan grande como en el árbol de la cruz, y por concomitancia está también la divinidad, la Trinidad santa. Además, está en compañía de los ángeles santos. Y, según escribe un doctor, en el lugar en donde se celebra el santo sacrificio de la misa hay muchos santos y santas, especialmente por aquello: Son vírgenes que siguen al Cordero doquiera que va (Apoc. XIV, 4).
Tercera gracia que alcanza la persona que oye devotamente la misa: Que le ayuda en los trabajos y negocios. Se lee de un caballero, que tenía costumbre de oír misa sumido en gran devoción, que cierta vez salió del mar con sus compañeros y estaba preparándose en una capilla para oír misa. Los compañeros le anunciaron que la nave iba a darse a la vela y que se diese prisa. El caballero contestó que primero quería oír misa. Por lo cual le dejaron en tierra y partió la nave. Después de haber oído la misa, el caballero se durmió, y cuando despertó se halló en su propia tierra. Después de muchos días llegaron los de la nave, y se maravillaron al verlo.
Y de otros casos se leen cosas maravillosas. Además, la persona que oye misa disgusta mucho al diablo, pues interrogado cierta vez qué era lo que más le desagradaba contestó que tres cosas: los sermones, es decir, la palabra de Dios, la misa y la penitencia.
Cuarta gracia que alcanza la persona que oye misa devotamente: Que será iluminada en las cosas que ha de discernir y determinar por su inteligencia. Se dice de San Buenaventura, de la Orden de frailes menores, que ayudaba las misas frecuentemente y con harta devoción. Y un día, sirviendo la misa, Santo Tomás de Aquino vió una lengua de fuego sobre la cabeza del dicho fray Buenaventura, el cual, de entonces en adelante tuvo ciencia infusa.
Quinta gracia: Que la persona que oye misa devota y benignamente, no morirá ese día de desgracia ni sin confesión.
Sexta gracia: Que en su muerte estarán presentes tantos santos cuantas misas haya oído devotamente. Dice San Jerónimo que a las almas por las que está obligado a orar el que oye la misa —su padre, su madre, sus parientes y bienhechores—, durante el espacio de tiempo en que oye la misa, les serán atenuadas las penas del purgatorio. Dice San Ambrosio que después que la persona haya oído la misa, todo lo que coma en aquel día hará más provecho a su naturaleza que si no hubiese oído la misa. Si la mujer en estado oye la misa, dará a luz sin gran trabajo, si lo hiciere en aquel día.
San Agustín escribe en el libro De civitate Dei que a la persona que oye misa devotamente nuestro Señor le dará en ese día las cosas necesarias. La segunda gracia que tendrá es que sus palabras vanas le serán perdonadas. Tercera, que aquel día no perderá ningún pleito. Cuarta, que mientras oye la misa no envejece ni se debilita su cuerpo. Quinta, que si muere en ese día la misa le valdrá tanto como si hubiese comulgado. Sexta, que los pasos que da yendo y viniendo a la misa, son contados por los santos ángeles y remunerados por Dios nuestro Señor. Además, más vale una misa que se oye en vida devotamente, que si después de la muerte oyera otro mil. Se lee que oír misa con devoción aprovecha para remisión de los pecados y crecimiento de gracia más que otras oraciones que el hombre pueda decir o hacer, pues toda la misa es oración de nuestro Señor y Redentor Jesucristo, infinitamente dulce y piadoso, que es cabeza nuestra y todos los fieles sus miembros. Dice San Gregorio que mientras se celebra la misa se perdonan los pecados de los muertos y de los vivos. Y San Crisóstomo escribe que vale tanto la celebración de la misa como la muerte de Jesucristo, por la que nos redimió de todos nuestros pecados. Finalmente, la salvación de la humanidad está cifrada en la celebración del santo sacrificio de la misa, porque todo el esfuerzo del malvado anticristo se orientará a quitar de la santa Madre Iglesia este santo misterio, en el que se maneja el precioso cuerpo de Jesucristo, en memoria de su santa pasión, por medio de la cual los fieles cristianos de buena vida, aunque sean ignorantes y sin ciencia, podrán ver las astucias y malicias del malvado anticristo y de sus seguidores.
Primera: Quien celebra la misa ora especialmente por quien la oye.
Segunda: Oyendo la misa se goza de maravillosa compañía, porque en la misa está Jesucristo, tan grande como en el árbol de la cruz, y por concomitancia está también la divinidad, la Trinidad santa. Además, está en compañía de los ángeles santos. Y, según escribe un doctor, en el lugar en donde se celebra el santo sacrificio de la misa hay muchos santos y santas, especialmente por aquello: Son vírgenes que siguen al Cordero doquiera que va (Apoc. XIV, 4).
Tercera gracia que alcanza la persona que oye devotamente la misa: Que le ayuda en los trabajos y negocios. Se lee de un caballero, que tenía costumbre de oír misa sumido en gran devoción, que cierta vez salió del mar con sus compañeros y estaba preparándose en una capilla para oír misa. Los compañeros le anunciaron que la nave iba a darse a la vela y que se diese prisa. El caballero contestó que primero quería oír misa. Por lo cual le dejaron en tierra y partió la nave. Después de haber oído la misa, el caballero se durmió, y cuando despertó se halló en su propia tierra. Después de muchos días llegaron los de la nave, y se maravillaron al verlo.
Y de otros casos se leen cosas maravillosas. Además, la persona que oye misa disgusta mucho al diablo, pues interrogado cierta vez qué era lo que más le desagradaba contestó que tres cosas: los sermones, es decir, la palabra de Dios, la misa y la penitencia.
Cuarta gracia que alcanza la persona que oye misa devotamente: Que será iluminada en las cosas que ha de discernir y determinar por su inteligencia. Se dice de San Buenaventura, de la Orden de frailes menores, que ayudaba las misas frecuentemente y con harta devoción. Y un día, sirviendo la misa, Santo Tomás de Aquino vió una lengua de fuego sobre la cabeza del dicho fray Buenaventura, el cual, de entonces en adelante tuvo ciencia infusa.
Quinta gracia: Que la persona que oye misa devota y benignamente, no morirá ese día de desgracia ni sin confesión.
Sexta gracia: Que en su muerte estarán presentes tantos santos cuantas misas haya oído devotamente. Dice San Jerónimo que a las almas por las que está obligado a orar el que oye la misa —su padre, su madre, sus parientes y bienhechores—, durante el espacio de tiempo en que oye la misa, les serán atenuadas las penas del purgatorio. Dice San Ambrosio que después que la persona haya oído la misa, todo lo que coma en aquel día hará más provecho a su naturaleza que si no hubiese oído la misa. Si la mujer en estado oye la misa, dará a luz sin gran trabajo, si lo hiciere en aquel día.
San Agustín escribe en el libro De civitate Dei que a la persona que oye misa devotamente nuestro Señor le dará en ese día las cosas necesarias. La segunda gracia que tendrá es que sus palabras vanas le serán perdonadas. Tercera, que aquel día no perderá ningún pleito. Cuarta, que mientras oye la misa no envejece ni se debilita su cuerpo. Quinta, que si muere en ese día la misa le valdrá tanto como si hubiese comulgado. Sexta, que los pasos que da yendo y viniendo a la misa, son contados por los santos ángeles y remunerados por Dios nuestro Señor. Además, más vale una misa que se oye en vida devotamente, que si después de la muerte oyera otro mil. Se lee que oír misa con devoción aprovecha para remisión de los pecados y crecimiento de gracia más que otras oraciones que el hombre pueda decir o hacer, pues toda la misa es oración de nuestro Señor y Redentor Jesucristo, infinitamente dulce y piadoso, que es cabeza nuestra y todos los fieles sus miembros. Dice San Gregorio que mientras se celebra la misa se perdonan los pecados de los muertos y de los vivos. Y San Crisóstomo escribe que vale tanto la celebración de la misa como la muerte de Jesucristo, por la que nos redimió de todos nuestros pecados. Finalmente, la salvación de la humanidad está cifrada en la celebración del santo sacrificio de la misa, porque todo el esfuerzo del malvado anticristo se orientará a quitar de la santa Madre Iglesia este santo misterio, en el que se maneja el precioso cuerpo de Jesucristo, en memoria de su santa pasión, por medio de la cual los fieles cristianos de buena vida, aunque sean ignorantes y sin ciencia, podrán ver las astucias y malicias del malvado anticristo y de sus seguidores.
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