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martes, 8 de enero de 2013

Aeríanos, Agarenianos, Agíonitas, Agnoetas, Agnoitas

Aeríanos
     Sectarios del siglo IV, llamados asi de Aerio, sacerdote de Armenia su jefe. Los aerianos pensaban poco mas o menos acerca de la Santísima Trinidad, lo mismo que los arríanos; pero tenian además algunos dogmas que les eran propios y particulares: por ejemplo que el episcopado no es un orden diferente del sacerdocio, y que no da a los obispos el poder de ejercer ninguna función, que no pueda practicarse por los sacerdotes. Fundaban esta opinion en muchos pasajes de San Pablo, y principalmente en el de la primera epístola de Timoteo, IV, 11, en la cual el Apóstol le exhorta a no abandonar el don que ha recibido por medio de la imposición de las manos de los sacerdotes. Sobre lo cual observa Aerio que no se trata de los obispos, y que por este pasaje es evidente que Timoteo recibió la ordenación por la mano de los sacerdotes.
     San Epifanio, Haeres. 75, declama con todas sus fuerzas contra los aerianos a favor de la superioridad de los obispos. Hace ver del modo mas juicioso, que la voz presbiterii, en San Pablo, encierra las dos órdenes, de obispos y sacerdotes, todo el senado, la congregación de todos los eclesiásticos en un mismo lugar, y que en semejante asamblea o reunión era en donde había sido ordenado Timoteo.
     Los discípulos de Aerio sostenían también, despues de su maestro, que las oraciones por los muertos eran inútiles; que los ayunos establecidos por la Iglesia principalmente los del miércoles, viernes y los de cuaresma, eran supersticiosos; que mas bien debía ayunarse el domingo que no los demás dias, y que no debia celebrarse la pascua. Denominaban por escarnio anticuarios a los fieles adheridos a las ceremonias prescritas por la Iglesia y a las tradiciones eclesiásticas.
     Como la mayor parte de los errores sostenidos por Aerio han sido renovados por los protestantes, estos tienen interés en justificar a este hereje. Dicen que su principal objeto fue el reducir el cristianismo a su simplicidad primitiva. Así, según Mosheim, Aerio no podía tener razón en cuanto a la forma, pero sí por lo que respecta al fondo. Su opinión, dice también, agradó a muchos buenos cristianos, que estaban cansados de la tiranía y arrogancia de sus obispos»
     Mas nosotros sostenemos que este reformador, muy parecido a los del siglo XVI, era reprensible y digno de ser condenado, bajo todos conceptos: 
     1° ¿Le tocaba a un simple sacerdote, sin autoridad y sin misión, querer reformar las creencias y prácticas de la Iglesia universal? Si creía ver innovaciones y abusos en ella, podía hacer representaciones modestas y respetuosas a los pastores, a quienes incumbía la autoridad; pero rebelarse contra su obispo, relajará sus diocesanos, y separarse de la Iglesia para hacerse jefe de una secta y partido, es una conducta condenada por los apóstoles, y que nada pueda recusar.  
     2° El motivo que hacia obrar a Aerio eran los celos y envidia respecto de su obispo, y el despecho por no haberle preferido para ocupar la silla de Sebastes; cualquiera puede convencerse de esto mismo por sus discursos y conducta. 
     3° Este hereje no atacaba abusos introducidos de nuevo, sino usos tan antiguos como el cristianismo. San Epifanio, al refutarlo, le opone la tradición primitiva, constante y universal de toda la Iglesia cristiana. haeres. 75. El querer suprimir o cambiar estas nociones y usos no era reducir el cristianismo a su sencillez primitiva, sino crear un nuevo cristianismo. En el siglo IV, era muy fácil saber cual había sido el cristianismo desde los apóstoles.
     Una prueba de que los que se adhirieron a Aerio no eran buenos cristianos es que este hereje no admitía la divinidad de Jesucristo; así es que tanto sus sectarios como él fueron arrojados de todas las iglesias, y se vieron reducidos a vivir en los campos y en los bosques. 
     Ninguna secta herética ha dejado de considerar a sus pastores legítimos como otros tantos tiranos y orgullosos; pero ningún jefe de secta ha dejado jamás de abrogarse una autoridad mas absoluta y tiránica que la de los obispos; la prueba está en Lutero y Calvino. Es mal antecedente que Aerio, uno de sus predecesores, haya sido condenado umversalmente como su novador; este ejemplo debiera haberles hecho mas prudentes y sabios.

Agarenianos
     Así se llamaron los cristianos que, a mediados del siglo VII, renunciaron al Evangelio para profesar el Alcorán; negaban la Trinidad, y pretendían que Dios no había tenido hijo porque tampoco habia tenido mujer.
     Estos cristianos apóstatas se denominaron agarenianos porque abrazaron la religión de Mahoma y de los árabes, que descienden de Ismael, hijo de Agar.

Agíonitas o Agioneses
    Es una secta de los desenfrenados que condenaban el matrimonio y la castidad, el que consideraban como una sugestión del príncipe malo; se entregaban a toda clase de infamias: aparecieron hacia el año 694, bajo el reinado de Justiniano II y el pontificado de Sergio I Fueron condenados por el concilio de Gangres. 

Agnoetas
     Secta de herejes que seguían la doctrina errónea de Teofrono de Capadocia, el cual impugnaba la ciencia de Dios sobre las cosas futuras, presentes pasadas. Los eunomianos, no pudiendo permitir este error, le arrojaron de su comunion, y se hizo jefe de una secta a la que dio nombre de eunomisfronianos. Sócrates, Sozimeno y Nicéforo, que hablan de estos herejes, añaden que cambiaron también la forma del bautismo usada en la Iglesia, no bautizando en nombre de la Santísima Trinidad sino en el de la muerte de Jesucristo. Esta secta tomó origen bajo el imperio de Valente hacia el año 370 de nuestra era.

Agnoitas
     Secta de eutiquianos, cuyo autor fue Temischius en siglo VI. Sostenía que Jesucristo, en cuanto hombre, ignoraba ciertas cosas, y especialmente el dia del juicio último.
     Esta palabra viene del griego Agnoetas ignorante, derivado de Agnoein, ignorar.
     Eulogio, patriarca de Alejandría, que escribió contra los agnoitas a fines del siglo V atribuye este error a algunos solitarios que habitaban en las cercanías de Jerusalén, que, para defenderlo, alegaban diferente textos del nuevo testamento, y entre otros de San Marcos, XIII, 32, que dice, «que ningun hombre sobre la tierra sabe ni el dia ni la hora del juicio último, ni los ángeles que están en el cielo, ni aun el Hijo, sino solo el Padre.» Los socinianos se sirven también a este pasaje para impugnar la divinidad o Jesucristo.
     Los teólogos católicos responden, que en san Marcos, no se trata del juicio último sino del dia en que Jesucristo debía venir a castigar la nacion judaica por medio del filo de 1as espadas de los romanos; 2° que Jesucristo, aun en cuanto hombre, no ignoraba el dia del juicio final, pues que habia predicho la hora, Luc. XVII, 31, el lugar, Malth. XXIV, 28 las señales y las causas, Luc., XXI, 25, sino que por estas palabras quería el Salvador reprimir la curiosidad indiscreta de sus discípulos; dándoles a entender que no era la ocasion oportuna, para revelarles este secreto. Su respuesta tiene el mismo sentido que la de un padre que dice a un hijo demasiado curioso yo no se nada de eso.
     Así lo entendieron San Basilio, San Agustín y otros Padres de la Iglesia.
     Efectivamente, Jesucristo dice de sí mismo, Joann. XII, 49: "Yo no hablo por mí mismo, yo no digo sino lo que me ha sido ordenado por mi Padre que me ha enviado». Y responde a otra pregunta que le hacian sus apostoles, Act. I, 7: «No os toca a vosotros el conocer los tiempos ni los momentos que e1 padre tiene en su poder». San Pablo dice también que en Jesucristo se encuentran ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia, Coloss. II, 3.
     Los agnoetas objetaban, lo mismo que los arrianos, el pasaje del Evangelio según San Lucas, II, 52, en el que se dice que Jesús crecia en sabiduría, en edad y en gracia, delante de Dios y de los hombres. Los Padres respondían que esto debe entenderse a lo mas de las apariencias exteriores, pues que San Juan dice en su evangelio, I, 14: «Nosotros hemos visto su gloria, tal como conviene al Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad, y por consiguiente de ciencia y sabiduría». (Petau de Incarn. I. xi, c. i).
     Tanto por esta disputa como por las demás, es evidente que nunca podría terminarse ninguna cuestión con los herejes, si nos tuviéramos que atener a la Escritura sola, es necesario acudir a la tradición para conocer su verdadero sentido. Así muchos protestantes han caído en el mismo error que los socinianos, con respecto a la ciencia de Jesucristo. (Nota de Feuardent sobre San Ireneo, T. II, c. 49).

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