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lunes, 14 de enero de 2013

¿FENOMENO NATURAL O ESTRELLA MILAGROSA?

CIEN PROBLEMAS SOBRE CUESTIONES DE FE 
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¿FENOMENO NATURAL O ESTRELLA MILAGROSA?
 
     He leído en libros católicos que la famosa estrella de los Magos puede explicarse como un fenómeno natural astronómico. ¿Por qué, pues, habla de milagro? (C.—Roma.)

     Si: se ha formulado efectivamente esa hipótesis, basándose en fenómenos astronómicos realmente acaecidos. Se ha hablado, por ejemplo, de la conjunción Júpiter-Saturno, que habría tenido lugar precisamente en la época del nacimiento de Jesús; o bien de un cometa —en modo alguno que llegase a posarse sobre el establo se entiende, como hemos visto en la consulta 7, sino que apareció de un modo insólito en el cielo y con movimiento orientado como el camino que debían seguir los Magos— que habría podido ser el periódico de Halley (de un período de cerca de setenta y cinco años y medio) que vimos en 1910 y uno de cuyos pasos tuvo lugar en el perihelio próximo a la Natividad.
     Son brillantes esfuerzos de erudición. Merecen un aplauso. Pero hay un grave defecto: que no tienen bien en cuenta la circunstanciada descripción histórica del Evangelio (Mateo, II, 1-12). La historia no se puede construir con hipótesis abstractas.

  Aquel fenómeno luminoso se presentó realmente con características inteligentes que sólo el milagro puede explicar. Lo habían visto antes de ponerse en camino, sin que, al parecer, los acompañase durante todo el viaje. Llegados a Jerusalén y visitado Herodes, no bien los despide éste para realizar la última búsqueda más inmediata, tenemos que reaparece servicial precisamente en el momento oportuno, va delante de ellos, llega a encima y se para precisamente sobre el lugar donde estaba el Niño, así que, a diferencia de los pastores, que tuvieron que buscarlo, los Magos no tuvieron más que entrar.
     Comprendo que algunas de aquellas frases podrían tener de suyo un valor de pura apariencia, e incluso todas, tomadas por separado. El «reaparecer» se podría explicar con un oportuno aclararse el cielo. El ir «delante», con el efecto que se da, por ejemplo, cuando, caminando en una noche clara en la dirección de la luna, parece que ella va delante del caminante. El «llegar á encima», como cuando la luna parece que toca la cima de un monte o una techumbre de frente. El «pararse», como cuando, hallándose el sendero en la misma recta que une aquella cima y la luna, parece que ésta se para sobre ella.
     Pero, aunque todo eso pudiera aplicarse a la estrella de los Magos, reduciéndola, por tanto, a un cuerpo celeste corriente, el prodigio arrojado por la puerta entraría por la ventana, no menos grande que antes, incluso, en ciertos aspectos mayor. A saber: existiría el prodigio de darse todas aquellas precisas circunstancias, imposibles de admitir por pura casualidad. Realmente debía aquel fenómeno celeste ocurrir precisamente al nacer Jesús, volverse a ver al salir los Magos de Jerusalén para dirigirse a Belén, encontrarse exactamente delante de su camino y pararse con la precisión susodicha precisamente sobre el cobertizo: coincidencias no menos prodigiosas que el milagro completo.
     En semejante hipótesis, la Providencia Divina, señora del Universo, se habría valido de todos los movimientos del firmamento para hacer destacarse de él en el momento preciso aquella indicación celeste, al modo como se habría valido del Emperador Augusto y de su censo y había puesto en movimiento a todo el Imperio romano para producir las circunstancias que debían poner a José y María en camino de Belén y hacer que allí naciese Jesús.
     Esto sin hablar del milagro moral realizado en la mente y en el corazón de los Magos, ilustrándolos sobre el significado de la estrella —la cual, por brillante que se quiera, de ello callaba— y moviendo su corazón para hacer frente al molesto viaje. Dios, al presentar la estrella milagrosa ante sus ojos, tuvo además milagrosamente que iluminar su mente y su corazón.


BIBLIOGRAFIA
G. Ricciotti: Vida de Jesucristo. Traducción española por don Ramón Roquer Vilarrasa, 7.a ed., Editorial «Luis Miracle», Barcelona, 1960;
P. C. Sanducci: María SS. nel Vangelo, 1953, págs. 162 y sigs.

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