Alogos o Alogianos
Secta de antiguos herejes, cuyo nombre trae su origen de a privativo, y de palabra o verbo, como si dijéramos sin verbo; porque negaban que Jesucristo fuese el Verbo eterno. Rechazaban el Evangelio de San Juan, como una obra apócrifa, escrita por Cerintho; aunque este apóstol no lo hubiese escrito mas que para confundir a este hereje, que negaba también la divinidad de Jesucristo.
Algunos autores refieren el origen de esta secta a Teodoto de Bizancio, de oficio zurrador, pero no obstante, hombre ilustrado, que habiendo apostatado durante la persecución de Severo, respondía a los que le vituperaban este crimen, que no habia renegado mas que a un hombre, y no a Dios; y de aquí, sus discípulos, que negaban la existencia del Verbo, tomaron el nombre de alogos; «Decían, añade M. Fleurv, que todos los antiguos y aun los apóstoles habian recibido y enseñado esta doctrina, y que habia sido conservada hasta la época de Víctor, que era el décimotercio obispo de Roma desde San Pedro; mas que Zeferino, su sucesor, habia alterado la verdad.» Pero les oponían los escritos de San Justino, de Milciades, Taciano, Clemente, Ireneo, Meliton y otros antiguos, que decían que Jesucristo era Dios y hombre; Víctor excomulgó a Teodoto; ¿cómo le habia de excomulgar, si hubiera pensado del mismo modo? (Hist. eccles. tom. 1, lib. 4, n. 33).
Otros adelantan que fue San Epifanio el que en su lista de las herejías les dió este nombre; pero otros Padres y un gran número de autores eclesiásticos hablan de los alogianos, como sectarios de Teodoto de Bizancio. (Véase Tertul. lib. des Presc., cap. último, San Agustín, de Haer. c. 33; Eusebio, lib. 5, c. 19 ; Baronio, ad ann. 196; Tillemont, Dupin, Biblioteca de los autores eclesiásticos, siglo I).
Algunos autores refieren el origen de esta secta a Teodoto de Bizancio, de oficio zurrador, pero no obstante, hombre ilustrado, que habiendo apostatado durante la persecución de Severo, respondía a los que le vituperaban este crimen, que no habia renegado mas que a un hombre, y no a Dios; y de aquí, sus discípulos, que negaban la existencia del Verbo, tomaron el nombre de alogos; «Decían, añade M. Fleurv, que todos los antiguos y aun los apóstoles habian recibido y enseñado esta doctrina, y que habia sido conservada hasta la época de Víctor, que era el décimotercio obispo de Roma desde San Pedro; mas que Zeferino, su sucesor, habia alterado la verdad.» Pero les oponían los escritos de San Justino, de Milciades, Taciano, Clemente, Ireneo, Meliton y otros antiguos, que decían que Jesucristo era Dios y hombre; Víctor excomulgó a Teodoto; ¿cómo le habia de excomulgar, si hubiera pensado del mismo modo? (Hist. eccles. tom. 1, lib. 4, n. 33).
Otros adelantan que fue San Epifanio el que en su lista de las herejías les dió este nombre; pero otros Padres y un gran número de autores eclesiásticos hablan de los alogianos, como sectarios de Teodoto de Bizancio. (Véase Tertul. lib. des Presc., cap. último, San Agustín, de Haer. c. 33; Eusebio, lib. 5, c. 19 ; Baronio, ad ann. 196; Tillemont, Dupin, Biblioteca de los autores eclesiásticos, siglo I).
Alumbrados
Nombre de una secta de herejes que aparecieron en España hacia el año 1575, y que los españoles llamaban alumbrados. Sus jefes eran Juan de Villalpando, natural de Tenerife, y una monja carmelita denominada Catalina de Jesús. Un gran número de sus discípulos fueron puestos en la inquisición, y castigados con la muerte en Córdova; los demás abjuraron sus errores.
Se vituperaba principalmente a estos alumbrados, el que decían, que por medio de la oración sublime a que llegaban, entraban en un estado tan perfecto que no tenian necesidad del uso de los sacramentos, ni de las buenas obras; y que podian hasta cometer las acciones mas infames sin pecar. Molinos y sus discípulos, poco tiempo despues, siguieron los mismos principios.
Esta secta fué renovada en Francia en 1634, y los guerineles, discípulos de Pedro Guerin, se unieron a ellos; pero Luís XIII los hizo perseguir con tanta eficacia, que desaparecieron en poco tiempo. Pretendían que Dios había revelado a uno de ellos, llamado hermano Antonio Bocquet, una práctica de fe y de vida sobreeminente, desconocida hasta entonces en toda la cristiandad; que con este método podía llegarse en poco tiempo al mismo grado de perfección que los santos y bienaventurada Virgen María, que según ellos, no habian tenido mas que una virtud común. Añadian que por este medio se llegaba a una tal unión con Dios, que todas las acciones de los hombres eran deificadas; y que cuando se había llegado a esta unión, era preciso dejar obrará Dios solo en nosotros, sin producir ningún acto. Sostenían que todos los doctores de la Iglesia habían ignorado lo que es la devocion; que San Pedro, hombre sencillo, no habia comprendido la espiritualidad, lo mismo que san Pablo; que toda la Iglesia estaba en las tinieblas y en la ignorancia sobre la verdadera práctica del Credo. Decian que nos es permitido hacer todo lo que dicta la conciencia, que Dios no ama mas que asi mismo, que era preciso que en diez años fuese recibida su doctrina en todo el mundo, y que entonces no habia necesidad de sacerdotes, de religiosos, de curas, de obispos, ni de otros eclesiásticos superiores.
Se vituperaba principalmente a estos alumbrados, el que decían, que por medio de la oración sublime a que llegaban, entraban en un estado tan perfecto que no tenian necesidad del uso de los sacramentos, ni de las buenas obras; y que podian hasta cometer las acciones mas infames sin pecar. Molinos y sus discípulos, poco tiempo despues, siguieron los mismos principios.
Esta secta fué renovada en Francia en 1634, y los guerineles, discípulos de Pedro Guerin, se unieron a ellos; pero Luís XIII los hizo perseguir con tanta eficacia, que desaparecieron en poco tiempo. Pretendían que Dios había revelado a uno de ellos, llamado hermano Antonio Bocquet, una práctica de fe y de vida sobreeminente, desconocida hasta entonces en toda la cristiandad; que con este método podía llegarse en poco tiempo al mismo grado de perfección que los santos y bienaventurada Virgen María, que según ellos, no habian tenido mas que una virtud común. Añadian que por este medio se llegaba a una tal unión con Dios, que todas las acciones de los hombres eran deificadas; y que cuando se había llegado a esta unión, era preciso dejar obrará Dios solo en nosotros, sin producir ningún acto. Sostenían que todos los doctores de la Iglesia habían ignorado lo que es la devocion; que San Pedro, hombre sencillo, no habia comprendido la espiritualidad, lo mismo que san Pablo; que toda la Iglesia estaba en las tinieblas y en la ignorancia sobre la verdadera práctica del Credo. Decian que nos es permitido hacer todo lo que dicta la conciencia, que Dios no ama mas que asi mismo, que era preciso que en diez años fuese recibida su doctrina en todo el mundo, y que entonces no habia necesidad de sacerdotes, de religiosos, de curas, de obispos, ni de otros eclesiásticos superiores.
Amauri
Teólogo de París, vivió a principios del siglo XII. Enseñó que Dios era la primera materia; que la ley de Jesucristo debia concluir el año 1200 para dar lugar a la ley del Espíritu-Santo, que santificaría a los hombres sin sacramentos y sin ningún acto exterior; que los pecados cometidos por caridad eran inocentes. Negaba la resurrección de los muertos y el infierno, rechazaba el culto de los santos, declamaba contra el papa, etc. Tuvo sectarios muy pertinaces. Se perdonó a las mujeres; pero diez de sus seductores sufrieron el último suplicio el año 1210. El concilio de Letran, celebrado en 1215, confirmó la condenación de su doctrina. Amauri tuvo por sucesor a David de Dinant, que predicó la misma doctrina. (Hist. de la Igles. gal. lib. 30, año 1210 y 1212).
Sostenia, además de mil extravagantes errores, que el cristianismo solo consistía en creerse uno miembro de Jesucristo; que el paraíso, el infierno y la resurrección de los muertos eran sueños. Fué condenado por la universidad de París, y apeló a Inocencio III, quien le condenó también. Temiendo ser castigado rigorosamente se retractó, y se retiró a San Martin de los Campos, en donde murió de pesadumbre y de despecho. Como el error siempre va en progreso, en rigor de su falta de centro, vióse al punto que sus discípulos inventaron nuevas ó impías aserciones. Cuéntase entre estas el decir que todos los sacramentos eran inútiles; que todas las acciones dictadas por la caridad, aun el adulterio, no podian ser malas, con otros errores que fueron condenados. Su discípulo David de Dinant enseñó que Dios era la materia primera; y su sistema era muy parecido al de Espinosa: así se reproducen en un siglo los errores ya proscriptos; y como para cabal cumplimiento de que la iniquidad se engaña a sí misma, todos los esfuerzos de secta y de sistemas temerarios vienen a parar en serviles repeticiones de extravagantes delirios.
Sostenia, además de mil extravagantes errores, que el cristianismo solo consistía en creerse uno miembro de Jesucristo; que el paraíso, el infierno y la resurrección de los muertos eran sueños. Fué condenado por la universidad de París, y apeló a Inocencio III, quien le condenó también. Temiendo ser castigado rigorosamente se retractó, y se retiró a San Martin de los Campos, en donde murió de pesadumbre y de despecho. Como el error siempre va en progreso, en rigor de su falta de centro, vióse al punto que sus discípulos inventaron nuevas ó impías aserciones. Cuéntase entre estas el decir que todos los sacramentos eran inútiles; que todas las acciones dictadas por la caridad, aun el adulterio, no podian ser malas, con otros errores que fueron condenados. Su discípulo David de Dinant enseñó que Dios era la materia primera; y su sistema era muy parecido al de Espinosa: así se reproducen en un siglo los errores ya proscriptos; y como para cabal cumplimiento de que la iniquidad se engaña a sí misma, todos los esfuerzos de secta y de sistemas temerarios vienen a parar en serviles repeticiones de extravagantes delirios.
Amsdorfíanos.
Secta de los protestantes del siglo XVI, llamados así por su jefe Nicolás Amsdorf, discípulo de Lutero, a quien desde luego hizo ministro de Magdeburgo, y de su propia autoridad obispo de Namburgo. Sus sectarios eran confesionistas rígidos, quienes sostenían que no solamente las buenas obras eran inútiles sino también perniciosas a la salvación; doctrina tan contraria al buen sentido como a la Escritura, que fué reprobada por los otros sectarios de Lutero.
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