Señor, Señor, me tienes en tus manos;
Te cantaré lo mismo en mi alegría
Que si me dejas solo en la agonía,
Sin amigos, sin padres, sin hermanos.
Te ofrezco el nido en que mis sueños vanos
Tienden sus alas, esperando el día;
Pero si quieres, haz que el alma mía
Devoren las tristezas cual gusanos.
Esta alma que me diste es una hoguera,
Pero si quieres que mi fuego muera,
Tuya será de mi alma la ceniza.
Párteme el corazón: tienes derecho;
Los labios de la herida de mi pecho
Te volverán en cambio una sonrisa.
Mons. Vicente M. Camacho
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