"EL TIEMPO DE LA SEMENTERA
DE LA PALABRA EVANGELICA
ENTRE LOS GENTILES,
SE HA TERMINADO"
Ese reflejo fiel de la Voluntad divina no es desconocido, porque está abierto a todos la Doctrina, la Tradición, las sagradas Escrituras y los escritos de los Padres de la Iglesia, de los teólogos, de los moralistas y de los exégetas. Si esto no se conoce, es por culpa gravísima del pueblo, y de esto se han aprovechado los modernistas para arrojarle porquería a la cara al pueblo. Si el Sacrificio ha sido invalidado es por la indiferencia del pueblo, indiferencia de la cual un día darán cuentas indudablemente.
En la Consagración del pan, llama la atención que el sacerdote no diga: ESTE ES MI CUERPO. ¿Por qué?. Cuando el sacerdote tiene en las manos la hostia, antes de pronunciar la fórmula es pan, y en el ultimo instante de su pronunciación, es el Cuerpo de Cristo. Entonces, no puede afirmar que aquello es pan, que será Cuerpo al terminar de pronunciar la fórmula. Esa es una mentira. Tampoco podría decir "este Cuerpo de Cristo, es el Cuerpo de Cristo". Así sería una estupidez. El sacerdote tiene dos referencias: al comenzar la fórmula la referencia es al pan, y al terminar, la referencia es al Cuerpo.
¿Qué se debe hacer para no decir una mentira o una tontería?, utilizar el indefinido: esto. ESTO ES MI CUERPO. Tal vez a alguno de esos "presidentes de la asamblea" les dio la inteligencia para comprender el motivo para usar el "esto". Pero no llegaron al "por muchos", pues dicen "por todos los hombres" y a veces con suma desfachatez "por todas las mujeres". ¿Por qué han despedazado las fórmulas consecratorias? Bien sabemos por qué lo hacen. Como en un acto de magia, al pueblo le enseñan las manos por los dos lados. Luego le sacan un pañuelito y se los enseñan por ambas partes: Nada por aquí, nada por el otro lado. Y en cada iglesia hay un mago diferente. Con la libertad de hacer las cosas como esa libertad de los hijos de Dios les dicte .
Pero hay una eliminación irracional y soberbia que tal vez no sea invalidante, pero que refleja la mentalidad del desobediente idiota y soberbio que siempre te dice: es que yo creí, es que yo pensé, es que yo consideré; de esos que pueden destruir comunidades sirviéndole a Dios. Esta eliminación es general a todos y han incluido después de pronunciada la fórmula, algo parecido. Se trata de la expresión "misterio de fe" , intercalada por el mismo Cristo en la fórmula de Consagración del cáliz. ¿Cómo sabemos que esta expresión fue pronunciada por Cristo en el Cenáculo?.
Por la Tradición, por el valor tremendo de la Tradición que por casi 2000 años intercala esa expresión en la fórmula consecratoria del cáliz. Y por el valor innegable del Magisterio. Hay una carta (la CUM MARTHAE CIRCA) que el Papa Inocencio III escribió el 29 de noviembre de 1202 al Obispo Juan, en otro tiempo Arzobispo de Lyon que vale la pena reproducir (DENZ. 414): "Nos preguntas quién añadió en el Canon de la Misa a la fórmula de las palabras que expresó Cristo mismo cuando transubstanció el pan y el vino en Su Cuerpo y Sangre, lo que no se lee haber expresado ninguno de los evangelistas... En el Canon de la Misa se halla interpuesta la expresión "mysterium fidei" a las palabras mismas... A la verdad, muchas son las cosas que vemos haber omitido los evangelistas tanto de las palabras como de los hechos del Señor, que se lee haber suplido luego los Apóstoles de palabra o haber expresado de hecho... Ahora bien, de esa palabra sobre la que tu paternidad pregunta, es decir "mysterium fidei", algunos pensaron sacar un apoyo para su error, diciendo que en el Sacramento del altar no está la verdad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, sino solamente la imágen, la apariencia y la figura, fundándose en que a veces la Escritura recuerda que lo que se recibe en el altar, es sacramento, misterio y ejemplo. Pero los tales caen en el lazo del error, porque ni entienden convenientemente las autoridades de la Escritura ni reciben reverentemente los Sacramentos de Dios, ignorando a par las escrituras y el poder de Dios (Mat. XXII, 29)... Dícese, sin embargo, misterio de fe, porque allí se cree otra cosa de la que se ve y se ve otra cosa de la que se cree. Porque se ve la apariencia de pan y vino y se cree la verdad de la Carne y de la Sangre de Cristo, y la virtud de la unidad y de la caridad. Hay que distinguir, sin embargo, sutilmente entre las tres cosas distintas que hay en este Sacramento: La forma visible, la verdad del Cuerpo, y la virtud espiritual. La forma es la del pan y del vino; la verdad, la de la Carne y la Sangre; la virtud, la de la unidad y caridad. Lo primero es signo y no realidad. Lo segundo es signo y realidad. Lo tercero es realidad y no signo. Pero lo primero es signo de entrambas realidades. Lo segundo es signo de lo tercero y realidad de lo primero. Lo tercero es realidad de entrambos signos. CREEMOS, PUES, QUE LA FORMA DE LAS PALABRAS TAL COMO SE ENCUENTRAN EN EL CANON, LAS RECIBIERON DE CRISTO LOS APOSTOLES, Y DE ESTOS, SUS SUCESORES".
¿No es suficiente la eliminación de estas palabras de Cristo para rechazar el mamotreto de la nueva "misa", o por lo menos desconfiar extremadamente de él?. Y eso si no se consideraran las otras cosas que lo invalidan. Ahora la "asamblea" creada por el Vaticano, es un verdadero sacrificio sangriento. Un sacrificio sangriento al dios de la guerra Huitzilopóchtli a cuya veneración le sacaban el corazón a la víctima, como ahora se ha hecho, y la multitud gritando desaforadamente, babeando la bilis y pintarrajeada de muchos colores para concretarse la inculturación y el culto a las pasiones, sigue gritando hasta hoy tragándose el producto de su indiferencia y de su apostasía. ¿No los mismos corifeos de la Fiera se llenan la boca diciendo: "Dichosos los invitados a esta cena", ¿no es esta la representación mística del culto al Diablo?. ¿No es esta la cena del Diablo?
Pero también asombra que quienes han permanecido fieles a la Misa católica, ignorando olímpicamente la palabra de Dios y la unidad que proclama con fuerte voz, se mantengan en el cisma burlando abiertamente el precepto y la salvación de las almas.
La expresión "misterio de fe" que ellos mismos pronuncian proclamando "la virtud de la unidad" y defendiéndola al intercalarla en la fórmula consecratoria ¿no tiene en realidad ningún valor práctico, pues confiesan con la boca exactamente lo contrario de lo que hacen?, ¿no saben que todos ellos tienen un mismo sacerdocio numéricamente uno y el cisma es un pecado gravísimo contra el Hijo de Dios del que hacen participar culpablemente al pueblo asistente a sus misas?, ¿no son esas misas comparables a la flagelación que arranca la Piel del Señor, cada vez que la celebran?. No me gustaría estar en los zapatos de estos pobres hombres el día que se enfrenten al Rostro airado del Cordero. Y lo mismo se puede decir de los fieles que sabiendo esto, continúan asistiendo a esas misas injuriosas.
Es asombrosa la voz del santo Papa Pío X, preclara y profética, que penetra profundamente la mente retorcida de aquellos que forzando las puertas del Santuario, se habían logrado introducir poco a poco para demolerlo hasta sus cimientos. Los conoció a todos, los vio a todos a los ojos; a todos aquellos que mostrándose sumisos destilaban odio y habían introducido el odio y lo esparcían y lo contagiaban por todos lados a los habitantes de la Casa del Señor en abierto y altanero reto. Conoció al Cardenal Rampolla, alto masón que llegó a infiltrarse y ser su secretario de estado y a todos los maestros y predicadores de Roma que destilaban veneno desde sus cátedras y pulpitos descarándose abiertamente enemigos de su palabra y magisterio. Llegaron a él barruntos lejanos de tempestad.
No; sin razón dijo que quien pensara que el Anticristo ya estaba en la Tierra, no se equivocaba. Sintió la mirada fija y profunda, como la de un toro furioso, de quienes ya le preparaban una cuna a la Bestia. Estaba casi completamente solo. Luchaba cuerpo a cuerpo con los que todavía se conservaban fieles. El espíritu anticrístico se introducía como el humo negro por debajo de las puertas. El influjo satánico engrosaba las huestes de aquellos hombres que militaban en la secta secreta del Diablo por él denunciada, esperando copar el Trono sobre el que se sentaba. La elección al sumo pontificado del Cardenal Mariano Rampolla impedida en el ultimo minuto por el Emperador austro-hungaro por el veto al que tenía derecho o "Exclusiva" y descubierto tiempo después como alto masón por su muerte repentina, debe haber presentado ante sus ojos un panorama triste y desolador. Todos los cardenales electores, evidentemente complotados contra el Trono de San Pedro y a punto de capturarlo. Sólo era cosa de tiempo. Debe haber sentido la soledad en el fondo de su alma, pues el lugar más solo del mundo es aquel en el que nadie te comprende. Debe haber sentido la desnudez y el abandono de un pueblo vividor y viajador, divertido, carnal, edonista, convenenciero y utilitarista y responsable de lo que estaba pasando y pasaría.
Con razón dijo que la Bestia ya estaba en el mundo, conocedor del Mensaje de La Salette. Vio a la Bestia en su Trono al fin capturado. Presintió nuestro tiempo, aunque tal vez no la entrega al Demonio de la Tiara pontificia el 29 de junio de 1963.
Lloró por la Iglesia perseguida por aquellos que un día clavaron en una Cruz a su Fundador. Lloró por las almas de una humanidad apóstata que abrirían las puertas del furor de la Justicia de Dios ofendido, que incluso en el último momento del caos, se seguirían burlando de El.
San Pío X dejó este mundo atribulado, como medio siglo después de que la santa Madre María advirtiera que los tiempos de los grandes cumplimientos proféticos habían comenzado. ¿Cuál fue la respuesta?, antes de ver la Voluntad y aprobación divinas expresada por el Papa santo, sellada con la incorrupción de su cuerpo, y antes que reconocer y sobrecogerse ante la presencia de lo sobrenatual, unos facinerosos arrojaron acido al rostro del cadáver incorrupto.
Esa era la respuesta humana. Entonces, los tiempos espantosos del fin, tomaron su curso.
Las Revelaciones de La Salette, los terribles Mensajes de La Salette, marcaron un hito innegable en el desarrollo de las profecías escatológicas que recordaban a un clero que ya se corrompía y a una humanidad entregada a la apostasía, que existía un Dios Legislador y justiciero lo mismo que misericordioso, que no iba a permitir que impunemente se violaran Sus leyes, se despreciara Su Doctrina y que Satanás estableciera un reino terrenal que le diera culto.
En el mismo texto podemos descubrir una amenaza, la Revelación amenaza, pero también descubrimos la misericordia. Una amenaza para los hombres malos, y la misericordia para los que son fieles.
Una clarificación del cumplimiento del tiempo escatológico que ya estaba presente, sacado de la bruma y de la exégesis contradictoria para completa seguridad, y un aviso a los que se conservaban fieles, para que no fueran engañados y se protegieran de las artes, trucos y apariencias que el Demonio había puesto en circulación. Dice con claridad que el Anticristo está a punto de capturar el Trono de San Pedro con todos sus corifeos, pero anuncia también implícitamente, la instalación de la abominación desoladora en el lugar santo. Lógicamente ese hecho estaba reservado para el ministro del Diablo, pues éste no podría permitir durante su efímero reinado, que se celebrara el Sacrificio Perpetuo. Cuando la santa Madre María dice que "las estaciones cambiarán", anuncia que las profecías de Cristo sobre los últimos tiempos, advirtiéndolos, y los del Profeta Isaías en su apocalipsis, están a punto de comenzar. Ella es portavoz de la Voz del Padre celestial, que si ciertamente advierte, deja la puerta abierta para la rectificación y la penitencia. Todavía en Fátima, sella su mensaje con un milagro que nos transporta a los tiempos bíblicos, pero sus palabras son ocultadas y al fin deformadas.
Los hombres ya no tienen tiempo para estar atendiendo "esas cosas". Están demasiado ocupados en sus actividades, en sus negocios, en sus farras y en sus pasiones. Entonces, tomaron su curso todos los acontecimientos del fin, que vendrán unidos como en una cadena. El tiempo de las naciones ha terminado y también la sementera del Evangelio. Los gentiles serán arrancados de la oliva, y por eso la primera profecía que se cumple es el regreso de los judíos a la tierra prometida. ¿A quién le importó eso?, a nadie. Y lejos de ni siquiera darse por enterados, siguieron caminando con parsimonia y seguridad a la indiferencia y la tibieza más feroz. Esa que huele a vomitada.
Las profecías del fin del mundo, podemos dividirlas en dos niveles. Unas son las más importantes, generadoras de todas las demás. En el primer nivel, podemos poner la supresión del Sacrificio Perpetuo y la entrada al proceso de la historia del Anticristo que es reino de la oscuridad que parecerá, sin embargo, luminoso y prometedor. Pero estos acontecimientos terribles, son para los hombres, castigo y misericordia. Juicio y perdón. Ira y purificación. Condenación y salvación. Porque la furia de Dios se manifiesta para unos, pero Su misericordia es eterna para otros.
Por ignorancia culpable o inocente, a los hombres les sería muy difícil conocer el tiempo del Anticristo y de la supresión del Sacrificio. Por eso las demás señales que son "el comienzo de los dolores de alumbramiento", dice San Mateo. Son señales sensibles a la carne, como los Sacramentos que los hombres pueden comprender pero que castigan a unos y convierten o purifican a otros.
Oiréis hablar de guerras y rumores de guerras. Se levantará nación contra nación y reino contra reino y habrá hambre y terremotos en diversos lugares, dice San Mateo. Habrá cosas espantosas y señales del cielo. En la Tierra angustia de las gentes perplejas por el estruendo del mar y de sus olas. Los hombres morirán de terror y de ansiedad, por las cosas que vendrán sobre el mundo. Las fuerzas de los cielos serán sacudidas, dice San Lucas.
Evidentemente estas cosas han comenzado a suceder. Hay que ir a otros textos de las sagradas Escrituras para saber que estos acontecimientos estarán acompañados por la extrema depravación de los hombres. Los crímenes clamarán al Cielo dice el Mensaje de La Salette. Por que serán espantosos. El terror, la injusticia y el caos se adueñarán de la sociedad. Triste muestra del resultado de querer marchar sin las Leyes de Dios. De obrar como si El no existiera. Llegará el momento en que no habrá sobre la Tierra un lugar seguro (La Salette).
La última señal es la destrucción de Roma que sacudirá a los hombres, porque Dios quiere rescatar a los mas posibles.
Pero hay una eliminación irracional y soberbia que tal vez no sea invalidante, pero que refleja la mentalidad del desobediente idiota y soberbio que siempre te dice: es que yo creí, es que yo pensé, es que yo consideré; de esos que pueden destruir comunidades sirviéndole a Dios. Esta eliminación es general a todos y han incluido después de pronunciada la fórmula, algo parecido. Se trata de la expresión "misterio de fe" , intercalada por el mismo Cristo en la fórmula de Consagración del cáliz. ¿Cómo sabemos que esta expresión fue pronunciada por Cristo en el Cenáculo?.
Por la Tradición, por el valor tremendo de la Tradición que por casi 2000 años intercala esa expresión en la fórmula consecratoria del cáliz. Y por el valor innegable del Magisterio. Hay una carta (la CUM MARTHAE CIRCA) que el Papa Inocencio III escribió el 29 de noviembre de 1202 al Obispo Juan, en otro tiempo Arzobispo de Lyon que vale la pena reproducir (DENZ. 414): "Nos preguntas quién añadió en el Canon de la Misa a la fórmula de las palabras que expresó Cristo mismo cuando transubstanció el pan y el vino en Su Cuerpo y Sangre, lo que no se lee haber expresado ninguno de los evangelistas... En el Canon de la Misa se halla interpuesta la expresión "mysterium fidei" a las palabras mismas... A la verdad, muchas son las cosas que vemos haber omitido los evangelistas tanto de las palabras como de los hechos del Señor, que se lee haber suplido luego los Apóstoles de palabra o haber expresado de hecho... Ahora bien, de esa palabra sobre la que tu paternidad pregunta, es decir "mysterium fidei", algunos pensaron sacar un apoyo para su error, diciendo que en el Sacramento del altar no está la verdad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, sino solamente la imágen, la apariencia y la figura, fundándose en que a veces la Escritura recuerda que lo que se recibe en el altar, es sacramento, misterio y ejemplo. Pero los tales caen en el lazo del error, porque ni entienden convenientemente las autoridades de la Escritura ni reciben reverentemente los Sacramentos de Dios, ignorando a par las escrituras y el poder de Dios (Mat. XXII, 29)... Dícese, sin embargo, misterio de fe, porque allí se cree otra cosa de la que se ve y se ve otra cosa de la que se cree. Porque se ve la apariencia de pan y vino y se cree la verdad de la Carne y de la Sangre de Cristo, y la virtud de la unidad y de la caridad. Hay que distinguir, sin embargo, sutilmente entre las tres cosas distintas que hay en este Sacramento: La forma visible, la verdad del Cuerpo, y la virtud espiritual. La forma es la del pan y del vino; la verdad, la de la Carne y la Sangre; la virtud, la de la unidad y caridad. Lo primero es signo y no realidad. Lo segundo es signo y realidad. Lo tercero es realidad y no signo. Pero lo primero es signo de entrambas realidades. Lo segundo es signo de lo tercero y realidad de lo primero. Lo tercero es realidad de entrambos signos. CREEMOS, PUES, QUE LA FORMA DE LAS PALABRAS TAL COMO SE ENCUENTRAN EN EL CANON, LAS RECIBIERON DE CRISTO LOS APOSTOLES, Y DE ESTOS, SUS SUCESORES".
¿No es suficiente la eliminación de estas palabras de Cristo para rechazar el mamotreto de la nueva "misa", o por lo menos desconfiar extremadamente de él?. Y eso si no se consideraran las otras cosas que lo invalidan. Ahora la "asamblea" creada por el Vaticano, es un verdadero sacrificio sangriento. Un sacrificio sangriento al dios de la guerra Huitzilopóchtli a cuya veneración le sacaban el corazón a la víctima, como ahora se ha hecho, y la multitud gritando desaforadamente, babeando la bilis y pintarrajeada de muchos colores para concretarse la inculturación y el culto a las pasiones, sigue gritando hasta hoy tragándose el producto de su indiferencia y de su apostasía. ¿No los mismos corifeos de la Fiera se llenan la boca diciendo: "Dichosos los invitados a esta cena", ¿no es esta la representación mística del culto al Diablo?. ¿No es esta la cena del Diablo?
Pero también asombra que quienes han permanecido fieles a la Misa católica, ignorando olímpicamente la palabra de Dios y la unidad que proclama con fuerte voz, se mantengan en el cisma burlando abiertamente el precepto y la salvación de las almas.
La expresión "misterio de fe" que ellos mismos pronuncian proclamando "la virtud de la unidad" y defendiéndola al intercalarla en la fórmula consecratoria ¿no tiene en realidad ningún valor práctico, pues confiesan con la boca exactamente lo contrario de lo que hacen?, ¿no saben que todos ellos tienen un mismo sacerdocio numéricamente uno y el cisma es un pecado gravísimo contra el Hijo de Dios del que hacen participar culpablemente al pueblo asistente a sus misas?, ¿no son esas misas comparables a la flagelación que arranca la Piel del Señor, cada vez que la celebran?. No me gustaría estar en los zapatos de estos pobres hombres el día que se enfrenten al Rostro airado del Cordero. Y lo mismo se puede decir de los fieles que sabiendo esto, continúan asistiendo a esas misas injuriosas.
Es asombrosa la voz del santo Papa Pío X, preclara y profética, que penetra profundamente la mente retorcida de aquellos que forzando las puertas del Santuario, se habían logrado introducir poco a poco para demolerlo hasta sus cimientos. Los conoció a todos, los vio a todos a los ojos; a todos aquellos que mostrándose sumisos destilaban odio y habían introducido el odio y lo esparcían y lo contagiaban por todos lados a los habitantes de la Casa del Señor en abierto y altanero reto. Conoció al Cardenal Rampolla, alto masón que llegó a infiltrarse y ser su secretario de estado y a todos los maestros y predicadores de Roma que destilaban veneno desde sus cátedras y pulpitos descarándose abiertamente enemigos de su palabra y magisterio. Llegaron a él barruntos lejanos de tempestad.
No; sin razón dijo que quien pensara que el Anticristo ya estaba en la Tierra, no se equivocaba. Sintió la mirada fija y profunda, como la de un toro furioso, de quienes ya le preparaban una cuna a la Bestia. Estaba casi completamente solo. Luchaba cuerpo a cuerpo con los que todavía se conservaban fieles. El espíritu anticrístico se introducía como el humo negro por debajo de las puertas. El influjo satánico engrosaba las huestes de aquellos hombres que militaban en la secta secreta del Diablo por él denunciada, esperando copar el Trono sobre el que se sentaba. La elección al sumo pontificado del Cardenal Mariano Rampolla impedida en el ultimo minuto por el Emperador austro-hungaro por el veto al que tenía derecho o "Exclusiva" y descubierto tiempo después como alto masón por su muerte repentina, debe haber presentado ante sus ojos un panorama triste y desolador. Todos los cardenales electores, evidentemente complotados contra el Trono de San Pedro y a punto de capturarlo. Sólo era cosa de tiempo. Debe haber sentido la soledad en el fondo de su alma, pues el lugar más solo del mundo es aquel en el que nadie te comprende. Debe haber sentido la desnudez y el abandono de un pueblo vividor y viajador, divertido, carnal, edonista, convenenciero y utilitarista y responsable de lo que estaba pasando y pasaría.
Con razón dijo que la Bestia ya estaba en el mundo, conocedor del Mensaje de La Salette. Vio a la Bestia en su Trono al fin capturado. Presintió nuestro tiempo, aunque tal vez no la entrega al Demonio de la Tiara pontificia el 29 de junio de 1963.
Lloró por la Iglesia perseguida por aquellos que un día clavaron en una Cruz a su Fundador. Lloró por las almas de una humanidad apóstata que abrirían las puertas del furor de la Justicia de Dios ofendido, que incluso en el último momento del caos, se seguirían burlando de El.
San Pío X dejó este mundo atribulado, como medio siglo después de que la santa Madre María advirtiera que los tiempos de los grandes cumplimientos proféticos habían comenzado. ¿Cuál fue la respuesta?, antes de ver la Voluntad y aprobación divinas expresada por el Papa santo, sellada con la incorrupción de su cuerpo, y antes que reconocer y sobrecogerse ante la presencia de lo sobrenatual, unos facinerosos arrojaron acido al rostro del cadáver incorrupto.
Esa era la respuesta humana. Entonces, los tiempos espantosos del fin, tomaron su curso.
LA ULTIMA PROFECIA.
Las Revelaciones de La Salette, los terribles Mensajes de La Salette, marcaron un hito innegable en el desarrollo de las profecías escatológicas que recordaban a un clero que ya se corrompía y a una humanidad entregada a la apostasía, que existía un Dios Legislador y justiciero lo mismo que misericordioso, que no iba a permitir que impunemente se violaran Sus leyes, se despreciara Su Doctrina y que Satanás estableciera un reino terrenal que le diera culto.
En el mismo texto podemos descubrir una amenaza, la Revelación amenaza, pero también descubrimos la misericordia. Una amenaza para los hombres malos, y la misericordia para los que son fieles.
Una clarificación del cumplimiento del tiempo escatológico que ya estaba presente, sacado de la bruma y de la exégesis contradictoria para completa seguridad, y un aviso a los que se conservaban fieles, para que no fueran engañados y se protegieran de las artes, trucos y apariencias que el Demonio había puesto en circulación. Dice con claridad que el Anticristo está a punto de capturar el Trono de San Pedro con todos sus corifeos, pero anuncia también implícitamente, la instalación de la abominación desoladora en el lugar santo. Lógicamente ese hecho estaba reservado para el ministro del Diablo, pues éste no podría permitir durante su efímero reinado, que se celebrara el Sacrificio Perpetuo. Cuando la santa Madre María dice que "las estaciones cambiarán", anuncia que las profecías de Cristo sobre los últimos tiempos, advirtiéndolos, y los del Profeta Isaías en su apocalipsis, están a punto de comenzar. Ella es portavoz de la Voz del Padre celestial, que si ciertamente advierte, deja la puerta abierta para la rectificación y la penitencia. Todavía en Fátima, sella su mensaje con un milagro que nos transporta a los tiempos bíblicos, pero sus palabras son ocultadas y al fin deformadas.
Los hombres ya no tienen tiempo para estar atendiendo "esas cosas". Están demasiado ocupados en sus actividades, en sus negocios, en sus farras y en sus pasiones. Entonces, tomaron su curso todos los acontecimientos del fin, que vendrán unidos como en una cadena. El tiempo de las naciones ha terminado y también la sementera del Evangelio. Los gentiles serán arrancados de la oliva, y por eso la primera profecía que se cumple es el regreso de los judíos a la tierra prometida. ¿A quién le importó eso?, a nadie. Y lejos de ni siquiera darse por enterados, siguieron caminando con parsimonia y seguridad a la indiferencia y la tibieza más feroz. Esa que huele a vomitada.
Las profecías del fin del mundo, podemos dividirlas en dos niveles. Unas son las más importantes, generadoras de todas las demás. En el primer nivel, podemos poner la supresión del Sacrificio Perpetuo y la entrada al proceso de la historia del Anticristo que es reino de la oscuridad que parecerá, sin embargo, luminoso y prometedor. Pero estos acontecimientos terribles, son para los hombres, castigo y misericordia. Juicio y perdón. Ira y purificación. Condenación y salvación. Porque la furia de Dios se manifiesta para unos, pero Su misericordia es eterna para otros.
Por ignorancia culpable o inocente, a los hombres les sería muy difícil conocer el tiempo del Anticristo y de la supresión del Sacrificio. Por eso las demás señales que son "el comienzo de los dolores de alumbramiento", dice San Mateo. Son señales sensibles a la carne, como los Sacramentos que los hombres pueden comprender pero que castigan a unos y convierten o purifican a otros.
Oiréis hablar de guerras y rumores de guerras. Se levantará nación contra nación y reino contra reino y habrá hambre y terremotos en diversos lugares, dice San Mateo. Habrá cosas espantosas y señales del cielo. En la Tierra angustia de las gentes perplejas por el estruendo del mar y de sus olas. Los hombres morirán de terror y de ansiedad, por las cosas que vendrán sobre el mundo. Las fuerzas de los cielos serán sacudidas, dice San Lucas.
Evidentemente estas cosas han comenzado a suceder. Hay que ir a otros textos de las sagradas Escrituras para saber que estos acontecimientos estarán acompañados por la extrema depravación de los hombres. Los crímenes clamarán al Cielo dice el Mensaje de La Salette. Por que serán espantosos. El terror, la injusticia y el caos se adueñarán de la sociedad. Triste muestra del resultado de querer marchar sin las Leyes de Dios. De obrar como si El no existiera. Llegará el momento en que no habrá sobre la Tierra un lugar seguro (La Salette).
La última señal es la destrucción de Roma que sacudirá a los hombres, porque Dios quiere rescatar a los mas posibles.
Los católicos sabemos que Roma, el Vaticano, la Gran Ramera, sera destruida en tiempo del Anticristo. Sera por eso la última oportunidad de abrir los ojos y hacer penitencia. Pero hay otro motivo para su destrucción. El Señor no puede permitir que aquel esplendor y magnificencia construida por Su presencia y por el santo Sacrificio, el hombre maligno la emplee para darle culto al Diablo. Y convierta ese faro de luz en la cosa abominable que esparce en todas direcciones la oscuridad y la apostasía. Que esparce pestilencia.
Estamos, pues en un tremendo compás de espera, porque todas las profecías se han cumplido excepto la última: la conversión del pueblo judio que debe ser injertado de nuevo en el olivo. Están en curso y agravándose las profecías que puse en un segundo nivel: las profecías evangélicas de Cristo, que pueden juntarse como un terrorífico corolario: "Devastada será la Tierra y del todo saqueada" dice Isaías en el Cap. 24. "La Tierra se marchita... la maldición devora la Tierra...y tienen la culpa los habitantes de ella". "Y los habitantes de ella son reducidos y quedan pocos del linaje humano". Lo cual nos anuncia una guerra nuclear de exterminio. Creo.
Luego de cumplidas todas las profecías, menos una, ¿cuánto tiempo pasará para que suceda la aparición del Señor?, hasta que se cumpla la palabra del Profeta Isaías. Los hombres serán duramente apaleados. ¿Por qué desaparecerá la misericordia?, nada de eso. En el Infierno para los condenados no hay misericordia. La habrá para los que a la vista de esos avisos, que para eso son, se conviertan al Señor. No se puede decir que no hay lo que se rechaza.
¿Cuando sucederá la conversión de Israel?, no podemos anunciar el cumplimiento de una profecía antes de que suceda como he dicho antes. El Señor, es poderoso para injertarlos de nuevo en su tronco, dice San Pablo.
Los acontecimientos mundiales los están llevando a eso. Pero al "resto fiel de Israel". No se trata de los pervertidores de la humanidad. Lo dice claramente el Profeta Amós en el Cap. 9. Estos son condenados a muerte. Estos son la basura que se desecha.
Pero hay un acontecimiento que es profético, que parece que va a coincidir con esa conversión: la aparición del Arca de la Alianza, pues aunque parezca el hecho inferior a las realidades sobrenaturales invisibles, los hombres, pueden conocer esas realidades invisibles, con los signos materiales. ¿No los Sacramentos se valen de signos como la materia y las palabras para que los hombres sepan que han tenido lugar?.
Por eso, relacionan Csio de San Miguel y Cornelio A. Lapide la aparición del Arca de la Alianza con la conversión.
Tenemos a nuestro favor, un texto del segundo Libro de los Macabeos, Cap. 2, v. 4 a 7: "Se decía también en el escrito, cómo el Profeta, después de una revelación, mandó llevar consigo la Tienda y el Arca; y cómo salió hacia el monte donde Moisés había subido para contemplar la heredad de Dios. Y cuando llegó Jeremías, encontró una estancia en forma de cueva; allí metió la Tienda, el Arca y el altar del incienso, y tapó la entrada. Volvieron algunos de sus compañeros para marcar el camino, pero no pudieron encontrarlo. Y cuando Jeremías lo supo, les reprendió diciéndoles: "Este lugar quedará desconocido hasta que Dios vuelva a reunir a Su pueblo y le sea propicio".
El Diccionario VOCABULARIO DE TEOLOGIA BIBLICA de Léon-Dufour dice en "ARCA DE LA ALIANZA": "El judaismo ha esperado, a lo que parece, una reaparición del Arca al final de los tiempos".
En la Biblia Comentada del Dr. Torres Amat leemos este comentario a este texto: "Grandiosa profecía que algunos entienden del tiempo en que volvieron los judíos con Esdras de Babilonia. Pero como después de ese tiempo no se habla del Tabernáculo, ni del Arca en ningún lugar de la Escritura; y por otra parte, cuando Tito se hizo dueño del templo y de Jerusalén, no se hace mención de ellos entre los despojos que de allí tomó, ni se dice que los llevase en triunfo como acostumbraban hacer los romanos, ni tampoco se registran en el arco de Vespasiano (Tito), en donde se ve el candelero; (el judaismo moderno ha pedido a la Iglesia que le entregue el candelero que ella tenía en custodia desde hace siglos), por eso la tradición de los Padres, y aun de los mismos hebreos, nos persuade de que no estuvieron en el segundo templo, y que no serán hallados hasta que se conviertan los judíos, que será al fin del mundo". No se dijo más sobre esa petición de los judíos a Juan Pablo II, pero no sería extraño que se les hubiese entregado lo que no se merecen.
Hay un texto en el Apocalipsis que sugiere la aparición material del Arca. En el Cap. XI, 19, al sonar la séptima y última trompeta, se dice: "Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo, y apareció el Arca de la Alianza en el Santuario, y se produjeron relámpagos, fragor de truenos, temblor de Tierra y fuerte granizada".
¿Cómo se entrelazan los acontecimientos del fin, la aparición del Arca, la conversión del resto de Israel y el resto de los gentiles con las profecías de San Pedro?: En su segunda Carta dice: "...el mundo de entonces, pereció inundado por las aguas del Diluvio, y los cielos y la Tierra presentes... están reservados para el fuego" (III, 7), "El día del Señor llegará como un ladrón; en aquel día, los cielos con ruido ensordecedor, se desharán; los elementos abrasados, se disolverán, y la Tierra y cuanto ella encierra, se consumirán" (v. 10).
Ninguna profecía puede ser interpretada antes de su cumplimiento. Sólo podemos estar seguros de que hay un poco de tiempo, para la conversión y para la penitencia.
Estamos, pues en un tremendo compás de espera, porque todas las profecías se han cumplido excepto la última: la conversión del pueblo judio que debe ser injertado de nuevo en el olivo. Están en curso y agravándose las profecías que puse en un segundo nivel: las profecías evangélicas de Cristo, que pueden juntarse como un terrorífico corolario: "Devastada será la Tierra y del todo saqueada" dice Isaías en el Cap. 24. "La Tierra se marchita... la maldición devora la Tierra...y tienen la culpa los habitantes de ella". "Y los habitantes de ella son reducidos y quedan pocos del linaje humano". Lo cual nos anuncia una guerra nuclear de exterminio. Creo.
Luego de cumplidas todas las profecías, menos una, ¿cuánto tiempo pasará para que suceda la aparición del Señor?, hasta que se cumpla la palabra del Profeta Isaías. Los hombres serán duramente apaleados. ¿Por qué desaparecerá la misericordia?, nada de eso. En el Infierno para los condenados no hay misericordia. La habrá para los que a la vista de esos avisos, que para eso son, se conviertan al Señor. No se puede decir que no hay lo que se rechaza.
¿Cuando sucederá la conversión de Israel?, no podemos anunciar el cumplimiento de una profecía antes de que suceda como he dicho antes. El Señor, es poderoso para injertarlos de nuevo en su tronco, dice San Pablo.
Los acontecimientos mundiales los están llevando a eso. Pero al "resto fiel de Israel". No se trata de los pervertidores de la humanidad. Lo dice claramente el Profeta Amós en el Cap. 9. Estos son condenados a muerte. Estos son la basura que se desecha.
Pero hay un acontecimiento que es profético, que parece que va a coincidir con esa conversión: la aparición del Arca de la Alianza, pues aunque parezca el hecho inferior a las realidades sobrenaturales invisibles, los hombres, pueden conocer esas realidades invisibles, con los signos materiales. ¿No los Sacramentos se valen de signos como la materia y las palabras para que los hombres sepan que han tenido lugar?.
Por eso, relacionan Csio de San Miguel y Cornelio A. Lapide la aparición del Arca de la Alianza con la conversión.
Tenemos a nuestro favor, un texto del segundo Libro de los Macabeos, Cap. 2, v. 4 a 7: "Se decía también en el escrito, cómo el Profeta, después de una revelación, mandó llevar consigo la Tienda y el Arca; y cómo salió hacia el monte donde Moisés había subido para contemplar la heredad de Dios. Y cuando llegó Jeremías, encontró una estancia en forma de cueva; allí metió la Tienda, el Arca y el altar del incienso, y tapó la entrada. Volvieron algunos de sus compañeros para marcar el camino, pero no pudieron encontrarlo. Y cuando Jeremías lo supo, les reprendió diciéndoles: "Este lugar quedará desconocido hasta que Dios vuelva a reunir a Su pueblo y le sea propicio".
El Diccionario VOCABULARIO DE TEOLOGIA BIBLICA de Léon-Dufour dice en "ARCA DE LA ALIANZA": "El judaismo ha esperado, a lo que parece, una reaparición del Arca al final de los tiempos".
En la Biblia Comentada del Dr. Torres Amat leemos este comentario a este texto: "Grandiosa profecía que algunos entienden del tiempo en que volvieron los judíos con Esdras de Babilonia. Pero como después de ese tiempo no se habla del Tabernáculo, ni del Arca en ningún lugar de la Escritura; y por otra parte, cuando Tito se hizo dueño del templo y de Jerusalén, no se hace mención de ellos entre los despojos que de allí tomó, ni se dice que los llevase en triunfo como acostumbraban hacer los romanos, ni tampoco se registran en el arco de Vespasiano (Tito), en donde se ve el candelero; (el judaismo moderno ha pedido a la Iglesia que le entregue el candelero que ella tenía en custodia desde hace siglos), por eso la tradición de los Padres, y aun de los mismos hebreos, nos persuade de que no estuvieron en el segundo templo, y que no serán hallados hasta que se conviertan los judíos, que será al fin del mundo". No se dijo más sobre esa petición de los judíos a Juan Pablo II, pero no sería extraño que se les hubiese entregado lo que no se merecen.
Hay un texto en el Apocalipsis que sugiere la aparición material del Arca. En el Cap. XI, 19, al sonar la séptima y última trompeta, se dice: "Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo, y apareció el Arca de la Alianza en el Santuario, y se produjeron relámpagos, fragor de truenos, temblor de Tierra y fuerte granizada".
¿Cómo se entrelazan los acontecimientos del fin, la aparición del Arca, la conversión del resto de Israel y el resto de los gentiles con las profecías de San Pedro?: En su segunda Carta dice: "...el mundo de entonces, pereció inundado por las aguas del Diluvio, y los cielos y la Tierra presentes... están reservados para el fuego" (III, 7), "El día del Señor llegará como un ladrón; en aquel día, los cielos con ruido ensordecedor, se desharán; los elementos abrasados, se disolverán, y la Tierra y cuanto ella encierra, se consumirán" (v. 10).
Ninguna profecía puede ser interpretada antes de su cumplimiento. Sólo podemos estar seguros de que hay un poco de tiempo, para la conversión y para la penitencia.
VEN SEÑOR JESUS
MONS. JOSE F. URBINA AZNAR.
Mayo de 2012.
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